Blogia
En Tierra Firme

Las farmacias son lugares que invitan a la reflexión y a la enfermedad

Las farmacias son lugares que invitan a la reflexión y a la enfermedad


Nada más entrar en la farmacia siento ese característico olor de medicina concentrada. Seguramente algún día se demuestre que el aire de las farmacias es tóxico. Allí dentro mires a donde mires encuentras un cartel de publicidad. Comida para bebes, esnifadores para los mocos, caramelos, etc.

Me pongo en la cola. Están atendiendo a una chica que está pidiendo mil medicamentos. Los que van a la farmacia todos los días son hipocondríacos o están a punto de morirse. A mí no me gustan las farmacias. Intento evitarlas siempre que puedo. Estar allí significa que algo va mal.

La hipocondríaca se va con una bolsa llena de medicamentos. Seguramente al llegar a casa los mezcle todos en una olla exprés y se los tome como si fuesen los garbanzos del puchero. Deberían hacerles un tratamiento a esos yonkis.

Ahora están atendiendo a la que está delante de mí. Va con su hija. Es una cotorra de cuidado. Le está contando la vida al farmacéutico. Odio a la gente que no pide las cosas y se va. ¿Por qué tienen que contar más de lo que interesa? Cuando trabajaba en telefonía móvil odiaba a ese tipo de gente. Los hubiese matado a todos. Si queréis hablar os vais a un parque y conversáis con otros solitarios pero que no jodáis a los dependientes.

- Toma este jarabe. Seguro que con esto la niña no se marea en el autobús. – dice el farmacéutico.

- Pero es que a mi hija no le gusta esto.

- No vale elegir – le dice el farmacéutico dirigiéndose a la niña – tú te lo tomas y a callar. Que se note que eres valiente.

- Bueno pues ya sabes Yolanda – le dice la madre a la hija – si no te tomas esto no podrás ir de viaje.

Qué fácil es hacerle chantaje a los niños. Los Reyes Magos y Papa Noel se inventaron para hacer chantaje a los niños. Parece que sea el único sistema para que aprendan. El hombre del saco, el cuarto de las ratas, el coco, la bruja, los monstruos que se comen a los niños que no se terminan las comidas, los secuestradores de niños que se portan mal. La infancia de un niño está llena de personajes horribles capaces de amargar la infancia a cualquiera. “O te portas bien o te llevaré al cuarto de las ratas y la bruja te pegará y si te escapas el hombre del saco te meterá en su saco y te tirará por un acantilado”. No me extraña que haya tanta gente traumatizada o que acabe mal de la cabeza . No es para menos. Esos malvados personajes están marcando a una generación. Aunque posiblemente antes existían otros verdugos para chantajear a los niños y no lo sabemos. Me pregunto si los romanos le dirían a sus hijos: “Comete todo o vendrá Vulcano y te secuestrará y te quemará el culo con un hierro candente”.

La pubertad y la edad del pavo no se debe al aumento de las hormonas, no. Toda esa tontería e impertinencia que le entra a uno es porque descubre que todos esos hijos de puta no existen y, entonces, el adolescente se libera y hace lo que le da la gana sin temor a ninguna represalia de seres fantástico. Aunque no a todos les ocurre así. Hay muchos que todavía se creen el Nuevo Testamento y piensan que les premiarán en el cielo por sus buenas acciones y se dedican a llevar vidas de santos sin preocuparse de lo que verdaderamente importa.

Después de estar hablando un rato, el farmacéutico se mete en la habitación que está llena de estanterías con medicamentos. El paraíso de los yonkis. Entonces ocurre lo peor. La madre se gira y comienza a hablar conmigo. Se ve que me ha visto con ganas de hablar. Yo no lo puedo evitar.

- Mi hija se tiene que ir de excursión al Safari Park y se marea.

- Vaya por Dios.

- Y claro, se tiene que ir en autobús y es una hora de viaje. Lo que pasa es que tiene que tomarse una ampolla antes de ir y otra antes de volver. Así que le daré la medicina a la profesora y que se la dé antes de que salgan. ¿Qué otra cosa voy a hacer?

- Claro.

- Lo que pasa que no le gusta el jarabe ese. Es muy malo.

No contesto.

El farmacéutico vuelve con el medicamento mágico y lo factura. Después se ponen a hablar otra vez de tonterías. En las farmacias también se cotillea. No me extraña que en la televisión triunfen tanto los programas de cotilleos, si hay un plató de salsa rosa en cada panadería, en cada farmacia, en las colas de las charcuterías y en todos los bares. Los dependientes son los primeros en enterarse de todo. Aunque en las ciudades de mierda las únicas noticias novedosas son las defunciones. Muy de vez en cuando hay algún escándalo de divorcios o cuernos y todo el pueblo se hace eco de la noticia y despellejan públicamente al cabrón que puso los cuernos y se inventan cosas de él. Pero cuando se arma más revuelo es cuando se anuncia la salida del armario de alguien popular en la ciudad (que siempre suele ser falsa), entonces la gente ya no habla de otra cosa y el rumor acaba deformándose de tal forma que acaban diciendo: “su mujer entró en casa y se lo encontró en la cama con dos hombres”.

Al fin la cotorra se va. Yo avanzo un paso y me pongo delante del mostrador. El dependiente mira.

- ¿Qué deseas?

- Unos tapones para los oídos – digo convencido.

Llego a casa. Abro la cajita y leo el prospecto. Cojo los tapones y me los pongo como puedo. Entonces empiezo a flotar. Doy un paseo por casa. Es maravilloso. ¡No escucho mis pasos! ¡Voy en una nube! ¡Ahora podré estudiar sin que nadie me moleste! ¡Sin escuchar a la puta de mi vecina! ¡Sin oír la televisión! Es un mareo pero los sonidos más bajos no los escucho. Esto es como ir colocado. Estoy en mi burbuja. ¡Bien! Podré estudiar.

Mientras estudio pienso en lo maravilloso que es no escuchar a nadie. Si pudiese comprarme una habitación acorazada para no tener que ver a nadie también me la compraría. Sería la Solución Final sin matar a nadie.

Pero pronto me desmorono. Me doy cuenta de una cosa: Los tapones para los oídos no sirven para dejar de escuchar a la voz de mi conciencia.

4 comentarios

Su -

Mi hermana usa tapones de esos para estudiar y una amiga se los pone para dormir, pero a mí no me sirven para nada, por lo que tú dices.

Por normal general puedo abstraerme con bastante facilidad del entorno y de los ruidos que me rodean, pero de mí misma... de eso si que no puedo.

Si encuentras algo que sirva para no oir la conciencia, me avisas ;-)

Un beso

Marta -

Ejecutarte? qué dices? :) No es mala idea, no, mmm Usaré el látigo mejor ;)
A ver, Feder, lo importante es lo que transmites aquí. Muchos nos hemos sentido así y seguimos haciéndolo. No podemos dejar de "escuchar" aunque tapes los ojos al mundo, he dicho bien, los "ojos". Tu conclusión final es cierta y genial.
Un latigazo!!!

Trankiller -

Ni la voz de tu conciencia ni cualkier otro sonido procedente de ti, tirate un rot y verás, lo oyes multiplicado por 1000!! jajaja Pero por lo demas si, funcionan, son formidables, fantasticos, el mejor invento que he descubierto en mi etapa adulta... Ojala los pudiera llevar tambien por la calle...

En Tierra Firme -

EStá todo lleno de faltas de ortografia y de expresiones mal dichas. Podéis ejecutarme.