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En Tierra Firme

Café tocado

Café tocado
Trabajaba de botones en un hotel de cuatro estrellas junto al mar. Era un buen curro. Recuerdo que el primer día, sin saber nada, conseguí 30 euros de propina. Cuando llegué nadie me explicó qué debía hacer. Así que me puse el uniforme, el cual se componía de un pantalón, una camisa y una corbata, y pregunté al de recepción qué tenía que hacer. En ese momento entró al hotel una pareja mayor. El chico de recepción me dijo que les llevase las maletas. Me dirigí a ellos y les cogí el equipaje. Ellos hicieron el checkin y me miraron como esperando a que yo les acompañase. Yo todavía no sabía ni por dónde se iba las habitaciones. Entonces les dije que era mi primer día y que todavía no conocía nada del hotel. Los clientes, que poseían un gran instinto paternal, comenzaron a ayudarme. En el ascensor me explicaron que la primera cifra del número de habitación indicaba la planta. Todo eso era nuevo para mí, yo estaba trabajando en un hotel y nunca en mi vida había estado alojado en uno. Al llegar a la habitación dejé las maletas y les dije: “Ahora les explicaría cómo funciona todo, pero es la primera vez que entro en una habitación del hotel”. En vez de enfadarse por la ineficacia que mostré les hice gracia, me dijeron que ya aprendería, que no me preocupase, y me desearon mucha suerte en mi nuevo trabajo. Cuando iba a salir por la puerta el hombre me llamó y se acercó. “Toma, tu primera propina”. Y me dio 3 euros. Entonces comprendí que ese trabajo era un chollo, que me darían dinero simplemente por llevar maletas y encima tendría una paga a final de mes.

Descubrí que el hecho de decirles a los clientes que era mi primer día de trabajo les hacía ser más generosos con las propinas. Así que estuve al menos durante dos semanas diciendo a todos los que llegaban que era mi primer día de trabajo. Instantáneamente me daban una propina muy sustancial. Incluso cuando tenía que llevar una toalla a una habitación me daban propina. Era el trabajo más agradecido del mundo. Cada vez que hacía un movimiento me daban propina, y si no lo hacían quedaban como unos agarrados hijos de puta.

Una vez, a una japonesa se le había roto el cierre de la cremallera de su maleta y me dijo si podía hacer algo por arreglarla. Entonces avisé al chico de mantenimiento, el cual tenía fama de ser un vago, y le comenté el problema. Él vino enseguida y lo arregló en cuestión de segundos. La japonesa, muy agradecida con el trabajo del chico, le dio 10 euros. Entonces me vio a mí, que tan sólo estaba mirando cómo lo reparaba y sacó otro billete de 10 y me lo dio. ¡Me acababa de dar dinero simplemente estar mirando cómo reparan algo! Sí, sí, desde luego este era mi trabajo.

Pero ningún trabajo es perfecto. En los hoteles los botones son los chicos que sirven para cualquier cosa. En principio sirven para llevar maletas, pero también nos hacían tramitar las reservas de habitaciones, coger el teléfono, enviar fáxes, llevar papeles de un lado a otro, hacer facturas. Hacíamos cualquier cosa que se pueda imaginar, incluso más de una vez nos tocaba hacer camas. Pero había algo que odiaba con toda mi alma, lo que más me repateaba era tener que llevar cafés al despacho de la directora. Era el trabajo más indignante que puede hacer un ser humano. Simplemente por el hecho de estar por debajo en la jerarquía de poder tenía derecho a pedirme que le subiera un café tocado de ron Negrita. Le llevaba cafés al menos tres o cuatro veces al día. Sin duda alguna ella tenía un problema con el alcohol. Normalmente, ella se estacaba una botella de vino para comer y cuando le llevaba el último café del día me invitaba a sentarme. Le gustaba conversar conmigo, aunque más que una conversación era un monólogo repetitivo de su vida. Todos los días la misma historia. Me contaba cómo empezó trabajando en los hoteles desde lo más bajo y ahora había llegado a lo más alto gracias a su esfuerzo personal. Me contaba qué compaginó el trabajo con los estudios de psicología, aunque de psicóloga tenía poco, ya que se le notaba que todas sus sonrisas eran falsas, que era manipuladora y que, además, fingía un falso interés por la gente. Cuando ella soltaba su discurso siempre me preguntaba después qué quería ser de mayor, qué estudiaba, si estaba bien en el trabajo, si tenía alguna sugerencia para mejorar el hotel. Todo eso día tras día, como si de un día para otro fuese a cambiar mi opinión. Despreciaba profundamente a esa gente que cada vez que te ve se interesa sin interés por tu vida. Te preguntan qué estás haciendo y tú mismo recuerdas que eso te lo preguntó la semana anterior pero no se acuerda porque, en realidad, les importa una mierda lo que estás haciendo.

Un día, la directora me llamó para que le llevase un ron con Negrita. Fui al bar, se lo pedí al camarero y me fui a su despacho. Ya estaba harto de que ella no fuese capaz de ir a por su puto café, como si tuviese algo importante que hacer, cuando en realidad lo único que hacía era navegar por internet y escuchar música. Llevando el café perdía un valiosísimo tiempo en el que podría estar ganando propinas. Cuando subí las escaleras miré el café. Estaba hasta los cojones de ella. Pensé varias veces si hacerlo o no. Miré alrededor y no vi a nadie. Entonces escupí dentro de la taza. Pero la mala fortuna hizo que se quedarse la saliva flotando como si fuese la espuma un café capuchino. Se notaba que había escupido ahí. Así que cogí la cucharilla y comencé a remover el café hasta que desapareció el rastro de la saliva.

Abrí la puerta y me recibió con su habitual sonrisa falsa. A continuación me invitó a que me sentara y me dio las gracias. Yo me senté y la miré. Entonces comenzó de nuevo sus preguntas de siempre: ¿Estás bien? ¿Te gusta el trabajo? ¿Has pensado qué vas a hacer cuando seas mayor?

Luego comenzó a sorber su café y me habló de la importancia que tenía el sacrificio en el trabajo. Me volvió a contar la historia de cuando dio a luz a su primera hija. Ella estaba trabajando en el hotel cuando rompió aguas porque quería estar trabajando hasta el último momento. Me daba asco escucharla, como si eso de ser más trabajadora la dignificase más. Como si los trabajadores fuesen los nuevos héroes modernos. Como si el hecho de haber dedicado más tiempo al trabajo que a su propio reposo por su propio bien y por el de su hija la ennobleciera. Mientras contaba la historia ella bebía café. Yo era el eslabón más bajo del hotel. Ella me daba por el culo ordenándome que le llevase un café y ella se bebía mis fluidos. Era un completo acto sexual metafórico. Me consolaba saber que aunque ella estuviese sentada en el asiento de dirección yo se la había metido mucho más adentro que ella. Hasta la garganta e incluso hasta el estómago.

Yo fingí que me fascinaban sus historias y que la admiraba. Terminamos la conversación y nos despedimos amablemente. Cerré la puerta de su despacho y sentí ese aire triunfal del que ha obrado anónimamente por una buena causa.

5 comentarios

wiShe -

andaaa, q tela con tu jefa, se merecia eso! pero que pillo estas hecho, te puedo imgainar subiendo las escaleras y echandole el gapo en la taza de cafe..jajajaja XD

Daniel de Vicente -

Te voy a ser sincero. La verdad es que no suelo leer demasiados blogs, porque la gran mayoria termina aburriendome a la mitad de texto. Es algo que supongo que está mal visto, porque a todos nos gusta que nos lean hasta el final, pero no es mi culpa que termine aburriendome. Pero por el contrario tío, al comenzar a leer tu texto no me ha pasado eso. Me he sentido agusto con tus palabras, vivo, intrigado por saber que me contarías en el siguiente reglón. Me gusta mucho como escribes y tu forma de narrar y contar las cosas. Si la entrada del supuesto suicidio me gustó, está se lleva la palpa. Genial, de verdad.

Seguimos en contacto tío.

Y muchas gracias por el enlace :)

Un abrazo, Dani.

Yo Mismo -

Donde quiera que estés,Felicidades,Reina.
Con mis 31 años y mi experiencia sobre la mujer, puedo afirmar que eres La Mejor, se ponga lo que se ponga por delante.

En Tierra Firme -

No os perdáis el nuevo blog que he agregado a los enlaces. Escribir es vivir, es de un chico de 16 años que promete. Es otro hermano que se suma a la lista de incomprendidos.

Saludos a todos y felices fiestas

el_Vania -

Joder, no me extraña que salieses triunfal de la sala de la directora. Yo personalmente odio a esa gente que va de humilde, que dice que te comprende y que eres de los suyos porque empezaron como tu. Lamentablemente, en esta sociedad, la cruda realidad es que el corazón queda a la izquierda, pero la cartera a la derecha. Y cuando uno adquiere posición, se olvida de donde queda el corazón.
Realmente es una guarrada, pero debiste de sentirte espléndido al abandonar su despachazo. Un triunfo que se saborea en silencio. Y además, qué carajo, ojos que no ven, corazón que no sienten. Y peores cosas habremos bebido por esos antros, no?
PD: Yo siempre voy a buscar mi café en la ofi, por si las moscas!!