Un sentimiento
"Estoy buscando algo que no voy a encontrar ... Quiero mi parte de Victoria y Soledad... " Andrés Calamaro.
Conducía el coche cerca de su casa. Ya había dado varias vueltas a la manzana sin encontrar ninguna plaza libre para aparcar. Eso le estresaba mucho. Lo único que quería era llegar a casa y darse una ducha cuanto antes. Tras un cuarto de hora merodeando vio a un coche que se marchaba y aparcó allí. Salió del coche y se dirigió a su portal.
Una vez allí sacó las llaves y pensó en qué cenaría. Mierda. No tenía nada en la nevera. Debería ir al supermercado. Se metió de nuevo las llaves en el bolsillo y se fue a comprar.
Entró al supermercado y cogió un carro. Curiosamente el carro era de los que se podía sentar un niño. No le gustaría llevar a su hijo allí, pensó, parecía inestable y peligroso. Pero él no tenía hijos. No sabía si algún día los tendría. A sus treinta años ya era hora de empezar a plantearse la cuestión. Aunque de momento estaba bien. No quería tener una responsabilidad más. Suficiente tenía él con el trabajo. Pero apenas amaba su trabajo y tenía la sensación de dar a la empresa mucho más de lo que se merecía. Creía que todas sus preocupaciones y renuncias no valían ese sueldo que recibía a final de mes. Quizás estaba en la época ideal de su vida para buscarse una pareja. Aunque todas sus relaciones anteriores habían fracasado. No estaba muy dispuesto a afrontar de nuevo una relación seria. No quería sufrir nunca más. Después de su último fracaso se prometió no sufrir por nadie jamás, ni por la persona a la que amase. Tan sólo valían la pena las relaciones de amistad duradera y la afectividad familiar. Aún así, hacía tiempo que no telefoneaba a sus padres. ¿Cómo les iría? Lamentaba no hablar mucho con ellos. Últimamente no tenía tiempo de hablar con la gente a la que quería y si lo hacía era a regañadientes.
Se paseaba entre los pasadizos de botes de tomate y de pastas. Veía a familias enteras acudir juntos a comprar. No era lo normal, pero a veces iban juntos. Parecían felices, aunque armaban mucho escándalo. Eso contrastaba con el silencio que lo envolvía. Metió unos cuantos paquetes de pasta en el carro. Le encantaba la pasta. Se cruzó con la familia y los observó disimuladamente. Una familia, una mujer y unos hijos esperándote en casa, pensó. Parecía algo bonito... Pero los niños podían salir demonios a los que no les gusta estudiar, posiblemente no respetarían nada al igual que todos los niños de ahora, vociferarían y romperían sus cosas. También podría salirle una mujer rana, de esas que son ideales durante el periodo de noviazgo y a partir del “sí quiero” se convierte en una marujona que te considera su esclavo particular y te exige que le digas a todo que sí, y se enfada por nada y constantemente está reclamando tu atención y te echa en cara que no le das todo el amor que ella se merece. Había que pensárselo dos veces antes de tomar una decisión así.
Llegó a la caja. Había una cajera hermosísima. Dejó todo el contenido del carro sobre la cinta transportadora y pasó delante de ella sin quitarle el ojo de encima. Con una chica así se le quitarían todos los miedos, pensó. No le importaría lo que le pidiese; él accedería. Sería su princesa perfecta. Ella pasó todos los productos por el lector de códigos de barras. Él preparó unas bolsas y mientras se fijaba en sus manos, en el corte de sus uñas, en su palidez de alta alcurnia, en sus ojos verdes, en su peinado recogido. Era perfecta. Pensó en invitarla al cine, o a su casa, o a toma runa copa. Cualquier cosa. Mientras tenía todos esos pensamientos, ella le dio el ticket y le indicó el importe total de su compra sin mirarle a los ojos. Él sacó un billete y se lo dio. Ella le devolvió el cambió y al hacerlo tuvo un pequeño contacto físico con su mano que a él le pareció un roce divino y a ella algo insignificante de lo que no había ni tomado conciencia. Cogió sus bolsas, respiró hondo intentando retener el aroma de la chica para que se quedase en sus pulmones todo el tiempo que pudiese. Reteniendo el aire conseguiría que una parte de ella se extendiese por sus venas como el oxígeno. Se despidió sin respirar y cuando salió del supermercado expulsó el aire. No podía aguantar más.
Mientras volvía a casa vio a una muchacha pasear un perro. Se le ocurrió la idea de comprarse un perro para que le hiciese compañía. Todos los días saldría a pasearlo y quizás tuviese la posibilidad de entablar amistad con las otras paseadoras de perros de su barrio. Primero hablarían, luego se tomarían juntos un café y algún día la invitaría a su casa y harían el amor mientras que sus respectivos perros también copulan entre ellos. Sería excelente celebrar una orgía animal de ese tipo. Pero para él los perros siempre habían sido unos animales sucios y asquerosos. Lo único que hacían era cagar, mover el rabo y dar por el culo. Cuando uno se marchaba solamente ladraban y molestaban a medio mundo. Tendría que llevarlo al veterinario, vacunarlo, comprarle cosas. Los perros no le gustaban. Preferiría comprarse un periquito y tenerlo en una jaula.
Llegó a la puerta de su casa. Mientras se volvía a sacar las llaves observó el timbre de su puerta, ¿Para qué servía? Nunca nadie le llamaba. Sólo algún que otro comercial extraviado o testigo de Jehová hablándole de dios. Cada vez que alguno llamaba él les preguntaba si habían leído a Nietzsche, les recomendaba a todos que se leyesen “El anticristo” para que entendiesen por qué él era ateo.
Entró en casa y dejó las bolsas en la cocina. Cogió una cerveza y comenzó a bebérsela. Su casa era grande. Había dos habitaciones, dos cuartos de baño, un salón enorme en la que había una mesa con cuatro sillas. Sobraban tres sillas pensó, también sobraba un cuarto de baño y una habitación. Sobraban todos los cubiertos, la mayor parte de la vajilla y vasos. Siempre utilizaba los mismos. Se dirigió al balcón con su cerveza y se asomó. Lo tenía todo, cualquier cosa que quería se la podía comprar. No estaba mal. Aunque entrar en su casa era lo mismo que entrar en una cripta y por eso siempre sentía la necesidad de encender la televisión o la radio. Quería espantar a las voces que pueblan el silencio. Así se sentía un poco acompañado. Aunque odiaba todo lo que decían en la tele.
Se terminó la cerveza y tiró la lata en la basura. Entró en el cuarto de baño para darse la ducha que deseaba desde que había terminado de trabajar. Se desnudó y entró en la bañera. Todavía sentía en sus venas el aroma de la cajera del supermercado. Encendió la ducha y mientras el agua caía por su cara comenzó a masturbarse pensando en ella.
22 comentarios
wiShe -
Anónimo -
Fenix -
Anónimo -
Marta -
Saludos y Bye
Fenix -
P.D: Si no estás cachonda... te lo recomiendo, una cana al aire no va mal para aliviar la tensión juas juas
Bixina -
Creo que habla (piensa) con respeto de las dos mujeres :o)
Se lamenta de su soledad pero tampoco veo que haga mucho más por cambiar esa situación :o)
En cuanto a lo de masturbarse me parece natural tanto en hombres como en mujeres :o)
Un saludín :o)*
Rosicky -
Rosicky -
Fenix -
Marta -
Rosicky -
Lo del saco lo metía por la generalización que hizo Marta... por el mero hecho de fantasear con la cajera...
Luis Eduardo Aute no me parece que esté dentro de ese saco... Y tiene una pedazo de canción llamada \"Dentro\" en la que habla sobre cómo se masturba pensando en la amada ausente...
Un abrazo y un beso a todos xD :)
En Tierra Firme -
Fenix -
Marta tienes razón LIEMOSLA y tal es uno de mis gritos de guerra. Mua.
Rosicky -
Y a mí que se masturbe pensando en la \"rubia\" más morena que yo xD... No sé por qué eso lo mete en el saco... Si Fredy hubiese dado más detalles escabrosos sobre que ve en ella; si un objeto con agujeros o un cuerpo humano se podría hacer un balance... pero nu sé...
Bicos y apertas pra todos :)
Marta -
En Tierra Firme -
Fenix -
En Tierra Firme -
Rosicky -
Fenix -
Rosicky -
Sólo me queda ponerme de hinojos y alabarte... Superaste mi texto!!! Aunque hay que tener en cuenta que lo mío es más poesía que otra cosa... sabes que la narrativa me cuesta, me casa, es muy pesada... Me pasa como a Biedma :) Sólo de pensar que un poema puede llevar horas, cuando pienso en algo más extenso me dan escalofríos...
Un abrazo amigo mío :)