Los locos siempre tienen algo que decir
Domingo. 7:30 de la mañana. Despuntaban los primeros rayos de sol de la aurora. Yo volvía a mi casa solitario y con paso sosegado mientras recordaba el transcurso de la noche. Había visto a mucha gente y había bebido mucho. Volver a casa después de una noche así era deprimente. ¿Por qué salía la gente? No entendía el motivo. Era una pérdida de tiempo. Yo nunca quise ser uno más. Nunca quise ser alguien que hace lo mismo que todo el mundo sin saber por qué. Sin embargo allí estaba yo, volviendo a casa como un idiota más. Sentía asco de mí mismo.
Caminaba por una calle por la que los coches pasaban muy rápidos. Pensé que si uno de esos coches se despistase y subiese en la acera me atropellaría mortalmente. Ese macabro pensamiento me inquietó durante todo el paseo por esa peligrosa calle.
Cuando llegué al final de la calle vi a una anciana muy bajita que arrastraba un carro azul. Ella miró hacia atrás y al verme se detuvo. Cuando llegué a su altura reincorporó el paso y me habló:
- Tienes cara de irte a dormir.
- ¿Qué más puedo hacer a estas horas, señora?
- Pues ahora te contaré lo que me ha pasado: Estaba caminando por la calle de allí delante cuando he visto a una pareja que estaban haciéndolo allí en medio. Me he acercado y les he dicho que son unos desgraciados y unos cerdos. Ellos me han contestado que quieren hacerlo así, que no pasa nada, que si se queda embarazada se lo quita. Entonces ha llegado un municipal y se lo he dicho y el policía en vez de hacer algo se ha puesto a mirar...
- ¿Dónde dice que ha ocurrido eso? – le pregunté curioso, intentando escrutar la salud mental de la anciana.
- Allí delante – y señaló una calle trasversal –. Todas las jóvenes son unas putas. Luego no quieren que las llamemos putas. Y los hombres igual, sólo se las buscan putas y sólo quieren hacerlo con ellas. Escúchame: Tú si quieres una buena chica búscatela fea. Si te la buscas guapa seguro que es una puta.
- Tendré en cuenta su consejo, señora.
- ¡Tú qué vas a hacer! ¡Si los jóvenes sólo queréis hacerlo! No tenéis respeto por nada.
- ¿Está insinuando que yo soy de esa clase de tipos?
- ¡Pues claro! La juventud no tiene respeto a la Virgen ni a Dios. Y Dios no quiere estas cosas. Dios no quiere pobreza y la hay. La Virgen tampoco quiere pobreza y hay pobreza en el mundo.
- Ni Dios ni la Virgen creo que tengan culpa de la pobreza en el mundo.
- Tú no lo entiendes niño. Yo ahora me voy por ese camino, porque ahora vengo del médico. Yo siempre voy al médico ¿sabes? Últimamente no paro de sangrar por la nariz, por la boca y por el chocho. Es como si volviese a tener la regla a mi edad.
- Que se recupere señora. Pero recuerde que yo soy un hombre de bien.
- Sí, sí... ¡Todas son unas putas y todos unos cabrones!
Ella tomó otra calle y se alejó.
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