El saber no ocupa lugar
En una habitación hay colgada una orla de licenciados en filosofía de la universidad de Valencia. En una de esas fotos está él, Oscar, con semblante sonriente.
Oscar está tumbado en su cama, las sábanas son blancas, las paredes blancas, su ropa blanca. Su tripa ruge, es mediodía, hora de comer. Se levanta y se dirige a su cocina blanca. Abre su nevera blanca y ve que no hay ni un solo alimento. Tan sólo hay un libro blanco en una de las rejillas. Lo coge, es la crítica de la razón pura de Kant, lo pone en un plato. Coge un salero y sazona el libro como si fuera lo más normal del mundo. Mete el plato con el libro dentro del microondas blanco, programa el tiempo y cierra el microondas. Pasa el tiempo, suena la campanita del microondas, saca el plato con el libro calentado y se va al comedor. Pone el plato sobre la mesa, coge una servilleta y se la pone sobre su camisa blanca para no mancharse. Coge un cuchillo y un tenedor y mira al plato con ganas de devorarlo. Pero su rostro cambia, le invade una tristeza enorme, parece que va a llorar. El libro ha desaparecido del plato y ahora tan sólo están las espinas de un pescado. Sigue teniendo hambre, pero no puede comer.
Se levanta de la silla, se sienta en su sofá gris y enciende la tele. En la tele aparece el presentador del programa Saber y ganar, y anuncia una pregunta en la que los concursantes podrán ganar miles de euros si responden correctamente. La pregunta es la siguiente: ¿En qué libro de Kant se expone la tesis de que religión y moralidad pueden fundarse en la razón?
Oscar observa el programa con indignación, su rostro se vuelve iracundo, no lo soporta más, se le hinchan las venas de la frente y se levanta de un arrebato. Se acerca al televisor, arranca los cables de cuajo, lo coge, se dirige al balcón que está en esa estancia y lo lanza con rabia. Se escucha un estruendo enorme. Los transeúntes se paran alrededor del televisor y miran hacia arriba, no ven a nadie, chismorrean entre ellos. Se ve a Oscar que ha bajado de su casa y pasa por al lado de ellos, los mira con desprecio y pasa de largo.
Oscar se dirige al supermercado, pero en la puerta ve a un mendigo que pide para comer. Se detiene delante de él y lo mira con piedad, piensa que hay gente que está peor de él. En un alarde de infinita generosidad saca el libro de Kant y lo pone en su cuenco de monedas. El mendigo lo mira extrañado, no entiende por qué le ha dejado un libro, coge el libro y lo abre, agita sus hojas y ve que no cae nada de valor de dentro de ellas, el mendigo se cabrea y le lanza el libro en la cabeza y le insulta. Oscar lo mira muy sorprendido, hace gesto de no entender cómo alguien rechaza algo tan valioso, como si le hubiera dado un billete de 500 euros. Recoge el libro del suelo, se lo mete en el bolsillo y entra en el supermercado.
Luego pasea entre las estanterías del supermercado, ha llenado su cesta con un paquete de pasta y un bote de tomate. No le hace falta más. Pero pronto se cruza con una joven de buen ver que va de negro, lleva una caña de pescar levantada, en el anzuelo cuelga un letrero que dice: Compra algo que no necesites. Oscar la ignora, le da la espalda, se mete en otro pasillo y se le encuentra de frente acercándose hacia él. Él se asusta y vuelve atrás por otro pasillo y vuelve a encontrarse con ella de cara. Tiene un semblante siniestro y amenazante, su cara está llena de sombras. Oscar no sabe qué hacer, mira a su alrededor y ve unas chocolatinas, las mete en su cesta y vuelve a mirar a la chica de negro. Ella dibuja una leve sonrisa y se marcha con su caña de pescar.
Luego se dirige a la caja. Pone lo que ha comprado sobre la cinta, la cajera le indica el importe de la compra señalando la pantalla electrónica. Oscar mira con indiferencia el importe y como si sacase un billete de su cartera saca su libro, arranca una hoja y se la da a la cajera. La cajera mira estupefacta la hoja y no sabe si echarse a reír o asustarse por estar ante un loco, así que se gira buscando con la mirada al guardia de seguridad, el guarda de seguridad la ve, ella levanta la mano y le hace un gesto de que se acerque. Oscar ve que se acerca el guardia de seguridad a por él, se siente amenazado y antes de que llegue se lanza a correr para que no le coja. El guardia de seguridad sale corriendo detrás de él. Oscar sale a la calle y sigue corriendo, va en contra dirección de toda la muchedumbre, nadie camina en la misma dirección que él. Atraviesa un paso de cebra en el que sólo pisa las líneas negras, el resto de la gente pisa las franjas blancas. El guardia de seguridad se ha quedado atrás y deja de perseguirlo para volver a su puesto.
Oscar sigue corriendo un poco más y cuando dobla la esquina cae rendido de cansancio, se apoya sobre sus rodillas y resopla. Mira a su lado y ve un cartel que dice: Se ofrece empleo. Se reincorpora, está oscureciendo, sobre él se ve el cielo crepuscular. Se planta delante de la puerta donde ofrecen un empleo y tras dudar unos segundos entra.
Aparece en una estancia muy oscura y muy negra. En la pared ve un letrero en el que pone “Oferta de trabajo” y una flecha que apunta a unas escaleras que bajan. Casualmente sobre el letrero se encuentra la luz de emergencia con la inscripción “Salida de emergencia” que apunta hacia las mismas escaleras. Oscar baja las escaleras y encuentra una estancia similar, pero más deteriorada y más oscura, encuentra un cartel que indica que tiene que bajar por otras escaleras. Baja y aparece en otra estancia mucho más deteriorada, las paredes llenas de manchas y suciedad, un cartel le indica que baje. Llega abajo del todo, hay un pasillo oscuro en el que hay una tubo de luz que funciona a intervalos, al final del pasillo hay una puerta en la que dice “oferta de trabajo” y sobre la que se sitúa la luz de emergencia con el letrero de “salida de emergencia”. Con pasos temerosos avanza, la luz se enciende y se apaga, él está sucio y sudoroso. Abre la puerta con miedo y se adentra.
En la habitación hay una mesa redonda iluminada desde arriba, el fondo es negro, muy negro. Hay un hombre sentado que lleva un sombrero y un puro en la boca. Oscar lo mira y el señor le ofrece el asiento que está situado enfrente de él. Oscar se sienta y espera. El señor con sombrero saca un fajo de billetes del bolsillo y los agita. Se los acerca a Oscar y él se dispone a cogerlos, de pronto le aparta los billetes, le niega con la cabeza. Saca de otro bolsillo una pistola y se la da. Oscar la coge y no sabe qué hacer con ella. El señor con sombrero hace un gesto con la mano como apuntándose con una pistola en la sien y disparando, invitándole a hacerlo. Oscar, tras muchos titubeos, coge la pistola y se la coloca en la sien. El señor con sombrero se levanta, le da unas palmaditas en el hombro y se marcha de la estancia. Oscar cierra los ojos, se da un disparo y se cae al suelo. Se ve un reloj en el que pasan siete horas, más una extra. Cuando pasa ese tiempo Oscar abre los ojos y resucita, pero la herida no se le ha ido de la cabeza, con gesto confuso se levanta, lee un letrero en el que dice “hasta mañana” y abandona la estancia.
En el suelo ha dejado olvidado su libro, sobre el que sopla un viento procedente de ningún lugar que hace pasar las páginas que ahora están en blanco.
Oscar está tumbado en su cama, las sábanas son blancas, las paredes blancas, su ropa blanca. Su tripa ruge, es mediodía, hora de comer. Se levanta y se dirige a su cocina blanca. Abre su nevera blanca y ve que no hay ni un solo alimento. Tan sólo hay un libro blanco en una de las rejillas. Lo coge, es la crítica de la razón pura de Kant, lo pone en un plato. Coge un salero y sazona el libro como si fuera lo más normal del mundo. Mete el plato con el libro dentro del microondas blanco, programa el tiempo y cierra el microondas. Pasa el tiempo, suena la campanita del microondas, saca el plato con el libro calentado y se va al comedor. Pone el plato sobre la mesa, coge una servilleta y se la pone sobre su camisa blanca para no mancharse. Coge un cuchillo y un tenedor y mira al plato con ganas de devorarlo. Pero su rostro cambia, le invade una tristeza enorme, parece que va a llorar. El libro ha desaparecido del plato y ahora tan sólo están las espinas de un pescado. Sigue teniendo hambre, pero no puede comer.
Se levanta de la silla, se sienta en su sofá gris y enciende la tele. En la tele aparece el presentador del programa Saber y ganar, y anuncia una pregunta en la que los concursantes podrán ganar miles de euros si responden correctamente. La pregunta es la siguiente: ¿En qué libro de Kant se expone la tesis de que religión y moralidad pueden fundarse en la razón?
Oscar observa el programa con indignación, su rostro se vuelve iracundo, no lo soporta más, se le hinchan las venas de la frente y se levanta de un arrebato. Se acerca al televisor, arranca los cables de cuajo, lo coge, se dirige al balcón que está en esa estancia y lo lanza con rabia. Se escucha un estruendo enorme. Los transeúntes se paran alrededor del televisor y miran hacia arriba, no ven a nadie, chismorrean entre ellos. Se ve a Oscar que ha bajado de su casa y pasa por al lado de ellos, los mira con desprecio y pasa de largo.
Oscar se dirige al supermercado, pero en la puerta ve a un mendigo que pide para comer. Se detiene delante de él y lo mira con piedad, piensa que hay gente que está peor de él. En un alarde de infinita generosidad saca el libro de Kant y lo pone en su cuenco de monedas. El mendigo lo mira extrañado, no entiende por qué le ha dejado un libro, coge el libro y lo abre, agita sus hojas y ve que no cae nada de valor de dentro de ellas, el mendigo se cabrea y le lanza el libro en la cabeza y le insulta. Oscar lo mira muy sorprendido, hace gesto de no entender cómo alguien rechaza algo tan valioso, como si le hubiera dado un billete de 500 euros. Recoge el libro del suelo, se lo mete en el bolsillo y entra en el supermercado.
Luego pasea entre las estanterías del supermercado, ha llenado su cesta con un paquete de pasta y un bote de tomate. No le hace falta más. Pero pronto se cruza con una joven de buen ver que va de negro, lleva una caña de pescar levantada, en el anzuelo cuelga un letrero que dice: Compra algo que no necesites. Oscar la ignora, le da la espalda, se mete en otro pasillo y se le encuentra de frente acercándose hacia él. Él se asusta y vuelve atrás por otro pasillo y vuelve a encontrarse con ella de cara. Tiene un semblante siniestro y amenazante, su cara está llena de sombras. Oscar no sabe qué hacer, mira a su alrededor y ve unas chocolatinas, las mete en su cesta y vuelve a mirar a la chica de negro. Ella dibuja una leve sonrisa y se marcha con su caña de pescar.
Luego se dirige a la caja. Pone lo que ha comprado sobre la cinta, la cajera le indica el importe de la compra señalando la pantalla electrónica. Oscar mira con indiferencia el importe y como si sacase un billete de su cartera saca su libro, arranca una hoja y se la da a la cajera. La cajera mira estupefacta la hoja y no sabe si echarse a reír o asustarse por estar ante un loco, así que se gira buscando con la mirada al guardia de seguridad, el guarda de seguridad la ve, ella levanta la mano y le hace un gesto de que se acerque. Oscar ve que se acerca el guardia de seguridad a por él, se siente amenazado y antes de que llegue se lanza a correr para que no le coja. El guardia de seguridad sale corriendo detrás de él. Oscar sale a la calle y sigue corriendo, va en contra dirección de toda la muchedumbre, nadie camina en la misma dirección que él. Atraviesa un paso de cebra en el que sólo pisa las líneas negras, el resto de la gente pisa las franjas blancas. El guardia de seguridad se ha quedado atrás y deja de perseguirlo para volver a su puesto.
Oscar sigue corriendo un poco más y cuando dobla la esquina cae rendido de cansancio, se apoya sobre sus rodillas y resopla. Mira a su lado y ve un cartel que dice: Se ofrece empleo. Se reincorpora, está oscureciendo, sobre él se ve el cielo crepuscular. Se planta delante de la puerta donde ofrecen un empleo y tras dudar unos segundos entra.
Aparece en una estancia muy oscura y muy negra. En la pared ve un letrero en el que pone “Oferta de trabajo” y una flecha que apunta a unas escaleras que bajan. Casualmente sobre el letrero se encuentra la luz de emergencia con la inscripción “Salida de emergencia” que apunta hacia las mismas escaleras. Oscar baja las escaleras y encuentra una estancia similar, pero más deteriorada y más oscura, encuentra un cartel que indica que tiene que bajar por otras escaleras. Baja y aparece en otra estancia mucho más deteriorada, las paredes llenas de manchas y suciedad, un cartel le indica que baje. Llega abajo del todo, hay un pasillo oscuro en el que hay una tubo de luz que funciona a intervalos, al final del pasillo hay una puerta en la que dice “oferta de trabajo” y sobre la que se sitúa la luz de emergencia con el letrero de “salida de emergencia”. Con pasos temerosos avanza, la luz se enciende y se apaga, él está sucio y sudoroso. Abre la puerta con miedo y se adentra.
En la habitación hay una mesa redonda iluminada desde arriba, el fondo es negro, muy negro. Hay un hombre sentado que lleva un sombrero y un puro en la boca. Oscar lo mira y el señor le ofrece el asiento que está situado enfrente de él. Oscar se sienta y espera. El señor con sombrero saca un fajo de billetes del bolsillo y los agita. Se los acerca a Oscar y él se dispone a cogerlos, de pronto le aparta los billetes, le niega con la cabeza. Saca de otro bolsillo una pistola y se la da. Oscar la coge y no sabe qué hacer con ella. El señor con sombrero hace un gesto con la mano como apuntándose con una pistola en la sien y disparando, invitándole a hacerlo. Oscar, tras muchos titubeos, coge la pistola y se la coloca en la sien. El señor con sombrero se levanta, le da unas palmaditas en el hombro y se marcha de la estancia. Oscar cierra los ojos, se da un disparo y se cae al suelo. Se ve un reloj en el que pasan siete horas, más una extra. Cuando pasa ese tiempo Oscar abre los ojos y resucita, pero la herida no se le ha ido de la cabeza, con gesto confuso se levanta, lee un letrero en el que dice “hasta mañana” y abandona la estancia.
En el suelo ha dejado olvidado su libro, sobre el que sopla un viento procedente de ningún lugar que hace pasar las páginas que ahora están en blanco.
23 comentarios
pilar -
http://www.youtube.com/watch?v=xsaGzWAPILM
Mararía -
Tómese su tiempo, artista! y que
¡VIVA LA REVOLUCIÓNNN!
Dani de Vicente -
Actualiza tío, actualiza, tus lectores queremos leerte.
Un abrazo, Dani.
Marta -
Besos tb de Mararía.
Ah y dice que vayas moviendo ese culo ya, jeje.
Luna Blanca tb te visitó ;)No pudo mandarte señales de humo por el método habitual, ya sabes...
En Tierra Firme -
Tyler Durden -
Hasta luego
Por cierto, coincido con ese que dice que es de lo mejor que has escrito.
Tyler Durden -
jeje ;)
Tyler Durden -
Joder, sé que te va a resultar un comentario pedante, pero está escrito de un modo tan descriptivo, tan poco fluido, que parece un guión cinematográfico, no crees?
Y que conste que no es algo negativo, y menos para mi que me encanta el cine, de hecho no me ha sido muy difícil imaginarme las escenas.
Un saludo vecino
anaccapote -
PePoRRo -
Karla de Carlo -
Admiro tu forma de escribir.
¡Saludos!
En Tierra Firme -
Me sorprende porque no me detuve en redactarlo bien, seguramente es el texto menos elaborado que he hecho desde hace tiempo. Aunque la idea, eso sí, rondaba en mi cabeza desde hace meses y poco a poco se iba formando la película en mi cabeza hasta que lo he escrito.
Los profesores también me han dicho que está bien. Espero poder llevarlo a cabo para el corto de final de semestre.
Carol -
tu adorado tormento -
besos y besos
c.o.v. -
Te sigo desde el principio del concurso y menos algunos ramalazos (párrafos, frases sueltas), nunca me habían terminado de gustar realmente tus textos, y siempre por el mismo motivo: escribes con "sin tiempo", a la carrera, entre una actividad y otra, sin poder centrarte, sin poder rematar el texto como conjunto.
Pero las ideas son buenas; en cada texto hay algo bueno, y todos los posts serían mucho mejores si hubieras tenido lo que yo llamo "el tiempo mental"; la ocasión de "ponerte y centrarte"...
Sin embargo este texto me demuestra mi propia opinión anterior: puedes. Puedes y puedes hacerlo bastante bien.
Hasta el estilo en que está narrado me gusta; le imprime a la historia una cierta velocidad en la lectura que hace "corto" un texto largo.
El argumento, de primera. El personaje se merece más que muchos otros personajes que he visto una cara, una imagen y una voz propia. Y todo aderezado con un mínimo de surrealismo (sin excesos, que empalaga) que le añade un toque de realismo impresionante.
Además, me he identificado totalmente con el personaje: yo también había escrito alguna vez sobre una persona que vivía tanto para los libros, que al final se los comió como último acto de amor en su vida.
He leído muchos comentarios babeantes en este blog de gente que te adulaba gratuíta y vacíamente posts que no estaban "completos, redondos". Pero todo lo bueno que te digan sobre este texto, se lo merece.
Nunca te he votado, ni se me pasaba por la imaginación, pero Óscar tiene la culpa.
Espero que comprendas esto como una crítica sincera y constructiva de un lector: evidentemente ni soy crítico ni soy dios pa decidir quién escribe bien y quien no. Sólo te puedo hablar de los sentimientos que produce este texto.
Saludos cordiales, y hazme el favor de escribir más así.
Morticia -
A seguir. No se rinda usted y no se olvide de que aún así, por encima de un genio debe estar un maravilloso ser humano.
Siceramente...Mrs.Addams.
En Tierra Firme -
Gracias y hasta pronto!
el_Vania -
Deduzco dos cosas:
La primera: Que a eso se le llama "perder el conocimiento".
La segunda, más trágica aún... que el trabajo nos ATONTA y nos EMBRUTECE.
Salud/OS Fredy!
En Tierra Firme -
Johny, a mí también me han hecho mucho bien los libros, no los critico, crítico otros valores y las prioridades de la sociedad. No lo has entendido bien, pero da igual, quiero que cada cual interprete esto como le dé la gana, para eso está concebido.
Y a los que comentan por comentar: no os esmeréis, prefiero que no comentéis, no pienso votaros y menos si tenéis un blog de mierda y os movéis por el interés.
marta de esparta -
johnymepeino -
Es sólo por ese párrafo, del resto no conozco como para juzgar.
Rosicky -
Lo mejor que has escrito en mucho tiempo (a pesar de no haberlo concebido como un relato)
Cuando estaba a punto de terminar, pensé: ¡Tengo que decirle que haga un corto con esto!
Ajajaja... :) Ahora entiendo por qué está escrito así.
¡Excepcional, amigo! ¡Excepcional!
De lo mejor que has escrito en mucho tiempo.
¡Un abrazo!
En Tierra Firme -
Pronto volverán los diarios del exiliado.
Salud y buenos alimentos para todos.