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En Tierra Firme

El maravilloso cuento de Fredyzzila (Remake)

El maravilloso cuento de Fredyzzila (Remake)

Érase una vez un hombre muy pequeñito que se llamaba Fredyrico y vivía en un país muy lejano llamado Torolandia (se llamaba así porque habían muchos toros y toreros). Fredyrico no sabía torear y los toros que andaban sueltos por la calle siempre le cogían cuando iba al colegio. Sus compañeros de clase se burlaban de él porque siempre iba herido de cornadas y con las ropas rasgadas. Fredyrico no era feliz en su país y, por eso, un buen día decidió irse a vivir a Japón. Allí se instaló en una ciudad llamada Hiroshima. Un día, pasó por allí un avión llamado Enola Gay y arrojó una bomba atómica que destrozó toda la ciudad. Por suerte, esa mañana Fredyrico había ido a las afueras de la ciudad a robar naranjas y sobrevivió, aunque resulto malherido.

Su casa fue reducida a cenizas y decidió irse a vivir a otra ciudad japonesa, concretamente a Nagasaki. Días más tarde, los americanos volvieron a arrojar otra bomba atómica que desintegró el lugar. Una vez más, por suerte o por desgracia, Fredyrico sobrevivió a la explosión. Pero resultó malherido y estuvo expuesto durante muchos días a la radiación nuclear y a la lluvia radioactiva.

Pasó un tiempo y, debido a la radiación nuclear, Fredyrico sufrió una mutación genética que lo transformó en un ser asquerosamente grande y peludo. Medía 350 metros de altura y fue expulsado de Japón por feo. Meses después de su metamorfosis, se dedicó a surcar los mares como el patito feo de un lado para otro sin que nadie le hiciese caso. Ningún país quiso acogerlo porque no querían hacerse cargo de los gastos que acarreaba hacerle una casa a su medida y mantenerlo.

Fredyrico se sentía desgraciado y llegó a lamentar no haber muerto en ninguna de las dos explosiones.

Durante un tiempo vivió en el mar alimentándose de orcas y ballenas. Luego se convirtió en una leyenda para los pescadores al que lo bautizaron como: Fredyzzila.

Un buen día, Fredyzzila, que estaba hastiado y aburrido, decidió vengarse de los americanos a los que consideraba responsables de su desdicha y cruzó el océano hasta llegar a Nueva York.

Cuando llegó no fue bien recibido por la población. Todos huían despavoridos al ver al gigante pasear entre los rascacielos de la Quinta Avenida. Varios aviones kazas aparecieron en escena y le dispararon algunos proyectiles sin éxito alguno. Fredyrico había mutado a prueba de bombas y se deshizo de los kazas de un manotazo como si fuesen unas moscas cojoneras.

Fredyrico se acercó al Empire State y lo escaló y vio que la gente que se arrojaba desde lo alto. De pronto, observó a una hermosa mujer en una ventana, la cogió y continuó trepando hasta arriba del todo. Una vez arriba se puso a hacer el paripé y a gritar como un mono. Se pensaba que era King Kong en vez de Fredyzzila. Cuando se cansó de hacer el idiota observó a la mujer que tenía en la mano y se dio cuenta de que era muy bella. Se le empezó a poner morcillona y, entonces, le asaltaron unas ganas terribles de penetrarla y utilizó su fuerza bruta para hacerlo. Cogió su polla erecta de 35 metros y se la intentó meter a la mujer hermosa que gritaba horrorizada. La abrió de piernas y le dio una embestida que la mató en el acto de un pollazo. Hizo un boquete de siete metros de profundidad y cinco de diámetro alrededor del cadáver.

Fredyrico rugió de rabia por haberla perdido.

El problema al que ahora se enfrentaba Fredyzzila es que todavía estaba erecto y no sabía cómo atajar sus ardores. Así que, sin ningún tapujo, comenzó a masturbarse con rabia, dolor y amor mientras pensaba en la mujer que acababa de perder ante la mirada atónita de los ciudadanos de Nueva York y ante las cámaras de la CÑÑ que emitían en directo para todo el mundo lo que estaba sucediendo.

Los ciudadanos de todo el mundo estaban aferrados a sus televisores comiendo palomitas. Todos los informativos hicieron conexiones especiales para narrar en directo la masturbación de Fredyzzila. Las madres tapaban los ojos a los niños para que no viesen la escabrosa escena. Muchas ancianas de todo el mundo murieron de un infarto al ver tal polla descomunal y hubieron varios intentos de suicidio de algunos varones que, debido a esa costumbre varonil de compararse los penes entre ellos, sintieron un gran complejo de inferioridad al ver la titánica polla del monstruo .

De pronto Fredyzzila empezó a decir algo:

- ¡Dios! ¡Dios! ¡AHHHHH!

Y aceleró vertiginosamente el ritmo de su mano y empezó a surgir del diabólico miembro una eyaculación descomunalmente caudalosa. Un torrente de semen que era arrojado sobre la ciudad de Nueva York con saña y alevosía. Un chorro a presión de una sustancia acumulada por años y años de sequía sexual que formó un gran tsunami de lefa que avanzaba amenazante por las calles hacia una población que huía corriendo delante de la gran ola lechosa que se tragaba a los coches, los taxis y a los negros mártires de las películas. La riada de lefa tenía más fuerza que las olas del diluvio universal, ante la cual, la que la mismísima arca de Noe hubiese naufragado.

Desde las imágenes del satélite parecía que sobre Nueva York hubiese caído una gran nevada.

Mientras tanto, Fredyzzila continuaba eyaculando y gritando con una voz atronadora y cavernosa:

- ¡¡Tomad hijos de puta!! ¡¡AHHH!! - y cada vez gritaba más.

Una pareja de jóvenes mancebos, permanecía en un primer piso ajenos a toda la hecatombe que estaba aconteciendo en su ciudad mientras hacían el amor. En el momento álgido del orgasmo de ella el chico le pregunta:

- ¿Hoy me dejarás correrme encima de ti? Porfa, porfa, porfa, porfa, es mi mayor deseo.
- ¡Te tengo que dicho que no! ¡que sólo de pensarlo me da asco! ¿Pero de qué vas? ¿A ti no te daría asco que se corrieran encima de ti? ¡Venga! ¡Sigue moviendo el culo imbécil!

Entonces la ventana estalló estrepitosamente a causa de la presión de la ola de lefa y toda la secreción entró manchando las cortinas, los cuadros de familias sonrientes, la cama y a los jóvenes. Se ahogaron entre el semen y espermatozoides del tamaño de una serpiente.

Tras la torrencial eyaculación, la ciudad de Nueva York se convirtió en zona catastrófica. Fredyzzila se perdió por el mar y se escondió en paradero desconocido.

Tras unas largas horas de incertidumbre la CÑÑ comenzó a entrevistar a los primeros supervivientes:

- ¿Dónde estabais en el momento de la eyaculación?- preguntó el periodista a una chica.
- Estábamos en la calle asustados viendo al monstruo. No sabíamos de qué se trataba. Por un momento pensamos que estaban rodando una película pero cuando vimos venir la ola nos fuimos corriendo y conseguimos aferrarnos a un semáforo. Hemos estado a punto de morir y hemos tragado mucho semen. Ha sido horrible – Decía lachica con su cara todavía llena de heridas y de lefa.
- ¿Ves cariño? – habló el novio intentando consolarla- has tragado bastante semen y no te has muerto, no te pasará nada si te tragas un poquito a partir de ahora.

- ¿Hemos estado a punto de morir y tú sólo piensas en sexo? ¡VETE A LA MIERDA INÚTIL! - Respondió ella.

Semanas más tarde Fredyzzila repitió el proceso en varias ciudades norteamericanas. Las ventas de máscaras anti-lefa se dispararon en todo el país. Al cabo de unos meses Fredyzzila había eyaculado en todo el territorio de los Estados Unidos echando a perder millones de toneladas de cosecha, Burlando a todo el ejercito americano y haciendo tragar semen a la mayoría de sus habitantes.

Pero lo peor estaba por llegar: 9 meses después de los acontecimientos, las mujeres que fueron bañadas por la ola de lefa comenzaron a dar a luz ya que fueron fecundadas involuntariamente y el aborto había sido prohibido en todo el país. Nacieron más de tres millones de niños varones que sufrieron la misma mutación genética.

A los 2 años, las criaturas ya median más de 100 metros de altura y a los 8 todos querían ser compositores. Pero al no recibir la educación adecuada las criaturas empezaron a componer canciones de reaggeton y se expandieron por todo el mundo con ritmo sabrosón y cantando temazos como "Ay ven báilalo, ay ven báilalo, ven gosalo, ven gosalo". Los pesqueros no podían salir a faenar porque temían a estas nuevas criaturas marinas.

A los 12 años, la nueva generación de Fredyzzilas ya se la cascaban y pronto empezaron a eyacular sobre la humanidad. Se repartieron por todos los los contiententes e inundaron el mundo de lefa mientras cantaban canciones de reaggeton. La odisea continuó durante años. Los mares y los océanos estaban viscosos. Los barcos y los trasatlánticos se quedaron encallados en medio del mar y el mundo entero estaba pringoso. Mientras tanto, continuaban naciendo millones y millones de nuevas generaciones de Fredyzzilas.

Y así, queridos amigos, confirmando los peores presagios de Nostradamus y San Malaquías, bajo una nieve blanca que hacía parecer que estábamos ante la cuarta glaciación navideña y con la música reaggeton de fondo, fue como llegó la destrucción del planeta Tierra, que a partir de entonces, fue un lugar en paz y seguro, donde no habían infelices ni se comían perdices... y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Ilustración:  Robotv . Gracias por Ilustrar este anticuento.

3 comentarios

Fenix -

Larga vida a Fredyzzila!!! gritaron los pelotilleros con sus máscaras en las manos ante la ausencia de peligro...

tesoro azteca -

perdon olvidaba que ya queria firmar asi, besos

Carol -

jajaja que relato mas fantastico, no ha herido para nada mi sensibilidad no te preocupes lo he soportado.
me gusto mucho, tiene partes que me hicieron reir bastante como cuando la mujer esta no dejaba correrse a su novio encima de ella... entre otras, que gusto que la hayas repasado.
saludos y espero encontrarte pronto y poder conversar porque ya ves que habia estado algo ocupada... :(