Diario de un exiliado. Capítulo 8. Las lágrimas de mis padres
Estas Navidades volví a casa, como el de la propaganda. Al llegar, mi madre me recibió con una fingida indiferencia, pero cuando le di un beso supe que se alegraba de verme y de tenerme en casa. Sé que está triste y que me echa de menos. Aunque no me lo diga se lo noto; siento cuando llora, cuando sufre y cuando está alegre. Sé que cuando se acuesta piensa en mí y me recuerda cuando era pequeño y le daba muchos besitos al llegar a casa después de trabajar. Cada vez que se pone melancólica me habla de esos momentos.
Durante las primeras noches que estuve fuera me asaltaron esos recuerdos a mí también. Su pena me llegaba a través de sueños, y, aunque resulte paradójico, durante este tiempo que he estado fuera he sentido a mi madre más cerca que nunca. He percibido su amor dentro de mí con una intensidad muchísimo más fuerte de lo habitual y he comprendido toda sus pena. Ella ahora se ve mayor y vieja porque ve que su hijo pequeño se ha ido de casa. Se preocupa mucho por mí. Cada vez que me llama me pregunta si he comido, si he pasado frío o si estoy estudiando mucho... a mí me agobia un poco, pero es que una madre siempre ve y trata a su hijo como si fuese pequeño, aunque tenga cuarenta años.
Una madre es lo más grande del mundo y el amor por sus hijos no se puede comparar ni con toda la grandeza del universo. Por eso me alegro de estar unido a ella a través de ese cordón umbilical invisible y mágico que no nos separa desde que salí de sus entrañas.
En cambio, con mi padre chocaba. Él fue el principal motivo por el que me marché de casa. Él quería que hiciese otra cosa. Me recriminaba cualquier gasto que hacía, aunque fuera con mi propio dinero, no me escuchaba nunca, no quería comprender que quería estudiar, que quería hacer una carrera, que quería luchar por un sueño, que quería aprender a escribir, que a mí un trabajo bien remunerado no me hacía feliz si no hacía lo que yo quería.
Sin embargo, él que siempre se quejaba de lo que gastaba ahora en navidades me ha comprado un portátil y una cámara que no merecía. Me sentí muy mal cuando me dio esos regalos. Ellos han tenido que estar trabajando durante dos meses para pagar esos malditos regalo. Ella trabaja limpiando la mierda de los váteres en una estación de tren y él se rompe la espalda trabajando todos los días de panadero por un sueldo de mierda. ¿Cómo me iba a sentir cuando me dieron esos regalos? Yo que no pego palo al agua, yo que me dejé un trabajo fijo porque quería estudiar, yo que abandoné una vida estable por el sueño de poder dedicarme al cine o a la literatura.
Debería alegrarme por haber recibido esos regalos, pero no, soy así de idiota. Ahora temo defraudarles de nuevo, siento una enorme presión y para colmo, creo que suspenderé todo y confirmaré, una vez más, que soy un inútil. Le pregunté a mi padre por qué me había hecho esos regalos y me confesó que lo hizo porque ha estado bastante tonto durante el tiempo que he estado fuera. No lo entiendo.
Ahora ya me he vuelto a ir al piso de los horrores. Cuando mi padre me llevó a la estación de tren, me invitó varias veces a que me quedase un día más, pero le dije que no. En el fondo se siente culpable de mi marcha.
Cuando estábamos despidiéndonos en la estación vi que sus ojos estaban empañados. Le pregunté si estaba llorando y entonces se giró y me dijo que era un idiota. Estaba escondiendo sus lágrimas. Era tarde y tuve que cruzar el anden. Él me miraba. Nos separaba la vía. El tren se acercaba. Le hice un gesto con la mano que no fue correspondido y el tren se cruzó entre los dos. Se abrieron las puertas y me senté al lado de la ventana. Él todavía me estaba mirando. El tren partió y me siguió mirando triste hasta que me alejé y le vi dar media vuelta cabizbajo antes de perderlo de vista.
Entonces comprendí que haberme marchado de casa al menos ha servido para algo: para que mi padre, por fin, me apoye y desee lo mejor para mí... aunque me duelen muchísimo sus lágrimas.
Durante las primeras noches que estuve fuera me asaltaron esos recuerdos a mí también. Su pena me llegaba a través de sueños, y, aunque resulte paradójico, durante este tiempo que he estado fuera he sentido a mi madre más cerca que nunca. He percibido su amor dentro de mí con una intensidad muchísimo más fuerte de lo habitual y he comprendido toda sus pena. Ella ahora se ve mayor y vieja porque ve que su hijo pequeño se ha ido de casa. Se preocupa mucho por mí. Cada vez que me llama me pregunta si he comido, si he pasado frío o si estoy estudiando mucho... a mí me agobia un poco, pero es que una madre siempre ve y trata a su hijo como si fuese pequeño, aunque tenga cuarenta años.
Una madre es lo más grande del mundo y el amor por sus hijos no se puede comparar ni con toda la grandeza del universo. Por eso me alegro de estar unido a ella a través de ese cordón umbilical invisible y mágico que no nos separa desde que salí de sus entrañas.
En cambio, con mi padre chocaba. Él fue el principal motivo por el que me marché de casa. Él quería que hiciese otra cosa. Me recriminaba cualquier gasto que hacía, aunque fuera con mi propio dinero, no me escuchaba nunca, no quería comprender que quería estudiar, que quería hacer una carrera, que quería luchar por un sueño, que quería aprender a escribir, que a mí un trabajo bien remunerado no me hacía feliz si no hacía lo que yo quería.
Sin embargo, él que siempre se quejaba de lo que gastaba ahora en navidades me ha comprado un portátil y una cámara que no merecía. Me sentí muy mal cuando me dio esos regalos. Ellos han tenido que estar trabajando durante dos meses para pagar esos malditos regalo. Ella trabaja limpiando la mierda de los váteres en una estación de tren y él se rompe la espalda trabajando todos los días de panadero por un sueldo de mierda. ¿Cómo me iba a sentir cuando me dieron esos regalos? Yo que no pego palo al agua, yo que me dejé un trabajo fijo porque quería estudiar, yo que abandoné una vida estable por el sueño de poder dedicarme al cine o a la literatura.
Debería alegrarme por haber recibido esos regalos, pero no, soy así de idiota. Ahora temo defraudarles de nuevo, siento una enorme presión y para colmo, creo que suspenderé todo y confirmaré, una vez más, que soy un inútil. Le pregunté a mi padre por qué me había hecho esos regalos y me confesó que lo hizo porque ha estado bastante tonto durante el tiempo que he estado fuera. No lo entiendo.
Ahora ya me he vuelto a ir al piso de los horrores. Cuando mi padre me llevó a la estación de tren, me invitó varias veces a que me quedase un día más, pero le dije que no. En el fondo se siente culpable de mi marcha.
Cuando estábamos despidiéndonos en la estación vi que sus ojos estaban empañados. Le pregunté si estaba llorando y entonces se giró y me dijo que era un idiota. Estaba escondiendo sus lágrimas. Era tarde y tuve que cruzar el anden. Él me miraba. Nos separaba la vía. El tren se acercaba. Le hice un gesto con la mano que no fue correspondido y el tren se cruzó entre los dos. Se abrieron las puertas y me senté al lado de la ventana. Él todavía me estaba mirando. El tren partió y me siguió mirando triste hasta que me alejé y le vi dar media vuelta cabizbajo antes de perderlo de vista.
Entonces comprendí que haberme marchado de casa al menos ha servido para algo: para que mi padre, por fin, me apoye y desee lo mejor para mí... aunque me duelen muchísimo sus lágrimas.
14 comentarios
Duilio -
porque en el fondo eres mi hermano
En la medida que lo eran Rimbaud y Baudelaire, Dostoievski y Miller...
Claro que si los tuviese al frente casi me inclinaria a ellos...
Pero algún día tal vez llegue, llegues o lleguemos, o alguien aquí a quien también considere mi hermano llegue a...
¿por qué no? digo...
iba a dejarte un mail para no hacer el idiota delante de todo el mundo, pero no conseguí tu email
Carol -
el_Vania -
A veces uno no puede elegir la familia que tiene, pero es verdad que la mamá y el papá, por lo general, son lo más grande.
Emotivo texto.
PD: Es por eso por lo que la gente quiere tener hijos, por esa sensación. Aunque el mundo sea una puta mierda y la vida sea alienante en nuestras ciudades-nodriza.
Celia -
Me has recordado al día que me fui a Alemania y vi a mis padres llorando... Estuve todo el viaje con un nudo en el estómago horrible... menos mal que tu tienes a tus padres cerquita. Disfrútalos siempre que puedas.
Por cierto, seguro que apruebas ;)
Un besote!
wiShe -
Conejín -
Un beso, y n o dejes nunca de venir a hacerme una visitilla.
Conejín.
P.D. Tenemos que votarnos a diario, recuerda yo te voto todos los días y tu igual, a ver si logramos situarnos en una buena plaza.
el viejo -
¿Qué esperabas?
Un saludo.
ornitomono -
el cordon umbilical invisible...muy buena idea ;)
En Tierra Firme -
Por suerte tengo a comentaristas como tú.
¿te las heído el texto o qué?
el viejo -
Seguramente hasta hoy no habías recibido jamás un mensaje tan desagradable como el que encabeza esta lista.
Por supuesto sabrás que se debe a tu participación en el premio de 20minutos, pero tengo que decirte que no eres el único. Hace apenas unas horas encontré un mensaje del mismo estilo en el blog de Chüpitina, al que también accedí desde el listado de blogs del concurso, y supongo que a partir de ahora yo mismo recibiré mensajes del mismo calibre por contestarlo. Me la trae floja.
Es una lástima que los que no consigan votos se dediquen a desprestigiar al resto de participantes con estos spam ridículos que sólo dan cuenta de la ignorancia y poca vergüenza de sus escritores.
Por cierto, que hay que echarle un par de cojones a la vida y cuando se escribe un comentario de ese tipo, poner un enlace que exista, y no tirar la piedra y ampararse en el anonimato. Además de troll, cobarde.
Aalto -
No deberían esperar más de lo que puedes ofrecerles, que es lo que puedes ofrecerte a ti mismo, y en definitiva, piensa que no eres tú el que les defrauda, si no ellos los que se sienten defraudados por ti.
Un saludo madrileño.
En Tierra Firme -
Ex-Visitante -
Visitante -