Después de la vida
Woody Allen
Estaba remando en la barca de Caronte. Me sorprendí mucho, pensaba que después de la vida no existiría un más allá. Creía que una vez muerto iba a llegarme la paz eterna, pero ahora un puto viejo me estaba haciendo remar como si me hubiesen condenado a galeras. En ese momento me arrepentí de no haber seguido con la medicación.
La situación era curiosa, yo remaba en la barca en compañía de un viejo harapiento y nunca en mi vida llevé a mi mujer a El Retiro. Ella siempre me preguntaba cuándo la llevaría y yo le contestaba con evasivas, ahora que estaba muerto lo estaba haciendo con ese viejo apestoso, lo que hay que ver.
Llegamos a la otra orilla. Esperaba que me llegase mi merecido descanso. Pero, cuando me dispuse a bajar de la barca, Caronte me dijo:
– Dame una moneda.
– ¿Una moneda? –pregunté extrañado.
– Sí, a todos les pido una moneda.
Busqué en mis bolsillos, encontré una moneda de dos euros y se la di. Nunca había pagado tan poco por un descanso tan largo. Si la gente supiera qué barato resulta un descanso eterno dejaría de gastarse el dinero en estúpidos balnearios y se suicidarían en masa.
– Gracias –dijo Caronte.
– De nada buen hombre. Ten cuidado no se te vaya a hundir la barca y te ahogues.
Después me adentré en aquella tierra desconocida. Tras avanzar unos metros me encontré con un abominable perro de tres cabezas que me miraba muy pero que muy mal. Me asusté mucho e intenté avanzar por un lado del sendero, pero el perro comenzó a ladrar.
– Perrito, perrito bueno... –dije asustado para tratar de tranquilizarlo.
Estaba aterrorizado, parecía un perro peligroso. No sabía qué hacer para quitar al chucho de en medio, así que en un acto heroico cogí una rama seca y la lancé para que el perro fuese a buscarla.
–¡Busca campeón!
El perro permaneció inmóvil y siguió la trayectoria de la rama con una de sus tres cabezas, las otras dos seguían mirándome fijamente.
– ¿Tú eres gilipollas? –Dijo la cabeza de en medio. Al parecer, era la mas autoritaria de las tres.
– Esto... yo –no sabía qué decir, me sentía estúpido– ¿Tú quién te has creído para llamarme gilipollas?
– Soy Cancerbero, me encargo de que ningún vivo entre vivo al mundo de los muertos y de que ningún muerto salga de aquí.
– ¿Entonces puedo pasar?
– Pasa Fredy, pero eso sí, ya no podrás salir de aquí nunca más –y el maldito perro pulgoso estalló en una carcajada.
Sentí deseos de darle una patada. Pero no quise cometer un pecado de última hora justo cuando se acercaba mi juicio final.
– Oye Cancerbero, ¿Ahora a dónde tengo que ir? –pregunté.
– Mira, ¿Ves ese sendero de ahí? –Señaló como un nativo que conoce el lugar a la perfección– Si sigues todo recto verás un cartel que dice "hacia el juicio final" tú sigue por ahí todo recto.
– Gracias perrito.
– ¡No me llames perrito! - Gritó enfurecido.
2
Seguí aquel largo camino. Odiaba el senderismo y ahora muerto tenía que hacer todo aquello que no me gustaba hacer en vida.
Subí por una pendiente muy pronunciada. Caminé durante media hora hasta que encontré una bifurcación en el camino en la que había una señal en el medio. Una de las flechas apuntaba hacia la izquierda y ponía “Hacia el juicio final”. La otra apuntaba hacia la derecha y ponía: “Hacia el cielo”. Decidí acortar camino y saltarme el juicio final. Al fin y al cabo el juicio era una pérdida de tiempo. Yo estaba seguro de que iba a ir al cielo.
Continué por aquél pesado camino. Subí tanto que las nubes se encontraban por debajo de mí. Aquella montaña parecía tener una altura infinita. Parecía que aquello no se iba a acabar nunca, pero finalmente, al girar una curva vi una puerta inmensa que irradiaba una luz desde dentro que nunca antes había visto. Era una luz que transmitía paz y amor. Me di cuenta de que el cielo sería algo así como fumarse un porro y apuntarse con un flexo en la cara. Era maravilloso.
Me acerqué a aquella puerta dispuesto a abrirla. Pero un portero que estaba allí me puso la palma de su mano en el pecho y me detuvo. Tenía el pelo rizado y en su mano izquierda custodiaba una llave.
– Hola ¿Es aquí el cielo? –Pregunté inocentemente.
– Sí, es aquí estimado Fredy. Mi nombre es San Pedro, custodio las puertas del cielo, ¿Has traído la documentación?
– ¿Qué documentación?
– Pues hombre, la del juicio. ¿Ya te han juzgado?
– No, pero te aseguro que yo he sido bueno en esta vida.
– Pero es que sin el certificado del juicio no puedes entrar aquí.
Me di cuenta de que la burocracia en el mas allá no había mejorado mucho más que en la Tierra. Aquello era como cualquier ventanilla de este maldito país en la que siempre te decían que faltaba algún papel.
– Pues dígame San Pedro, ¿Qué tengo que hacer?
– Mira, ahora es la hora del almuerzo, te puedo acompañar hasta nuestro Santo Padre.
– Gracias San Pedro, eres muy amable.
– De nada Fredy, para eso estamos.
Y emprendimos el viaje hasta los juzgados.
Por el camino le pregunté si se ganaba mucho dinero siendo pescador de hombres. En la Tierra no existía ninguna empresa en la que se ofrecieran esos servicios y alguien podría haberse hecho multimillonario con ello. También le comenté que por las noches muchas prostitutas salían por las calles para pescar hombres. No sé por qué extraña razón a San Pedro no le gustó ese comentario.
Pronto llegamos al juzgado celestial y me despedí de San Pedro, que tenía prisa por irse a almorzar al bar.
– ¡Hasta luego San Pedro! –Le dije amablemente como si fuésemos colegas de toda la vida.
– No estés tan seguro de que nos vayamos a ver.
No me gustó la broma de San Pedro.
Me giré y observé el edificio. La puerta era inmensa y estaba decorada con imágenes de santos talladas en oro. Supuse que la puerta era así de grande para que el gran Dios pudiese entrar. Aunque pensándolo bien, si Dios era omnipotente podría entrar por cualquier puerta. Subí las escalinatas del juzgado. Cuando me acerqué al edificio la puerta se abrió sola y una voz de ultratumba me dijo desde dentro “adelante”.
Atravesé el umbral con miedo. Miré a mi alrededor y vi que aquello tenía el mismo aspecto que un juzgado americano de esos que salen en las películas. Dirigí la mirada al asiento del Juez y lo vi. Era él. Estaba, por fin, cara a cara con Dios. Había soñado con este momento durante toda mi vida. Dios se parecía a Fernando Fernán Gómez. Él me miró y en esa mirada encontré la compasión y el amor de Dios. Era el momento más emocionante de mi vida, (bueno, mejor dicho: de mi muerte, pero si hubiese estado vivo sin duda alguna hubiese sido de el momento más emocionante de mi vida). Me embriagó una profunda emoción, estaban a punto de saltarme las lágrimas, sentí deseos de arrodillarme, se me puso la carne de gallina, el corazón me latía fuerte, la respiración...
– ¿Se puede saber qué cojones miras? –Dijo Dios enfurecido– deja de mirarme con esa cara de gilipollas y siéntate de una puta vez. No tengo todo el santo día.
– De acuerdo Santo Padre –le dije emocionado.
¿No tenía todo el santo día? Pensaba que aquí no existiría el tiempo, ¿Dios tendrá agenda? En ese caso debería ser un fastidio ser Dios y tener que atender todas las peticiones de los fieles, aunque para algo tenía el don de la omnipresencia.
– Vamos a empezar el juicio. Se ruega silencio en la sala.
Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie en la sala.
Dios apagó la luz y sacó un mando a distancia. Presionó un botón y en el extremo opuesto de la sala descendió una impresionante pantalla de plasma de más de cincuenta pulgadas.
– ¡Joder! ¡Qué pedazo de tecnología tenéis aquí! –No pude evitar decirlo.
– ¡No blasfemes maldito inútil!
– ¿Y tú qué acabas de hacer? –Le dije extrañado, pues acababa de llamarme inútil.
– Yo tengo impunidad, ¿O voy a ser juzgado por mí mismo? –Dijo de forma despreciable– la cantidad de idiotas que tengo que aguantar a lo largo del día... Dios mío –dijo para sus adentros.
– Entiendo –Volví a mirar la tele. Debía medir más mis actos y mis palabras.
Eso de que el propio Dios dijera "Dios mío" me había dejado atónito. ¿Dios tenía otro Dios? ¿Tendría a otro creador por encima? ¿Hemos adorado a un simple creador que fue creado por otro?
Parecía que Dios estaba rebobinado la cinta. Reinaba un gran silencio. Pensé que ya que estaba ante él podría solventarme las dudas que siempre tuve.
– Oye Dios... ¿A ti quién te creó? ¿Por qué hay tantas injusticias en el mundo? ¿Por qué hiciste al hombre tan imperfecto y luego te enfadas cuando no actúa bien? ¿No deberías enfadarte contigo mismo por haber creado unos seres tan imperfectos? ¿No eres tú el causante de tanto mal? ¿No crees que eso de juzgar a seres que venían con defecto de fábrica es injusto?
– ¡Cállate idiota! ¡Deja de preguntar gilipolleces o te envío directo al infierno!
Me callé. En ese momento averigüé que ese amor de Dios al que todos imploraban no existía. Era todo mentira. Dios sólo era un dictador más.
Dios apuntó con el mando a distancia hacía la tele. Presionó con su pulgar uno de los botones repetidamente, pero aquello no parecía funcionar.
– Me parece que esta mierda no tiene pilas.
Permanecí callado y lo miré con una ligera preocupación. Dios era un torpe y a mí me hicieron creer que era perfecto. Me reí de mí mismo por haber sido tan ingenuo durante este tiempo. Tan sólo hacía falta ver a los hombres para darse cuenta de que Dios podría ser cualquier cosa menos perfecto.
Al cabo de un rato, Dios todopoderoso, consiguió encender la tele.
– Vamos a ver el vídeo –dijo como si fuera un presentador de televisión.
Las imágenes se proyectaron ante los dos. Eran escenas de mi vida. Lo primero que vi no me gustó nada y a Dios, por la expresión de su cara, parecía que tampoco. Aquello era muy desalentador.
3
Terminó el video. Dios apuntó con el mando, apagó la tele y me miró fijamente asintiendo con la cabeza.
– ¿Qué tengo que hacer contigo? –Preguntó Dios con resignación.
– ¿Y por qué no han puesto las cosas buenas que hice? ¿eh? ¿Por qué no ha salido el día que llevé a un ciego hasta su casa? –Protesté.
–¡Ese era un ciego de verdad y tú pensabas que era un borracho!
– Bueno, hay un refrán que dice: "haz el bien y no mires a quién". Además, he hecho muchísimas cosas buenas en mi vida.
– ¿Sí? ¡Dime cuales!
– Pues... –y vacilé unos segundos.
– ¡No has hecho ni una sola cosa bien en toda tu puta vida! –me interrumpió– ¡Te vas a pudrir en el infierno! ¡Vas a sufrir como un condenado! ¡Es lo único que te mereces inútil!
– ¡Pero esto es una injusticia!
– Ya sé que esto es una injusticia, ¿Pero alguna vez has visto algo justo en tu vida? Creé el mundo injusto para que pudieseis elegir entre el bien y el mal. Tú has elegido el mal camino. Muchas veces has dicho: "Si Dios existiese no pasarían estas injusticias". Pero existo y también creé las injusticias, yo mismo soy injusto. Hago tratos de favor, hace poco vino George Bush y le firmé la documentación para ir al cielo sin repasar el video. Hizo muchas donaciones a la Iglesia y me caía bien.
– ¿Pero tú no eras el que quitaba el pecado del mundo? ¿Tú no eras el que promulgaba la doctrina del perdón?
– ¡Ja! Eso lo dijo el bastardo de mi hijo. Él es un rebelde y no aprendió nada de lo que le enseñé. Estaba harto de mí y sólo por hacerme la puñeta se hizo hippie. Si hubiese nacido ahora seguro que fumaría porros y tocaría la guitarra. Anda que no me reí cuando dijo en la cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". ¡Y tanto que los perdoné! Los perdoné y les di un puesto en el correccional en el que he internado a mi hijo. A ver si aprende y se le quitan las ganas de volver a liarla ahí bajo.
Estaba triste. Durante toda mi vida luché por la justicia y por el bien. Defendí a los inocentes e indefensos. Al descubrir quién era Dios, todo eso en lo que creía se fue por la borda. Entonces comprendí por qué nos crearon a su imagen y semejanza. Pero yo no era así. ¿Qué mecanismo celestial había fallado para que no naciese con esos valores? A Jesucristo lo había enviado a un correccional. No había nadie sentado a la derecha de Dios padre. Todo aquello era una vergüenza. Aquello sólo era un reflejo de la humanidad. La gente creía en un Dios imperfecto y se regía por sus normas. Yo era mejor que Dios, debería ser yo el que estuviese sentado allí y no ese viejo perverso.
Entonces... se me hizo la luz.
¿Qué tal si le pegaba hasta matarlo y ocupase su puesto?
– Toma hijo –Aún tenía la osadía de llamarme hijo– Aquí tienes la documentación firmada para ir al infierno.
Me acerqué para recoger el papel y lo miré. Sabía a lo que me arriesgaba. Dios era todopoderoso y probablemente al mínimo intento de matarlo podría hacer que un rayo me fulminase.
– ¡Cuidado! –dije– tienes una cucaracha detrás de ti.
– ¡Ahhhhh! ¡Socorro! ¡Tengo fobia a las cucarachas! ¡No sé por qué cojones las creé!
Se giró para ponerse a salvo de la cucaracha y entonces me abalancé contra Dios. Salté por encima de la tribuna y lo agarré del cuello para estrangularlo. Apreté bien fuerte mientras Dios se retorcía incrédulo ante lo que estaba ocurriendo. Caímos al suelo y me quedé encima de él. Continué apretándole el cuello y con movimientos muy bruscos le aporreé la cabeza contra el suelo.
– ¡Toma hijo de puta! ¡Eres un cabrón! –grité.
– ¡Guardias! ¡Guardias!¡Socorro! –Consiguió pronunciar a duras penas mientras se revolvía en el suelo y me agarraba las muñecas tratando de zafarse de mí.
Al fondo se abrió una puerta y aparecieron dos ángeles vestidos de blanco. Tenían alas en la espalda, el pelo rizado y un deje muy femenino en sus andares.
– ¡Oh! ¡Santo Dios! –Dijo uno de los ángeles con una voz afemeninada. Tenía mucha pluma, posiblemente era por las alas.
Ambos ángeles eran muy fuertes, estaban bien cuidados en el gimnasio. Me agarraron y enseguida consiguieron separarme de Dios.
Dios, que todavía estaba conmocionado en el suelo me dijo:
– ¡Pagarás por lo que acabas de hacer!
– ¡Deberías perdonarme ahora mismo y ofrecer tu otra mejilla! ¡Pónmela, chulo, que te la voy a partir!
– ¡A la mierda hijo de puta! ¡En el infierno te enseñarán lo que es bueno! –Se dirigió a los guardias que me sujetaban– Llevad al infierno a este pecador.
Los ángeles me sacaron de los juzgados a golpes y patadas. Al salir oí a Dios que decía en voz baja:
– Joder, voy a jubilarme pronto. Tengo demasiados años, ya no estoy para estos trotes, este es el tercer ataque que sufro en lo que va de semana.
Me metieron dentro de una jaula con ruedas. Aquello parecía la escena de Gladiator en la que Russell Crowe es deportado. En el pescante del carro estaban los dos ángeles guardianes. Parecían homosexuales. Durante el camino hacia el Averno estuve escuchando sus conversaciones. Uno trataba de convencer al otro de que necesitaba un masaje para aliviar la tensión y se ofrecía a hacérselo. El otro le contestaba que no era necesario, que se encontraba bien y que lo único que necesitaba era descansar un poco en la cama, aunque si él le acompañaba y le daba cariño sería mucho mejor. Después se miraban a los ojos y se sonreían. Mientras tanto yo me preguntaba por qué decían que los ángeles no tenían sexo.
Al cabo del tiempo llegamos a las puertas del infierno.
– ¡Aquí te quedas! Pronunció con su voz de niño y su deje homosexual.
– Muy bien –contesté.
Cuando se alejaron con el carro vi que uno apoyó la cabeza sobre el que llevaba las riendas. Deduje enseguida quién era el pasivo y quién el activo.
Me quedé contemplando la puerta del infierno. Se encontraba en una montaña. Me acerqué a la puerta y cuando la quise empujar se abrió sola. Al menos no había nadie en la puerta pidiendo la documentación. Estaba un poco asustado. Sabía que me esperaba la tortura y el castigo. Aullaría en la agonía infinita, estaría todo impregnado por el olor de la podredumbre, tendría la boca atosigada por la basura ardiente, y la piel se me caería a trizas y se me pudriría y una bola de fuego me quemaría las entrañas desgarradas.
Me adentré por aquella cueva candente. En el fondo había un rojizo alarmante. De pronto, se escuchó una pequeña explosión cerca de mí y entre el humo apareció un demonio terriblemente feo. Pensé que ese sería el demonio que ejecutaría mi castigo y el que me haría sufrir eternamente.
– Tú eres Fredy, ¿no? –preguntó al verme.
– Sí, soy yo. ¿Tú quién eres?
– Soy el Demonio, he venido a recibirte personalmente. Me he enterado del altercado que tuviste con Dios.
– Uff, como vuelan las noticias por aquí. Pero espero que no me tengas en cuenta eso que hice, estaba fuera mis cabales, de verdad, no me condenes por eso. ¡Te lo suplico!
– No te voy a condenar estimado Fredy. He venido a felicitarte.
– ¿A felicitarme? –pregunté extrañado.
– Aquí en el infierno admiramos a la gente como tú, Fredy.
– ¿Qué quieres decir?
– Es fácil, has llevado una vida todo lo contrario a ejemplar. Por eso estás aquí.
– ¿Y ahora qué? ¿Me castigaréis?
– Venga Fredy ¿Castigarte nosotros? ¿Por quién nos tomas? ¿Por unos funcionarios de prisión? El castigo es sólo para las personas justas. Nosotros somos demonios, somos holgazanes, injustos y sobre todo, no vamos a hacer justicia con una persona como tú. Todo lo contrario, estamos orgullosos de ti. Los demonios promovemos el mal, la violencia, la mala vida. Y tú has sido uno de los nuestros. ¿Por qué tendríamos que castigarte? ¿Por hacer lo que nos gusta que hagas? Si te castigásemos por todo lo malo que has hecho en la vida estaríamos siendo justos y por lo tanto buenos. Y aquí somos de todo menos buenos ¿Entiendes?
– Dios me dijo que aquí me ajusticiaríais.
– Tonterías. Dios es un viejo choto. No le hagas caso. Eso de hacer justicia está pasado de moda. Además ¿Nosotros vamos a obedecer las órdenes de Dios si es nuestro principal enemigo? Nosotros somos ángeles caídos y hacemos lo contrario de lo que él diga.
– Es interesante esto.
– ¿Sí verdad? Tengo entendido que te encanta Jonh Lennon ¿Es así?
– Así es. ¿Por qué lo dices?
– Esta noche hay un concierto de Lennon en la sala Lucifer. ¿Te apuntas? Te presentaré a personalidades importantes.
– ¿Pero aquí hacen conciertos? –Pregunté conmovido.
El demonio estalló en una carcajada.
–¡Qué mala imagen tenéis del infierno! Me encanta ver la cara de sorpresa que ponéis al enteraros de que el infierno es mejor que el paraíso. Aquí puedes disfrutar de los placeres carnales y encima tienes la ventaja de que no puedes morir de Sida porque ya estás muerto.
– ¿En serio?
– Ya lo comprobarás por ti mismo, no te lamentes por no haber entrado en el cielo, agradecerás estar aquí, de veras. Allí está todo lleno de pijos vestidos de blanco tocando arpas y llevan relojes Viceroy. Sin embargo, aquí en el infierno todo es rock and roll y guitarras eléctricas.
– ¡Eso es genial! y una pregunta ¿Por qué está Lennon en el infierno?
– ¿Por qué? ¿No recuerdas las declaraciones que hizo diciendo que los Beatles eran más famosos que Jesucristo?
– Sí, sí. Perfectamente.
– Pues a Dios no le sentaron nada bien esas declaraciones. Protege mucho a los suyos.
– Me habló muy mal de su hijo cuando estuve ante él.
– Sí, sabemos que no se llevan bien, pero es lo que hace el instinto paternal. Además, lo que más le jodió es que Lennon llevaba razón.
–¡Esto es una pasada!
– Por cierto, la gira de Lennon se llama “Imagine there´s no heaven”.
– ¡Muy ocurrente! ¡Sí señor!
Aquello parecía un sueño, no me lo podía creer. ¡Iba a ver un concierto de Lennon en el infierno! De haberlo sabido antes me hubiese pegado un tiro en vez de estar padeciendo con la enfermedad hasta el final.
– Estaré encantado de ir al concierto –dije–. No me lo perderé por nada del mundo. ¡Siempre ha sido mi ídolo!
– Pues te espero a las 22 en la sala Lucifer.
El demonio desapareció entre una gran bola de humo e impregnó el ambiente con un insoportable olor a azufre.
Me adentré por las cuevas rojizas y me metí en una plaza muy concurrida de gente. Vi a un hombre pasar por mi lado y le detuve.
– ¿Y tú qué has hecho para estar aquí? –pregunté.
– Inventé los abrefáciles de los tetabricks –contestó.
De pronto vi pasar a una rubia despampanante. Estaba buenísima. Nos miramos fijamente y ella me guiñó un ojo de forma maliciosa.
Al fin y al cabo no lo iba a pasar tan mal en el infierno.
17 comentarios
No creo que sean asi las cosas -
Oriol -
DANIEL -
destartalado -
Marta -
Tú eres un champion, ganases o no ;)
Buttercup -
Venialbo_ -
Voy a seguir un rato más leyendo ;P
SUERTE ESTA NOCHE!!!
el padre(el del foro.ezcritor) -
Realmente me ha gustado.
Enhorabuena y un abrazo.
El padre
En Tierra Firme -
Espero verte por aquí Demente.
DementeTech -
Y, a proposito, muy merecida tu nominacion.
Tienes a un lector mas en tus filas.
Rosicky -
El texto es divertido, da gusto leerlo. Te envidio y demasiado...
Ya te comentaré :D
¡Un abrazo muy fuerte! :)
Rosicky -
:D
El texto como siempre, desternillante e ingenioso.
¡Un abrazo, amigo!
:D
el_Vania -
Qué bueno.
Gracias Fredy.
Salud/OS!
PD: Hace tiempo que no te veo por mi casa, empezaré a ponerte faltas de asistencia, jijiji!!
Lya -
Muy ocurrente, sí señor.
Un saludo.
Sabio Blanco -
guixots -
Es más divertida tu manera de verlo que la mía que es más... ¿tradicional? En realidad, no sé muy bien qué pienso sobre ello, me va a días.
En Tierra Firme -