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En Tierra Firme

A ciegas

A ciegas

“Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito”
J. L. Borges


Estrella paseaba por la calle. Eran las seis de la tarde de un martes de abril. Había quedado con su amiga Verónica para tomar un café en la Plaza Mayor. Estrella era esteticista y había terminado su jornada laboral. Se pasaba el día trabajando en un salón de belleza. Era una de las mejores especialistas en cuidados del cutis, toda su clientela estaba satisfecha con el trabajo que ella les hacía porque era capaz de sacar lo mejor de un rostro, de limar sus imperfecciones y hacer que todas salieran mucho más guapas del salón de belleza en el que trabajaba.

Verónica esperaba sentada en la mesa que siempre ocupaban, al lado de la gran vidriera en la que estaba inscrito el nombre de la cafetería con letras curvadas: Café Aleph. Estrella abrió la puerta de la cafetería y mientras sonaba el tintineo el camarero le dio las buenas tardes.

- ¿Lo de siempre Estrella? –preguntó el camarero.
- Claro que sí, Jorge.

Estrella y Verónica se saludaron con dos besos. Dejó su bolso y su chaqueta en el respaldo de la silla y se sentó. Verónica tenía una belleza que destacaba por encima de la Estrella. Llevaba generosos escotes, su mirada era penetrante y sus labios lucían un rojo intenso que hacía que no pasará inadvertida. Estrella, sin embargo, era más escueta. Tenía una belleza natural adorable y pese a ser esteticista siempre era la sombra de Verónica en las fiestas. Era más reservada y tímida, pero el contraste que hacía con Verónica, que tenía un don de gentes extraordinario que la hacían el centro de atención, la relegaban a un segundo plano.

Hablaron de sus cosas. De cómo les había ido el día. Mientras tanto, miraban a la gente pasar a través del cristal.

- ¡Mira que chico tan guapo! –exclamó Verónica.

Estrella se giró y lo observó. Y suspiró.

- No sé cómo lo haces. Tú has tenido la oportunidad de estar con muchos chicos que te han querido y los has rechazado a todos –dijo estrella.
- Ninguno valía la pena –dijo mientras se encendía un cigarrillo muy segura de sí misma.
- ¿Ninguno? Fidel era un buen chico, estaba realmente enamorado de ti.
- Fidel era un pelmazo.
- ¿Un pelmazo? ¡Pero si te trataba como a una reina!
- Sí, di todo lo que quieras, pero aparte de eyaculador precoz era un gilipollas.

El camarero dejó dos cafés en la mesa y ellas le dieron las gracias.

- No sé por qué has despreciado tantas oportunidades. Ya me gustaría a mí tener a un chico que no me quiera para una sola noche –dijo Estrella.
- ¿Ah sí? –Sonrió maliciosa Verónica– ¿Tienes ganas de estar con un chico?
- Bueno, no estaría mal… -dijo Estrella no muy convencida.
- Si quieres te puedo organizar una cita a ciegas.
Estrella estalló en una carcajada.
- ¡Eso de las citas a ciegas está muy visto!
- ¿Muy visto? Pero es la mejor forma de conocer a un chico partiendo de cero.
- ¿Y si fuera una cita a ciegas pero completamente a ciegas?
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Verónica extrañada.
- Pues quedar a ciegas. Completamente a oscuras. Sin vernos.

Verónica la miró como si estuviese loca durante unos segundos, sin pronunciar palabra. Entonces cambió el semblante de su rostro.

- ¡Es una idea genial! ¡Es de lo más excitante! Imagínate, quedar con un chico y sólo poder comunicaros con la voz y con el tacto. ¡Qué bonito!
- ¡Es buenísima la idea!
- Yo te puedo conseguir una cita con alguien.
- ¿De verdad?
- Sí, claro. ¿Pero tú estás segura?
- Claro que sí. Me gustaría hacer una locura más en la vida. Si ya he fracasado otras veces de forma convencional qué más dará. Además, puede ser divertido.
- Pues estos días buscaré una cita para ti y te llamaré.


Días más tarde Estrella recibió una llamada. Era Verónica. Había encontrado un chico dispuesto a quedar a ciegas con ella. Le dio una dirección de una casa en la Avenida Pearson de Barcelona. Se citarían allí el viernes, con las persianas completamente bajadas y sin luz alguna. Según dijo Verónica esa no era la vivienda del chico sino una simple casa que compró, por lo que sería un terreno más o menos neutro. Estrella al principio estaba asustada ante la idea, pero Verónica le dijo que confiara en ella, que era un chico de fiar y que lo pasaría bien.


Estrella se miraba al espejo, estaba poniéndose guapa, estuvo varios días pensando qué ropa iba a ponerse para quedar con el chico misterioso hasta que esa misma tarde del viernes lo decidió. Comprobó cada uno de los detalles en el espejo varías veces, hasta que al final dijo en voz alta:

- Parezco tonta, estoy arreglándome para una cita en la que no me van a ver.

Llegó a la Avenida Pearson en su coche. Aparcó cerca del número que le había dicho. Salió del coche y vio que era una calle llena de mansiones de lujo. Se acercó a la puerta número 7 y llamó al timbre. Ella esperaba una respuesta pero la puerta se abrió sola. Atravesó el umbral de la puerta y vio un jardín inmenso, unas palmeras, una piscina enorme, era una casa impresionante. Se quedó asombrada. Siguió por el camino que conducía hasta la puerta de la mansión. Al llegar encontró una enorme puerta blanca entreabierta. La empujó y siguió adelante.

- ¿Hola? ¿Se puede? –preguntó Estrella.

Todo estaba oscuro. No había ninguna luz encendida. Cerró la puerta tras de sí y se quedó completamente a oscuras. Por un momento tuvo miedo. Pero siguió adelante unos pasos.

- ¿Hola? ¿Hay alguien?
- Adelante, pasa –dijo una voz cálida y varonil que parecía próxima.
- Es que no quiero tropezar con nada.
- Tranquila, no hay muebles en la entrada, acércate a mi voz.

Avanzó unos pasos más.

- ¿Tú debes ser Estrella verdad? – preguntó el chico ahora en una distancia muy próxima.
- Sí, soy yo. ¿Y tú cómo te llamas?
- Me llamo Helios.
- Encantada.
- ¿Nos damos dos besos?
- Sí, claro. Espera.
- Por aquí, estoy aquí, ten cuidado, me acerco yo.

Se escuchó el sonido torpe de dos besos.

- Esto es una locura ¿verdad? –preguntó Estrella.
- ¿Y qué no lo es? – Respondió Helios – Antes de cerrar las persianas he preparado café, ¿quieres un poco?
- Sí, gracias.
- Espero no derramarlo.
- ¿A qué te dedicas?
- Mejor sin preguntas.
- ¿Cómo que sin preguntas? – preguntó extrañada Estrella.
- ¿No has visto Casablanca?
- No.
- Bueno, es igual. Prefiero que tratemos de ser nosotros mismos, de hablar de nosotros sin que digamos a qué nos dedicamos, ni cuántos años tenemos, ni de dónde somos, ni lo que nos gusta hacer y lo que sabemos. No quiero hablar de esas cosas que en realidad no dicen nada de nosotros.
- Me parece estupendo –contestó Estrella.
- Lo que sí me gustaría saber es cómo es tu cara. ¿Puedo tocártela?
- Venga.

Oscuridad y silencio.

- Tienes la cara suave.
- Sí, es que soy est..
- Shhh, no quiero saber a qué te dedicas.
- ¿Puedo tocarte yo la cara?
- Claro.

Más oscuridad y silencio.

- Me gusta tu voz y tu cara. Eres dulce.
- Gracias.
- ¿Y qué piensas de esto?
- Solo hay una respuesta a todas las preguntas.

Entonces en la oscuridad se escuchó un beso. Una respiración acelerada y más besos, ese sonido de los bocas que se juntan similar al que hacen los macarrones cuando los mueves.

En el café Aleph Verónica bebió un sorbo de café y estalló.

- ¿Me estás diciendo te acostaste con él y en ningún momento os visteis la cara?
- Sí.
- ¿Pero tú estás loca o qué?
- No, fue muy especial.
- ¿Y si es un monstruo?
- No lo creo. Tiene una voz impropia de un monstruo. Pero una cosa… ¿Tú no le conocías? ¿Tú sabrás cómo es no?
- En realidad… no le he visto, digamos que es un amigo de una amiga.

Helios y Estrella volvieron a verse. En sus citas no se hacían apenas preguntas. Eran dos desconocidos que se amaban. Ella estaba fascinada por el trato que él le daba. Era misterioso y se comportaba como un caballero. Su tono estaba lleno de amor e inspiró en ella una pasión semejante. No la juzgaba y no le pedía cuentas por nada. En cada cita él le regalaba un ramo de flores que ella no podía ver en el momento, pero sin verlas pensaba que eran las flores más bonitas del mundo tan sólo con olerlas. Decidieron no verse para no romper la magia que se había creado. Ella salía de la casa primero, con su ramo de flores que podía contemplar al salir, que siempre era más bello de cómo se había imaginado. Hasta que ella no se iba con el coche él no salía. Era un juego absurdo pero divertido.


En el Café Aleph Verónica no daba crédito.

- ¿Todavía no os habéis visto? ¿Qué me estás contando?
- Él dice que es mejor así. Que si nos vemos se perdería la magia.
- ¿No has pensado que igual es horrible?
- Puede ser, pero no me importa.
- ¿Cómo que no te importa? Te estás acostando con un tío que no sabes ni cómo es. Yo de ti, mientras él duerme, cogería una linterna y le enfocaría la cara para ver cómo es. No puedes estar así. Igual es alguien en busca y captura o un famoso asesino. ¡No te puedes fiar de él!
- ¿Sabes lo que te digo? Que en realidad me da igual cómo sea. Le quiero. Es el único chico hasta el momento que me ha hecho feliz, que me hace sentir plena, que me lo da todo, aunque sólo sea a oscuras. Me siento bien a su lado, siento paz cuando estoy con él y no pienso en nada más. No quiero que me metas en la cabeza dudas.


En la siguiente cita Estrella le preguntó a Helios si podía verle, le dijo que ya llevaban tiempo citándose y tenía curiosidad por verle y que ya iba siendo hora.

- ¿Por qué deseas verme? –Dijo Helios- ¿Tienes alguna duda de mi amor? ¿Hay algún deseo que veas insatisfecho? Si me vieses, quizá me temieses, quizá me adorases, pero lo único que yo deseo es que me ames. Prefiero que me ames como a uno más.
- ¿Qué pasa? Si eres feo no me importará, de verdad, te quiero seas como seas.
- Si me quieres sea como sea entonces de nada sirve que nos veamos. Nada va a cambiar y mejor que permanezca así, en un estado de amor puro.

Por la noche, cuando dormían, ella se levantó de la cama y abrió su bolso. Allí guardaba una linterna que había guardado expresamente para ese momento. Él dormía profundamente. Encendió la linterna y apuntó a sus pies. Fue subiendo poco a poco, y veía que tenía un cuerpo precioso, como el de un ángel y justo cuando fue a apuntarle a la cara él la cogió de la muñeca bruscamente y apartó la linterna que cayó al suelo.

- ¡Qué coño haces!
- Nada.
- ¿Es así como pagas mi amor? ¿Eres capaz de suponer que soy un monstruo?
- No, lo siento, es que una amiga me hizo dudar.
- Pues vete con tu amiga, cuyo consejo juzgas preferible al mío. No confías en mí. Y yo no puedo seguir así. Mi mayor castigo va a ser dejarte para siempre. El amor no puede convivir con la sospecha. ¡Sal de esta casa!

Llorando recogió sus cosas y salió de allí. Estaba descompuesta y destrozada.

En el Café Aleph Estrella le contó lo sucedido a Verónica.
- Dame su número, por favor, necesito llamarle y pedirle perdón. Fue un error dudar de él.
- Es que la cita la hizo una amiga mía, yo no tenía el número de él.
- Pues llama a tu amiga y consíguelo, por favor, necesito hablar con él y decirle que lo siento. Le quiero de verdad, le amo, quiero decírselo, quiero pedirle perdón por haber dudado de él.
- Veré lo que puedo hacer.

Una vez en casa Verónica buscó en su ordenador las conversaciones guardadas. En ella estaría la charla de aquel chico de la página de contactos al que endosó a su amiga. No sabía qué rostro tenía pero la felicidad de su amiga le había hecho despertar su curiosidad. Al final encontró el número de Helios y le llamó.

- Hola Helios, soy Verónica, la amiga de Estrella… sí … fui yo la que os citó … que ya me he enterado de todo lo que ha pasado … pero no te preocupes … yo sabía que la cosa acabaría así. ¿Estrella? … está muy bien… está saliendo ahora con otro chico y está de lo más bien. No es una chica de fiar, así que hiciste bien en deshacerte de ella… oye, me gustaría hacerte una pregunta, ¿Te gustaría quedar conmigo en la casa? Me han hablado tan bien de ti que tengo curiosidad por conocerte. Además, seguro que yo te puedo enseñar muchas más cosas que la modosita de Estrella… yo estoy mucho más buena que ella… ¿Hola? ¿Hola? ¿Estás ahí?

Estrella, desesperada, fue a la casa en la que se citaba con Helios con la esperanza de verle. Al llegar le invadió la tristeza al comprobar que la casa estaba en venta. Llamó al número del cartel y se puso una oficina inmobiliaria, al preguntar por el dueño le dijeron que no podían facilitarle datos del antiguo propietario y que la inmobiliaria ya había comprado la propiedad.

Se fue a pasear sola por la ciudad en un intento inútil de encontrar a una persona que nunca había visto.

- Sé que estás ahí – gritó en medio de una plaza – sé que andas por alguna parte. Te encontraré, aunque no pueda reconocerte por tu rostro, aunque no te haya visto antes te reconoceré por la voz y por tu esencia, te reconoceré por lo que eres tú y no por lo que aparentas. Sé que antes o después escucharé tu voz y serás inconfundible, sé que te reconoceré porque te habré escuchado y desde hoy estaré siempre atenta a lo que digan, a lo que sienta mi corazón porque nunca nadie me lo hará latir si no son con palabras como las tuyas.

 

9 comentarios

wiShe -

me encantó cuando lo leí por primera vez hace más de un año, pero hoy lo busqué expresamente para releerlo. Me gustó la forma que tuviste de relatarlo, la verdad. Si fuera malo también te lo diría pero es muy bueno, ameno. Y dice mucho. Muy interesante y fácil de leer, te engancha desde el primer momento. :)

Brenduxa -

Maldita sea, se me adelantaron... Yo también me di cuenta de que era una versión moderna del mito de Cupido y Psique, uno de los que más me gustan.
Pero bueno, voy a decir que más que recordarme a "Casablanca", me recordó a "El último tango en París". Allá los protagonistas, aunque no estaban a ciegas, también hacían el amor sin preguntar nada. Ni siquiera sabían sus nombres. Mmmm... creo que la volveré a ver.

nileru -

Una pena que escribas tan bien para lo gilipollas que eres.

Rosicky -

Es lo más bonito que has escrito en este blog hasta la fecha...

¡Un abrazo!

Carol -

buena historia, muy real... en el mundo existe mas de una Veronica.
saludos y besos Fred!

Bixina -

:o)*

Tu Lectora -

Me gusta tu versión moderna del mito de amore y psique, la he comparado en esta web: http://mx.geocities.com/mayha_la/almaamor.htm donde se narra el mito y no está nada mal la tuya, eh. Ahora falta hacerla en corto. Seguro que te sale muy bien.

Sonia -

Perfecto, me encanta

Anónimo -

Tú vendías un móvil, dejé un msg en él.