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En Tierra Firme

¿Te gusta leer? Capítulo 2

- Ya me he comprado el libro –me dijo.
- Me alegro. ¿Qué libro era?
- La sombra del viento.

A las nueve cortan el aire acondicionado en el centro comercial. A las diez salimos. Supongo que lo harán para ahorrarse una pequeña cantidad de dinero y para que los clientes no se sientan tan a gusto allí dentro y comiencen a pensar en marcharse a casa. Los que trabajamos allí sufrimos en nuestras carnes esa decisión tan rácana e inhumana.

Salió una cucaracha por debajo de los armarios y cruzó el estand

 

.

Las dependientas que estaban atendiendo a clientes salieron corriendo. Otras gritaron. Una se escondió detrás de mí como si en vez de una cucaracha hubiese salido un asesino con un cuchillo amenazándonos. La chica de fotografía dejó las fotos y se puso a gritar mientras el rollo de la máquina de revelar seguía rodando. La cucaracha se había detenido allí en medio, ante el estupor de los que estábamos dentro y la sorpresa de los clientes que estaban fuera.

- ¡Qué asco! ¡Qué asco! UUUUU – decía una como si viese a un muerto en estado de descomposición. Poco le faltó para desmayarse.

 

La cucaracha avanzó dos baldosas. De nuevo los gritos, las histerias, los lloros, los traumas y las lamentaciones. Algunas, que intuyeron que podían estar viviendo los últimos instantes de su vida, llamaron a sus familiares para decirles que les querían.

Un cliente que había por la parte de fuera me dijo:

- ¡Venga mátala! – y señalaba con el dedo a la cucaracha. Implorando que acabase con la agonía de las trabajadoras que estaban allí dentro en ese momento.
- ¡A mí me sabe mal matarlas! – contesté.
- ¡Sólo me faltaba por soportar esto en el trabajo! – Clamó una mirando al techo.
La chica que estaba detrás de mí me empujó. – Mátala, hombre. ¡Mátala! – me decía.

Todos me miraban.

Yo era el único hombre que había dentro del rectángulo del estand. Todas las chicas se habían ido a las esquinas huyendo del peligroso y abominable insecto.

Aquello era un cuadrilátero.

Por un lado teníamos a Fredy y por el otro a una cucaracha sin cerebro que paseaba tranquilamente. La gente de fuera comenzó a agitarse. Empezaron a hacer entre ellos apuestas por el ganador. La chica que se había escondido detrás de mí era mi manager y estaba alentándome como a Rocky.

- ¡Acaba con ella! – me decía a cámara lenta.

 


Yo imaginé que tenía una toalla en mis hombros y que tan sólo llevaba un pantalón corto. Me tenía que poner el protector dental. Las gotas de sudor se deslizaban por mi frente a causa de los focos. Nuevos clientes se acercaron para presenciar el combate. Era mi oportunidad, el momento de lanzarme a la fama consiguiendo el cinturón de campeón. Por fin demostraría que yo era un hombre que sabe combatir. Tenía que poner en práctica todos los conocimientos que adquirí en mi adolescencia jugando al Mortal kombat y al Street Fighter.

Sonó la campana.

¡Cooooooomienza el combate!

Los púgiles se miran. Dan vueltas al ring. Fredy se lanza al ataque y la cucaracha en vez de afrontarlo le da la espalda. Atención señores. Fredy se indigna con la afrenta y sale tras ella. La acorrala contra las cuerdas. La superioridad de Fredy es evidente. 70000 gramos contra 20. Puede aplastar a la cucaracha con su pie. ¿Pero qué hace? ¡Fredy ha cogido un folio! Se agacha a donde está la bestia inmunda y coloca el folio sobre ella.

- Es para no mancharme el zapato –expliqué a los asistentes.

El público vibra.

-¡Písala! ¡Písala ya de una vez!
- Acaba con nuestro sufrimiento Fredy –decían las dependientas.

Fredy se dispone a efectuar el golpe de gracia que dejará K.O. a la cucaracha, cuando ¡atención! La cucaracha escapa en el último momento del manto (folio) que había colocado su contrincante sobre ella. Parece que está herida. Ha sido pisada por una parte. Apenas puede caminar.

- ¡Písala! ¡Písala! – Gritaban al unísono.

Pero no podía hacer caso de la plebe. No quería ser un criminal. Me giré y miré a la grada. Allí estaba el Cesar. Le mostré mis respetos. El Cesar se levantó y echó una mirada a la grada. Estaba a punto de emitir su veredicto.

 

 

Dedo abajo.

Muerte.

Pisé a la cucaracha y la mandé a una vida mejor.

Fatality.

La gente invadió el cuadrilátero. Me felicitaron. Me abrazaron. Yo buscaba a Paulie y no la encontraba.
¡Pero qué coño! yo no conocía a ninguna Paulie.

Un operario se llevó el cadáver de la cucaracha y la tiró en la basura.

Yo era un asesino de cucarachas vendedor de teléfonos móviles.

- Nos has salvado la vida Fredy.
- Ha sido un placer.

8 comentarios

ezcritor -

me he reído mucho, muy teatralizado ¿cómo hubiera terminado si no la hubieras matado?

...hago una pausa y sigo leyendo tras comer

Fenix -

Plebe zorra!! Deberías haberles hecho una montadita de cucaracha para su café, perras!!

noadas -

Creo que aquí falta la segunda parte del relato ya qué : "El artículo Nº 239 de Código Procesal penal establece que cuando se trate de una muerte sospechosa de criminalidad, debe procederse allevantamiento del cadáver, extendiéndose un acta" Qué pasó con el levantamiento de cadaver?

Celia -

Mataste a una pobre cucaracha por contentar a los demás? No me esperaba eso de ti.

Ya fuera de coñas, me he reído un montón, eres la caña :P
Besos!!

Gregor -

Bueno, saludo y despedida, me rajo de vacaciones pronto y después al curro, se acabó mi tiempo de comentarista. Ha sido corto, pero fructífero estos días.

Suerte y a seguir deleitando con esos posts.

Gregor -

jajaja, muy gracioso y divertido. Ciertamente, estos días has subido el nivel. A seguir así de bien.

El post tiene un humor inmejorable. A mí me dan asco esos bichejos y las cucarachas voladoras más. Soy un débil, jejeje.

saludos.

En Tierra Firme -

Es un honor que me lo diga alguien como usted.
Muchas gracias.
A ver si esta noche leo lo suyo.

Asmadeus -

Te encuentro inspiradísimo, Fred. ¡Tienes que decirme qué desayunas!

Tus últimas aportaciones me parecen de un nivel admirable. Me alegro mucho y te felicito por ello.

Sigue así.

Un abrazo.