El hombre más guarro del mundo.
El hombre se acercó al estand.
Todas las historias que me suceden en el puesto de trabajo empiezan así, aunque la presencia de aquel hombre la sentí mucho antes de que llegase, antes de tenerlo enfrente de mí ya tenía en mi bulbo olfativo su característico olor a sudado que se podía apreciar a 3 kilómetros a la redonda. Hacía una peste que podía tumbar a un elefante. Era la asquerosidad personificada. Las flores marchitaban a su paso y las que no lo hacían se suicidaban. Era gordo, la piel la tenía sucia, los chorros de sudor caían por su frente, la camiseta la tenía empapada. Tendría aproximadamente 35 años. Iba acompañado por su mujer, la cual parecía más limpia, pero mi cabeza no podía entender como una persona podía casarse con una cloaca andante. No entendía como podía compartir una cama que olería como un vertedero, no sabía como podía haberse casado con una persona que dejaba indiscriminadamente ese hálito hediondo a su paso contaminando las fosas nasales de la gente que quiere vivir en paz. Esto demostraba que el amor, a parte de ser ciego, tampoco tenía olfato. Al final resultará que el amor no tiene ningún sentido.
Ese hombre se le podría acusar perfectamente de terrorismo porque atentaba contra las fosas nasales de la ciudadanía. Si yo fuese juez lo condenaría a un año de cárcel, pero en vez de meterlo en una celda lo metería dentro de una ducha en marcha entre mamparas de acero.
- ¿Qué vale este teléfono?
- 69 Euros Dije. Posiblemente el hombre también era analfabeto porque hay un letrerito bien bonito en el que pone el precio.
- ¿Y es bueno?
- Sí. - ¿Qué voy a decir?
- Es que yo tenía un teléfono que me se estropeó y ahora quiero comprar otro, y es que mi mujer tenía este teléfono....
Me fijé en su boca. Cada vez que la abría se le quedaban varios hilillos de saliva entre el labio superior y el inferior. Era lo más asqueroso que había visto desde hacía tiempo. ¿Su mujer besaría esa boca? Yo ya estaba conmocionado y no sabía ni lo que le respondía.
- ¿Y este otro teléfono? Dijo mientras señalaba y ponía su sucio dedo en el cristal de la vitrina.
- 109 euros.
- ¿Y no se podría quedar en 100?
- Aquí no regateamos.- El tío se pensaba que estábamos en el mercadillo.
- Ahh... es que yo pensaba ...- Se queda mirando los teléfonos y añade- ¿Me los puedes enseñar?
- Sí.
Le saqué los dos teléfonos y se los di. El hombre los sospesó como quién compra unos melones o unos melocotones. Como si un teléfono fuese mejor o peor por pesar más o menos. Mientras tanto yo seguía contemplando su cara. ¿Cómo se podía albergar tanta estupidez y asquerosidad en una sola cara?
- ¿Este que es más caro tiene cámara no?
- Sí.
- ¿Y este no?
- No.
- ¿Y si compro los dos no me puedes hacer un descuento?
- No señor, yo no puedo modificar precios, aquí se pasa el código por la máquina y aparece el precio. Es lo que hay.
- ¿Pero no puedes hacer nada?
- No. - ¡Qué no gilipollas! Me daban ganas de decir.
El hombre más guarro del mundo observó de nuevo los dos teléfonos, se quedó con uno en la mano, lo miraba como quién está tomando una decisión capital, parecía Hamlet y la calavera ¿Ser o no ser? ¿Con cámara o sin cámara? ¿Caro o barato?
Y mientras deliberaba su decisión se produjo lo inimaginable. El hombre empezó a resoplar debido a la presión que le suponía estar tomando esa decisión. Llegó hasta mi cara el aliento de su resoplido, una brafada nauseabunda que me impactó de lleno, una pestilencia hecha de una mezcla entre ajo, pescado y perro muerto en estado de descomposición que me produjeron arcadas y por poco estuve apunto de desfallecer. Se me pasaron varias cosas por la cabeza, pensé si valía la pena aguantar todo eso a cambio de un miserable sueldo a final de mes.
- Bueno, pues ahora vengo y ya veremos si me lo compro.
- De acuerdo.
El hombre se alejó de allí aunque su presencia todavía la notaba en mi resentida nariz. Me dirigí a mi compañera de trabajo:
- ¿Has visto lo asqueroso que era ese hombre que ha venido?
- Sí.
- ¡Hacía una peste asquerosa! ¡Ese no se habrá duchado ni en tres años!
Mientras esperaba a que volviese me pregunté como sería su casa. Me imaginé su cuarto de baño y visualicé que en su ducha habría una gran telaraña en el grifo y una araña bizca con grandes ojos que colgaba de ahí y con un matasuegras en la boca y un sombrero con forma de cucurucho en la cabeza.
Al cabo de una media hora volvió el sujeto, justo en el momento que llegó me pilló quitando unos plásticos que se habían quedado pegados en la vitrina, cuando los quité se veía que el cristal había quedado sucio. Y entonces, queridos amigos, se produjo algo insólito que, como dice Su, demuestra que el mundo gira sobre un eje podrido. Algo que confirma la irracionalidad de la que está compuesta el universo y que la vida no tiene sentido, una cosa que te quita la poca esperanza que tenías en el mundo. Una cosa que evidencia la no existencia de Dios, o que si existe, se estará descojonando en las alturas.
El hombre más guarro del mundo, al ver el cristal sucio dijo:
- Este cristal hace falta que lo limpien.
Y llegados a este punto yo ya me quedo sin palabras y no puedo narrar más.
Todas las historias que me suceden en el puesto de trabajo empiezan así, aunque la presencia de aquel hombre la sentí mucho antes de que llegase, antes de tenerlo enfrente de mí ya tenía en mi bulbo olfativo su característico olor a sudado que se podía apreciar a 3 kilómetros a la redonda. Hacía una peste que podía tumbar a un elefante. Era la asquerosidad personificada. Las flores marchitaban a su paso y las que no lo hacían se suicidaban. Era gordo, la piel la tenía sucia, los chorros de sudor caían por su frente, la camiseta la tenía empapada. Tendría aproximadamente 35 años. Iba acompañado por su mujer, la cual parecía más limpia, pero mi cabeza no podía entender como una persona podía casarse con una cloaca andante. No entendía como podía compartir una cama que olería como un vertedero, no sabía como podía haberse casado con una persona que dejaba indiscriminadamente ese hálito hediondo a su paso contaminando las fosas nasales de la gente que quiere vivir en paz. Esto demostraba que el amor, a parte de ser ciego, tampoco tenía olfato. Al final resultará que el amor no tiene ningún sentido.
Ese hombre se le podría acusar perfectamente de terrorismo porque atentaba contra las fosas nasales de la ciudadanía. Si yo fuese juez lo condenaría a un año de cárcel, pero en vez de meterlo en una celda lo metería dentro de una ducha en marcha entre mamparas de acero.
- ¿Qué vale este teléfono?
- 69 Euros Dije. Posiblemente el hombre también era analfabeto porque hay un letrerito bien bonito en el que pone el precio.
- ¿Y es bueno?
- Sí. - ¿Qué voy a decir?
- Es que yo tenía un teléfono que me se estropeó y ahora quiero comprar otro, y es que mi mujer tenía este teléfono....
Me fijé en su boca. Cada vez que la abría se le quedaban varios hilillos de saliva entre el labio superior y el inferior. Era lo más asqueroso que había visto desde hacía tiempo. ¿Su mujer besaría esa boca? Yo ya estaba conmocionado y no sabía ni lo que le respondía.
- ¿Y este otro teléfono? Dijo mientras señalaba y ponía su sucio dedo en el cristal de la vitrina.
- 109 euros.
- ¿Y no se podría quedar en 100?
- Aquí no regateamos.- El tío se pensaba que estábamos en el mercadillo.
- Ahh... es que yo pensaba ...- Se queda mirando los teléfonos y añade- ¿Me los puedes enseñar?
- Sí.
Le saqué los dos teléfonos y se los di. El hombre los sospesó como quién compra unos melones o unos melocotones. Como si un teléfono fuese mejor o peor por pesar más o menos. Mientras tanto yo seguía contemplando su cara. ¿Cómo se podía albergar tanta estupidez y asquerosidad en una sola cara?
- ¿Este que es más caro tiene cámara no?
- Sí.
- ¿Y este no?
- No.
- ¿Y si compro los dos no me puedes hacer un descuento?
- No señor, yo no puedo modificar precios, aquí se pasa el código por la máquina y aparece el precio. Es lo que hay.
- ¿Pero no puedes hacer nada?
- No. - ¡Qué no gilipollas! Me daban ganas de decir.
El hombre más guarro del mundo observó de nuevo los dos teléfonos, se quedó con uno en la mano, lo miraba como quién está tomando una decisión capital, parecía Hamlet y la calavera ¿Ser o no ser? ¿Con cámara o sin cámara? ¿Caro o barato?
Y mientras deliberaba su decisión se produjo lo inimaginable. El hombre empezó a resoplar debido a la presión que le suponía estar tomando esa decisión. Llegó hasta mi cara el aliento de su resoplido, una brafada nauseabunda que me impactó de lleno, una pestilencia hecha de una mezcla entre ajo, pescado y perro muerto en estado de descomposición que me produjeron arcadas y por poco estuve apunto de desfallecer. Se me pasaron varias cosas por la cabeza, pensé si valía la pena aguantar todo eso a cambio de un miserable sueldo a final de mes.
- Bueno, pues ahora vengo y ya veremos si me lo compro.
- De acuerdo.
El hombre se alejó de allí aunque su presencia todavía la notaba en mi resentida nariz. Me dirigí a mi compañera de trabajo:
- ¿Has visto lo asqueroso que era ese hombre que ha venido?
- Sí.
- ¡Hacía una peste asquerosa! ¡Ese no se habrá duchado ni en tres años!
Mientras esperaba a que volviese me pregunté como sería su casa. Me imaginé su cuarto de baño y visualicé que en su ducha habría una gran telaraña en el grifo y una araña bizca con grandes ojos que colgaba de ahí y con un matasuegras en la boca y un sombrero con forma de cucurucho en la cabeza.
Al cabo de una media hora volvió el sujeto, justo en el momento que llegó me pilló quitando unos plásticos que se habían quedado pegados en la vitrina, cuando los quité se veía que el cristal había quedado sucio. Y entonces, queridos amigos, se produjo algo insólito que, como dice Su, demuestra que el mundo gira sobre un eje podrido. Algo que confirma la irracionalidad de la que está compuesta el universo y que la vida no tiene sentido, una cosa que te quita la poca esperanza que tenías en el mundo. Una cosa que evidencia la no existencia de Dios, o que si existe, se estará descojonando en las alturas.
El hombre más guarro del mundo, al ver el cristal sucio dijo:
- Este cristal hace falta que lo limpien.
Y llegados a este punto yo ya me quedo sin palabras y no puedo narrar más.
18 comentarios
Neiva -
MARIA DOLORES -
¿ESTA CLARO?
ridal -
sandrosky -
FERNANDO JOSE GONZALEZ SEPULVEDA -
no pongo el link de mi pagina por motivos éticos.
Phanagan -
En fin, la historia en sí y lo bien contada que está me ha hecho mucha gracia. La he linkado en mi blog ;D
Rosicky -
¿O es que habéis comido fabada?
wishe -
Rosicky -
Nadia -
Saludos
En Tierra Firme -
Elesa -
Yo estuve trabajando en un restaurante, no te puedes imaginar lo k llegué a ver... la clientela habitual no se si volvía por ese gusta a de todo k hacia la comida o porque le encantaba el servicio, era impresionante la suciedad k había en la cocina. Bueno otro día, mas.
Sigue escribiendo, que eres bastante bueno.
Elesa -
Yo estuve trabajando en un restaurante, no te puedes imaginar lo k llegué a ver... la clientela habitual no se si volvia por ese gusta a de todo k hacia la comida o porque le encataba el servicio, era impresionante la suciedad k habia en la cocina. Bueno tro dia, mas.
Sigue escribiendo, que eres bastante bueno.
Xely -
Dios, yo hubiese llamado a Waku Waku para decirles que se les escapó un espécimen... lo mismo te dan recompensa y todo XD
¿Sabes? Estoy empezando a pensar que tu no trabajas en un stand de Garrafone, sino haciendo casting para actores del pasaje del terror...
su -
Muchas veces cuando te leo (post como el de hoy por ejemplo), me gusta imaginar tu cara mientras le enseñas al tío los teléfonos, o la cara que se te queda cuando te dice que al cristal le hace falta un buen fregao.
Un beso Fredy, y paciencia.
Venus -
Rosicky -
Que significa brafada¿?¿?
Na... a parte de risas poco hay que añadir... Pero sí... ese tipo de cosas desquician a uno hasta querer matar al causante del hecho...
Sí... el mundo gira sobre un eje prodido...
Y mi reloj hace tiempo que no funciona......
Esa guirnalda!!!
Que me entierren!!!!!!!!!
Un abrazo mi lazarillo ;)
xD
Fenix -