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En Tierra Firme

La operación. Capítulo II

La operación. Capítulo II

Tras los crueles pinchazos que me dieron, el urólogo volvió a preguntarme:

- ¿Sientes algo?

- No.

El dolor se había apoderado de toda esa parte de mi cuerpo. Acababa de descubrir que, la anestesia, consistía en provocarte un dolor hasta dejarte insensible. Tampoco me agradaba la idea de imaginar qué estaría haciendo el cirujano cuando preguntaba si sentía algo. Seguro que acaridiándome no estaba.

Procedieron a la operación, la doctora se sitúo a mi derecha y el cirujano a mi izquierda. Tenía entendido que la operación duraría aproximadamente una hora. Decidí que emplearía ese tiempo en contemplar las luces del foco y en estudiar detenidamente la composición del techo. Pero pronto descubrí que era imposible concentrarse. Me molestaba el ruido de las constantes vitales y el que hacían los cirujanos cuando dejaban la herramienta en la bandeja y cambiaban de utensilio continuamente.

De vez en cuando, venía una enfermera a vigilar cómo iba el suero y la pinza que tenía en la mano. Esperaba que todo funcionase y saliese bien.

De pronto, en medio de la operación, los cirujanos empezaron a hablar. Hice esfuerzos por no hacerles caso. No quería escuchar lo que decían acerca de la operación o enterarme de algún detalle escabroso que me hiciese vomitar. Un amigo me contó, que durante su operación, le pusieron unos cascos con música. Conmigo no tuvieron esa delicadeza. Aunque pensándolo bien, si me hubiesen puesto alguna música desagradable, hubiese confundido el quirófano con una mazmorra de la santa inquisición.

Al final no pude evitarlo y les escuché:

- ¿Entonces hiciste la promoción en Valencia? – Dijo el urólogo.

- Sí, y luego hice las prácticas en el clínico de Valencia y después me trasladaron aquí.- Contestó ella.

- Sí, suelen hacer eso. ¿Y cuantas horas te han puesto?

- Pues tengo que hacer 300 horas en total divididas en...

No me lo podía creer, estaban hablando de sus cosas, ¡En medio de mi operación! Por lo que pude escuchar, veía que el urólogo estaba muy interesado en ella. Al parecer, no se conocían de nada, habían coincidido en esa operación y se estaban contando sus vidas cómo dos compañeros de trabajo que quedan en un bar, se sientan en una mesa y toman una cerveza. Con la diferencia, que allí, lo único que había entre los dos era mi polla. ¡Oh! ¡Mi polla era la celestina de una bonita historia de amor! Y así como en los bares los enamorados quitan las etiquetas de las botellas de cerveza, lo mismo ocurría en el quirófano; Despellejaban mi polla de la piel que le sobraba. Amor puro.

Me invadió una preocupación, a parte de que podían empezar a utilizar su lenguaje corporal para mandarse señales, con lo que ello conllevaba: hacer círculos con el dedo en el borde del vaso, coger la botella por el mango, mirar fijamente a la otra persona mientras bebes de la botella... Me preocupaba el hecho de que estaban jugando con objetos punzantes, y en cualquier momento, podrían distraerse y cortar más de lo debido provocando una fatalidad irreversible. Hice todo lo posible por quitar esos oscuros pensamientos de la cabeza, tarareé canciones dentro de mí, apretaba los dientes y respiraba hondo. Cuando de pronto, escuche un ruido infernal, era el ruido similar al de un taladro pero menos intenso, como el de un cepillo de dientes eléctrico. Seguramente sería una pequeña sierra eléctrica para cortarme. Escuchar aquello era aterrador. Me puse, aún si cabe, más nervioso. Aquel artilugio sonaba cada vez más cerca de la zona sensible. Se me ocurrió mirar la bata del médico. Quería ver si la sangre le salpicaba en su ropa blanca, cómo ocurre en las películas gore cuando descuartizan a alguien con una sierra eléctrica. No fue así, tenían tecnología punta contra las salpicaduras de sangre. Finalmente el ruidito de aquel artilugio cesó. Pero no estaba tranquilo. Decidí mirar a un lado y contar el tiempo que faltaba. Quizás la intranquilidad se reflejaba en mi cara, ya que el médico, de repente me miró y me preguntó:

- ¿Estás bien?

Lo miré como un cordero degollado y le dije desde lo más profundo de mi alma:

- ¿Cómo quieres que esté bien si me estáis cortando la polla?

El urólogo y la enfermera estallaron en una carcajada, cosa que me inquietó más por el miedo a que cortasen más de la cuenta. El urólogo se reincorporó tras la risa y me dijo.

- A ver, jejeje , no es eso chavalín, lo que te estamos haciendo es una pequeña incisión para que el prepucio no esté... bla bla bla.

- Sí, sí, ya sé en qué consiste.

El urólogo y la cirujana se intercambiaron una mirada cómplice y graciosa. Se lo estaban pasando bien. Y entonces intervino ella:

- Lo que hacemos, es cortar un poco, pero tu cosita se mantiene intacta.

- Entiendo.

Y el urólogo añadió:

- Pero oye, hay que aclarar, que cuando ella dice “cosita”, no está diciendo que la tengas pequeña ni nada por el estilo. No la vayas a malinterpretar.

Y esta vez nos desternillamos los tres. Todo estaba resultando muy gracioso, pero a mí luego me quedaría un dolor y a ellos el orgasmo del polvo que echarían luego.

El ambiente se distendió, la operación transcurrió entre más bromas, tales como la del urólogo:

- Ahora, sin la piel esta ya todo irá mejor, porque así como la tenías... no la habrás metido en ningún lado.

El urólogo ya se estaba pasando de gracioso, pero es lo que suele pasar cuando hay una mujer presente entre muchos machitos de pacotilla, se meten puñaladas traperas entre ellos perdiendo su habitual camaradería y creyendo que así captarán mejor la atención de la hembra. Siempre que ocurre eso prefiero huir. Aunque en esta ocasión era imposible, estaba atado, de pies, manos y polla.

Finalizó la operación. Me trasladaron en camilla hasta la puerta del vestuario. Allí bajé, e inmediatamente, lo primero que hice fue mirar el descosido que me habían hecho. No vi nada, estaba todo entre gasas. Me puse la ropa y salí como si nada. No me dolía nada. Era extraño. Mis padres estaban sorprendidos de mi entereza y valentía. Pero cuando volvíamos en el coche, comencé a sentir que despertaba toda la zona en cuestión. Allí estaba yo, sentado en la parte trasera del coche, recostado, aullando, maldiciendo y blasfemando sin contemplación alguna. Parecía una embarazada camino del hospital con la diferencia que yo volvía del hospital.

Una vez en casa, al cabo de unas horas, me dieron ganas de mear. Tuve que quitar todo el aparatoso vendaje. Y observé, por fin, como había quedado aquello. Fue realmente desagradable ver toda mi tierna y dulce cosita con un número incontable de puntos circundándola en su diámetro. Rápidamente me di cuenta que el corte de la parte de la chica había quedado muchísimo más torcido en forma de curva, frente a la parte del urólogo profesional, que pese a estar constantemente tirándole los tejos a ella, hizo su trabajo a la perfección. Ella estaría abrumada por las constantes acometidas de él o bien era una torpe novata. Ya no había nada que hacer, las cosas habían salido así, y hoy en día, 7 años después siguen igual aunque ya no se aprecia tanto.

Finalmente, al día siguiente, confirmé en mis propias carnes las leyendas que me habían contado acerca del dolor de la operación. Me levanté con una considerable erección, la más trágica, la más dolorosa y la más indeseable que he experimentado en toda mi vida.

11 comentarios

May -

Trabajo en el quirofano de urologia, soy la ayudante, y elaborando un trabajo apra una cahrla, fui a parar a tu pagina. Tengo que decirte que he sido sorprendida con la explicacion mas "real", bien definida y explicita que nunca imagine oir de un paciente. Mi enhorabuena, seguro me servira a la hora de hablar del postoperatorio con los futuros pacientes.
Mukis desde el norte de España y aqui estoy.

Fenix -

Polla dura no cree en Dios

Celia -

Pobriñooo

Ays, eres la caña de España... hasta sufriendo de esa manera tienes sentido del humor! Voy a tener que aprender de ti jijij
Un besazo enorme... y gracias !! Muaksss

Su -

Lo primero... que sepas que tu blog no me deja comentar.

Lo segundo... la primera vez que leí el post (o sea el domingo), me hizo muchísima gracia y tenía un montón de cosas para comentarte, pero a medida que iban pasando los días y ésto seguía sin dejarme escribir... se me fueron olvidando las cosas :´(

Un beso

monocamy -

Joder, yo nunca me operé de nada... :O

SOY VIRGEN!!

aggggggg

EFESOR -

Tio pero que productivo eres.. no hay quien te siga la pista con tanto texto... así me gusta!!!
Muchos Bicos!!

El culo de Fredy -

Mucha gente ha querido petarme sin ningún éxito, pero nunca del modo en que la desconocida lo quiere hacer.

La polla de Fredy -

Se agradecen las muestras de afecto recibidas de todo el mundo, en forma de besos, lametones, succiones y demás.

Desconocida -


Muy divertida y dolorosa . ya que venus te besa en la cosita , yo te beso en el culo , pero dp de meterte una bomba :)

Venus -

Siiiiiiiiii... yo tambiennn... la polla celestina juasss XD ha sido genial... jajajaja, aun estoy riendome... (bueno no tanto)

Buenisimo!!!... sabia que el final hablaria de una ereccion, juasss!!

Un beso en tu cosita ;)

Rosicky -

Me he roto con el párrafo de la polla celestina... xD Tienes una imaginación tan descalabrada y enferma... Me encanta!!!!

Me has hecho reír y olvidarme de todo... eres como el alocohol pero no regalas resacas :)

Espero la tercer parte... Y por cierto... Sí.. los días posteriores son mortalmente dolorosos xD

Un abrazo genio!!!