La mujer que quiso inventar un color
Paloma no tenía límites. Para ella no existían los muros ni las fronteras. Ella nadaba en las aguas de la libertad y con frecuencia visitaba las fronteras del Universo para ver cómo iban las obras de expansión.
Una vez, en pleno delirio creador, se planteó la idea de crear un nuevo color que ningún ojo humano hubiese visto antes. Comenzó a mezclar colores, pero todas las tonalidades que conseguía ya eran conocidas. Investigó sobre el tema y se dio cuenta de que jamás podría conseguir su propósito a no ser que consiguiera que el ojo humano consiguiese ver más allá de los límites infrarrojos y ultravioletas. Todos los colores existentes se hallaban en el espectro de una gota de agua y ella no podía cambiar la capacidad visual del ojo humano.
Deprimida se fue a un lugar lejano. Le gustaba ir a los confines del Universo para ver cómo continuaba la creación. Le encantaba saber que su propio universo no tenía límite, que crecía sin más, que su frontera aumentaba, que el espacio aumentaba, que la explosión continuaba y que nunca se detendría. Allí se sentía en contacto directo con Dios y con el nuevo mundo. El tiempo se creaba a su paso y hacía surf sobre la ola explosiva que se abría paso entre la nada.
A su vuelta, Paloma, tuvo una nueva idea. Se acordó de los comerciantes mesopotámicos que en su día tuvieron que utilizar pequeñas piezas de arcilla para representar mercancías. Pensó en esos auténticos genios que decidieron representar con pictogramas las palabras e inventaron símbolos que equivalían a verbos. Se acordó de todos esos que pensaron que la cultura debía transmitirse de forma escrita. Le hubiese encantado conocer a todos aquellos que inventaron las escrituras cuneiformes que se expandieron por toda Asia, pasando por India hasta llegar a Creta y desde el mar Negro hasta Arabia. Aunque una de las primeras cosas para las que se utilizó el lenguaje escrito fue para escribir leyes y delimitar a la gente. Pero no eran ellos los que le interesaban. Paloma prefería a los fenicios, que fueron los primeros en asignar un signo individual para cada sonido consonante. Quería saber quienes fueron esos que asociaron 22 letras para el alfabeto fenicio y arameo, o los que crearon las 30 letras para el alfabeto cuneiforme de Urgarit y para el sur de Arabia, esos que luego las adaptaron a formas lineales para escribir más fácilmente sobre los papiros…
Quería conocer a esos griegos que adaptaron el alfabeto fenicio e inventaron las vocales, quería conocerlos porque ellos fueron los primeros poetas, los que hicieron la verdadera creación. Son los que no tuvieron límites porque tuvieron la idea literaria más grande de todas, la que primero se enseña en las escuelas. Ella admiraba con veneración a esos héroes anónimos que hicieron posible la literatura.
Paloma, empeñada en seguir con su creación sin límites se fijó en las letras. No entendía por qué unos sonidos con la boca tenían su equivalente en letra y otros no. En realidad pensaba que todas las letras eran absurdas. Pensaba en la L y la repetía: Ele, ele, ele… recreándose en la posición que adoptaba la lengua para que se formara ese sonido. Era tan absurdo como fascinante. ¿A quién se le ocurriría la idea de poner ese símbolo a esa forma de la lengua?
Luego pensó en la B. Y comenzó a emitir una B larga con sus cinco vocales, recreándose también en esa forma absurda que adoptan los labios para que la be, suene como como una B.
¿Pero cuántas posiciones diferentes podías adoptar con tu boca? Se podían hacer una infinidad de sonidos diferentes con la boca que todavía no tenían equivalente en letra.
Y en ese terreno Paloma quiso diseñar su obra innovadora. Entonces se centró en crear una nueva letra para una posición de la boca que emitía un sonido cuando iba acompañado de una vocal. Y Paloma pensó en el beso. El beso acompañado por una A, por una E, por una I o por una O. Era perfecto. El beso todavía no tenía una letra y ella la iba a crear.
Y así fue como Paloma dibujó su beso y así fue como creó su letra. Se sintió muy satisfecha por su logro y quiso que las academias lingüísticas de todos los países la utilizaran para inventar palabras. Pero en las academias no aceptaron su propuesta, le dijeron que ya tenían letras suficientes para crear nuevas palabras y no era necesario añadir más. En pocas palabras le dijeron que lo que pretendía era un disparate.
Y aunque su letra nunca fue reconocida ella siempre se sintió orgullosa de su creación.
La pena es que nunca pudo utilizarla para sus escritos porque nadie entendía ese símbolo.
Y yo tampoco les puedo enseñar la obra de Paloma con este obsoleto teclado.
9 comentarios
Jordan 11 -
Anonima13 -
Sonia -
En Tierra Firme -
Y joder... para una vez que meto cultura general en un texto y aprendáis algo, estimados zoquetes, os quejáis de que me paso con los buenos de los fenicios.
Rosicky -
Suspenso en fonética ya.
La melancolía me invade... Y este texto... ¿qué es? Me gusta... pero no sé bien por qué...
...
:D
¡un abrazo!
Tu lectora -
Buen mensaje y mejor crítica "escondida" :)
M! Ponle la letra de Paloma
ornitomono -
bien!!
salud!!
moon -
Venus -
No puedo decir nada más, tan solo me quedo soñando con Paloma, imaginando esa letra y creyendo que quizas yo tambien pueda utilizarla aunque no sea dibujada en un papiro, un pergamino o en archivo de word. Pero quizas, sí pueda hacerlo en mi imaginacion, dibujandola en mi mente como ella la creo, o simplemente a mi manera. La letra "beso" es sin duda la letra más bonita de todos los alfabetos.
Un abrazo amigo.