Diario de un exiliado. Capítulo 4. Follarse a una perra
Las dos perras jugaban entre ellas. Los tres estábamos en silencio mirándolas jugar. Jorge dijo:
– Oye, ¿A que están buenas las perras? Son muy guapas. Yo me las follaría. Si fuera un perro no lo dudaría ni un segundo. ¿Te imaginas ser un perro? Si te gusta una perra, la montas y ya está, sin preguntar y sin tonterías. Y cuando acabas te vas y no dices ni adiós.
Yo me reía del comentario pero Marc le dio la razón.
– ¡Pues claro que están buenas! ¿Qué no las ves? Si cuando las saco a pasear todos los perros se la quieren follar. ¿No has visto lo guapa que es? ¡Ven aquí guapa! ¡Ven!
La perra se acercó y comenzó a abrazarla.
– ¡Ay que guapa es mi niña y que buena estás!
Yo alucinaba con ellos. Estaba de visita en su casa. Siempre estoy allí metido. Me encanta estar con ellos. Son los típicos tirados a los que nadie les hace caso. No sé si es por su aspecto de hippies con rastas o por su actitud pasota ante todo. La cuestión es que ellos dos viven juntos y yo siempre voy de visita a su casa. Me apalanco mucho allí, pero ellos me reciben bien. Tuve la suerte de caerles bien y ellos a mí. Y eso no es fácil, pues clasifican a toda la gente de dos formas: o les caes bien o les caes mal. Lo que me gusta de ellos es su espontaneidad, la naturalidad, la sinceridad y lo viscerales que son. Tienen ese punto de desequilibrio mental que les hace más interesantes que la gente normal. Se puede decir que es de la poca gente AUTÉNTICA que he conocido últimamente.
A Marc lo conocí el primer día de clase y me cayó bien. Lo sorprendente de él es que tiene aspecto de pasota, la mirada de loco y continuamente se está cagando en todo. Parece ignorante, pero luego lo conoces te das cuenta de que siempre está leyendo, que está muy cultivado y que te habla de Cortázar o de Eduardo Mendoza como sus escritores favoritos.
A Jorge también lo conocí el mismo día. Tiene aros en los lóbulos, otro en el tabique nasal y por su pinta parece un grunge o un metalero. Pero luego descubres que le encanta la música hardcore y pincha en raves y discotecas de prestigio. Siempre está riéndose y se le va bastante la cabeza.
Ese día Marc se había sacado el carnet de conducir. Así que decidimos irnos a una taberna cercana para celebrarlo con unas cervecitas.
– Yo no voy –dijo Jorge– no tengo pasta.
– Yo te invito, que hoy tengo dinero y soy rico.
Tenía 50 euros y cuando tengo dinero de sobra no me importa invitar a la gente. Llegamos a la tasca y nos pedimos unas cervezas. Allí había más gente con la que Marc había quedado. Por una de esas casualidades de la vida estaba allí un chico que tocaba conmigo en un grupo que teníamos hace unos años. Nos alegramos de vernos y ese casual encuentro fue motivo para tomar unas cervezas más.
–Me alegro mucho de verte Fredy –dijo el que era el batería del grupo– si hay algo que me arrepiento durante este tiempo es de no haber seguido tocando contigo. Tu música es un poco popera y tú eres bastante capullo. Pero me caes de puta madre.
El chico ya llevaba un rato en la tasca y llevaba un pedal bastante más avanzado. Ya estaba en la fase de exaltación de la amistad. Yo sólo llevaba tres cervezas. Entonces alguien pidió cazallas para todos, para brindar por la amistad y por el carnet de Marc. Nos bebimos las cazallas, hicimos las muecas de asco y continuamos con más cerveza.
Jorge ya se había puesto filosófico. Estaba hablando de mujeres.
– No entiendo por qué nos tenemos que complicar la vida cuando nos gusta una tía. Yo tengo un problema y es que cuando me gusta alguna no quiero hablar con ella porque luego me olvido de que quería follármela y acabamos siendo colegas y ya estoy harto. Lo peor que puedes hacer es ser colega de alguien que te gusta porque luego no haces nada. Yo quiero follármela y ya está. Echar un polvo y punto. Sin tonterías. ¿Por qué la gente es tan hipócrita? ¿Por qué no puedes ir y decirle a una: oye, me gustas y quiero follar contigo? ¡Es todo una puta mierda!
Yo tan sólo me limité a darle la razón.
Nos acabamos la cerveza y de nuevo pidieron otra cazalla. Yo no quería pero no iba a hacer el feo de no beber. Me daba angustia oler la cazalla desde que una vez me piqué con un amigo para ver quién se bebía más chupitos seguidos. No recuerdo mucho de aquella noche. Sólo sé que al día siguiente me desperté con ropa, con el cinturón puesto, tapado y cuando pregunté a mis padres por qué estaba así me dijeron que me encontraron tirado en el suelo de mi habitación con una sábana sin desdoblar sobre mi espalda. Al parecer mi primo durmió esa noche en mi cama y no le importó demasiado que yo estuviese en el suelo y me tiró una sábana para que me tapara.
El secreto para beber cazalla es engullirla y llevarla directamente al estómago, sin que pase por la boca, de lo contrario me produce angustia.
Al otro lado de la mesa Marc hablaba con el batería sobre la amistad y la falsedad.
– Mi padre me dijo una cosa que se me quedó grabada en la cabeza–decía Marc con ímpetu –en la vida siempre podrás contar a los amigos de verdad con una sola mano. ¡Y tiene toda la razón!
Pedimos otra cerveza más. Marc ya estaba muy pedo. Decía que no quería beber más. Contó que en la última cogorza que pilló se puso a caminar por encima de los coches y cuando se subió encima de una furgoneta se resbalo y se cayó desde arriba. Por poco se mata. Estuvo cojo durante unas semanas. Luego no podía volver a casa y se puso a potar en un portal. Unos que pasaban por allí vieron la papilla que había echado y uno de ellos dijo “¡Mira! ¡Ha potado fideos!” Entonces Marc se cabreó y cogió un poco de potado con las manos y se la tiró sobre el gracioso de los fideos. Después de eso se cayó al suelo y no recuerda más.
- ¡Lo que más me fastidió era que dijera que eran fideos! –decía Marc– ¡Eran espaguetis que ya estaban triturados por el estómago!
Jorge seguía con sus divagaciones sobre las relaciones entre mujeres y hombres. Comenzó a decirme qué chicas de clase le ponían y me habló de una que le ponía en especial. Me la describió y entonces adiviné quién era. Le dije que yo podía conseguir su número y dárselo.
– ¡Vale! ¡Vale! ¡Si me lo consigues la llamo ahora mismo!
En ese momento trajeron otra ronda de cazallas. Yo ya no sabía cuántas habíamos bebido.
– Mira Jorge, yo te consigo el número, pero con una condición. Si la llamas le tienes que decir abiertamente que quieres echar un polvo con ella.
– ¡Vale! ¡Sí! ¡Sí! ¡Lo voy a decir! De puta madre. Lo digo y me voy a quedar muy a gusto. Necesito decirlo. Quiero quitarme ese trabe. Me da igual lo que diga. Si dice que no le diré: ¡pues tú te lo pierdes cagá! ¡Dame el número!
Hice una llamada y pregunté el número de la chica en cuestión.
– Ahí lo tienes. Llama.
Llamó y habló:
– ¿Hola? Soy Jorge, el de clase, ¿sabes quién soy no? (...) Pues nada, que te he llamado porque me apetece que vengas. Estamos aquí unos colegas y yo, me apetece verte. ¿Qué haces? (...) ¿En tu casa con unos amigos? Pues tú haz lo que quieras, o te lo montas con ellos o te lo montas conmigo, lo que quieras. (...) ¿Quién habla ahora? Ahh, Luis, pues nada, aquí llamando a tu amiga, a ver si le pego un polvo o qué. (...) Pásame con ella. (...) Bueno, yo estoy aquí, si quieres vente, si no... tú te lo pierdes. (...) Vale (...) vale (...) pues hasta luego.
Colgó.
– Dice que se lo pensará y que me llamará si le apetece. JAJAJAJA. Me da igual que no llame. Si no llama mañana la veré y le diré: ¡cagá! Yo ya me he quedado muy bien diciéndolo. JAJAJAJA.
Entonces sonó el teléfono de nuevo. Empezamos a aplaudir, vitorear y reírnos. Yo ya me estaba muriendo de risa. Así que Jorge lo coge y dice.
– ¿Qué pasaaaaaaaaaaaa?? (...) Ah, papá (...) Nada, nada, bien –se salió fuera y siguió hablando. Al poco rato entró de nuevo.
–Nada tío, no va a llamar ¡Pero me la suda! Es más, si me la follo me dará igual que se corra o no, que es ella la que me tiene que hace la faena a mí, que para algo la he llamado.
Al rato volvió a sonar el teléfono. Miramos el número.
– ¡Es ella! ¡Es ella!
Otra vez empezaron las risas y el cachondeo.
–¡Eres el puto amo! ¡A partir de hoy vas a ser mi ídolo!
Se fue fuera a hablar y al rato entró.
– ¡Que se viene! ¡Va a venirse! –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Entonces nos chocamos la mano y decidimos pedir una ronda más. Al cabo de tiempo el dueño del bar nos echó de allí. Salimos del local literalmente a cuatro patas, pues en la calle nos pusimos a pelearnos, a hacer volteretas, a tirarnos por el suelo, a jugar con las perras y a perseguirnos. En cierto momento se tiraron por el suelo en medio de la carretera y nos pusimos a hacer un montoncito. Hacía tiempo que no me tiraba al montoncito con tanta gente. Pero tuvimos la mala fortuna de que pasaba la policía en ese momento y paró. Algunos llevaban sustancias prohibidas en los bolsillos. Otros tenían mucho más que una pequeña cantidad, pues para pagarse el piso y los estudios tienen que vender cierta cantidad al mes. Pero por suerte eran policías enrollados y cuando les dijimos que estábamos jugando con las perras se tranquilizaron y se subieron al coche, nos dijeron que pensaban que pasaba algo malo porque estábamos por el suelo. Se fueron y, afortunadamente, no registraron a nadie.
Llegamos a otra tasca. La chica a la que había llamado llegó. Seguimos bebiendo. Yo ya estaba muy mareado. Vi que ellos dos no se enrollaban y decidí intervenir. Me acerqué a ellos y les dije: daros un besito. Y ella dijo que no, que nos lo diéramos él y yo. Sin dudarlo nos dimos un pico y le cedimos el testigo. Le tocaba. Así que se dieron un besito y comenzaron a enrollarse.
Mi alcoholismo llegó a tal punto que comencé a beberme las copas que vi en la barra sin dueño aparente. No me importaba mucho, si me hubiesen dicho algo tenía previsto decir que me había confundido de vaso.
Al rato me senté en la terracita con más gente, nos pusimos a hablar de diversos temas intrascendentales como de paellas, cohetes y demás cosas de las que hablamos los valencianos.
No tardamos mucho en irnos. Nos metimos seis personas más dos perras en un coche como pudimos y fuimos a parar a casa de Jorge y Marc. Yo me puse a mirar el correo en sus ordenadores y la gente comenzó a marcharse para seguir la fiesta en otro sitio. Jorge y la chica se metieron en la habitación y entonces decidí largarme con el resto de gente. Pero como estaba cerca de casa preferí subir y acabar la noche en ese momento antes de que tuvieran que llevarme entre dos personas.
Llegué a casa, me puse el pijama, me metí en la cama, me puse a escribir un poco antes de acostarme, y justo cuando iba a conciliar el sueño el timbre comenzó a sonar repetidas veces, parecía que el que llamaba tenía parkinson, eran las 4 de la madrugada y había gente durmiendo en casa. Me levanté extrañadísimo preguntándome quién era. Abrí la puerta y eran Luís y Carlos. Venían borrachísimos y buscaban a María, la chica que se había largado con Jorge. Les dije que lo mejor era no buscarla, que se había perdido por ahí.
– ¡Pero si acabamos de hablar con ella! Dice que está en casa de Jorge y que está cerca de aquí, pero como no sabemos dónde vive pues hemos venido aquí.
Les dije dónde era, llamaron, y por supuesto no contestaron y volvieron a mi casa. Luís comenzó a decirme:
– Fredy, ganas mucho en pijama, que lo sepas.
– Gracias.
En una bolsa llevaban una botella de vodka prácticamente vacía. Me dijeron si tenía algo para mezclar y saqué coca-cola.
– Uy, nos cuidas muy bien, Fredy, eso es que me quieres poner facilón está noche– dijo Luís.
– No creo...
– ¿Pero tú eres gay?
– Yo no soy nada.
– Ay, yo creía que eras gay.
– Pues vaya halago.
Ambos empezaron a beber. La tele estaba apagada.
– Oye, pon porno, ¿No tienes porno? –preguntó Carlos.
– Enciende la tele, suele haber un canal porno por ahí –contesté.
Encendieron y no encontraron nada.
– Menuda mierda, no tienes porno. ¿No tienes porno en el ordenador? ¡Saca el ordenador! –insistió Carlos.
– No, no, paso.
– ¿Pero tienes porno gay o hetero? –preguntó Luís– ¡Anda! ¡Si tienes un póster de Dalí! ¿Sabes que yo soy fan de Dalí? ¿Sabes que mi padre es pintor?
Estuvieron un rato más allí hasta que dieron por imposible sintonizar un canal porno y se cansaron.
– Bueno, ya que no sabemos donde está María pues nos vamos. Ya nos veremos –Dijo Carlos.
– Venga, adiós, que vaya bien.
– ¡Que te vaya bien a ti! –Dijo Luís– Espero que tengas porno en el ordenador... porque si no...
Cerré la puerta de casa. Fui a acostarme y todo me daba vueltas y vueltas y vueltas y más vueltas...
– Oye, ¿A que están buenas las perras? Son muy guapas. Yo me las follaría. Si fuera un perro no lo dudaría ni un segundo. ¿Te imaginas ser un perro? Si te gusta una perra, la montas y ya está, sin preguntar y sin tonterías. Y cuando acabas te vas y no dices ni adiós.
Yo me reía del comentario pero Marc le dio la razón.
– ¡Pues claro que están buenas! ¿Qué no las ves? Si cuando las saco a pasear todos los perros se la quieren follar. ¿No has visto lo guapa que es? ¡Ven aquí guapa! ¡Ven!
La perra se acercó y comenzó a abrazarla.
– ¡Ay que guapa es mi niña y que buena estás!
Yo alucinaba con ellos. Estaba de visita en su casa. Siempre estoy allí metido. Me encanta estar con ellos. Son los típicos tirados a los que nadie les hace caso. No sé si es por su aspecto de hippies con rastas o por su actitud pasota ante todo. La cuestión es que ellos dos viven juntos y yo siempre voy de visita a su casa. Me apalanco mucho allí, pero ellos me reciben bien. Tuve la suerte de caerles bien y ellos a mí. Y eso no es fácil, pues clasifican a toda la gente de dos formas: o les caes bien o les caes mal. Lo que me gusta de ellos es su espontaneidad, la naturalidad, la sinceridad y lo viscerales que son. Tienen ese punto de desequilibrio mental que les hace más interesantes que la gente normal. Se puede decir que es de la poca gente AUTÉNTICA que he conocido últimamente.
A Marc lo conocí el primer día de clase y me cayó bien. Lo sorprendente de él es que tiene aspecto de pasota, la mirada de loco y continuamente se está cagando en todo. Parece ignorante, pero luego lo conoces te das cuenta de que siempre está leyendo, que está muy cultivado y que te habla de Cortázar o de Eduardo Mendoza como sus escritores favoritos.
A Jorge también lo conocí el mismo día. Tiene aros en los lóbulos, otro en el tabique nasal y por su pinta parece un grunge o un metalero. Pero luego descubres que le encanta la música hardcore y pincha en raves y discotecas de prestigio. Siempre está riéndose y se le va bastante la cabeza.
Ese día Marc se había sacado el carnet de conducir. Así que decidimos irnos a una taberna cercana para celebrarlo con unas cervecitas.
– Yo no voy –dijo Jorge– no tengo pasta.
– Yo te invito, que hoy tengo dinero y soy rico.
Tenía 50 euros y cuando tengo dinero de sobra no me importa invitar a la gente. Llegamos a la tasca y nos pedimos unas cervezas. Allí había más gente con la que Marc había quedado. Por una de esas casualidades de la vida estaba allí un chico que tocaba conmigo en un grupo que teníamos hace unos años. Nos alegramos de vernos y ese casual encuentro fue motivo para tomar unas cervezas más.
–Me alegro mucho de verte Fredy –dijo el que era el batería del grupo– si hay algo que me arrepiento durante este tiempo es de no haber seguido tocando contigo. Tu música es un poco popera y tú eres bastante capullo. Pero me caes de puta madre.
El chico ya llevaba un rato en la tasca y llevaba un pedal bastante más avanzado. Ya estaba en la fase de exaltación de la amistad. Yo sólo llevaba tres cervezas. Entonces alguien pidió cazallas para todos, para brindar por la amistad y por el carnet de Marc. Nos bebimos las cazallas, hicimos las muecas de asco y continuamos con más cerveza.
Jorge ya se había puesto filosófico. Estaba hablando de mujeres.
– No entiendo por qué nos tenemos que complicar la vida cuando nos gusta una tía. Yo tengo un problema y es que cuando me gusta alguna no quiero hablar con ella porque luego me olvido de que quería follármela y acabamos siendo colegas y ya estoy harto. Lo peor que puedes hacer es ser colega de alguien que te gusta porque luego no haces nada. Yo quiero follármela y ya está. Echar un polvo y punto. Sin tonterías. ¿Por qué la gente es tan hipócrita? ¿Por qué no puedes ir y decirle a una: oye, me gustas y quiero follar contigo? ¡Es todo una puta mierda!
Yo tan sólo me limité a darle la razón.
Nos acabamos la cerveza y de nuevo pidieron otra cazalla. Yo no quería pero no iba a hacer el feo de no beber. Me daba angustia oler la cazalla desde que una vez me piqué con un amigo para ver quién se bebía más chupitos seguidos. No recuerdo mucho de aquella noche. Sólo sé que al día siguiente me desperté con ropa, con el cinturón puesto, tapado y cuando pregunté a mis padres por qué estaba así me dijeron que me encontraron tirado en el suelo de mi habitación con una sábana sin desdoblar sobre mi espalda. Al parecer mi primo durmió esa noche en mi cama y no le importó demasiado que yo estuviese en el suelo y me tiró una sábana para que me tapara.
El secreto para beber cazalla es engullirla y llevarla directamente al estómago, sin que pase por la boca, de lo contrario me produce angustia.
Al otro lado de la mesa Marc hablaba con el batería sobre la amistad y la falsedad.
– Mi padre me dijo una cosa que se me quedó grabada en la cabeza–decía Marc con ímpetu –en la vida siempre podrás contar a los amigos de verdad con una sola mano. ¡Y tiene toda la razón!
Pedimos otra cerveza más. Marc ya estaba muy pedo. Decía que no quería beber más. Contó que en la última cogorza que pilló se puso a caminar por encima de los coches y cuando se subió encima de una furgoneta se resbalo y se cayó desde arriba. Por poco se mata. Estuvo cojo durante unas semanas. Luego no podía volver a casa y se puso a potar en un portal. Unos que pasaban por allí vieron la papilla que había echado y uno de ellos dijo “¡Mira! ¡Ha potado fideos!” Entonces Marc se cabreó y cogió un poco de potado con las manos y se la tiró sobre el gracioso de los fideos. Después de eso se cayó al suelo y no recuerda más.
- ¡Lo que más me fastidió era que dijera que eran fideos! –decía Marc– ¡Eran espaguetis que ya estaban triturados por el estómago!
Jorge seguía con sus divagaciones sobre las relaciones entre mujeres y hombres. Comenzó a decirme qué chicas de clase le ponían y me habló de una que le ponía en especial. Me la describió y entonces adiviné quién era. Le dije que yo podía conseguir su número y dárselo.
– ¡Vale! ¡Vale! ¡Si me lo consigues la llamo ahora mismo!
En ese momento trajeron otra ronda de cazallas. Yo ya no sabía cuántas habíamos bebido.
– Mira Jorge, yo te consigo el número, pero con una condición. Si la llamas le tienes que decir abiertamente que quieres echar un polvo con ella.
– ¡Vale! ¡Sí! ¡Sí! ¡Lo voy a decir! De puta madre. Lo digo y me voy a quedar muy a gusto. Necesito decirlo. Quiero quitarme ese trabe. Me da igual lo que diga. Si dice que no le diré: ¡pues tú te lo pierdes cagá! ¡Dame el número!
Hice una llamada y pregunté el número de la chica en cuestión.
– Ahí lo tienes. Llama.
Llamó y habló:
– ¿Hola? Soy Jorge, el de clase, ¿sabes quién soy no? (...) Pues nada, que te he llamado porque me apetece que vengas. Estamos aquí unos colegas y yo, me apetece verte. ¿Qué haces? (...) ¿En tu casa con unos amigos? Pues tú haz lo que quieras, o te lo montas con ellos o te lo montas conmigo, lo que quieras. (...) ¿Quién habla ahora? Ahh, Luis, pues nada, aquí llamando a tu amiga, a ver si le pego un polvo o qué. (...) Pásame con ella. (...) Bueno, yo estoy aquí, si quieres vente, si no... tú te lo pierdes. (...) Vale (...) vale (...) pues hasta luego.
Colgó.
– Dice que se lo pensará y que me llamará si le apetece. JAJAJAJA. Me da igual que no llame. Si no llama mañana la veré y le diré: ¡cagá! Yo ya me he quedado muy bien diciéndolo. JAJAJAJA.
Entonces sonó el teléfono de nuevo. Empezamos a aplaudir, vitorear y reírnos. Yo ya me estaba muriendo de risa. Así que Jorge lo coge y dice.
– ¿Qué pasaaaaaaaaaaaa?? (...) Ah, papá (...) Nada, nada, bien –se salió fuera y siguió hablando. Al poco rato entró de nuevo.
–Nada tío, no va a llamar ¡Pero me la suda! Es más, si me la follo me dará igual que se corra o no, que es ella la que me tiene que hace la faena a mí, que para algo la he llamado.
Al rato volvió a sonar el teléfono. Miramos el número.
– ¡Es ella! ¡Es ella!
Otra vez empezaron las risas y el cachondeo.
–¡Eres el puto amo! ¡A partir de hoy vas a ser mi ídolo!
Se fue fuera a hablar y al rato entró.
– ¡Que se viene! ¡Va a venirse! –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Entonces nos chocamos la mano y decidimos pedir una ronda más. Al cabo de tiempo el dueño del bar nos echó de allí. Salimos del local literalmente a cuatro patas, pues en la calle nos pusimos a pelearnos, a hacer volteretas, a tirarnos por el suelo, a jugar con las perras y a perseguirnos. En cierto momento se tiraron por el suelo en medio de la carretera y nos pusimos a hacer un montoncito. Hacía tiempo que no me tiraba al montoncito con tanta gente. Pero tuvimos la mala fortuna de que pasaba la policía en ese momento y paró. Algunos llevaban sustancias prohibidas en los bolsillos. Otros tenían mucho más que una pequeña cantidad, pues para pagarse el piso y los estudios tienen que vender cierta cantidad al mes. Pero por suerte eran policías enrollados y cuando les dijimos que estábamos jugando con las perras se tranquilizaron y se subieron al coche, nos dijeron que pensaban que pasaba algo malo porque estábamos por el suelo. Se fueron y, afortunadamente, no registraron a nadie.
Llegamos a otra tasca. La chica a la que había llamado llegó. Seguimos bebiendo. Yo ya estaba muy mareado. Vi que ellos dos no se enrollaban y decidí intervenir. Me acerqué a ellos y les dije: daros un besito. Y ella dijo que no, que nos lo diéramos él y yo. Sin dudarlo nos dimos un pico y le cedimos el testigo. Le tocaba. Así que se dieron un besito y comenzaron a enrollarse.
Mi alcoholismo llegó a tal punto que comencé a beberme las copas que vi en la barra sin dueño aparente. No me importaba mucho, si me hubiesen dicho algo tenía previsto decir que me había confundido de vaso.
Al rato me senté en la terracita con más gente, nos pusimos a hablar de diversos temas intrascendentales como de paellas, cohetes y demás cosas de las que hablamos los valencianos.
No tardamos mucho en irnos. Nos metimos seis personas más dos perras en un coche como pudimos y fuimos a parar a casa de Jorge y Marc. Yo me puse a mirar el correo en sus ordenadores y la gente comenzó a marcharse para seguir la fiesta en otro sitio. Jorge y la chica se metieron en la habitación y entonces decidí largarme con el resto de gente. Pero como estaba cerca de casa preferí subir y acabar la noche en ese momento antes de que tuvieran que llevarme entre dos personas.
Llegué a casa, me puse el pijama, me metí en la cama, me puse a escribir un poco antes de acostarme, y justo cuando iba a conciliar el sueño el timbre comenzó a sonar repetidas veces, parecía que el que llamaba tenía parkinson, eran las 4 de la madrugada y había gente durmiendo en casa. Me levanté extrañadísimo preguntándome quién era. Abrí la puerta y eran Luís y Carlos. Venían borrachísimos y buscaban a María, la chica que se había largado con Jorge. Les dije que lo mejor era no buscarla, que se había perdido por ahí.
– ¡Pero si acabamos de hablar con ella! Dice que está en casa de Jorge y que está cerca de aquí, pero como no sabemos dónde vive pues hemos venido aquí.
Les dije dónde era, llamaron, y por supuesto no contestaron y volvieron a mi casa. Luís comenzó a decirme:
– Fredy, ganas mucho en pijama, que lo sepas.
– Gracias.
En una bolsa llevaban una botella de vodka prácticamente vacía. Me dijeron si tenía algo para mezclar y saqué coca-cola.
– Uy, nos cuidas muy bien, Fredy, eso es que me quieres poner facilón está noche– dijo Luís.
– No creo...
– ¿Pero tú eres gay?
– Yo no soy nada.
– Ay, yo creía que eras gay.
– Pues vaya halago.
Ambos empezaron a beber. La tele estaba apagada.
– Oye, pon porno, ¿No tienes porno? –preguntó Carlos.
– Enciende la tele, suele haber un canal porno por ahí –contesté.
Encendieron y no encontraron nada.
– Menuda mierda, no tienes porno. ¿No tienes porno en el ordenador? ¡Saca el ordenador! –insistió Carlos.
– No, no, paso.
– ¿Pero tienes porno gay o hetero? –preguntó Luís– ¡Anda! ¡Si tienes un póster de Dalí! ¿Sabes que yo soy fan de Dalí? ¿Sabes que mi padre es pintor?
Estuvieron un rato más allí hasta que dieron por imposible sintonizar un canal porno y se cansaron.
– Bueno, ya que no sabemos donde está María pues nos vamos. Ya nos veremos –Dijo Carlos.
– Venga, adiós, que vaya bien.
– ¡Que te vaya bien a ti! –Dijo Luís– Espero que tengas porno en el ordenador... porque si no...
Cerré la puerta de casa. Fui a acostarme y todo me daba vueltas y vueltas y vueltas y más vueltas...
10 comentarios
Arlem Islas -
Azathoth -
Explicación breve, las tias cultivan su físico como un valor al alza, a mas hombres puedan atraer, mejor se sentirán con ellas mismas, mas confianza en ellas, etc, eso le da ciertos puntos a la hora de cultivar otras relaciones sociales, y es que la tia en sí no busca que la degraden, busca la supremacía, para ella follar con 200 tios es degradarse por que pierde valor su físico comercial, lo cual pierde estatus, mentalmente hablando ... Y eso es llevado por la gente y llamado en sí "sentido común".
Por suerte, hay algo, "algo" de anarquía en el asunto y es que hay tias que no ven igual eso ...
Por otro lado, también hay tios que después de echarle un polvo, pasan de ella por completo .. Miedo al rechazo también hay ahí, pero bueno, sus mentes están sencillamente aturdidas por el sistema, ¿quieres follarte a una tia sin más? Cárgate el sistema.
Watson -
Bixina -
Un besín :o)*
Hugo -
La vida, que es muy perra, me hace ir dando saltos de aquí para allá, mon ami.
Pero sigo siendo yo.
Leí la entrevista donde te acordabas de mí y me emocioné, cacho cabrón.
No vuelvas a hacerlo o acabarás con mi poca y mala reputación.
Un abrazo.
Marquitos -
Oye, dile a tu colega Luis, que eso de querer ver porno en cuchipanda, no es muy machote que digamos.
Me lo he pasado muy bien.
Abrazos.
En Tierra Firme -
Nika -
Mimenor -
Mucho tiempo.
Thiara -
En cuanto a ir a saco, o a lo hijo de puta, si les funciona bien, y parece ser que le funcionó, pues de pm para él, se ve que estaba desesperado. El hombre quería follar y lo dijo clarísimo, no hay equívocos. Lo que me alucina, un poco, es la facilidad con que lo consiguió. Probablemente, dos iguales se entienden. Es decir ella tb folla y no importa con quien. Parece que a muchas tías les va los caraduras y que las traten como mujeres objetos. Igual digo de los tíos, cuando son tratados como pollas servibles.
En fin, muy respetable y me hace gracia, pero no lo comparto.
Casi mejor follarse a esas perras tan lindas, jajaja.
Me encanta como le dice a su perra que está buena y el "mi niña" jeje.