Baraka
Según los musulmanes, la baraka es una cualidad invisible, excepto por sus efectos, que hace tener grandes éxitos y suerte. Las personas con báraka están cerca de los dioses y están protegidos por ellos. La suerte de esta gente puede proyectarse e incluso se contagia.
Pues bien, desde el día que dejé el trabajo me convertí en un ser con báraka. Yo trabajaba de promotor de telefonía móvil. Ese trabajo me disgustaba mucho y sentía que estaba echando mi vida a la basura. Mi “yo creador” estaba muriendo día a día en aquel puesto de trabajo. Estaba convirtiéndome en una pieza más del gran engranaje del mundo capitalista. Allí estaba agotando mi alma. Me estaba cosificando. Me estaban creciendo raíces en los pies y ramas en las manos. Dejé de ser una persona sin ilusiones porque sólo generaba dinero para comprarme cosas. Y en realidad, las únicas cosas que quería eran libros y música. ¿Realmente hacía falta sacrificar 7 horas al día durante 6 días a la semana, todos los días de mi vida para poder conseguirlo? Tenía un contrato indefinido y lo rechacé. Envié a la mierda a la empresa y todo el materialismo que la envolvía. Yo no quería convertirme en una rata más. Yo era un artista, un creador y no un vendedor de teléfonos de mierda.
Decidí volver estudiar. Pero no quería estudiar el módulo de informática que estaba haciendo, no. Estaba apuntado a un módulo de informática porque creía que me gustaban los ordenadores y teniendo un título informático se me abrirían muchas puertas en el mundo laboral. Era un hipócrita que sólo pensaba en el dinero.
¿Quién era yo? ¿Qué quería yo? Yo era una persona preocupada por lo que pasaba en el mundo que de vez en cuando escribía, aunque no demasiado bien. Quería vivir la vida y no quería que el dinero me condicionase a la hora de tomar decisiones. Sólo quería hacer lo que verdaderamente me gustase.
Cuando acabé EGB mis padres me dijeron que yo no valía para estudiar. Yo me lo creí. Me arrebataron enseguida mis ilusiones y me convencieron de que estudiase formación profesional. Lo hice y, hoy en día, todavía no me ha servido ese título para nada. No quería volver a cometer semejante equivocación. Ahora que tenía capacidad de decidir por mí mismo y con 23 años a mis espaldas iba a hacer lo que siempre quise hacer: estudiar una carrera que me gustase.
Para eso, tenía que matricularme en bachillerato y hacer los dos cursos, pero no importaba, quería luchar por mis sueños. Fui a matricularme y cuando entregué toda la documentación la secretaria me dijo: “veo que ya has hecho un módulo superior de administrativo, eso significa que no será necesario que hagas primero de bachillerato, tú pasarás directamente a segundo”.
Era la primera vez que el título de administrativo me servía realmente para algo útil. Eso significaba que me ahorraría un año. ¡Un año! No acababa de comenzar mi nueva aventura y las cosas ya comenzaban a salirme bien. Estaba comenzando a creer la patraña de Paulo Coelho y su alquimista, que dice que si luchas por algo con todas tus fuerzas, todo el universo se conspira para que la consigas. Pero bueno, Paulo Coelho puede decir eso, que ha vendido más de 20 millones de libros en todo el mundo. No creo que se ponga a decir semejante memez un escritor que esté en casa comiéndose los mocos.
En fin, a lo que íbamos: Me matriculé en segundo de bachillerato y decidí emplearme al máximo para demostrar que yo sí que valía para estudiar. Aunque muchas veces pensé que estaba equivocándome, que estaba haciendo el gilipollas, que era un iluso, que nunca iba a hacer nada en la vida, que los que decían que yo era un idiota que no servía para estudiar tenían razón. Tenía mucho miedo de equivocarme de nuevo.
Cuando me matriculé me di cuenta de un grave error: yo quería hacer letras y me inscribí en el bachiller de letras. Pero lo que no sabía es que había clases de latín. Yo no sabía nada de latín, y todos los que estaban en segundo ya habían dado durante el primer año esa asignatura. Yo tenía que aprender en un año lo que todos aprendían en dos.
Comenté mi situación a la profesora de latín. Ella me dio ánimos. Me dijo que no era la primera vez que tenía un caso así y que si me aplicaba podía aprobar. Cuando pasaron las primeras semanas me di cuenta que no me iba a hacer falta esforzarme mucho para aprobar. La profesora no enseñaba nada. En su clase nos dedicábamos a hablar de cualquier asunto menos de latín. A veces nos poníamos a hacer fotos, uno se ponía a hacer abdominales, yo me ponía a leer, otras estaban comentando la actualidad del corazón... llegó el examen de la primera evaluación y a la profesora le daba igual que hablásemos entre nosotros durante el examen. Pude copiar el examen del que estaba delante sin mayor dificultad. Saqué un 7,5 sin saber ni las declinaciones ni el verbo sum (Sigo sin saber nada). La profesora me felicitó por mi gran examen y me dijo que estaba muy orgullosa de mí porque sin haber dado antes latín había sacado una buena nota. Yo le dije que había estudiado mucho durante toda la evaluación, y, aunque había cosas que no sabía muy bien cómo hacerlas, las contestaba por intuición. Ella se quedó muy sorprendida con mi explicación, se pensó que yo era un chico inteligente. Un compañero que estaba escuchando mi conversación con ella, más tarde me confesó que tuvo que aguantarse la risa cuando le explicaba a la profesora que hacía el examen por intuición.
Hasta ahí me había llegado la suerte. Habían colocado en mi clase a la profesora más incompetente y más pasota de toda España para que pudiese aprobar sin dificultad esa asignatura que, en caso de haberla impartido una profesora medio normal, no hubiese aprobado nunca.
Terminaron los exámenes de la primera evaluación. Logré un gran éxito en literatura con un flamante 10. Era mi asignatura favorita. Muchos compañeros de clase no entendían cómo me podía gustar la literatura o la filosofía. Sin embargo, yo no entendía que a ellos les pudiera gustar el tuning, las discotecas, y que comprar ropa fuese su principal afición.
Cuando ya estábamos en la segunda evaluación vino a verme el jefe de estudios. Me dijo que las asignaturas que tenía ahora eran incompatibles. Me comentó que como no había hecho primero estaba obligado a tener como asignatura optativa latín de primero. Es decir, en vez de tener la literatura como asignatura optativa, debía hacer más horas de latín con la profesora incompetente.
Me jodió mucho que me quitasen la asignatura de literatura. Era una asignatura de las que realmente me interesaba. Se lo comenté a la profesora de literatura y también lo lamentó. Me dijo que era una lástima perder al único alumno que se interesaba de verdad por la literatura. Me despedí de ella y afronté la nueva situación. Eso significaba que la nota media descendería muchísimo a final de curso sin ese diez que iba a sacar en literatura. Además, haciendo latín de primero no tendría a nadie de quien copiarme para poder aprobar y me delataría. Era el fin.
Me marché de la clase de literatura y poco más tarde pasé por delante de la sala de profesores y vi que la profesora de literatura estaba hablando con la de latín. No sabía qué se estarían diciendo. Pero nunca antes las había visto hablando y era extraño.
Un día más tarde, la profesora de literatura vino a hablar conmigo y me dijo: “He hablado con la profesora de latín y hemos hecho un trato. Verás, como tú ya tienes la asignatura de latín de segundo y la estás aprobando sin dificultad, le he propuesto, que en la casilla del boletín donde aparece la nota de latín de primero te ponga la que saques conmigo en literatura y así no tendrás que abandonar la asignatura. No me ha puesto ningún problema. Espero que estés contento. ¿No decías que te gustaba la literatura?”
Era un ángel venido del cielo. Tenía la suerte del que lucha por sus sueños, del que sabe lo que quiere, del que posee la baraka, del alquimista. El viento soplaba a mi favor. La profesora de literatura se había inventado una pirula impresionante para que pudiese continuar haciendo lo que me gustaba. ¿Cómo le podría agradecer ese gesto solidario?
Llegaron de nuevo los exámenes. Todas las asignaturas las superé sin mayor dificultad. No me presenté a ciertos exámenes porque no había estudiado pero las recuperé después sin mucho esfuerzo. Iba bien en todas las materias menos en una: INGLÉS. Nunca he sabido nada de inglés. Desde EGB siempre suspendía inglés para septiembre. Siempre he sido un completo inútil para conjugar nada. Para mí resulta todo abstracto. Ya sé que soy gilipollas, ya sé que me vais a decir que el inglés es el idioma más fácil del mundo, que es cuestión de práctica, de estudiar, que es matemático. Pero a mí no me entra. Son un negado y un inepto. Doy la razón a todos los que decían que no valía para estudiar tan sólo por esta asignatura. Además, durante los cinco años que hice administrativo no hicimos nada en clase de inglés. El profesor que tenía era igual que la profesora de latín de ahora. En sus clases lo único que hacíamos era hablar de Crónicas marcianas, de Gran hermano, de Operación triunfo y poco más. El profesor nos contaba sus sueños y, a veces, incluso, le contábamos los nuestros y nos los interpretaba. No lo critico. Debo decir que sus clases eran las más amenas y divertidas que hice durante aquella etapa. Además, el hombre sabía muchísimo sobre cualquier tema. Decía que pasaba de dar clases porque simplemente no veía ningún interés en nosotros. Cuando llegaba el final del curso nos preguntaba uno a uno qué nota creíamos que íbamos a sacar, después no hacía examen y ponía esa nota que habíamos dicho. Era un genio.
Ahora estaba pagando las causas de tanta holgazanería. Incluso he viajado a Estados Unidos e Inglaterra y no he aprendido una sola palabra decente. Esa asignatura haría que todo el curso se me fuese a la mierda. Suspendí la primera evaluación y la segunda y por fin llegó el examen de la tercera.
Pusieron un texto que me sonaba de algo. Lo leí y pronto lo reconocí. Era el estudio sobre un científico que había descubierto que a través de la genética no era posible prolongar la vida más de 115 años. Lo supe por algunas palabras clave que habían en el texto, pero no porque las entendiese sino porque ese mismo texto ya lo había leído en castellano en algún periódico. Sabía qué decía el texto sin saber qué ponía. Pude contestar a las preguntas tipo test y las acerté todas. Luego contesté como pude las preguntas para desarrollar. Finalmente, debía escribir una redacción sobre la death penalty. Aproveché para maldecir en inglés al gobierno americano, y para rellenar un poco metí unos cuantos fragmentos de canciones que me sabía de memoria. El resultado: que aprobé no sé ni cómo.
Hoy he recogido las notas. Ya es oficial: he aprobado todo. Ahora tan sólo me queda superar el selectivo. Debo confesar que no estoy muy contento, porque he sacado un 7,20 de media, y es poco para lo que quiero acceder (periodismo o comunicación audiovisual), pero como ahora estoy convencido de que los dioses me protegen, de que tengo baraka, sé que si esto ocurre así es por algún motivo concreto. La suerte está de mi lado y escoja el camino que escoja, me acompañará a donde vaya.
Tan sólo me queda hacer una pequeña mención especial a los que me ayudasteis y me apoyasteis. A los que nunca me habéis reprochado nada. Gracias a todos los que habéis creído en mí. Gracias por esa fuerza. Estoy convencido de que esos dioses protectores sois vosotros.
Ya estamos en la recta final. Tan sólo queda el último obstáculo. Hemos llegado hasta aquí... y ya nadie nos podrá parar.
8 comentarios
tahimi -
Hola Hijo de Puta. -
Alberto -
Su -
Si te sirve de algo, el examen de inglés es el más fácil de toda selectividad.
Buen día, y enhorabuena ¿ehh? de verdad que me alegro muchísimo por ti Fredy.
monocamy -
Enhorabuena por haber aprobado, me alegro mucho. Yo sólo estudié hasta bachiller. A mí me llamaba la psicología pero quería largarme de casa y tener mi propio espacio porque allí era imposible y ya los roces con mis padres eran demasiado continuos.
Así que me quedaba y estudiaba psicología o me largaba y buscaba un trabajo. Y ocurrió lo segundo, así que no pasé por el famoso y temido trámite de la selectividad :O
:D
Trankiller -
(Mátenme por favor!!! no lo pude evitar)
Trankiller -
Marta -