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En Tierra Firme

Increible pero cierto

We are the world and the world is Michael Jackson

We are the world and the world is Michael Jackson

Al principio, como todos, no me lo creía. No podía ser. Debía ser un montaje para vender más entradas para su gira. Un rumor de internet. No, no podía ser. Ha simulado su muerte para vivir tranquilo, ajeno a la fama. Se ha ido a la isla secreta de los testigos protegidos de la CIA junto con otras estrellas que se retiraron del mundo mediático como Elvis, Kurt o John.

No me lo creía porque justo un rato antes de que un amigo recibiese un mensaje con la fatídica noticia estábamos cantando la canción de liberar a willy, will you be there, para burlarnos de una gorda que parecía una orca y pensaba que ahora alguien se estaba de burlando de nosotros.

Pero cuando he asimilado la noticia lo primero que he pensado ha sido: ¡Qué hijo de puta! ¡Lo ha logrado! ¡Se ha convertido en mito y en leyenda! Probablemente la leyenda más grande de la música. Y es que muchas veces he afirmado que lo único que le faltaba a Michael Jackson para convertirse en el más grande era una trágica muerte. Sólo los grandes destinos truncados son los que se llegan con más proyección a lo más alto del estrellato mundial. La muerte puede ser un punto final, pero, a veces, como decía Leopoldo María Panero, el fracaso es una de la más resplandecientes victorias.

Y ha tenido que irse, paradójicamente, justo cuando faltaban unos días para su regreso a los escenarios. Todos esperábamos que volviese con más fuerza que nunca. Queríamos verle renacer y que fuera lo que siempre ha sido, queríamos que dejaran de lado las falsas acusaciones y las críticas a sus excentricidades. Queríamos que dominase desde su trono el panorama de la música internacional. Pero no ha podido ser.

Michael Jackson era un icono de la música mundial. Tenía un talento inigualable que se dedicaron a desprestigiar los medios de comunicación que hablaban de su vida para vender más periódicos. A mí desde pequeño me fascinaban sus videoclips. Recuerdo que nos grabábamos sus cintas en el colegio y muchos siempre tratábamos de imitarle. Lo único que desprendía su figura era admiración. En él nunca hubo un atisbo de maldad. Era tan bueno que no era digno de este mundo.

Ahora, con su muerte, la historia ya le está haciendo justicia. Se va a reconocer el verdadero rey que era. Se va a ver al Michael Jackson real, al solidario, al que donaba toda su fortuna para ayudar a la gente.

Michael, gracias por haber existido. Gracias por ser un Dios. Gracias por aparecer siempre en mis sueños. Siempre soñé que te conocía, era un sueño muy recurrente. Gracias por ese sentimiento inigualable que ponías al cantar, por esos bailes increíbles, por esas letras y por tu bondad. Y olé tus cojones por ser ese personaje que eras, excéntrico e inigualable y, en definitiva, único.

Estabas cogiendo carrerilla para dar el salto. Pero el destino ha querido que te vayas justo cuando ibas a volver. El salto ha sido mucho más grande de lo esperado: ya eres el número uno y lo vas a ser eternamente.

Hoy el universo brilla menos. Hemos perdido la estrella más grande que existía y muchos nos sentimos huérfanos.

Los genios no deben morir y tú no tenías derecho a morirte. Si Dios existiese y fuera justo, tú deberías resucitar dentro de tres días.

Siempre te querremos, Michael.

 

Y os dejo con la parte de un documental que ahora tendrá mayor relevancia. Tan sólo hay que obviar el afán de protagonismo del periodista que quiso malinterpretar todas sus palabras y sus actos. En este documental se ve al verdadero Michael Jackson, inocente y pulcro, como el niño que siempre fue.

Henry Miller, Anaís Nin, Salvador Dalí y Gala conviviendo en una mansión

Henry Miller, Anaís Nin, Salvador Dalí y Gala conviviendo en una mansión

Leyendo el título cualquiera podría pensar que se trata de un relato de ficción que me acabo de inventar. Pero estos ilustres personajes que tanto me fascinan estuvieron conviviendo juntos en Hampton Manor, una mansión de Caresse Crosbi. Esta se alzaba en medio de doscientas hectáreas de campos y bosques. Corría el año 1940 y los Dalí se encontraban en Estados Unidos, huyendo de la miseria y tensión que todavía se vivía en Europa y concretamente en España.

En el magnífico libro “La vida desaforada de Salvador DalíIan Gibson nos cuenta cómo fue este curioso y accidental encuentro entre estas dos parejas tan peculiares.

Anais Nin y Henry Miller pasaban una temporada con Caresse cuando se presentaron los Dalí. A Nin no le cayó bien Gala en absoluto, pero llegó a sentir cariño por Dalí, y él por ella. A Miller, que en estos momentos ampliaba la segunda parte de Trópico de Capricornio, no le gustaron ni Gala ni Dalí. En su opinión la obra del pintor era “el Estigio, el río de la neurosis que no fluye”. Más tarde Nin recordaría su primer desayuno con Dalí y su musa:

“Los dos eran bajitos y estaban sentados muy juntitos. No llamaban especialmente la atención ni el uno ni la otra, ella, vestida en tonos muy quedos, un poco apagada, y él dibujando al carbón como el dibujo que haría un niño de un español, de cualquier español, salvo los bigotes increíblemente largos. Se volvían uno hacia el otro como en busca de protección, de apoyo mutuo, no abiertos, confiados o cómodos”

Gala se encargó pronto de dejar bien claro que Dalí era el principal invitado de la casa, y que era el deber de todos los demás satisfacer sus necesidades. Le mosqueaba que Dalí y Nin se hablaran en castellano (idioma que nunca aprendería Gala), y cuando Anaís preparó un plato español, creyendo que así la pareja no sentiría tanta nostalgia de su país, Gala exclamó que por lo que a ella le tocaba no le gustaba nada la cocina aquella. Lo extraordinario era que nadie protestaba…, por lo menos al principio. “Y cada uno realizó las tareas que se le asignaron”, sigue Nin. “La señora Dalí nunca alzaba la voz, nunca se preocupaba por seducir o agradar. Daba por sentado, sin decirlo, que todos estábamos allí para servir a Dalí, el gran e indiscutible genio.” Al poco tiempo, Gala irritaría profundamente a cada integrante de la concurrencia sin excepción.

En septiembre, durante una ausencia de Caresse, su marido apareció inesperadamente una noche con una amiguita y, en un estallido de rabia, amenazó con destruir los cuadros de Dalí. El pintor y Gala, asustados, salieron enseguida para Washington.

Todo terrorista cumple con sus amenazas

Ya os advertí. Os amenacé, dije que si no recibía más de 20 comentarios pidiendo el cese de mis actividades musicales colgaría más videos. Y he aquí mi venganza.

Os dije que lo haría, os dije que lo haría, os dije que lo haría.... (voz de loco)

Y aquí os dejo, con esta magnífica versión de Let it be.

La próxima vez serán 30 comentarios los harán falta para parar esta escalada de violencia. También he pensado que os mandaré un dedo amputado de Fredy para que sepáis que esto va en serio, pero como sois tantos los que leéis y Fredy no tiene tantos dedos he pensado que voy a mandaros a cada uno un cacho de polla, que de eso tiene para llenar 20 mil buzones y aún le sobra.

Una curiosidad

Estaba leyendo los sensacionalistas titulares de 20 minutos y de pronto me encuentro con esta imagen que me suena de algo:

 


Una vez hice una foto a mi cocina cuando vivía con los rastafaris y el corama y la colgué en el blog. Esto demuestra, una vez más, que los de 20 minutos son unos periodistas de copy paste.

No sé por qué todas las imágenes que cuelgo aparecen bien situadas en google y en los buscadores en general. Antes aparecía esta página cuando buscabas a Jesucristo, hoy en día todavía llegan desde Yahoo imágenes buscando al mesías.

Aquí tenéis la historia de la foto en cuestión.

Me enferman todos los que cuelgan videos en Youtube

Son mi enfermedad, me revientan. No hay nada peor que buscar en Youtube alguna canción que te guste y encontrar versiones de gente que la destroza sin ningún tipo de vergüenza y pudor.

Los hay que sin haber cogido una guitarra en su vida se lanzan al ruedo y cuelgan sus ripios demostrando que nacieron sin una noción de lo que es el sentido del ridículo, provocando en los demás una exagerada vergüenza ajena.

Los hay que intentaron (en vano) ligar con la guitarra, pues no hay mito más falso en este mundo que con una guitarra se liga más.

Por mucho que haya gente que cante bien, realmente bien, no dejo de pensar en esos que nos ofrecen sus lamentables coreografías, o en esos grupillos de gitanillos que se reúnen en sus chabolas argentinas para atormentar al mundo con sus versiones, o lo que se graban completamente borrachos y luego, cuando ya han pasado los efectos etílicos, en la completa lucidez, no tienen mejor idea que colgar sus vergüenzas.

Pero lo que más me revienta, los que más vergüenza me dan, son esos que, encima, cuelgan videos sin hacerse el pelo y recién levantados, a esos sí que no los puedo ver, como es el caso de este lamentable sujeto:

Pd: Si no recibo más de 20 comentarios amenazo con subir más vídeos. Quedáis advertidos.

El origen del mal

El origen del mal

Según las filosofías orientales, todos nuestros actos están condicionados por lo que hicimos en vidas anteriores. También dicen que cada acto que realicemos ahora repercutirá en nuestras vidas posteriores, y no sólo en eso, sino que repercutirá hasta en los confines del universo. Buda decía que aquello que no esté sujeto a causas y condiciones no existe, y así como lanzamos una piedra a un estanque y las ondas del impacto se extienden hasta el agotamiento, con nuestras vidas y actos sucede igual.

Ayer recibí un email de una lectora. Me dijo que leyó la historia de la balanza interior que se regula con el arte y me explicó una teoría.

Decía que hay tres tipos de personas: Los profetas, los magos y las personas blancas. Los profetas son aquellos que tienen acumuladas muchas vidas anteriores a la actual y es el grado más alto al que puede llegar un ser humano. Yo creo que son seres sabios, que nacen con la sabiduría y un don divino que enseguida les hace destacar en algo. No importa en qué condiciones haya nacido, no importa el seno de la familia en la que se haya criado, un profeta enseguida se distinguirá entre el resto de mortales por su alma brillante. Un profeta, por citar a alguno, es Paco de Lucía, que es el ejemplo más práctico y representativo de lo que una deidad puede hacer con una guitarra sin importar los conocimientos de solfeo y las circunstancias en las que haya nacido.

Después de los profetas están los Magos. Son todos aquellos, que sin llegar a ser profetas, algún día lo serán ya sea en la actual reencarnación o en una futura. Todos estos perciben señales espirituales y ya destacan en muchos campos y su peso espiritual es latente. Yo mismo puedo citarme como Mago, pues recibo constantes señales espirituales y tengo una vocación de profeta que se consolidará un día de estos.

Por último están las “Personas blancas”, se llaman así porque estás personas no tienen color ni aportan gran cosa a la humanidad. Aquí podemos poner como ejemplo a la población de Cullera y de la Comunidad Valenciana en general, a la inmensa mayoría de dirigentes políticos, a los fans de Amaral, a los que les gusta la película Amelie, a todos los falleros y a todos los seguidores de Fernando Alonso.

Es obvio decir que un 98% de la población mundial son almas blancas y, por culpa de ellos, muchos profetas y magos se han impregnado de su mala fama. Ya se sabe, es como la célebre frase: “No todo el mundo es imbécil, lo que ocurre es que el 98% dan mala fama al resto”.

Muchas personas blancas han sido aclamadas como Profetas por una muchedumbre impasible y sin sentido crítico alguno. Britney Spears, Dani Martín (canto del loco), Eduardo Zaplana y Rita Barberá son algunos especimenes a destacar por ser almas sin fondo completamente podridas. Esta teoría explica por qué la democracia es un sistema de gobierno bastante fraudulento, pues un voto de una persona blanca vale lo mismo que la de un Profeta o un Mago, lo cual es un atentado contra las instituciones del estado. Saben que si hicieran unos carnets especiales para los Profetas y Magos para que sólo estos pudieran votar se acabaría inmediatamente con los nacionalismos, los partidismos, la endogamia y la chabacanería e instauraríamos la República platónica como sistema de gobierno mundial.


Para un Mago como yo es difícil transitar por este mundo de mierda. El día de nochebuena salí y me metí en un antro de Sueca en la que abundaban las almas más blancas que había visto en mi vida. Es muy duro meterse en un local en busca de una mujer, de alguien especial, de una Maga, de una Sibila, de alguien que posea alma, de alguien que en su mirada tenga fondo, una chispa de lucidez, una llama de esperanza... y sólo ves personas muertas, que se mueven aunque estén vacías. Estas personas aportarían lo mismo que un muerto aporta al mundo si no fuera porque pueden trabajar de albañiles y de cajeras del supermercado para servir a los Magos y a los Profetas.

Uno se siente solo estando en la Tierra. Soy como el tripulante de esa nave de David Bowie que ha perdido el contacto con la Tierra. Vivo en un mundo y en un tiempo en el que encuentras más pureza y belleza en una Rosa que en cualquier persona.

¿Por qué sucedió todo esto? ¿Hay alguna respuesta al origen de mi karma? ¿Puedo averiguar qué hice en otras vidas?

Sé que en una de mis vidas morí en el laberinto del minotauro. Dicen que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro, pero eso es mentira. Era un simple toro al que por su bravura desmesurada lo encerraron en un laberinto creyendo que tenía poderes mágicos ante el temor de que fuera una maldición enviada por los dioses. Entonces se creía mucho en esas cosas. Yo fui una de esas víctimas del minotauro, al que lo metieron en el laberinto para que fuera devorado por el toro. Fui sacrificado y esa es una de las vidas que más me ha marcado actualmente, pues es la única que recuerdo y de la cual me vienen constantes imágenes en sueños. Teseo entró al laberinto poco después de que yo muriera, yo era una celebridad entonces, y mi muerte fue el detonante para que él se armara de valor y entrara en el laberinto y poner fin a tanto sacrificio innecesario.

¿Pero en esta vida hay algún porqué? Dicen que todos los actos condicionan tu vida. Entonces decidí investigar mi nacimiento y encontré los documentos de mi partida de nacimiento y encontré todas las respuestas que buscaba. No me consideraron adecuado, sino grande, y, también, como por aquel entonces se utilizaban máquinas de escribir, cometieron un error, un error que marcaría mi destino e impregnaría de una suciedad karmica mi actual encarnación, se trata de un error tipográfico en el que en vez de hablar de un feto para referirse a mí, se refirieron a un feo.

He aquí los documentos que explican mi sino de esta reencarnación. Son las pruebas más fehacientes de que soy un Mago que algún día se convertirá en un Profeta.

 Si hacéis click sobre la imagen veréis el error tipográfico que marcaría mi destino. La que redactó el informe en vez de referirse a mí como un "feto varón" tuvo un lapsus al ser traicionada por su subconsciente y puso un "Feo Varón", un error que enmendó sin importarle el trauma que eso me ocasionaría en mi actual vida y en las futuras. Me puso la cruz desde el momento de mi nacimiento y no se molestó ni en cambiar de hoja para que no se viera el fatal error que, como se sabe, repercutiría hasta los confines del universo.

Y aquí la prueba más sorprendente de todas:

Esta nota no fue redactada por la misma becaria del hospital que la anterior. De hecho sorprende la diferencia de 150 gramos entre una nota y la otra. De esta nota lo que tenemos que destacar es el tachón vergonzoso que hay en el diagnóstico. Viendo a trasluz la nota pude identificar que tras ese tachón se alojaba la palabra ADECUADO. Pero esta enfermera, que era una auténtica maga, tras observarme bien tuvo que rectificar. Ella captó inmediatamente mi aureola carismática y se percató que yo no era alguien ADECUADO, todo lo contrario, yo no era un simple mortal más y por eso decidió tachar esa infamia y colocarme un adjetivo mucho más adecuado y calificarme como GRANDE. Desde aquí quiero agradecer a esta enfermera el bien que hizo desde el inicio de mi vida al calificarme como lo que soy. Y es que no pasé desapercibido desde el primer momento de mi vida. Entonces todo el mundo ya se dio cuenta que no era alguien NORMAL y mucho menos ADECUADO... aunque otras me consideren FEO.

Esto es todo por hoy. Muchas gracias por vuestra atención.

Programa especial: La desaparición del Fary

Me invitaron a un programa de televisión para hablar de la dolorosa pérdida del Fary. Esta fue mi intervención.

 

 

A todos los que entráis en esta página buscando a Jesucristo: Yo soy el camino, la verdad y la vida

 

EL QUE CREA EN MÍ VIVIRÁ PARA SIEMPRE
 

 

Dedico esta foto a todos los que entran a la web a través de google imágenes buscando la palabra "Jesucristo".

Gracias por vuestras visitas.

 

Violada

Sucedió bastante rápido. Era una tarde soleada de verano. Yo volvía de casa de una amiga. Mientras caminaba alguien me cogió por detrás, me levantó, me llevó hasta un coche, abrió la puerta y me metió dentro a la fuerza. En ese momento me pareció que la calle estaba vacía... o que la gente no quiso ver nada. ¿Quién eres? ¿Qué haces? Tengo miedo. Déjame irme. Me retuvo. Estate quieta hija de puta. Me dio una bofetada. Quiero salir de aquí. Comencé a llorar. Llevó el coche lejos de la ciudad. Se detuvo en un descampado. El miedo me había inmovilizado. No sabía qué hacer.
Salió del coche.
Abrió la puerta donde yo estaba.
Me sacó del coche a trompicones.
No me hagas nada por favor. Lloraba mucho, no podía contenerme. No sabía quién era aquel hombre que hablaba con un acento extranjero. Me daba mucho miedo.
Me tiró al suelo.
Quítate la ropa.
No me moví. Sólo caían mis lágrimas.
¡He dicho que te quites la ropa!
Temblaba de miedo.
Me dio una bofetada que me tumbó en el suelo.
Yo sólo tenía 13 años.
Comencé a sangrar.
¿Te lo tengo que decir otra vez?
Tenía miedo. Movida por el miedo me quité la parte de arriba. No quería que aquel hombre malo me pegase más.
¡Quítate el sujetador!
Lloré más. Socorro. Qué alguien me ayude. Que alguien venga.
Pero estábamos en las afueras de la ciudad.
¡Hija de puta!
Se precipitó contra mí y me arrancó el sujetador. Me tumbó contra el suelo. Comenzó a besarme los pechos. Estaba inmovilizada. No podía hacer nada contra toda su fuerza. ¿Por qué me haces esto?

Después me quitó el pantalón. Me tumbó boca abajo. Me metió su cosa. No sé cuánto tiempo estuvo así. Sentía que me estaba muriendo. Si no moría ahora estaba convencida que luego me mataría. Estuvo así hasta que se cansó. Yo me debilitaba cada vez más.

Ahora me la vas a chupar.

Me la puso delante, en la boca, pero yo la cerré. No quería. No. Me pegó. No lo hice. Insistió. Ya estaba segura de que iba a morir. El hijo de puta se enfadó y me volvió a tirar contra el suelo. Me volvió a meter su cosa. Esta vez lo hizo con tanta fuerza que mi rodilla estuvo tan presionada contra el suelo que comencé a sangrar. A cada empujón la herida de mi rodilla se abría cada vez más. No tenía ni fuerzas para gritar. Estaba prácticamente inconsciente. Me costaba mantener abiertos los ojos. Sólo quería que aquello terminase. Quería que me matara de una vez, aunque yo creía ya estar muerta.

Cuando terminó me volvió a meter en el coche. Yo no podía hacer nada. Miró lo que tenía en el bolsillo. Cogió mi teléfono. Hizo algo con él. Ya me daba igual. Quiero morir. Quiero que esto pase. No quiero que me pegues.
El cobarde me llevó de nuevo a la ciudad, en las afueras abrió la puerta, me sacó, y me dejó allí tirada.

Estaba débil. Todavía no sé de dónde saqué las fuerzas para llegar hasta casa. Nadie me vio entrar y me metí en mi habitación.

Durante unos días no hablé. Mis padres me preguntaban constantemente qué me pasaba. Yo les dije que había discutido con mis amigas. No quería contarles nada. Me sentía sucia. Ninguna ducha podía limpiar lo sucia que me sentía. Durante mucho tiempo no le conté nada a nadie. No lo denuncié. Yo sólo tenía miedo.

Fue al cabo de mes. Cuando sonó mi teléfono móvil.

Hola.

Era él. Era su voz. La tenía grabada en mi mente. Era la voz que asociaba con la cara que protagonizaba todas mis pesadillas. ¿Colgar? Si le cuelgo vendrá y me violará de nuevo. Me dijo que si le denunciaba me mataría. Que a mis amigas y seres queridos les podía pasar cosas muy malas. Que de mí dependía que mi familia estuviera bien. Si denunciaba y les pasaba algo iba a ser por mi culpa.

Yo no quería que les pasara nada malo a mis seres queridos. Ya lo sé. Llámame tonta. Llámame imbécil. Llámame lo que quieras. Pero jamás querría que mi prima, por ejemplo, pasase por lo que yo he pasado. No le deseo a nadie eso. Yo ya lo he sufrido y no quiero que lo sufra nadie más. Ya ha pasado y no puedo hacer nada.

Con el tiempo pude contárselo a un novio que tuve. Me dijo que lo denunciase, si no lo hacía lo mataría él con sus propias manos. Me decía que no fuese idiota. Podría llevarlo a la cárcel y que se pudriera allí. Pero yo tenía demasiado miedo. No podía denunciarlo. ¿Cómo me sentiría si a alguien cercano a mí le pasase algo? No puedo y no puedo.

Comencé a salir con chicos pero no podía mantener relaciones sexuales con nadie. Cada vez que un chico me acariciaba me venía la imagen del violador. Les decía que no podía continuar y se enfadaban. No entendían que tenía miedo. Aunque sabía que ellos no me harían daño, el recuerdo de aquel momento me impedía seguir. Nunca he podido quitarme la ropa delante de un chico, cuando lo hacía me acordaba del momento en el que aquel cabronazo me obligó a quitármela.

Durante mucho tiempo no he dormido. Aquello que me pasó me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Hoy en día me sigue costando dormir. ¿Por qué me tuvo que pasar eso? A veces me siento culpable. Él hizo que odiase mi cuerpo, que odiase que fuese fruto del deseo. A veces pienso que yo hice algo mal en esta vida y por eso yo merecía que me pasase todo aquello. Me he sentido una desgraciada. Hoy en día lo sigo pensando, sigue costándome mantener relaciones sexuales con un chico. He conseguido hacerlo, pero sólo cuando he tenido plena confianza como para contarles mi problema y ellos han sido pacientes conmigo. Necesito mucha confianza en una persona para seguir adelante. Incluso, a veces, sólo me siento una estúpida imbécil violada que no puede hacer nada. A veces mi autoestima llega a estar a grados bajo cero. ¿Qué tipo de justicia me podría devolver la seguridad en mi misma? Cada vez que me desnudo y me miro al espejo veo las marcas que me quedaron en la rodilla y recuerdo otra vez aquel fatídico momento.
El rostro del miedo.
Mi torturador.

Desde entonces nunca he podido caminar sola y tranquila por la calle. A veces me da la sensación de que me persigue, que va a salir de un lugar u otro y me volverá a violar. Tengo que volver la vista atrás para asegurarme y, a veces, confundo otros rostros con los de él y me invade el pánico.

Años después lo volví a ver. Me reconoció. Me paró. Sentí que no había pasado ni un segundo desde la última vez que lo vi.

Has sido buena. No me has denunciado. Así me gusta.

Se fue. No me hizo nada. El hombre aún tenía mi teléfono y me llamaba para recordarme que no lo denunciase y para amenazarme en caso de que lo hiciera. Una vez me propuso volver a vernos y, a cambio, dejaría de amenazarme y toda mi familia estaría bien. Todo se acabaría. ¿Sabes? Estuve a punto de decir que sí. Que hiciese de mí lo que quisiera si a cambio dejaba en paz a mi familia. Ya lo sé. El pensamiento fue una locura. Pero no me importaba lo que me pasase a mí, no me tenía ningún aprecio. La poca gente que sabe todo de mí me dijo que estaba loca por pensarlo. Pero en ese momento sólo quería que acabase todo. Pensé en cambiarme el número, en colgarle cuando me llamase, pero tenía miedo de que hiciera algo a mi familia. Sigo teniéndole miedo y no creo que lo denuncie nunca. Ya sé, sé que te dará rabia. Todo el mundo me dice que lo haga, me dicen que tienen ganas de matar a ese hijo de puta. Pero no puedo. Lo siento. No puedo. Tengo miedo.

Yo sólo espero perder el miedo algún día. Sólo espero poder mantener relaciones sexuales satisfactorias sin que me asalte el recuerdo de lo que pasó. Sólo quiero pasear tranquila por la calle. Quiero mirarme al espejo sin ver esas marcas en mi rodilla que me hacen recordar aquella fatídica tarde de verano en la que yo tenía trece años. Quiero que se borre la herida de mi carne, quiero dejar de mentir a la gente que me pregunta por esas marcas y les digo que me las hizo un perro.

Pero sobre todo quiero que algún día desaparezcan las heridas de mi alma.
Aquellas que no se ven.

 

Foto: Extraída de aquí.

Esperpento

La santa inquisición patrulla por Valencia para mantener el orden moral y el buen gusto a propósito de la llegada del Papa. Noticia

A esto se le suma la nueva lista de pecados tecnológicos, en los que se incluye bajar música o utilizar una identidad falsa en internet. ¡Arrepentios! Noticia

Para colmo, Philips, ha desarrollado una tecnología que impide a los telespectadores cambiar de cadena durante la publicidad. Me pregunto si desarrollarán un sillón especial que te mantenga atado y con los ojos abiertos mientras pasan los anuncios.Ver Noticia .

En Tierra Firme tenemos una foto en exclusiva del primer usuario de dicho televisor:


Y para terminar, lo más lamentable de todo, es que a mayoría de internautas que se les pregunta por una cita, contestan que les gustaría pasear con su chica bajo el cielo estrellado, o en la orilla de la playa viendo el amanecer o donde sea con tal de sentirse querida. (Vease cualquier espacio msn al azar o vean a este internáuta perdido solicitando una cita en una página donde a veces suelen publicar citas)

Todo esto y mucho más en: http://meneame.net/

El día que conocí a Jordi Sierra i Fabra

El día que conocí a Jordi Sierra i Fabra Estimado Jordi: Me sentí muy identificado al leer tu libro Rabia y por eso he querido recordar esos momentos tan especiales para mí de la forma más fidedigna posible .

EL DÍA QUE CONOCÍ A JORDI SIERRA I FABRA

Día 25 de Febrero del 2000. Era como otro viernes cualquiera. Pero ese día tenía señalado en la agenda que nos visitaría un escritor al que habíamos leído. Como siempre cogí el tren para ir clase. Al menos no daríamos clase durante una hora, pensé.

Se estaba retrasando. Llevábamos bastante tiempo esperándole en la biblioteca de aquel instituto de Gandia en el que se supone que estudiaba. Yo permanecía expectante y ansioso. Tenía ganas de conocerle. Me senté en la primera fila, justo en el asiento lateral que había junto al pasillo central. Al mi lado estaba Gonzalo, un compañero de clase con el que me llevaba muy bien. Como siempre, me puse a hablar con él de música, y en cierto momento me dijo:

- Por cierto, Fredy, ya te he grabado la cinta.
- ¿Y a qué esperas para dármela?

Se llevó la mano al bolsillo y sacó una cinta que se titulaba “Pop Pérfido en los riñones (volumen 3). San Fermines por experiencia”.

- ¿Por qué le has puesto de título San Fermines por experiencia? –pregunté.
- No sabía qué título ponerle, así que abrí un libro y copié la primera frase que vi.
- Fabuloso.

Gonzalo me estaba señalando un título que le gustaba mucho, y como si se tratase de un anuncio de perfumes la cinta cayó en el suelo por arte de magia. Un hombre que cruzaba el pasillo en ese momento se agachó a recogerla. Al incorporarse leyó uno por uno los títulos de las canciones que habían grabadas mientras asentía con la cabeza. Guiñó el ojo y nos devolvió la cinta haciendo un gesto cómplice con el pulgar. Parecía que le habían gustado las canciones. Tardé un poco en darme cuenta que aquel hombre era el mismo que salía en la foto del libro. Había cambiado bastante, de hecho parecía otro. Se llamaba Jordi Sierra i Fabra y nos iba a dar una charla.

Ya me había leído bastantes libros de él. El joven Lennon , Malas tierras , Noche de Viernes y muchos más. El último que había leído era Balada de Siglo XXI. Me gustó bastante, trataba de un grupo de música compuesto por cuatro genios, los cuales, habían sido contratados por una discográfica con fines comerciales. Toda una crítica de lo que sucede con la música actual.

Jordi no se sentó. Permaneció allí de pie delante de todos.

- ¿Queréis que hable en catalán o en castellano? – preguntó.
- En castellano – contestó la profesora.
- En primer lugar, quiero presentarme: soy Jordi Sierra i Fabra y no me considero un escritor –se levantó la chaqueta y enseñó una chapa con una guitarra que llevaba en la solapa – Soy ante todo un rockero.

Genial. Había comenzado de forma fulgurante. Normalmente los escritores me aburrían bastante. Había escuchado muchas cosas de él, pero dudaba si eran ciertas. De momento mis mejores presagios se estaban cumpliendo.

- No he venido aquí a daros una charla soporífera. Quiero que paséis un rato divertido.

Comenzó a contar sus principios literarios y cómo de joven, estando hospitalizado, comenzó a escribir su primera novela. Contó que de pequeño se burlaban de él por ser tartamudo. Ahora ya había superado esa dificultad con mucha voluntad y esfuerzo. Pero entonces, en su clase, había un profesor que siempre le preguntaba cuánto eran dos más dos. Él, al intentar responder y debido a su problema contestaba: “cua... cua... cuatro”. Entonces el profesor decía en voz alta “¡parece un pato!” Y todos se reían de él. Nos hizo gracia la cruel anécdota. Pero de pronto adquirió un semblante serio, y con una gran compostura añadió en un tono irónico y a la vez vanidoso: “Pero ellos ahora están donde están y yo estoy aquí, siendo el escritor español vivo con más libros publicados”.

Una cosa que me llamó muchísimo la atención fue cuando contó su método para escribir.

- Cuando quiero escribir una novela, me encierro en casa, pongo algún disco de los más de 30.000 que tengo a todo volumen, me siento ante la máquina de escribir y comienzo a teclear sin parar. Me paso horas y horas allí metido y hasta que no acabo la novela no me detengo. Durante el proceso salgo muy poco, y normalmente en una semana más o menos tengo la novela hecha. No la releo, no me hace falta porque yo ya sé lo que pone. Después la mando a la editorial y la publican.
- ¡30.000 discos! ¿Tú sabes lo que es eso? – dije sorprendido a Gonzalo. La cifra me había dejado conmocionado.

Luego comenzó a hablar de su primera etapa como escritor, dijo que un buen amigo le aconsejó que para ser escritor primero debía darse a conocer y cuando tuviese un nombre conocido le publicarían. Siempre tuvo presente el consejo. Él continuó por otros derroteros. Era un apasionado de la música y todas las semanas escribía cartas a la radio comentando sus opiniones sobre los últimos discos que salían. Entonces no tenía dinero para comprarse discos y se iba a los centros comerciales donde se pasaba las tardes de pie escuchando los discos de muestra como si fuese un besugo. Cuando acababa de escucharlos, escribía críticas musicales y las mandaba a la radio. En la emisora, viendo la afluencia de cartas de que recibían se fijaron en él. Se pusieron en contacto y lo llamaron para trabajar, en principio para poner discos. Una vez allí, comenzó a destacar por su gran pasión musical y no tardó mucho en dar el salto a los micrófonos. Paradojas de la vida, decía, “siendo tartamudo acabé trabajando en la radio”. Aunque ya no tartamudeaba, lo tenía superado. Comentó que su afición por la escritura le vino cuando se dio cuenta que escribiendo no tartamudeaba. Esto era todo un claro ejemplo de constancia y demostraba que quién se propone una meta y lucha, puede conseguir lo que quiera, surjan las adversidades que surjan.

Estábamos muy atentos. La charla era diferente de lo que me esperaba. Jordi era divertido, gracioso y transmitía una gran fuerza. Yo sabía que era un genio con las palabras, pero hablando conseguía centrar la atención al igual que en sus novelas, que suelen ser de esas que no puedes dejar de leer hasta que no las terminas.
Siguió contando cómo fue su paso por la radio. Su vida cambió el día que escuchó la canción“Twist and Shout” de los Beatles. Dijo que aquella canción era distinta a todo lo que había escuchando hasta entonces y por eso le cautivó. Fue en ese momento cuando se dijo: “yo no me conformo con ver todo esto desde la tele, yo quiero estar allí y hablar con ellos” y viajó por el mundo para conocer a todos los artistas a los que admiraba. Comentó que escuchando los Beatles aprendió a hablar inglés. Un tiempo más tarde fundó el programa “El gran musical” que fue mítico en aquel tiempo, así tuvo ocasión de conocer, entre otros, a Michael Jackson, Eric Clapton, John Lennon, y se declaraba íntimo amigo de Madona y de Bruce Springsteen, al cual adoraba. A mí eso me dejó conmocionado. Confirmaba que todo lo que me habían contado de Jordi no era mentira.


Mencionó su gran adversidad a las drogas. Dijo que estuvo mucho tiempo investigando sobre el tema, e incluso, recorrió discotecas para conocer de primera mano el problema. Al principio no tenía ni idea sobre las drogas, pero al informarse tanto, al final, conseguía saber qué se había tomado una persona con tan sólo mirarla. Todo ese trabajo culminó con una novela dedicada exclusivamente al asunto. Afirmó que nunca se había tomado ninguna droga, a él no le hacían falta. Ni siquiera las tomaba en las fiestas que celebraban algunas estrellas de la música, entre otros, Clapton y Elton John, en las que paseaban señoritas en top less llevando bandejas repletas de rayas de cocaína para ofrecérselas a los invitados. Una vez, dice que estaba con Eric Clapton el cual iba cieguísimo y ya no podía ni levantarse y le preguntó a Jordi qué es lo que se tomaba para aguantar tanto. Él le contestó que nada, que tan sólo bebía agua. Entonces bebía un sorbo más y comenzaba a liarla más que cualquier otro que había tomado drogas.

También hizo una crítica de la música de entonces. En aquel tiempo estaban muy de moda los Backstreet boys y se burló de las fans que los seguían imitando sus histéricos gritos que emitían cuando iban a los conciertos. Esto me hizo bastante gracia porque allí estaba presente mi hermana, que era una de esas fanáticas y me reí muchísimo viendo su cara de circunstancias al sentirse insultada.

Quiso comentar una anécdota del libro que habíamos leído. En la balada de Siglo XXI aparecía una cantante que estaba liada con un periodista y estaban enamorados, él le propuso casarse, pero ella le dijo que no podían porque en el contrato musical que ella firmó figuraba una cláusula en la que decía que no podía casarse. Dijo que ese periodista era él y que eso le había pasado de verdad. Eso sí, no dijo con qué cantante le pasó. ¿Sería Madonna? También comentó que cuando conoció a Jonh Lennon habló mucho con él y, de hecho, el libro de El joven Lennon, lo escribió con la información que él le había dado.

Al final, cuando dio paso a las preguntas, nadie quería preguntar. Pero yo tenía muchas dudas y levanté la mano y me dio la palabra.

- En tu libro describes la música a la perfección, parece que al leerlo se escuchen esas melodías. Si te apasionaba tanto la música, ¿nunca te planteaste tocar o hacer un grupo para dedicarte a eso?
- No, nunca pensé en dedicarme a la música. Pero muchas veces he escrito letras para grupos. Cuando asistía a grabaciones de algunos amigos , a veces me pedían que escribiese una letra para rellenar la cara B del disco que estaban grabando. Entonces sólo importaba el tema principal y en la cara B ponían cualquier tema improvisado.
- ¿Y tú crees que una estrella del rock nace o se hace?
- Es muy complejo, desde luego tienes que luchar por lo que te propongas. A uno no lo coronan estrella del rock porque sí. Tú imagina a Pedro Duque cuando era pequeño y decía que quería ser astronauta, seguro que sus padres le dirían que estaba loco, pero él estaba seguro de lo que quería. Es muy importante tener claro lo que uno quiere, y se tiene que trabajar y luchar por eso. Si ves que tienes una posibilidad entre 200, debes creer en tu posibilidad y pensar que te sobran 199. Si uno está seguro de sí mismo y lucha, puede. Yo desde pequeño tenía claro que quería escribir, a mí padre le disgustaba tanto que escribiese, que cuando me veía hacerlo se ponía a llorar diciéndome que me moriría de hambre e insistía en que estudiase algo de provecho. Pero eso es un error, siempre he dicho que vale la pena ganar un duro haciendo lo que te gusta, que dos a disgusto. La mayoría de gente trabaja en cosas que le disgustan. Todo por culpa de ese pragmatismo irracional que quieren infundar los padres. ¿Por qué no dicen a sus hijos que simplemente traten de ser felices? Yo lo pasé mal durante toda mi adolescencia, leía mucho y, para colmo, cuando escribía los profesores de literatura me ponían ceros debido a mi desbordante imaginación.

Cabe destacar que yo en aquella época tenía obsesión por montar un grupo. Quería componer canciones, tocar la guitarra, triunfar, hacer giras, y convertirme en una eminencia de la música. Pensaba en las respuestas provocativas que daría en las entrevistas que me harían en televisión y en la casa que tendría. Imaginaba que las fans me perseguirían, me adorarían, se pelearían por tocarme y lucharían por conseguir un autógrafo mío y dormirían en la puerta de mi casa con la esperanza de verme asomado al balcón. Estaba sumido en plenos delirios de grandeza.

Mientras respondía a una pregunta que le habían hecho, Jordi cogió un libro de una alumna que estaba allí sentada para dar una explicación de ese libro y, como si estuviese preparado, cayó del libro una hoja, la recogió y él la comenzó a leer en voz alta:

Hola Jordi: Soy una gran admiradora tuya y me encantaría conocerte. Tus libros han significado mucho para mí. Quiero darte mi número de teléfono por si algún día quieres conocer a una persona que te aprecia muchísimo... el número es... bla, bla, bla.

Evidentemente todos comenzamos a partirnos de risa ante la declaración de intenciones de ella. Jordi también hizo bromas con la notita fingiendo que estaba abrumado.

La hora pasó volando y todos estábamos encantados con la presencia de Jordi. Transmitía mucha energía y esperanza a todos los jóvenes que teníamos algún sueño. Todas las cosas que él dijo nunca nos las decía nadie. En el instituto impartían clases de matemáticas, física, historia, pero no nos enseñaban a ser nosotros mismos y a luchar por lo que queríamos. La charla de Jordi valía muchísimo más que todas las reprimendas que nos daban nuestros profesores. Todos nos sentíamos en plena comunión con él aunque el tipo tuviese la edad de nuestros padres. El secreto estaba en que él no hablaba como un adulto que considera bobadas las preocupaciones de los jóvenes, tampoco era de esos que intenta restar importancia a nuestros sueños. Él era más bien un hermano que nos comprendía y nos daba ánimos para seguir por nuestro camino. Comprendí que ese era su secreto para triunfar con la literatura juvenil.

Cuando terminó la charla, me dirigí donde él estaba para que me firmase el libro. Me acerqué a su mesa y unos le estaban preguntando si era verdad que tenía un Ferrari. Cuando acabaron de hablar me acerqué con el libro y se lo di.

- ¿Cómo te llamas? – me preguntó.
- Fredy, una futura estrella del rock.- dije.
- ¿Ah sí? Espero que me mandes una maqueta cuando la grabes.
- Eso está hecho.
Miré cómo me dedicaba el libro y mientras lo hacía no pude resistirme.
- ¿Es cierto que conociste a Kurt Cobain? –lo habíamos leído en algún sitio y queríamos confirmar si eso era verdad.
- Sí, éramos amigos – dijo mientras firmaba – nos telefoneábamos y todo. Una cosa curiosa que me pasó con él es que le dije una vez: “tío, tú eres demasiado triste, acabarás muriéndote”. Y mira... al poco tiempo se suicidó –lo dijo con cierto toque de humor negro. Yo estaba alucinando, estaba ante una persona que había hablado con Dios –te recomiendo que leas un libro que escribí después de su muerte. Se llama “Nunca seremos estrellas del rock” y me inspiré en Kurt para escribirlo. –No tardé ni una semana en comprármelo.
- Jordi, tenemos que quedar un día para hablar de música.
- Claro que sí, cuando quieras te vienes a mi casa en Barcelona y estaremos horas y horas hablando de música.

Nunca fui. Pero algún día iré a verlo y le contaré todo esto. Después nos hicimos una foto que todavía hoy tengo colgada en la habitación. Al salir de la biblioteca me sentí distinto. Os parecerá una tontería, pero a partir de ese día tenía más claro que había que creer más en uno mismo y luchar por lo que uno quería. Se tenía que estar seguro de lo que se hace y era muy importante soñar. Cuando acabó todos comentábamos nuestros planes de futuro y queríamos poner más empeño en cumplir nuestros objetivos. No quiero exagerar, pero aquella charla con Jordi me ayudó a lo largo de mi vida a la hora de tomar decisiones. Me transmitió su espíritu de lucha y su pasión por lo que hacía. Aquello era mejor que acabar de ver una película de esas que te cambian, o que terminar de leer un libro de los que te dejan una sonrisa de oreja a oreja y te despierta unas ganas incontenibles por comerte el mundo.

Estoy seguro que hoy en día no estaría haciendo lo que hago si no hubiese sido por esos consejos. Seguramente ahora no estaría luchando por mis sueños y por lo que quiero. Gracias a aquello ahora estudio algo que me motiva y estoy intentando hacer lo que me gusta de verdad. Soy feliz haciéndolo y siento que tengo un futuro, no sé si prometedor, pero al menos lo tengo.

Gracias Jordi.
 
Remember: Consejos para ser un buen escritor. (Extraído del libro Rabia de Jordi Sierra i Fabra.)

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Estudiando la filosofía cartesiana

Llegué tarde a clase como de costumbre. Todo el mundo estaba hablando, había gente de pie, otros dando vueltas, unos en las mesas haciendo cosas... Me dirigí a Manolo:

- ¿Y el profesor? –pregunté.

- No ha venido.

- Vaya putada, ahora tendremos que estar dos horas sin hacer nada.

- Sí, yo me voy a ir, para una hora que me queda después no vale la pena, además en lengua no hacemos nada.

- Pues sí.

Cogió el montante y se fue. No solía hablar con él pero me caía bien. Jamás se metía con nadie, nunca hablaba, no decía tonterías, era discreto y le gustaba pasar desapercibido.

Decidí quedarme en clase, quería aprovechar el tiempo para repasar los apuntes de filosofía. Me senté en la última fila, abrí el libro y me puse a leer. Descartes era un hombre sensato; razonaba, decía que nunca había que dar nada por hecho, que todas las creencias debían pasar por el filtro de la razón. Parece una tontería obvia, pero en su tiempo era una novedad ya que todo el mundo daba por hecho las cosas sólo porque Aristóteles o cualquier eminencia las había dicho. Él quiso romper con todo eso.

Pero la lectura me estaba resultando dificultosa, no podía concentrarme; delante de mí se había formado un corrillo de contertulios en el que estaban comentando la actualidad mundial y empecé a escuchar lo que decían.

- ¿Y el Manolo? Se ha ido sin decir nada, ¿verdad que es raro? Nunca habla con nadie – dijo una morena.

- Sí –contestó una gorda–, la verdad es que es bastante rarito, yo creo que es maricón.

- No me extrañaría nada –contestó la morena.

- Sí, seguro que es maricón. Ese tío no es normal.

- No es maricón –dijo una rubia que se incorporó a la conversación–. Manolo tiene novia, que yo lo he visto con ella.

- Sí –dijo la morena–, Pero yo siempre veo a su novia paseando con otro. Incluso cuando va con Manolo, el amigo también les acompaña. Se pasa más tiempo con el amigo que con el novio.

- Claro –dijo la gorda–. Además, ¿cuántos maricones hay por ahí que tienen novia sólo como tapadera?

Yo ya había perdido la pista al racionalismo de Descartes, estaba muy atento a la conversación. Por lo visto todo el mundo menos yo conocía a algún homosexual que lo tapaba saliendo con una chica. No pude evitar meterme en la conversación y decir:

- ¿Qué pasa? ¿Su novia no puede tener un amigo con el que se lleve bien?

- Sí –dijo la morena– pero no es normal que se pase las veinticuatro horas con él. Yo si tuviese novio y se pasase todo el día con una amiga me tocaría las narices.

- Habrá que ir con cuidado con ese –dijo uno–, no sea que te agaches y te dé por el culo.

Estaban afirmando que era homosexual tan sólo por que no hablaba con nadie y su novia tenía un amigo. Yo me estaba indignando cada vez más. En primer lugar si fuese homosexual me daría lo mismo, segundo, ¿qué derecho tenían para juzgar a una persona de ese modo y de esa forma tan despectiva? Sobre todo me sorprendía la actitud de los que empezaron a hacer bromas con la presencia de un homosexual en clase, son de esos que normalmente no se comen un rosco con ninguna tía y dan por hecho que si se agachan les darán por el culo, como si los homosexuales no pudiesen tener una pareja, un gusto, unas preferencias o unos sentimientos. ¿Es que todos eran necesariamente promiscuos? Y en cualquier caso, ¿había alguna diferencia entre un homosexual promiscuo y un heterosexual promiscuo?

Decidí no intervenir en la conversación. De haberlo hecho seguramente se pensarían que yo también soy homosexual o, incluso, viendo la capacidad que tenían de relacionar y dar cosas por sentadas serían capaces de afirmar que yo era el novio. Continuaron hablando de sus suposiciones. Más tarde hablaron de la selectividad, de las clases, de la carrera que querían estudiar. Cada cual comentaba sus preferencias, entonces decidí aportar mi grano de arena:

- A mí me gustaría mucho estudiar periodismo o comunicación audiovisual.

- Eso está muy bien –dijo la gorda– con un poco de suerte puedes trabajar en Aquí hay tomate.

FLASHBACK

Ante mi sorpresa de que en Valencia hacía falta sacar un 8,20 para entrar en periodismo pregunté a la profesora:

- ¿Por qué para entrar a periodismo hace falta tanta nota?

- Porque hay mucha demanda –me respondió.

No sabía si había escuchado bien, pero de lo que sí que estaba seguro es que hablaba en serio.

- ¿Dices que es una suerte trabajar en Aquí hay tomate?

- Sí, tienes que tener muuuuuuucha suerte porque entrar en un sitio así es muy difícil.

- ¿Pero eso es una suerte?

- Sí, es un buen trabajo, te pasas el día diciendo tonterías.

Me dieron ganas de decir: Es una lástima, tú te pasas todo el día diciendo tonterías y no te pagan.

FLASBACK 2

Estaba en el plató de Aquí hay tomate (que es el mismo que el de Salsa Rosa, lo que pasa que el fin de semana cambian el decorado) observando cómo era todo. (Algún día contaré mi paso por Tele 5) Me acompañaban dos amigos y nuestro anfitrión Maxim Huerta, que ahora es el colaborador del programa de Ana Rosa, entonces trabajaba en el telediario de la noche. El programa ya había terminado. Había un guión encima de la mesa, yo lo cogí, lo miré y me pregunté quién escribiría todas esas gilipolleces. Máxim Huerta al verme con el guión me dijo:

- Si quieres puedes coger el guión y quedártelo.

Cogí el guión y lo guardé en la mochila como una reliquia. Hoy en día lo conservo.

Decidí no hablar más para no perder el tiempo, era inútil explicarles nada. Abrí de nuevo el libro de filosofía, quise impregnarme de conocimientos de filosofía cartesiana, pero ahora todo me resultaba incomprensible.

Media verónica

En un arrebato exhibicionista sin precedentes os dejo con esta profanación de la mítica canción de Andrés Calamaro:

Media Verónica

Recomiendo encarecidamente que vayan a la verdulería más cercana para aprovisionarse de género suficiente para lapidar a verdulazos al artífice de este despropósito desvergonzado.

La operación. Capítulo II

La operación. Capítulo II

Tras los crueles pinchazos que me dieron, el urólogo volvió a preguntarme:

- ¿Sientes algo?

- No.

El dolor se había apoderado de toda esa parte de mi cuerpo. Acababa de descubrir que, la anestesia, consistía en provocarte un dolor hasta dejarte insensible. Tampoco me agradaba la idea de imaginar qué estaría haciendo el cirujano cuando preguntaba si sentía algo. Seguro que acaridiándome no estaba.

Procedieron a la operación, la doctora se sitúo a mi derecha y el cirujano a mi izquierda. Tenía entendido que la operación duraría aproximadamente una hora. Decidí que emplearía ese tiempo en contemplar las luces del foco y en estudiar detenidamente la composición del techo. Pero pronto descubrí que era imposible concentrarse. Me molestaba el ruido de las constantes vitales y el que hacían los cirujanos cuando dejaban la herramienta en la bandeja y cambiaban de utensilio continuamente.

De vez en cuando, venía una enfermera a vigilar cómo iba el suero y la pinza que tenía en la mano. Esperaba que todo funcionase y saliese bien.

De pronto, en medio de la operación, los cirujanos empezaron a hablar. Hice esfuerzos por no hacerles caso. No quería escuchar lo que decían acerca de la operación o enterarme de algún detalle escabroso que me hiciese vomitar. Un amigo me contó, que durante su operación, le pusieron unos cascos con música. Conmigo no tuvieron esa delicadeza. Aunque pensándolo bien, si me hubiesen puesto alguna música desagradable, hubiese confundido el quirófano con una mazmorra de la santa inquisición.

Al final no pude evitarlo y les escuché:

- ¿Entonces hiciste la promoción en Valencia? – Dijo el urólogo.

- Sí, y luego hice las prácticas en el clínico de Valencia y después me trasladaron aquí.- Contestó ella.

- Sí, suelen hacer eso. ¿Y cuantas horas te han puesto?

- Pues tengo que hacer 300 horas en total divididas en...

No me lo podía creer, estaban hablando de sus cosas, ¡En medio de mi operación! Por lo que pude escuchar, veía que el urólogo estaba muy interesado en ella. Al parecer, no se conocían de nada, habían coincidido en esa operación y se estaban contando sus vidas cómo dos compañeros de trabajo que quedan en un bar, se sientan en una mesa y toman una cerveza. Con la diferencia, que allí, lo único que había entre los dos era mi polla. ¡Oh! ¡Mi polla era la celestina de una bonita historia de amor! Y así como en los bares los enamorados quitan las etiquetas de las botellas de cerveza, lo mismo ocurría en el quirófano; Despellejaban mi polla de la piel que le sobraba. Amor puro.

Me invadió una preocupación, a parte de que podían empezar a utilizar su lenguaje corporal para mandarse señales, con lo que ello conllevaba: hacer círculos con el dedo en el borde del vaso, coger la botella por el mango, mirar fijamente a la otra persona mientras bebes de la botella... Me preocupaba el hecho de que estaban jugando con objetos punzantes, y en cualquier momento, podrían distraerse y cortar más de lo debido provocando una fatalidad irreversible. Hice todo lo posible por quitar esos oscuros pensamientos de la cabeza, tarareé canciones dentro de mí, apretaba los dientes y respiraba hondo. Cuando de pronto, escuche un ruido infernal, era el ruido similar al de un taladro pero menos intenso, como el de un cepillo de dientes eléctrico. Seguramente sería una pequeña sierra eléctrica para cortarme. Escuchar aquello era aterrador. Me puse, aún si cabe, más nervioso. Aquel artilugio sonaba cada vez más cerca de la zona sensible. Se me ocurrió mirar la bata del médico. Quería ver si la sangre le salpicaba en su ropa blanca, cómo ocurre en las películas gore cuando descuartizan a alguien con una sierra eléctrica. No fue así, tenían tecnología punta contra las salpicaduras de sangre. Finalmente el ruidito de aquel artilugio cesó. Pero no estaba tranquilo. Decidí mirar a un lado y contar el tiempo que faltaba. Quizás la intranquilidad se reflejaba en mi cara, ya que el médico, de repente me miró y me preguntó:

- ¿Estás bien?

Lo miré como un cordero degollado y le dije desde lo más profundo de mi alma:

- ¿Cómo quieres que esté bien si me estáis cortando la polla?

El urólogo y la enfermera estallaron en una carcajada, cosa que me inquietó más por el miedo a que cortasen más de la cuenta. El urólogo se reincorporó tras la risa y me dijo.

- A ver, jejeje , no es eso chavalín, lo que te estamos haciendo es una pequeña incisión para que el prepucio no esté... bla bla bla.

- Sí, sí, ya sé en qué consiste.

El urólogo y la cirujana se intercambiaron una mirada cómplice y graciosa. Se lo estaban pasando bien. Y entonces intervino ella:

- Lo que hacemos, es cortar un poco, pero tu cosita se mantiene intacta.

- Entiendo.

Y el urólogo añadió:

- Pero oye, hay que aclarar, que cuando ella dice “cosita”, no está diciendo que la tengas pequeña ni nada por el estilo. No la vayas a malinterpretar.

Y esta vez nos desternillamos los tres. Todo estaba resultando muy gracioso, pero a mí luego me quedaría un dolor y a ellos el orgasmo del polvo que echarían luego.

El ambiente se distendió, la operación transcurrió entre más bromas, tales como la del urólogo:

- Ahora, sin la piel esta ya todo irá mejor, porque así como la tenías... no la habrás metido en ningún lado.

El urólogo ya se estaba pasando de gracioso, pero es lo que suele pasar cuando hay una mujer presente entre muchos machitos de pacotilla, se meten puñaladas traperas entre ellos perdiendo su habitual camaradería y creyendo que así captarán mejor la atención de la hembra. Siempre que ocurre eso prefiero huir. Aunque en esta ocasión era imposible, estaba atado, de pies, manos y polla.

Finalizó la operación. Me trasladaron en camilla hasta la puerta del vestuario. Allí bajé, e inmediatamente, lo primero que hice fue mirar el descosido que me habían hecho. No vi nada, estaba todo entre gasas. Me puse la ropa y salí como si nada. No me dolía nada. Era extraño. Mis padres estaban sorprendidos de mi entereza y valentía. Pero cuando volvíamos en el coche, comencé a sentir que despertaba toda la zona en cuestión. Allí estaba yo, sentado en la parte trasera del coche, recostado, aullando, maldiciendo y blasfemando sin contemplación alguna. Parecía una embarazada camino del hospital con la diferencia que yo volvía del hospital.

Una vez en casa, al cabo de unas horas, me dieron ganas de mear. Tuve que quitar todo el aparatoso vendaje. Y observé, por fin, como había quedado aquello. Fue realmente desagradable ver toda mi tierna y dulce cosita con un número incontable de puntos circundándola en su diámetro. Rápidamente me di cuenta que el corte de la parte de la chica había quedado muchísimo más torcido en forma de curva, frente a la parte del urólogo profesional, que pese a estar constantemente tirándole los tejos a ella, hizo su trabajo a la perfección. Ella estaría abrumada por las constantes acometidas de él o bien era una torpe novata. Ya no había nada que hacer, las cosas habían salido así, y hoy en día, 7 años después siguen igual aunque ya no se aprecia tanto.

Finalmente, al día siguiente, confirmé en mis propias carnes las leyendas que me habían contado acerca del dolor de la operación. Me levanté con una considerable erección, la más trágica, la más dolorosa y la más indeseable que he experimentado en toda mi vida.

La operación. Capítulo I

La operación. Capítulo I

Fue muy difícil dar el paso y operarme. Aquello ya no tenía otro remedio. Me armé de valor, comenté el problema a mis padres y días más tarde fui al médico y le dije:

- Tengo que operarme.

- ¿De qué?

- De fimosis.

- Muy bien... Acompáñame. – Cada vez que alguien decía esa palabra me acordaba de “sorpresa sorpresa”.

Le seguí hasta a la camilla.

- Bájate los pantalones.

- Vale. – Nunca antes había sido tan sumiso.

Me bajé los pantalones y los calzones. El doctor se ajustó las gafas y miró aquello como si no hubiese visto una polla en su vida. ¿Es que él no tenía una? Me preocupaba porque miraba demasiado. Entonces me dijo:

- Ahora vengo.

No sabía a donde coño iba. Miré como estaba y dudé entre subirme los pantalones o esperar tal cual y que se me ventilase. Decidí que se ventilara y estuve con la chorra fuera esperando. Al rato volvió con otro médico.

- Míralo tú porque yo no sé.

¡Menudo incompetente! El nuevo médico me inspeccionó y me sometió a tocamientos impuros. No quería pensar mal y dudar de su profesionalidad, pero no podía evitarlo.

- Pues sí, sí. – Decía.

Yo pensaba ¿Sí qué? ¿¿SÍ QUÉ?? ¿Me quedaría estéril? ¿Me la cortarían? ¿No tendría remedio?

- Bueno, ya está. Te voy a mandar al urólogo.

aHizo el papeleo para el urólogo y allí estuve días después.

- Bueno ¿Qué te pasa?

- Pues eso.

- Pues eso ¿Qué?

- Joer.. pues eso.

- Pero es que yo no sé qué es eso.

¿No lo tendría apuntado en el papel o es que quería afrontarme?

- Que tengo fimosis.

- Ah, muy bien. Acompáñame. – Otra vez la melodía.

Le acompañé.

- Bájate los pantalones.

Ya empezábamos otra vez. Tocamientos, inspección, manoseos, excitación por su parte...

Volvimos a la mesa y me dijo:

- La operación será en 2 meses.

Pasó el tiempo y cuando ya casi me había olvidado de todo, recibí una carta del hospital indicando la fecha de la operación. Sería una tarde a las 6. Las noches anteriores las pasé fatal. Pensé en las probabilidades de quedarme inútil, pensé en lo doloroso que sería. Llegué incluso a escribir varias poesías hablando del dolor, del sufrimiento, de amputaciones y de supervivencia en tonos dramáticos. También pensé en redactar un testamento. Pero si hoy por hoy soy inútil escribiendo por entonces lo era todavía más y era incapaz de escribir más de una línea.

Mis padres me llevaron al hospital. Me daba la sensación de estar camino del matadero. Nos sentamos en la sala de espera del quirófano. Todos los que había allí eran viejos. Dijeron mi nombre y fui al mostrador. La chica se cercioró de que era yo y con su rotulador fosforito subrayó en su lista mi nombre y, a continuación, otra palabra que me estremeció al leerla: Circuncisión.

Me acompañaron adentro, mis padres me despidieron como si no me fuesen a ver nunca más en la vida. Un simpático joven me acompañó hasta un vestidor. Me dio una bata azul, y me dijo: Quítate toda la ropa y ponte esto. Me quité todo y me puse aquella bata que no me tapaba nada. Allí en el vestidor había un viejo que me daba muy mala espina. Estaba quieto y con la mirada perdida mirando al frente. No se movió ni un segundo ni para mirarme. No se inmutó en ningún momento. Parecía un muñeco de un museo de cera. Estaba ensimismado. Todo se hacía cada vez más escatológico. Finalmente guardé mi ropa en una taquilla y salí. Allí me esperaba el chico con una gran sonrisa y una camilla. Me dijo que me acostase en ella. Me llevó por los pasillos llenos de luces como si se pasease con el carrito de la compra. Durante el trayecto en camilla, dentro de los límites de mi campo de visión, veía a enfermeras, enfermeros, médicos.. Todos parecían salidos de una película de médicos asesinos que traficaban con los órganos de los pacientes a los que mataban a conciencia. Me miraban como si fuesen gente buena que me iban a ayudar, pero dentro de ellos había demonios que se reían con una carcajada cavernosa. Era como estar dentro de la casa del terror, o dentro de una pesadilla donde todos parecen buenos pero sabes que te van a hacer algo malo. Entonces me empezó a hablar:

- ¿De dónde eres?

- De Culebra.- Le dije.

- ¿Ah sí? Tengo allí un apartamento.

- Mira que bien...

No me importaba una putísima mierda lo que dijera, el tío sería nuevo trabajando y estaría aplicando los conocimientos de psicología para pacientes que le dieron en la universidad. Se creía que estaba idiota. Sabía que esas eran las típicas charlas para tranquilizar a los pacientes, y estaba seguro de que no tendría ningún apartamento en mi ciudad. Cuando trabajé en el hotel de botones, siempre preguntaba a los clientes de donde eran. Independientemente del sitio que me dijeran siempre respondía que tenía familia allí, que era un lugar precioso y que había muy buenos vinos por allí. De este modo, la propina siempre era mucho más generosa.

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El chico de la camilla me llevó a una sala que parecía un parking de camillas. Vio un aparcamiento libre entre dos camillas y me encajó allí en medio. A mi derecha se encontraba un hombre de 40 años, parecía sano. A izquierda había un hombre con un gotero que estaba moribundo. Me preguntaba de qué iban a operar a toda esa gente. Seguro que todos esos tenían enfermedades mucho peores que la mía, pero no me consolaba lo más mínimo. Estaba nervioso. No me gustaba el panorama. Veía a los médicos pasar de un lado a otro. Habían unas puertas en las que ponía: Quirófano 1, Quirófano 2. En eso que pasó una enfermera, me vio y se fue. De pronto pasó otra y lo mismo. Luego me dio la impresión de que todas las enfermeras pasaban sólo para mirarme. Incluso vi a una, que se asomó a la puerta, me miró y se metió para adentro. Era como si se dijeran las unas a las otras que fuesen a verme. Llegué a la conclusión de que cada vez que había uno que se operaba de fimosis se extendía el rumor e iban a verlo. También cabía la posibilidad de que me estuviese volviendo paranoico. De pronto, vi a una enfermera, y me pareció que era mi vecina. ¡Se enterarían todos de que me iban a operar! ¡No!

Imaginé que cada vez que subiese en el ascensor de casa y que me cruzase con algún vecino y se reiría de mí diciendo: “¡Se ha operado! ¡Se ha operado!” Y harían bromas absurdas sobre la operación.

Al cabo del rato llegó mi San Martín. Un camillero me metió por la puerta donde ponía quirófano. Otra vez estaba en el trenecito del terror acostado. Entré en una sala, toda llena de aparatos, y allí estaba el urólogo que me inspeccionó hacía dos meses. Me dio la bienvenida mientras se ponía unos guantes de látex en la mano. Y de no haber llevado mascarilla apostaría que tras ella había una gran sonrisa con un diente centelleante. En ese momento me dieron ganas de saltar de la camilla y salir corriendo. Renunciaría a una sexualidad satisfactoria para toda mi vida. No me importaría el hecho no poder meterla en condiciones. Bueno... pensándolo mejor sí que me importaba. Me quedaría.

Me pusieron en la camilla, vino una enfermera, me clavó la aguja de un gotero en la mano. En el dedo, me pusieron una especie de pinza para indicar mis constantes vitales. Me colocaron una sábana verde por encima. La máquina empezó a emitir pitiditos con las constantes vitales. Se encendió un gran foco sobre mí y entonces pensé en la luz que ven los que han tenido experiencias cercanas a la muerte. En la película de Ghost salían los espíritus metiéndose por ese foco. Tendría una salida fácil en caso de que las cosas saliesen mal.

De pronto apareció una mujer que se situó a mi derecha. También con el gorrito y la mascarilla. ¡Me iba a operar también una mujer! El que tenía a mi izquierda, el urólogo, saco una aguja. Mi pene ya estaba dispuesto a ser tratado. Me dijo:

- Te voy a poner la anestesia. Esto te va a doler un poco...

Entonces se dirigió con la aguja hacía mi desamparada polla. No quise mirar nada de lo que me hiciesen. Miré a la luz. Y sentí el peor pinchazo que me han dado jamás en mi vida en la parte posterior de mi pene. Era como un clavo traspasándome. No emití ningún gruñido, ni gemido, ni nada. Solo miraba la luz para ver por dónde aparecía Dios.

- ¿Sientes algo?

- Sí.

Metió otra inyección.

Y otra.

Tres pinchazos mortíferos en distintos puntos de mi geografía más sensible y en la luz no aparecía nadie. 

 


El misterio de la nota del examen

Era una tarde más, calurosa, rutinaria... Estábamos en clase de prácticas de oficina, tenía de profesora a una pelirroja muy disciplinaria, era horrible y además tenía un culo que parecía un portaaviones. No me caía nada bien y yo a ella tampoco. Me daba clases de prácticas de oficina, de informática y para colmo también era nuestra tutora.

La profesora habló:

- Ya he corregido los exámenes.

Llamó uno a uno a todos por orden de lista. Sabía que ese examen no me había salido bien, intuía que había suspendido. Me llamó y recogí el mío.

Vi la nota. Un 3,7. No era ninguna sorpresa.

Empezaron los típicos cotilleos entre todos, “¿Qué has sacado?” “¿Qué pusiste en la pregunta 4?”

Yo me puse a hablar con mi compañero.

- Menuda mierda- dije.
- No te preocupes hombre. Tampoco es para tanto.
- Ya lo sé. Ya recuperaré.- Dije entristecido.
- Mira la nota de tu examen... – Entonces cogió el bolígrafo rojo y en el 3 puso un 3 invertido al otro lado.. haciendo un 8 a la perfección- Mira, un 8,7 ¿Queda bien eh?
- Sí, Sí, queda de puta madre... no parece que esté cambiado. Pero bueno... ¿Qué más da?

Entonces volvió a hablar la profesora:

- Me tenéis que devolver los exámenes que se me ha olvidado de poner la nota en mi libreta.

Le dije a mi compañero:
- Coño, quiere que se lo devuelva y ya lo hemos rayado.... ahora me dirá algo.
- No importa, se lo dices.
- Vale, de todas formas tengo ganas de oírla hablar, voy a dárselo como si nada para que se enfade.

La profesora llamó a todos de nuevo por orden de lista.
Me divertía hacerla cabrear, así que tenía ganas de verla gritar un poco. Me llamó y le di mi examen con la nota cambiada. Permanecí allí al lado de su mesa de pie sin decir nada. Ella cogió el examen, miró la nota y asintió con la cabeza. Luego me miró mientras yo esperaba con cara de cordero degollado a que me dijera de todo y me dijo:

- Fredy... muy bien el examen, muy bien. Así me gusta.

Entonces inclinó de nuevo la cabeza y vi como anotaba un 8,7 en su boletín. Permanecí quieto un instante sin reaccionar, y ella llamó a la siguiente persona de la lista. ¿Qué acababa de ocurrir? Me dirigí a mi asiento al lado de Javi y nos miramos sin decir nada. La profesora seguía llamando a gente.

- No se ha dado cuenta Javi.
- Ya lo he visto.
- Ha apuntado un 8,7 ahí y me ha felicitado por lo bien que he hecho el examen.
- ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?
- Sí. Pero no pienso decirle nada.- Y empecé a reírme sin parar

Entonces nos entró la risa tonta, era consciente de que acababa de hacer una proeza. Tras estar más de media hora riéndome, la profesora me cambió de sitio, me dijo que me fuese a la otra punta de clase y amenazó con echarme de clase. Me cambié de sitio y aun así, permanecí allí en la esquina solitaria y cada vez que Javi me miraba me descojonaba como uno que se ríe solo porque se ha tomado un tripi.

Pero no todo estaba hecho, tenía miedo de que se diese cuenta al revisar los exámenes, temía que me pillase y durante las dos semanas siguientes estuve sufriendo. No estaría tranquilo hasta que no me diesen el boletín de las notas.

Al cabo de una semana, la profesora llegó a clase y me dijo:

- Cuando acabe la hora quiero hablar contigo.- Dijo con muy mala leche.

Esa hora la pasé fatal, estuve pensando en como le explicaría lo que hice, le pediría disculpas, entendería que me quisiese suspender hasta septiembre e incluso pensé que me iban a hacer algún expediente. No sabía como afrontar aquello. Pero lo afronté porque si había tenido huevos para hacerlo debería tener huevos para reconocerlo y explicarlo. Así que decidí que le diría la verdad. No quedaba otra opción.

Pasó la hora. Yo ya había perdido 4 o 5 kilos debido al nerviosismo y me llené de valor y me acerqué a ella:

- Bueno- dije- Querías hablar conmigo....
- Sí.-dijo muy seca- ¿Sabes por qué te llamo no?
- Sí... me lo imagino..
- ¿A ti te parece bonito lo que has hecho?
- Pues no. – Realmente sabía que cambiar la nota de un examen no está nada bien.
- ¿Sabes que estuvieron más de 5 horas los técnicos para arreglar lo que hiciste en el ordenador?
- ¿Cómo dices?- Dije sorprendido
- No podían quitar los dibujitos que pusiste en el programa al iniciarse. ¡Porque yo sabía que habías sido tu! ¿A ti por qué se te ocurren hacer esas cosas? ¿Por qué no empleas todo lo que sabes de informática otras cosas?
- Ahhhh. – Asentía aliviado.

Entonces recordé que en clase de informática cambié la pantalla de bienvenida de un programa de contabilidad y en vez de salir un cartelito con el nombre del programa y la versión salían unos dibujitos míos de unos vampiros, y letreritos poniendo muerte, Satán, 666 y cosas así. Una trastada sin importancia. Aunque no me acababa de creer que unos técnicos hubiesen tenido que estar 5 horas para quitar esa mierda.

- Y como castigo... ¡Te voy a bajar la nota en informática! En vez de un sobresaliente vas a tener un notable.
- Vale, me parece bien, me parece perfecto.- Dije feliz, al saber que no me hablaba del examen de prácticas de oficina. Me dieron ganas de darle dos besos, pero no hubiese sido normal que alguien se alegrase de que le bajasen la nota. Pero yo llegué a esbozar una sonrisa en mi cara.
- ¡Y que no vuelva a ocurrir!
- ¡Seguro que no!

Y semanas después apareció en el boletín de notas un flamante notable en prácticas de oficina y un notable en informática. Un notable que debía haber sido un suspenso como una catedral.

Con esta historia queda inaugurada la sección Increible pero cierto