Lugares comunes, Adolfo Aristarain y Rayuela
Hace poco vi la película Lugares Comunes del director argentino Adolfo Aristarain. Estoy enganchado a este director. Recomiendo encarecidamente ver las películas Martín (hache) , Roma y Lugares Comunes. Podría describir qué siento al ver las películas, pero prefiero que las veáis y que opinéis por vosotros mismos.
Son películas que contienen mucha más trama de la que se puede ver a simple vista. Por poneros un ejemplo, en Lugares comunes, el protagonista, que es profesor de literatura, menciona y recomienda a sus alumnos leer la novela Rayuela de Julio Cortázar. Cuando acabó la película decidí empezar a leerla por enésima vez (es el típico libro que he empezado mil veces pero que no he conseguido acabar. Hay libros que sólo se pueden leer cuando tienes una predisposición mental para leerlos y sientes que estás preparado para recibirlo como si fuera la primera comunión o algo así).
En la película, el profesor, que acaba de recibir una carta en la que le comunican que le van a jubilar, llega a clase y pronuncia el siguiente discurso:
Guarden los apuntes. No vamos a hablar de Rayuela. Terminen de leerlo los que no lo hayan hecho y léanlo bien, no se dejen engañar por la forma o por el humor de Cortázar: es la historia de amor más desgarrada que conozco. (...) Espero que sientan el mismo placer que sentí yo al leerla. Si no les mueve un pedo, los que se joden son ustedes.
Cuando termine el año casi todos serán profesores. De literatura no saben demasiado, pero es suficiente para empezar a enseñar. Eso no es lo que me preocupa. Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información pero dando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar una información. (...)Si alguno de ustedes es un deficiente mental y cree en verdades reveladas, dogmas religiosos o doctrinas políticas, sería saludable que se dedicaran a otra profesión, a predicar en un templo o desde una tribuna. Si por desgracia siguen en esto, traten de dejar las supersticiones en el pasillo antes de entrar al aula.
No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, no sirve. Lo que se impone por la fuerza se rechaza y en poco tiempo se borra. Ningún chico será mejor persona por saber de memoria en qué año nació Cervantes. Pónganse como meta hacerlos pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por las respuestas, las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa. Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas ya son lugares comunes, pero no pierden vigencia: Qué, cómo, cuándo, dónde, por qué. Si en esto también aceptamos eso de que "la meta es el camino", no nos sirve como respuesta. Describe la tragedia, pero no la explica.
Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha dado pero que yo espero que ustedes, como maestros, se impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad.
Era la primera vez en la película que mencionaba las palabras “Lugares comunes”. Pero todavía no me quedaba claro el título, no sabía a qué venía. Así, que ayer, mientras leía el capítulo 21 de Rayuela me encontré con lo siguiente:
A todo el mundo le pasa igual, la estatua de Jano es un despilfarro inútil, en realidad después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás. Es lo que se llama propiamente un lugar común. Nada que hacerle, hay que decirlo así, con las palabras que tuercen de aburrimiento los labios de los adolescentes unirrostros. Rodeado de chicos con tricotas y muchachas deliciosamente mugrientas bajo el vapor de los cafés créeme de Saint-Germain-des-Prés, que leen a Durrell, a Beauvoir, a Duras, a Douassot, a Queneau, a Sarraute, estoy yo un argentino afrancesado (horror horror), ya fuera de la moda adolescente, del cool, con en las manos anacrónicamente Etes-vous fous? De René Crevel, con en la memoria todo el surrealismo, con en la pelvis el signo de Antonin Artaud, con en las orejas las Ionisations de Edgar Varèse, con en los ojos Picasso (pero parece que yo soy un Mondrian, me lo han dicho).
(...)
Es triste llegar a un momento de la vida en que es más fácil abrir un libro en la página 96 y dialogar con su autor, de café a tumba, de aburrido a suicida, mientras en las mesas de al lado se habla de Argelia, de Adenauer, de Mijanou Bardot, de Guy Trébert, de Sydney Bechet, de Michel Burtor, de Nabokov, de Zao-Wu-Ki, de Louison Bobet, y en mi país los muchachos hablan, ¿de qué hablan los muchachos en mi país? No lo sé ya, ando tan lejos, pero ya no hablan de Spilimbergo, no hablan de Justo Suárez, no hablan del Tiburón de Quillá, no hablan de Bonini, no hablan de Leguisamo, Como es natural.
(...)
Crevel desconfía y lo comprendo. Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.
Inútil. Condenado a ser absuelto. Vuélvase a casa y lea Spinoza. La Maga no sabe quién es Spinoza. La Maga lee interminables novelas de rusos y alemanes y Pérez Galdós y las olvida enseguida. Nunca sospechará que me condena a leer a Spinoza. Juez inaudito, juez por sus manos, por su carrera en plena calle, juez por sólo mirarme y dejarme desnudo, juez por tonta e infeliz y desconcertada y roma y menos que nada. Por todo eso que sé desde mi amargo saber, con mi podrido rasero de universitario y hombre esclarecido, por todo eso, juez. Dejate caer, golondrina, con esas filosas tijeras que recortan el cielo de Saint-Germain-des-Prés, arrancá estos ojos que miran sin ver, estoy condenado sin apelación, pronto a ese cadalso azul al que me izan las manos de la mujer cuidando a su hijo, pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la egociencia, la conciencia. Y con tanta ciencia una inútil ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí dentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas, sí, por fin a cosas vivas.
A mí desde luego me estremeció...
... y por fin entendí el significado del título de la película.
14 comentarios
alexis -
burje -
mjg -
Agustín Elías Jijena Sánchez -
distorsion -
presunta -
Te recomiendo a otro director argentino: Subiela (o era Suviela? no se) Tienes pinta de poeta, quiza te guste ver El lado oscuro del corazon, aunque seguramente ya la has visto.
Aqui, una que aporta algo.
Saludos
Ñîþç -
Noelet -
Me gustó mucho.
Salu2 nene, y a ver si te hago un poco de caso y leo un poco más
guixots -
Te haré caso y veré la peli y a ver si ésta me lleva a leer Rayuela :D El discurso del profesor es genial.
La Maga -
"Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada."
"arrancá estos ojos que miran sin ver"
Ves??? Si te presto los míos, no aprenderás a sentir la tierra mojada... ;)
el_Vania -
Salud/OS!
juan rafael -
Saludos.
.A. -
:)
Sherezade -
Viendo tu crítica, quizá es hora de que la vea, y, de paso, también aproveche y vea la de Lugares Comunes.