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En Tierra Firme

Cosas de la vida

Así fue

Así fue

Ayer decidí salir de casa después de estar dos semanas encerrado. No crean que he tenido migrañas. Tampoco he estado enfermo ni convaleciente. Simplemente no he salido porque no quería. Mis padres insisten en decir que estoy enfermo y que debo ir al médico. Pero yo no les hago caso. Cuando me preguntan por qué no salgo simplemente les respondo: “¿Y a dónde voy?”. No tengo nada que hacer en la ciudad del urbanismo descontrolado y del botellón en la playa.

Pero finalmente salí para hacer unos recados y comprar unas cosas. Fue una aventura similar a la de Ignatius Really cuando salió de su ciudad. En la calle me crucé de frente con un conocido al que no veía desde hacía dos años. Lo último que sabía de él era que me agregó a Facebook. No hablábamos ni nada, pero un día me vio etiquetado en una foto con una amiga y la agregó diciéndole que era muy guapa. Ella me lo contó y me preguntó quién era ese amigo en común. Yo fliple. Me extrañó que una persona con la que no mantengo contacto agregase a mis amigas para tirarles los trastos, así que preferí borrarlo para no sentir vergüenza ajena. Y no, no me molestó, no tengo ese sentimiento tribal ni nada de eso. Sólo me pareció tan patético que prefería no tener ninguna relación con ese espécimen.

Pero eso no influyó a la hora de saludarle y preguntarle qué tal. Los dos sosteníamos unas sonrisas falsas. Nos interesamos por la vida del otro y fingíamos alegrarnos al vernos. Después nos contamos de dónde veníamos y a dónde íbamos y nos despedimos. Me dijo que el grupo se ha separado, que cada uno va por su cuenta ahora. Y que las cosas cambian. Se puso filosófico. Yo no es que quisiera prolongar la conversación, ciertamente no me interesaba lo más mínimo su vida, al igual que a él no le interesa la mía en absoluto. Mientras me hablaba yo me preguntaba interiormente si sabría que le he borrado de Facebook. Ciertamente no me importa, ni me importa que pueda a llegar a leer esto, a estas alturas la gente que me conoce ya debe estar acostumbrada a mi comportamiento misántropo. Además, es una persona que dudo que haya leído más de dos hojas de un libro en su vida, así que no creo que lea esto.

Continué con mi recorrido. Mi objetivo era comprar tabaco de sabores para una narguile que compré en Turquía. Fui a un estanco. Pregunté si tenían tabaco de sabores. “¿Para una cachimba?” Me preguntó la dependienta como si fuera un yonki. Le dije que sí. Temía que pensase que yo era un drogadicto. Ella me dijo que no vendían de eso y que no sabía dónde se podía conseguir.

Fui a otro estanco. Esta vez me atendió una joven dependienta de unos diecisiete años. Le pregunté por el tabaco de sabores y me sacó unos cigarrillos de vainilla. Yo le dije que no, que lo que quería era tabaco para una narguile. Entonces entendió que era un yonki drogadicto. “No te entiendo” me dijo con una mirada llena de terror y dando un paso hacia atrás. Entonces apareció la madre. Me preguntó qué quería. Le dije que tabaco de sabores para una pipa. Me dijo que no tenía y me miró de arriba abajo. Si no hubiese estado su hija delante me hubiese preguntado qué tipo de droga me meto para saber qué hacían los jóvenes de hoy en día.

Salí de allí decepcionado. Luego quise ir a una herboristería a comprar hierbas. Pero esos lugares se me antojan extraños. Llegué a la puerta y me dio vergüenza entrar y pasé de largo.

Por fin había salido de la cueva. Así que quise aprovechar el día para ir a la playa. Desde hacía días me había planteado vivir como un turista en mi propia ciudad y hacer lo que ellos hacen aquí. Volví a casa y preparé mis bártulos de la playa. Simplemente cogí la toalla, crema solar, un libro y las llaves del coche. Me puse el bañador y me fui a la playa (que está a 10 minutos caminando) escuchando a Michael Jackson. Me dio tiempo para escuchar media canción de “We are the world”. Me encanta el momento en el que entra Bruce Springteen y Bob Dylan.

Aparco el coche en una zona que sé que no van muchos turistas y está despejado de edificios (por poco tiempo pues ya hay un plan urbanístico). Atravieso la duna como un peregrino del desierto y de pronto me veo el espectáculo. Hay mucha gente en una zona de la playa de pie. Algo ha pasado. Los socorristas están ahí. Ha llegado una ambulancia. Al cabo del rato llega una Samu. Voy acercándome poco a poco caminando. Está también la Guardia Civil. Me abro paso entre los bañistas curiosos. Voy hasta la primera fila. Parece que hay alguien tumbado. Los socorristas están haciéndole el masaje cardiaco insistentemente. La gente no me deja ver. Hay un policía apartando a los curiosos a unos 20 metros. Entre toda la gente que se agolpan para mirar están padres de familia gordos, jovencitas en topless y tanga, señoras alcahuetas, mascachapas, chonis, ciclados, retrasados mentales y seres inteligentes como yo.

Entonces, entre la marabunta, se abre un hueco de visión por el que veo que levantan la cabeza al chico, de unos veinte años, y lo entuban. El chico no reaccionaba. Su rostro estaba blanco, muy blanco. Era el rostro de la muerte. Poco pudieron hacer por salvarle. Estuvieron durante un rato practicando las tareas de reanimación pero la blancura del cuerpo daba a entender que era inútil. Poco a poco los socorristas pierden el entusiasmo. Uno miró la hora y se limpió las manos. Entonces sacan la sábana térmica y se la ponen por encima. En ese momento se oye un grito desgarrado. Una chica comienza a llevarse las manos a la cabeza y se tira al suelo. Acaba de ver cómo le ponen la sábana térmica por encima a su hermano y ve que ya no pueden hacer nada por salvarle. Grita desesperadamente. La gente comienza a irse. Es un momento muy desagradable. A cien metros los niños están jugando a la pelota. Los curiosos se alejan, no hay nada más que ver. El rostro de la multitud se difumina. Yo me incluyo entre ellos. Me alejo a unos doscientos metros. La gente continua haciendo su vida. Hay una familia llorando lejos pero nadie quiere verlo. El padre, la madre y la hermana no se acaban de creer que ese día de playa que planearon haya acabado en tragedia.

Todos comienzan a bañarse de nuevo. Yo extiendo mi toalla pensando en la muerte. En lo fácil que llega en cualquier momento. Tal vez se debería aprovechar más el momento. Tengo el cuerpo fatal. Se me quitan las ganas de bañarme. Hay un cadáver que puedo ver desde donde estoy sentado. A la familia se la llevan. Me da cosa bañarme. Pero decido hacerlo, hace mucho calor y la vida sigue. Los forenses tardaron más de dos horas en llegar para levantar el cadáver. Mientras la gente ya vuelve al agua, los niños corretean cerca y las parejas comienzan a besarse de nuevo. La última vez que vi un espectáculo así fue en Varanasi, en el río Ganges puedes ver como creman a los muertos mientras las vacas follan al lado de los cadaveres. Aquí sólo faltaban las vacas. El resto era igual.  

Finalmente, ante tanta consternación, decido darme un chapuzón rápido y volver a la toalla. Saco mi libro. Matadero cinco, de Kurt Vonnegut. Un buen título para un día como hoy. No se puede ser más oportuno. No se me ocurre otra forma mejor de acabar de contar lo que vi que hacerlo como el maestro. En Matadero cinco, cada vez que aparece una muerte, el párrafo termina diciendo:

Así fue.

Encontrar la meta en mitad de la carrera (o los poemas proféticos)

Encontrar la meta en mitad de la carrera (o los poemas proféticos)

A veces uno le encuentra sentido a lo que hace después de mucho tiempo. Hace años escribí un poema bastante curioso y enigmático.  Era el proyecto de una canción de amor que terminó hablando de mi actitud ante la vida. Yo entonces no sabía nada, no sabía a dónde me dirigía ni lo que quería, pero sin querer tracé con ese poema la hoja de ruta a seguir el resto de mis días. Ahora ese poema no para de sonar en mi cabeza, lo recito mentalmente y sé que esconde la clave de mi actual situación.

Hoy en día estoy en medio de un desierto de arena. En los horizontes no se divisa nada. Sólo recuerdo de dónde partí y a dónde quería dirigirme. El proyecto de hacer una carrera se desvanece con cada paso que doy. Cada huella que dejo en el desierto tiene menos sentido que la anterior. Tengo la absoluta certeza de estar caminando hacia La Nada. Sólo escucho la melodía de la desmotivación y del desencanto.  Los objetivos no me deparan ninguna alegría ni satisfacción. No me interesa seguir el camino, no me interesa ser mejor persona obedeciendo y haciendo lo que debo. Yo ya no me autoengaño y tal vez eso sea lo peor de todo. No soy capaz de ver el sentido pragmático de la vida. Desprecio hacer las cosas por inercia y maldigo todo acto de la vida que no contenga una chispa de amor.  Odio que solo se valoren los frutos de las acciones y no las acciones en sí. Odio tener que aprender cosas que no me interesan y luchar por aprobados de asignaturas con las que no disfruto y carecen de completo sentido para mí.

Ya sé que la vida no es un camino de rosas y sé que cualquier persona racional me explicará con doscientos mil argumentos que el paso que voy a dar es el equivocado y me podrán dar cien mil razones para continuar adelante en esta travesía. Pero es inútil tratar de hacerle creer a un suicida que la vida es maravillosa. La vida del suicida no es la misma que la del luchador aunque compartan el mismo escenario. Yo he decidido que no voy a continuar adelante con esto. No quiero seguir compitiendo en esta carrera. No soy como ellos. No puedo desvivirme por algo que no siento. No puedo esforzarme por objetivos que me parecen bromas de mal gusto o insultos a la inteligencia. Desprecio a los subhumanos que sí que lo hacen al igual que ellos despreciarán mi total actitud cínica ante la vida. A mí me da vergüenza ajena ver cómo alguien es capaz de llorar porque no sabe si aprobará el próximo examen de comunicación interactiva.

Ahora la única palabra que inunda todo es IMPRODUCTIVIDAD, con mayúsculas. No he hecho nada útil. He aprendido algunas cosas, pero siento que soy un completo inútil que si sigue la travesía sólo servirá para darle al botón REC de una cámara y poco más. El único aprendizaje de la vida es leer libros y es lo que más echo de menos. Pero la desidia que me invade me impide leerlos. Así que soy un auténtico parásito, una cucaracha que encima tiene que pagar alquiler y la comida que compra. Soy un trozo de vida insana que ha alcanzado una lucidez tan abrumadora que cualquier acto de la vida me parece irracional.

Tan sólo voy a disfrutar del camino. Voy a ir a mi marcha, voy a perderme, no llegaré al objetivo que me marqué. Voy a trazar mi propio camino y es probable que acabe perdiéndome lejos de la meta de esta carrera sin sentido. El estado me va a dar una beca para que pase un año en Turquía estudiando, aprovecharé la financiación para pasar un año sabático en tierras asiáticas y a partir de ahí continuaré mi propio camino, lejos de las aulas, lejos de los profesores, lejos de los botellones y lejos del sinsentido. Mi sueño siempre fue ser un creador y no un instrumento.

Por fin he encontrado el camino que ha de guiar mis pasos.

Os dejo con el poema profético que escribí hace mucho tiempo, cuando todavía creía que rimar tiempos verbales eran proezas de un auténtico poeta.


ERA

La mariposa hoy reposa,
me falta un ala para volar,
soy nadie si soy mitad,
son horas y tiempos de calamidad.

Encontré la ansiada meta
en mitad de la carrera,
sabía cuál era mi destino
y ya no compito por el objetivo.

Tentaciones, curiosas voces,
Son inaudibles si son permitidas
Y retumban en mi oído si son prohibidas,
dudas y ansiedad de emociones.

Lagos azules, faros verdes
¿lo que busques o lo que encuentres?
¿lo que escuches o lo que sientes?
¿vulnerable o perenne?

Es muy cruel tu forma de pensar
Yo siempre he preferido elegir que descartar,
más silencios emitirás
y más sordo me notaras.

Vamos, entra tu primero,
nunca me ha gustado ser un caballero
y siempre he negado ser un plebeyo,
pero hoy he sentido el agua en el cuello.

lagos azules, faros verdes
agua que fluye , tormenta de Viernes
tiempo que pudre, espero que llegues
quizás no escuches, quizas no quieres


No hay palomas que hablen
si mi imaginación no las hace

lluvia satisfactoria
lluvia usurpadora
lluvia satisfactoria
lluvia usurpadora
lluvia satisfactoria
lluvia usurpadora
lluvia
     lluvia
          lluvia
                 lluvia
                         lluvia
lluvia
    lluvia  lluvia

lluvia
    lluvia  lluvia
lluvia
    lluvia
        lluvia


    lluvia

Ayer escribí un poema superbonito

Ayer escribí un poema superbonito

Ayer escribí un poema superbonito.
Hablaba del amor que sentía por ti
y de lo mal que lo paso cada vez que te alejas.

Hice unas metáforas increíbles,
en las que salía el mar
y unos pájaros.
 
También decía lo mucho que significas para mí,
y te pedía perdón por el daño que te he hecho,
pero lo hice de una forma tan sutil y brillante
que ni yo mismo me creía que estaba escribiendo tan bien.

Uno de los versos que más me gustó
era uno que decía que yo quería ser tu droga,
pero lo único que conseguí ser es tu camello.
Eso me encantó.

Sin duda era el mejor poema que he escrito en mi vida,
y uno los que más sentimientos descargué sobre el papel.

Te aseguro que era un poema muy bonito.

La putada es que lo dejé encima de la mesa,
y lo he perdido y no sé dónde está.
Creo que se lo ha comido el perro.
 
Ahora es imposible que lo vuelva a escribir como antes,
no me saldrán las mismas palabras tan precisas y exactas,
y  ya no quedaría tan bien como lo hice ayer.
 
Lo cual me fastidia un huevo,
Porque era un poema realmente bonito.

 

No quiero parecerme a ti

De pequeño tenía un amigo al que odiaba. Él representaba todo lo que yo nunca quería ser. El asco que me daba era tal que si identificaba algún rasgo de su personalidad en mí automaticamente lo modificaba. No soportaba parecerme a él en algo. Si él decía blanco yo tenía que decir negro. Me parecía la persona más despreciable que existía sobre la faz de la Tierra y mi único objetivo era ser lo contrario que él. Era algo absurdo, pero el odio me influenciaba mucho más en la formación de la personalidad que la admiración que sentía hacia alguien.

Hoy en día ya no sé nada de esa persona a la que tanto odiaba. Se dividieron nuestros caminos y desapareció como si nada. Pero hoy me ha dado por acordarme de él y he descubierto algo muy importante. Creo que en el fondo le odiaba porque se parecía a mí en todo. Éramos tan parecidos que pude ver mi propio patetismo reflejado en otra persona. Veía en él todo lo que yo era. Y gracias a él vi que yo era una persona realmente lamentable que daba asco y que debía cambiar para no ser lo peor de lo peor.

Lo más preocupante es que ahora que ya no le tengo he descuidado mi personalidad. Al perderle perdí el ejemplo de lo que no quería ser y sin querer he vuelto a ser quien soy. Ahora no puedo apartarme de mi "yo" más despreciable que tanto se parece al del chico que odiaba y me he convertido en lo que nunca quise ser.

Ahora estoy convencido de que la gente que me conoce me odiará. Modificarán cualquier rasgo de su personalidad que identifiquen en mi persona con tal de no parecerse a mí. No querrán ser el asco de persona que soy y huíran de sí mismos al verme. He encarnado todos los males de la humanidad para enseñar al mundo cómo no se debe ser. Quizá por eso no hay ningún ser humano en la Tierra que piense como yo, que le guste lo mismo que a mí y, por supuestísimo, que yo pueda gustarle.

Y es que todo el mundo huye de lo que soy al igual que huyen de una catástrofe... pero yo nunca podré escapar de mí mismo.

Hospitalidad

Hospitalidad

Siempre he sido un buen anfitrión. Cuando tengo invitados trato de que estén lo más a gusto posible. Les ofrezco de beber, de comer y les pregunto qué quieren. No es que sea igual que Isabel Presley en sus recepciones con Ferrero Rocher, pero trato de hacer todo lo posible desde mi humilde posición social.

La cuestión es que somos una familia normal, pertenecientes a la clase media trabajadora. Mi madre trabaja en una escuela fregando wáteres y muchas veces se encuentra en la basura bricks de zumos que los niños han tirado a la basura sin abrir. Ella no tiene pudor alguno en cogerlos y traerlos a casa, al fin y al cabo el contenido está intacto y es perfectamente bebible. Al principio a mí me daba un poco de reparo bebérmelos, pero en cuanto te bebes uno te das cuenta de que no te vas a morir por beberte algo así.

A muchos de mis invitados les permito abrir la nevera y que se sirvan ellos solos. A veces son gente de una clase social mucho más elevada que sería incapaz de acercarse a una basura a más de cinco metros y mucho menos de beberse cualquier cosa que haya en ella. Algunos de ellos reparan en los zumitos que tengo y me preguntan si pueden beberse uno. Yo les digo que sí, que por supuesto, que cojan lo que quieran.

Ellos mientras se lo beben hablan de lo mucho que les gusta ese zumo. Una vez, un invitado me dijo que los zumos le recordaban a su infancia. Su madre siempre le ponía ese zumo en su mochila y acabó tan harto del zumo que muchas veces lo tiraba a la basura sin ni siquiera abrirlo.

Desde entonces me encanta ofrecer basura a mis invitados sin que ellos lo sepan.

Concurso 20 minutos

Concurso 20 minutos

Este año vuelvo a participar en el concurso de 20 minutos. Me he inscrito en la categoría de ficción, en la que quedé finalista en la anterior edición. No estoy de acuerdo con el criterio de selección del ganador, pues sólo van a optar al premio los que más votos tengan y estén entre los cinco primeros clasificados de cada categoría. Esto hará que muchos blogs de calidad se pierdan en el olvido y nadie del jurado los leerá.

Os invito a que participéis en este concurso con vuestro blog. Es una buena oportunidad para daros a conocer. Y si creéis que no vais a ganar pues lo inscribís igual aunque sólo sea para votarme, pues sólo los que participan pueden votar. Con vuestro voto contribuiréis a que el mundo sea un poco mejor gracias a mí, pues yo soy el cordero de dios que quita el pecado del mundo y tengo mucha piedad de vosotros.

De momento me despido, tan sólo os pido que cuando vayáis a cagar recordéis las enseñanzas del maestro Yoda: “Usa la fuerza”.

 

Experiencia místicocientífica-literaria que demuestra que todas las mujeres son unas creídas

Experiencia místicocientífica-literaria que demuestra que todas las mujeres son unas creídas

Andaba yo tranquilamente por las calles de mi ciudad disfrutando de la suave brisa mediterránea en de un día caluroso de verano, cuando de pronto advertí que dos muchachas de Cullera, y por definición paletas, caminaban delante de mí a unos veinte metros. La fortuna hizo que a una de ellas se le cayera la chaqueta que llevaba colgada en el bolso sin que se diera cuenta. Yo que vi lo sucedido me dispuse a actuar como un ciudadano ejemplar que soy y llamé a las dos chicas con un simple “¡oye!”.

Estoy seguro de que me escucharon, pero no quisieron girarse. Yo seguí caminando y continué llamándolas con un tono más elevado: “¡Ey, Chicas!”. Ambas me oyeron, pero tampoco se giraron. Yo ya estaba comenzando a mosquearme.

Llegué a la altura de la chaqueta y la recogí mientras ellas seguían impasibles caminando y haciendo oídos sordos a lo que creían que eran las voces de un macho baboso en celo.
 
Podría haber corrido y llegar a su altura. Pero si lo hubiese hecho, y ante mi llamada constante, probablemente saldrían corriendo pensando que soy un macho cabrío que las va a violar como si se fuese un animal de algún documental del National Geographic. Así que decidí elevar el tono de mi llamada, intentando modular la voz para que creyera que las estoy llamando por algo serio y no porque quiera hacer algún comentario respecto a sus culos, que es lo que se creían.

Las llamé unas quince veces, hasta que al final, una de ellas se giró disimuladamente, con una sonrisita de puta creída, como si me regalase el privilegio de mirarme por mi alocada insistencia. Cabreado, levanté la chaqueta y les dije desde lejos “se os ha caído”. La chica miró el bolso y vio que, efectivamente, se trataba de su chaqueta.

Las muy vagas, al ver que yo caminaba en esa dirección no se limitaron a caminar hacia a mí, sino que esperaron a que llegara a su altura para que les diese la chaqueta.

“Gracias” dijo la que perdió la chaqueta. Sin mirarlas a la cara no contesté y pasé de largo.

Lo peor es que se todavía se creerán que están buenas.

La ciudad de la luz

Organizaron un viaje para ir a la ciudad de la luz. Los estudios de cine de la Comunidad Valenciana que cuando acaben de construirlos serán los más grandes del mundo. Fui entusiasmado, con la idea de ver cómo era un estudio por dentro, de ver cámaras e incluso pensé que podríamos ver algún rodaje y los decorados exteriores de alguna película que estuviesen rodando.

Llegamos a Alicante en una hora. Entramos en la Ciudad de la Luz y sin bajar del autobús un guía comienza a hablarnos de los estudios, de las cosas que tiene, mientras atravesamos los aparcamientos. Nos dice los metros cuadrados que tiene, las posibilidades que ofrece, todo tenía buena pinta. Luego, siguiendo con el autobús, nos enseñan la parte de los estudios exteriores, en la que están construyendo un gran tanque de agua para escenas de mar, y que será el único estudio del mundo que tendrá el mar a tiro de cámara, cosa que ningún estudio ofrece, también vemos que en ese estudio exterior no hay edificios ni nada de fondo para no entorpecer las tomas. Nos dicen el nombre de las películas que se han rodado allí y nos entusiasmamos. Luego pasamos por delante del edificio de Kodak y nos dicen que es uno de los mejores laboratorios de película del mundo, en el que se puede positivar la película al instante y se puede transmitir vía satélite a cualquier parte del mundo.

Cuando llegamos al final del parking, cuando pensaba que íbamos a bajar y ver todo por dentro nos dicen: Lo malo que no podemos entrar en los estudios ni en nada por una política de las productoras que alquilan los estudios. Y entonces todos comenzamos a indignarnos, pataleamos, gritamos y nos cabreamos. Una excursión, gratis sí, pero en la que nos habían dado una vuelta por un parking como a subnormales y en la que no habíamos visto nada. La información que nos dieron es la misma que la que podrías haber conseguido en cualquier página de Internet sobre la Ciudad de la Luz y lo que vimos es menos de lo que puedas ver en cualquier foto de los estudios por Internet.

Luego nos llevaron a una fábrica de decorados de película, nos enseñaron cómo reproducían decorados y hacían cabezas de plástico para efectos especiales. Nada del otro mundo.

Pero lo peor vino luego. Cuando nos metieron en el Centro de estudios de la ciudad de la Luz. Un centro privado en el que imparten clases y cursos por la módica cantidad de 6000 euros al año en la que te enseñan cualquier oficio relacionado con el cine. ¿La ventaja de pagar tanto dinero? Aparte de las desproporcionadas instalaciones tienes la ventaja de que si pagas puedes hacer prácticas en la Ciudad de la Luz. Qué bien.

Es decir, en la Comunidad Valenciana alardean de un proyecto que ha costado tanto de hacer, en la que han invertido dinero público, y los que se benefician de ello, los que tienen posibilidades de acceder a trabajar allí tan sólo son los que pagan. Los que estudian en centros públicos que se despidan de poder acceder allí. Tan sólo los hijos de papá, los que tienen dinero, podrán soñar con la posibilidad de poder entrar en prácticas allí y que luego les contraten. El resto sólo verán un estudio de cine desde un autobús y mal. Una buena forma de privatizar el proyecto que fue resultado de un esfuerzo público.

Encima, la mayor parte de la visita fue para promocionarnos esa escuela a la que cualquier familia de clase media no puede acceder. En la que nos enseñaros las instalaciones de un centro en el que no tienen matriculadas ni cien personas y tienen más medios que en cualquier universidad pública (ya se sabe que en España la educación no es un bien social ni una inversión en el futuro, no como en el resto de Europa).

Nos dijeron que nos pondrían un video en el que nos enseñarían cómo eran los Estudios de la Ciudad de la Luz por dentro y lo único que vimos fue un anuncio bochornoso sobre la Ciudad de la Luz digno de canal 9 en el que no se mostraba nada.

La Ciudad de la Luz es una vergüenza, su centro de estudios es indignante para la educación, la Comunidad Valenciana no puede presumir de unos estudios que no están hechos por ni para los valencianos. Si algún día os ofrecen una excursión gratis para ir a verla no vayáis, no veréis nada y lo único que os intentarán colar es publicidad sobre un centro de estudios al que nunca podrás acceder si no procedes de una familia multimillonaria.

Lista de propósitos para el 2008

Carta a Daniel Zamora

Carta a Daniel Zamora

Querido Daniel:

Quiero hablarte como siempre, es decir: con ironía, con sentido del humor y con esas expresiones argentinas al estilo del Dr. Tangalanga con las que nos insultábamos. Aunque ahora mismo me resulta muy difícil hacerlo.

¿Sabes? Todavía no me lo creo. El miércoles mismo estaba escribiendo de ti en el diario. Quería comentarte que había conseguido unas biografías de Dalí para que me dieses tu opinión y saber si eran buenas. También quería decirte que tenía un proyecto de libro titulado "El pez alérgico al agua" y quería enviártelo para que lo leyeras y, si querías, hicieras el prólogo. Quería que fuera una sorpresa, pero ahora ya no tiene sentido.

No sabía de ti desde hacía un tiempo, cuando no contestabas pensaba que era porque estabas metido de lleno en tus proyectos que estabas haciendo con tanta ilusión. Te veía muy volcado con tus canciones y por eso no entiendo nada, Dani, no me esperaba esto.

Tú eras de ese tipo de personas con las que siempre se aprende algo cuando hablas con ellas. Contigo me sentía muy pequeño e insignificante, pero a la vez me engrandecías porque me llenabas de conocimiento. Sentía como si yo no pudiera aportarte nada nuevo, pero tú a mí no parabas de aportarme cosas nuevas. Tú fuiste el que comenzó a hablarme de las anécdotas de la vida de Dalí y gracias a ti me despertaste la admiración por el pintor. También me descubriste a Cortázar, me recomendaste que leyera las historias de los cronopios y famas, una fuente de inspiración buenísima. Intentaste, sin éxito, educarme musicalmente tocando canciones de Frank Sinatra, pero ya sabes que soy un paleto de pueblo de la huerta valenciana, como te gustaba decir, y el "mundo me hizo así, no puedo cambiar".

Es imposible enumerar todas las cosas que aprendí contigo, pero lo que más me llamó la atención era la forma con la que te reías de la vida. Fue ejemplar cómo afrontaste el cáncer. Jamás había visto algo igual. Eras capaz de reirte del cáncer en su cara. Te encantaba bromear y decir que el pobre alienígena (así llamabas a tu cáncer) no sabía dónde se había metido. Incluso en los momentos más difíciles, cuando se te cayó el pelo, bromeabas diciendo que tu cabeza parecía una polla y las mujeres asociaban más rápidamente el concepto fálico contigo.

Ahora mismo te imagino leyendo esto y riéndote de mí. Me dirías que soy un maricón mal culeado y que si no dejo de decir pelotudeces me enviarás a un ejército de fornidos senegaleses monotemáticos ávidos de mi culito. De hecho, ahora mismo me viene a la cabeza un comentario que dejaste aquí en el blog que decía así:


"Saludos a todas-os -las damas primero- los desertores que se dan cita en esta web de mierda que capitanea mi amigo Fredy. En efecto, soy el mítico bajista de los Rodríguez, amigo personal de este ser deteriorado, pusilánime, mediocre en grado superlativo y doctorado en Onanismo por Yale, Upsala, Sidney y Carcaixent. Ciertamente nos encontramos frente a un caso de un enorme interés geológico que ha conmocionado los pilares de la comunidad científica internacional, pero Fredy es mi amigo porque como yo, como tantos, sufre la angustia que ocasiona estar tan mal diseñado para transitar por esta cloaca hipócrita y cínica en que los de siempre han convertido al planeta. Comprenderán que tengo otras cosas más interesantes que hacer que perder el tiempo leyendo las elucubraciones de este sujeto, así que aclaro que el motivo de decidirme a dejar un mensaje no es otro que el contribuir todo lo posible, gracias a mi fascinante aureola carismática, a impresionar a las incautas e impresionables doncellas que se dejen caer por estos lares para que estas, al constatar por sí mismas el tipo de personajes de nivel con que se codea este muchacho, se decidan a la mayor brevedad a entregar incondicionalmente el favor de sus encantos (me refiero a los encantos sexuales, no nos vayamos a confundir) a don Federico Pérez, un, tal y como definiera magistralmente Julio Cortázar, entrañable ser verde y húmedo."


:) Siempre estabas con eso de la aureola carismática. Desde entonces siempre empleo ese término para referirme a la gente con carisma. Y es que nos influenciaste hasta en el vocabulario.

No sé qué decirte, Dani, se van a quedar muchas cosas en el tintero. Yo tenía tanta ilusión como tú por para que salieran tus canciones adelante. Recuerdo cuando leíste la letra de "A veces tuy@" y me comentaste que era la letra que necesitabas para el rock and roll que tenías pensado hacer. Luego la modificaste a tu manera y la registramos después de muchos trámites. Una vez me llamaste por teléfono para enseñarme una grabación de la canción y me gustó muchísimo. Ahora se perderá y supongo que nunca podré escucharla entera....

Echaré de menos muchas cosas. Recordaré con cariño todo el tiempo que pasamos los residentes en aquel chat de la isla del mediodía. Las conversaciones surrealistas. Tu sentido del humor. Echaré de menos esos emails cortos que nos mandábamos sólo para darnos por el culo, o los mensajes sin conexión en el messenger cuando perdía el barça o el Valencia. Echaré de menos el libro de visitas de tu web. Recordaré con una sonrisa las conversaciones por messenger y cuando, a veces, me metías en la conversación con Belén y nos pasábamos la noche diciendo tonterías. Recordaremos aquellos momentos en tu isla con una sonrisa. Era la isla de los inadaptados en la que cada uno tenía su cargo, cuanto más disparatado mejor, y tú eras el líder.

Me gustaría reprocharte muchas cosas, pero no serviría de nada. Tus motivos habrás tenido para marcharte así. Supongo que de todo se aprende y todo sucede por algo. Yo todavía no he aprendido esta lección y no sé si la aprenderé, pero espero que me la enseñes tú algún día.

Contigo no sólo se va un gran músico, también se va un gran historiador (pocos conocerán como tú los entresijos de Mauthausen) y se va un amigo y un grande del rock. Y eso lo digo yo, que te conocí desde lejos, así que puedo hacerme la idea de cómo estará tu gente, toda esa que te quería, a los que me gustaría mandarles todo mi apoyo.

Si alguien como tú se ha quitado la vida, siendo tan optimista, tan vital y con tanto sentido del humor... yo ya me puedo creer cualquier cosa. Al final tendrá razón el filósofo rumano que dijo: "sólo se suicidan los optimistas".

Y ahora no me voy a despedir de ti, Daniel, porque para mí nunca te vas a ir, siempre me acordaré de ti cuando mencionen a Dalí, cuando Messi haga una jugada de ensueño que haga enmudecer al Camp Nou, cuando lea a Cortázar y, por supuesto, cada vez que escuche a Los Rodriguez.

Desde que el jueves decidiste quitarte la vida me siento más pequeño y más huérfano. No te extrañes cuando a veces me sorprendas recordando en silencio que una vez tuve un amigo al que admiraba muchísimo, al que consideraba un maestro y una de mis grandes influencias...

Siempre estarás con nosotros.

 


 

Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.

Porque sí x 3.

 

Actualización a 10-12-2007

Un amigo colombiano, Javier Galvis, nos escribe para contarnos que ha hecho un video en homenaje a Daniel Zamora en el que lo vemos compartir buenos momentos con Ariel Rot, Andrés Calamaro, Julián Infante y Germán Villena. Les dejo con el video:

Pd: También podemos ver a Daniel en otros vídeos de los Rodríguez como en el de Salud, dinero y amor . Y en otras etapas de su carrera junto con Alejandro Sanz .

Su saldo está a punto de agotarse

El teléfono llegó por correo urgente. Yo no estaba en casa y lo recogió mi padre. Cuando llegué mi padre me dio el paquete. Lo abrí y era el flamante teléfono que tenía todas las prestaciones del mundo.

Me pasé el día haciendo videos, sacando fotos y toqueteando las múltiples opciones. Era increíble, ese teléfono tenía más capacidad que el primer PC que me compré. Le presté el teléfono a mi padre y se puso a jugar con él, sacó fotos y lo trasteó un poco. Le gustó mucho e insistía en que se lo regalase. Cuando mi madre llegó se puso muy contenta. No entendía nada de teléfonos, pero cuando le dijeron que valía 730 euros le gustó.

Toda mi familia se hizo eco de que había ganado un teléfono móvil increíble. Venían a verlo, me pedían que se lo enseñase y les sacara fotos. Cuando me preguntaban por qué me lo habían regalado, antes de que me diera tiempo a abrir la boca mi madre respondía: “Fue por el concurso de una revista, sale su foto y todo”.

Entonces me acordé de todos esos momentos que pasé vendiendo de teléfonos móviles. Detestaba a esos que venían con aires de superioridad a comprarse el teléfono más caro de la tienda. Luego andaban presumiendo de él y se lo enseñaban a todo el mundo. Me parecían gilipollas con vidas de mierda que para sentirse realizados necesitaban comprarse un teléfono móvil. Son los típicos que cuando se aburren no tienen nada mejor que hacer que enseñarles a sus amigos las melodías polifónicas de su teléfono. ¿Qué cara le pones a uno que te está enseñando sus melodías? ¿Cómo se puede huir de esa tortura? ¿Podría asesinarlos y argumentar ante el juez que lo hice en defensa propia?

Mi padre me pidió que le dejara el móvil para enseñárselo a sus compañeros de trabajo. Uno de sus compañeros quería comprarse ese teléfono y él quería presumir de que a mí me lo habían regalado “por la cara”. Era la primera vez desde que dejé el trabajo que llevaba algo de valor a casa. En ningún momento se habló de la idea que se me ocurrió para que me premiaran, no hablamos de urbanismo, ni de cómo me van los estudios, ni de lo mucho que estoy aprendiendo, ni de lo feliz que soy, ni de cuáles son mis expectativas. Ni siquiera me felicitaron por el “éxito” en ese concurso de videodenuncias. Ni si quiera me alentaron ni me dijeron que estoy haciendo bien mi trabajo. Sé que nada de eso es cierto, sé que aquello que mandé no valía nada, era una estupidez, un insulto y yo soy el primero que le resta importancia. Soy consciente de que eso no significa nada si no continúo trabajando. Pero lo triste es que el móvil acabó siendo el protagonista de la anécdota simplemente porque valía 730 euros. Mucho más dinero del que valgo yo. Si me secuestrasen y tuviesen que pedir un rescate por mí no podrían pedir nada por mí, en todo caso pedirían mi teléfono.

- Hazme una perdida y me apunto tu número –me dijo una prima con la que estaba hablando del teléfono.
- No puedo, no he recargado la tarjeta desde hace cinco meses –contesté.
- ¡Tanto teléfono móvil pa luego no tener saldo! – dijo ella.
- A veces lo más caro no vale nada por dentro.

Ese mismo día decidí poner a la venta el teléfono por 600 euros. El dinero lo gastaría en viajar y llenarme de experiencias de las que ninguno de mis familiares se sentirán orgullosos. Yo me enriqueceré de experiencias que para ellos no valen nada porque son cosas que no se pueden comprar con dinero.

Entre el clavel y la rosa su majestad escoja

Entre el clavel y la rosa su majestad escoja

Hacía tiempo que no le veía. La última vez que me encontré con él yo estaba en el supermercado con unos amigos. Habíamos llenado el carro de bebida para un botellón que íbamos a celebrar con motivo de un cumpleaños. Sus conversaciones con él siempre eran inquietantes, nunca sabía por dónde iba a salir. Tenía un poder mental que me subyugaba. Cuando me formulaba una pregunta él ya sabía la respuesta y cuando le contestaba siempre me replicaba algo. Tenía un nivel intelectual infinitamente superior al mío.

- ¿Dónde vas? – me preguntó al verme con la bebida.
- Pues aquí estamos, comprando bebida.
- ¿Comprar bebida para qué?
- Vamos a celebrar una fiesta.
- ¿Una fiesta? ¿Por qué necesitas comprar bebida para celebrar una fiesta? ¿Es que la vida en sí no es una fiesta?
- Pues tienes razón...
- Lo mejor que podrías hacer es quitarte esas cervezas del carro y comprarte de esta marca que son mucho más baratas y mejores –y se marchó sin decir nada más.

Me quedé mirando las botellas y con la sensación de ser un borrego. Tenía el don de hacerme parecer idiota cada vez que hablaba con él. Pese a eso siempre le admiré.

Dos años después lo volví a ver. Nos veíamos de higos a brevas. Él iba en bici y yo caminaba con un refresco y una napolitana que me acababa de comprar.

Se acercó con sus formalismos

- ¿Cómo está caballero? –me preguntó.
- Muy bien –le dije mientras le extendía mi mano para dársela.
- ¿Me das la mano derecha? ¿Ahora somos de derechas?
- Hoy sí, mañana no lo sé.
- ¿Y qué está haciendo?
- Estudiar.
- ¿Estudiar para qué?
- Pues para aprender, para mejorar, para ser mejor persona...
- ¿Mejor persona? ¿Para qué si luego no hacemos nada? Podrías estar luchando por cosas nobles. Nosotros teníamos mucha esperanza en vuestra generación pero habéis sido un completo fracaso, creíamos que tendríais ideales, pero no hacéis nada, lo queréis todo hecho. Tan sólo os importa inyectaros Internet en la vena, como todos.
- Yo intento mejorar, quiero cambiar las cosas. No me gusta cómo están las cosas.
- A mí tampoco me gustan. Pero sigo en pie de guerra. Llevo 40 años disfrutando de los 18 años. ¿Sabes lo que eso significa?
- No me hagas pensar ahora.
- Que ya tengo 58 años años y no se han movido ni un pelo mis ideales. Sigo como en los 18.
- Ni los míos. Pero tampoco sé muy bien qué hacer para luchar. No sé si con el voto es suficiente, a veces pienso que debería ir a lanzar piedras contra alguien.
- No, no, todavía no sabes cómo hacer las cosas. Una piedra no sirve para reforzar una idea. No hace falta aportar pruebas para demostrar que alguien es un hijo de puta. Él sólo se desacredita y se deja en evidencia. Lo que tienes que hacer es volver la vista atrás y saborear a los grandes. Tienes que luchar desde la elegancia. Vuelve a Lope de Vega y a Quevedo.
- O a Blasco Ibáñez o Pérez Galdós.
- También. Aunque el primero fue un incomprendido por haber tenido una educación burguesa, escribir en castellano y estar siempre del lado del pueblo debido a ese sentimiento rebelde.
- Sí, yo intentaré hacer las cosas como él.
- ¡Pero las tienes que hacer ahora! ¡Luego será muy tarde! Ya sabes: No llores como una mujer lo que no supiste defender como un hombre.
- Lo tendré en cuenta.
- Y recuerda, utiliza la elegancia y la inteligencia. No se te olvide la famosa anécdota de Quevedo con la reina –dijo mientras se incorporaba en su bici.
- ¿Qué anécdota? No la recuerdo.
- Él fue capaz de decirle a la reina que era una coja en una época en la que nadie se atrevía a mirar su forma de caminar, pero cuando se lo dijo ella ni se enteró. ¿Lo recuerdas?
- No.

Y mientras comenzó a pedalear me dijo:
- Entre el clavel y la rosa su majestad escoja.

No respondí.

- Me alegro de haberte visto –dijo sin volver la vista atrás.

Y como siempre me dejó pensando.

Nota:

Este mes salgo en la revista Fotogramas con motivo de un concurso de cortos hechos con el móvil que promocionaban Isabel Coixet, Julio Médem, Nacho Vigalondo, Borja Cobeaga y Daniel Sánchez Arévalo. Sorprendentemente me premiaron. El concurso lo organizaba Nature Movies y se tenían que denunciar agresiones medioambientales en menos de un minuto. Yo no me lo curré mucho. Mandé el corto como quien manda un insulto a una institución sin la esperanza de ser premiado. Por eso, cuando recibí la noticia del premio me lo tomé a risa. ¿El premio? Un móvil nokia n95. Aquí os dejo el recorte de la revista en el que explico por qué se me ocurrió hablar del urbanismo.

 

 

 


 

Amelie es la peor película que he visto en mi vida

Amelie es la peor película que he visto en mi vida
Debería lanzar el ordenador por la ventana ahora mismo.

Mi vida ha llegado a un extremo caótico sin retorno.

No sé qué es lo que me jode más, si perder amigos o perder la memoria. Creo que las dos cosas tienen sus ventajas e inconvenientes. Si pierdes a los amigos te puede joder un poco, pero si pierdes la memoria ya no te acuerdas de lo que te jode y entonces te da igual todo.

Me fastidia no poder ser una persona normal. El otro día me llamó una amiga diciéndome que me echaba de menos y que quería verme. Decía que sólo me había visto dos veces este verano. Quedé con ella a las 12 de la noche y llegado el momento no salí, ni avisé, ni nada. Poco tiempo después recibí su llamada y no cogí el teléfono. No me preguntéis por qué lo hice. Ni yo mismo lo sé. Debería sentirme bien porque alguien me echa de menos y por saber que todavía existo para alguna persona. Es reconfortante saber que si algún día me muero solo en casa me encontrarían antes de que los vecinos perciban el olor de mi cadáver descomponiéndose. Pero no, me da igual. No quiero ver a nadie. No salí por puro despecho. Cuando me dijo que me echaba de menos sentí como si echara de menos a un personaje más de los que amenizan sus fiestas. Sólo echa de menos un número, un rostro que no está. No echa de menos a una persona. Es algo difícil de explicar. Es cuando sientes que no eres nadie para nadie. Haced la prueba: apagad el teléfono durante una semana, no os conectéis a Internet, no salgáis de casa... entonces os daréis cuenta de que no sois nadie para el mundo y que si os morís la Tierra seguirá girando igual (o mejor).

Pero también me pregunto si yo echo de menos a alguien y la respuesta es que no. Durante mucho tiempo eché de menos a mucha gente pero nunca lo supieron ni lo sabrán. Por lo tanto, en esto de las relaciones humanas, se suele recibir más o menos en medida de lo que se da. Lo cual es algo espantoso. Algún día escribiré sobre ello. Tengo tantas cosas sobre las que escribir...

Pero volviendo al tema de la memoria. Creo que me jode más olvidar lo que sé que perder amigos. Al fin y al cabo los amigos son pasajeros en el sentido literal de la palabra. Coincidimos en un tren durante un periodo de tiempo determinado y luego alguien tiene que hacer trasbordo. Incomprensiblemente cuando alguien se cambia de tren solemos creer que todavía tenemos los destinos unidos y les seguimos llamando amigos. Se van y los tratamos como si todavía viajaran en el mismo tren, o al menos es lo que queremos creer.

Me jode mucho no acordarme de todo aquello que aprendí el año pasado en historia del arte. Aprendí 1000 fechas, muchas biografías, muchos nombres de obras de arte que por arte de magia he olvidado. Ya no me acuerdo en qué año nació Masaccio, no me acuerdo cuántos años tardó Brunellesechi en construir la cúpula de la catedral de Florencia, no me acuerdo de casi nada de todo aquello que aprendí con tanto interés. Tan sólo recuerdo con entusiasmo las anécdotas de Caravaggio o de Miguel Ángel porque sus biografías me impactaron y no las podré olvidar fácilmente. Perder cultura me jode más que la pérdida de amigos, aunque la cultura no sirve para nada (y los amigos, si nos ponemos drásticos, sirven para menos) pero al menos los recuerdos te acompañan durante todo el recorrido de tu vida y los amigos sólo te acompañan ese pequeño trayecto hasta que se bajan en su parada y quizás no los vuelvas a ver hasta que coincidáis en el mismo tren mucho tiempo después y entonces os alegréis de veros, os haréis un resumen de todos los trayectos que habéis hecho y lo pasaréis bien durante ese momento en el que habéis coincidido entre parada y parada. Lo curioso es que si no os hubierais reencontrado jamás hubierais hablado. Habláis porque os habéis reencontrado por casualidad. Si hubieses querido hablar con esa persona bastaba con llamarla al móvil ya que guardabas su número en la agenda, pero eso no lo ibas a hacer nunca. Pasado un tiempo verás el nombre de esa persona en tu agenda y dirás ¿Por qué tengo a este en la agenda si nunca le voy a llamar? Y es cuando decides borrarlo para siempre. En las agendas de teléfono sobran más de la mitad de la gente.

No sé qué es lo que me pasa. Mi madre dice que estoy loco. Quiere llevarme al psiquiatra. Yo me niego, le digo que estoy bien, pero ella dice que si no voy traerá al psiquiatra a casa para que me vea en mi salsa... mi padre también me dice que estoy loco. Puede que sea verdad. Cuando te lo dicen tantas veces a veces dudas y dices: ¿Y si llevan razón? Pero lo que a mí me pasa no se puede curar con ninguna medicación. Lo que tengo es una lucidez mortal de la realidad. Por eso creo que al final acabaré otra vez en la consulta del psiquiatra. Le diré lo que hago y que me diga si estoy loco o qué. También le diré que mis padres son los que me dicen que no estudie más y me ponga a trabajar. A ver si al final los encierran a ellos en vez de a mí.

Cada vez soy más insignificante. Como ya he dicho muchas veces: recibo lo que siembro. Y pese a tener la autoestima baja sigo pensando que soy el ser más grande la Tierra... para colmo no me cuido, estoy engordando, me estoy quedando fofo y cada vez se me cae más cabello. Podría dedicar tiempo y dinero para cuidarme, ir al gimnasio y ser un musculitos con abdominales para atraer a las descerebradas repletas de estrógenos, pero no pretendo gustar a nadie. Quiero ser indiferente. Si algún día hicieran un club de fans a mi nombre me encargaría de hacerme odiar para que mis fans se llevasen una tremenda decepción de mí y se fuesen a adorar a otro.

Estoy podrido y me gustaría escupir en la cara de Dios como Henry Miller.

De hecho, quiero aprovechar la ocasión que se me brinda para cagarme en todo aquel que lea esto.

Debería ser una persona feliz por tenerlo todo. Estoy consiguiendo todo lo que me propongo y hago lo que me da la gana. Pero no consigo la estabilidad en ningún punto, ni en la automarginación ni sociabilizándome, es como si no existiese una salida.

Y lo peor es que tengo un sentimiento de culpabilidad terrible porque no leo ni toco la guitarra como antes. Si cometiese un crimen me sentiría menos culpable que de no leer. Debería leer un libro al día para alimentar mi espíritu y para ser alguien... y no consigo leer una mierda, y eso es terrible. Es como saber que debo comer para sobrevivir y no tener nada de apetito. Sabes que te vas a debilitar y que vas a ser un huesudo ambulante pero no puedes... ahora mi alma está raquítica porque no leo, es terrible, terrible, y creo que todo es por culpa del ordenador... que me tiene enganchado... debería arrojarlo ahora mismo por la ventana y reafirmar lo que he dicho desde un principio.

¿Por qué no cuentas esto que haces en tu mierda de blog?

¿Por qué no cuentas esto que haces en tu mierda de blog?
Eran las cinco de la madrugada. Yo estaba con el portátil vagando por Internet y pensando. Este verano no tiene nada de especial, me da la sensación de que esta situación ya la he vivido muchas veces. Los de la compañía de telefonía no han contado conmigo para trabajar este verano. Cuando me llamaron para que me incorporase al trabajo estaba en plenos exámenes y les dije que sólo podía trabajar cuando terminase, pero al parecer ya era demasiado tarde. Sé que podría buscarme otro trabajo de camarero o algo así, pero, sinceramente, antes prefiero pegarme un tiro.

He decidido que voy a descansar este verano. Necesito un poco de tiempo para mí. El problema, es que cuando estoy así invierto el sueño. Duermo por el día y vivo por la noche. Me gusta más. Por la noche todo es más tranquilo, todo el mundo duerme, no se escucha nada y me siento en paz. A mí la luz del Sol me molesta, soy un vampiro. La playa tampoco me gusta, está llena de arena asquerosa, el Sol te quema, te asfixias de calor, en el agua la gente mea, caga, folla, arrojan cenizas de muertos... es un asco. No entiendo por qué la gente se muere por pasar las vacaciones en la costa. En fin, que me pierdo, lo que quiero decir es que estoy de vacaciones, estoy descansando, dedico mi tiempo a leer y a ver películas como un loco. Me lo paso bien así. También me divierte estar en Internet leyendo curiosidades, comentando en los foros, leyendo blogs, periódicos digitales... lo que me plazca.

Pues bien, como dije al principio, eran las cinco de la madrugada. Momento en el que mi padre se va a trabajar a la panadería. Yo estaba en el ordenador. Sin ni siquiera llamar abrió la puerta de mi habitación con brusquedad y sin entrar me miró. Yo estaba sentado en la silla del escritorio. Él respiraba rápidamente y me miraba con cara de perro.

– ¿No te das cuenta de lo que haces? ¿No te das cuenta de la hora que es? –dijo– ¿Tú crees que es normal que todos los días te levantes a las dos de la tarde?
– Papá, estoy leyendo unas cosas. ¿Qué tiene de malo?
– ¿Qué tiene de malo? ¿Tú te has visto? ¡Me das asco! ¡Esto que haces no es normal! ¡Estás viviendo a nuestra costa! ¡Te tendría que dar una buena bofetada!
– ¿Pero por qué te pones así?
– ¿Por qué me pongo así? ¡Qué asco das! ¿Por qué no cuentas esto que haces en tu mierda de blog?

Yo ya sabía que él leía el blog. Un día descubrí que entraba y que tenía la página en sus favoritos. Le dije que no volviese a entrar o cerraría el blog. No quiero que me lea, me siento mal si me lee. Me da igual que cualquier otra persona del universo me lea, pero él no. No puedo escribir libremente si él me lee.

– Vale, lo haré –le respondí.

Y cerro la puerta con muy mala leche.

El suicida invisible

El suicida invisible

Cae la tarde. Camino por la calle dispuesto a volver a casa. Toda la gente con la que me cruzo parece ser feliz. Veo a un grupito de chavales sentados en un banco, uno se lía un porro y una chica habla con otra. Cuando llego a la altura del banco activo la parabólica. Siempre trato de escuchar lo que dice la gente con la que me cruzo. Con una sola frase quiero hacerme la idea de cómo son sus vidas y qué problemas tienen. No dicen nada interesante, aunque nunca pierdo la esperanza de que algún día uno de ellos me revele la clave de mi vida, necesito que un ángel me hable a través de los transeúntes, ya que son los únicos seres a los que escucho. Quiero encontrar el sentido de mi vida al igual que le ocurrió a Hui Neng, quiero escuchar una frase que me provoque la iluminación súbita. Pero lo único que escucho es: “Tíaaaa, cuánto tiempo”.

Miro a la gente fijamente. Observo lo que llevan puesto. Muchas personas llevan gafas de sol. Yo nunca me he comprado unas gafas de sol, cuestan un dineral y no sirven para nada. La gente se las compra solamente por motivos estéticos, algunos pagan más de 100 euros por dos cristales de mierda. No lo entiendo. Soy tan diferente a la gente que todos los días me pregunto si estoy rodeado de idiotas o soy yo el único idiota del mundo.

Giro una esquina y casualmente me pongo a caminar a la misma altura que una chica. No soporto caminar en paralelo a alguien, además, yo sigo mi ritmo pero la chica se pone nerviosa. Creo que se piensa que soy un acosador o algo así. Así que no me queda otro remedio que reducir la velocidad para que se adelante y camine más tranquila.

Veo a la gente que está sentada en las terrazas de las cafeterías. Tienen algo que hacer, se relacionan con sus amistades, sin embargo yo estoy siempre solo. A veces los envidio y otras veces me alegro de tener siempre a mi querida soledad . Me gustaría sentarme en una de esas terrazas y conversar con más gente. Pero no tengo dinero. No me queda dinero ni para pagar el alquiler. La semana pasada tuve que pagar la matrícula y ahora estoy en números rojos. No me dieron la beca y cuando fui a secretaría a protestar me dijeron que no podían hacer nada por mí, que debía de pagar, de lo contrario me quitarían la matrícula. Durante unos días intenté averiguar cómo conseguiría los 550 euros que me hacían falta para pagar. Pensé en prostituirme o robar unos cuantos bolsos. Incluso pensé en desistir de la idea de estudiar, soy un romántico que piensa que lo importante del estudio no es tener un papel oficial que te diga que sabes hacer una cosa, lo importante es saber hacer lo que quieres, y yo podría asistir a clases sin estar matriculado, nadie me pedirá un papel oficial en la puerta de clase. Podría aprender sin pagar un solo céntimo. Ahora la gente sólo estudia para aprobar, para sacarse un título y conseguir trabajo para ganar dinero. Siempre está el maldito dinero por el medio: dinero, dinero, dinero y dinero ¿Ese es el fin que todos perseguimos? Cuando Platón fundó su academia todos querían aprender por amor al arte y no para hacer unas oposiciones. En la biblioteca de Alejandría se amaba la sabiduría en su estado puro, sin intereses económicos por medio, ahora se suele decir que la Universidad es el centro del saber, lo cual es una mentira. No se ama lo que se hace, se ama el dinero que puedes recibir por lo que haces. Por eso me da tanto asco este mundo inmundo.

Cuando fui a la universidad le dije a la de secretaría que no podía pagar. Que yo no dependo de mis padres, que desde que trabajé no les pedía dinero, que sus declaraciones de renta no tienen que ver conmigo. Me dijo encogiéndose de hombros que no podía hacer nada por mí. Le pregunté qué podía hacer para aplazar el pago y reclamar la denegación de la beca. Me dijo que lo único que podía hacer era pagar, y luego en julio protestar. Lo cual me indignó y no pude evitar decir:

- ¿Esta es la educación que tenemos en España? ¿Una en la que sólo pueden estudiar los hijos de ricos? Mi madre se dedica a limpiar todos los días vateres y mi padre está puteado todos los días en un asqueroso horno por poco más del sueldo mínimo. ¿Qué hago? ¿Dejo de estudiar? ¿Es eso lo que quieren? ¿Qué no salga nunca de mi condición obrera?

Yo no puedo pedirle dinero a mis padres. Ellos no quieren que estudie. Cada vez que le enseño a mi padre un trabajo que hago en clase me dice: ¿Eso es todo lo que haces? ¿Te dedicas a salir en videos haciendo el gilipollas? ¡Lo que deberías hacer es ponerte a trabajar! ¡No haces nada! Tu madre y yo estamos trabajando y algún día nos moriremos y tendrás que pagar la luz y el agua, te vas a morir de hambre. Podrías hacerte fontanero, están ganando mucho dinero, haz un cursillo, ponte a trabajar de fontanero y no seas tonto.

He tratado más de un millón de veces explicarle que yo no quiero ser fontanero, que no quiero trabajar en un trabajo que me disguste, por mucho dinero que gane. Si hubiese sido así no me hubiera dejado aquel trabajo fijo de vendedor de teléfonos móviles, yo quiero ser feliz y prefiero ganar un euro haciendo lo que me gusta que diez a disgusto. Pero eso no lo entiende. Cree que soy un deshecho social y siempre me dice que le he defraudado. Me compara con mis primos, los cuales ya tienen coche y están pagando unos pisos. Como si eso fuera algo importante y les hiciera mejores personas. Por mí se pueden meter por el culo sus coches y sus pisos, yo no pienso hipotecar mi vida por una puta casa ni por un puto coche. No me considero inferior a mis primos, ellos han escogido su forma de vida y yo la mía. Yo prefiero vivir debajo de un puente antes que caer en el bucle de la esclavización moderna, hipoteca, coche, hijos y trabaja hasta que te mueras. Yo quiero tener la posibilidad de mandar todo a la mierda y largarme cuando quiera. Prefiero estudiar y aprender antes que trabajar. Prefiero leer y escribir. Y la diferencia con ellos es que yo amo lo que hago, y si me diesen ahora mismo 2000 millones de euros yo seguiría estudiando y haciendo lo que estoy haciendo ahora y ellos se dejarían sus trabajos (que dicen amar tanto). Aunque ahora mismo mi situación es tan mala que pronto comenzaré a hacer como Henry Miller ; empezaré a mandar cartas pidiendo a la gente que me inviten a comer una vez a la semana, así hasta poder sobrevivir.

Sigo con mi paseo. Mientras bajo unas escaleras me doy cuenta de que mis pasos no suenan, soy muy silencioso. Desde que nací he vivido en completo silencio, es la secuela de haber tenido a un padre panadero que dormía durante el día: no podíamos hacer ruido y ahora, allá donde voy, en mi subconsciente siempre hay una persona durmiendo. El silencio siempre me acompaña. A veces creo que hago tan poco ruido por donde paso que soy invisible. De hecho la gente no me mira. Puede que de verdad nadie me vea.

A veces sueño con que soy ese hombre invisible y que por fin la reconozco a ella, que también es invisible, entre la muchedumbre. Sólo las personas invisibles pueden verse entre ellas. Así como los budistas reconocen a la reencarnación del Dalai sólo con la mirada, yo la reconoceré a ella a primera vista. Cuando la vea simplemente sabré que es ella.

He llegado a la estación del tren. Siempre que el tren se aproxima pienso en qué pasaría si me arrojase a la vía en ese momento. Es un pensamiento macabro que se me acecha de forma involuntaria y siempre que lo intento apartar de mi cabeza me ataca con más fuerza.

El tren se para, subo y miro a mi alrededor.

Nadie me ha visto ni ha escuchado lo que pensaba.

Mejor así.

 

Esto no es lo que parece


Haz click en este enlace para ver el corto:
http://www.youtube.com/watch?v=HJ3BJkiidI0
Este es mi primer corto. No os ensañéis mucho con él, todavía no tenemos experiencia y hemos pagado muchas novatadas. Pero dentro de lo que cabe estamos orgullosos del trabajo realizado, aunque podría mejorarse mucho en todos los aspectos. No esperéis ver un gran corto con un gran argumento, aunque eso sí, nos ha costado mucho de hacer y hemos descubierto que detrás de todos los cortos y películas hay mucho más trabajo del que pueda parecer a simple vista.
 

Tengo la autoestima por los suelos

Tengo la autoestima por los suelos
Y eso que en su día tuve la autoestima por las nubes pero ahora todo ha cambiado:
Soy un ser excepcional, no hay nadie como yo. Deberían erguir un monumento en la plaza principal de mi pueblo con mi imagen y que se celebrase una fiesta todos los años en mi honor. Pienso que soy la persona más extraordinaria que ha nacido en toda la historia del planeta. Soy inteligente, simpático y agradable, y no entiendo por qué mi nombre todavía no figura en las enciclopedias. Tengo una mentalidad extremadamente iluminada, tan iluminada que si me pusieran al lado del Sol éste parecería un agujero negro y oscuro comparado con mi radiante aura carismática. Soy tan guapo y sensible... tengo tanto criterio, tanta templanza y saber llevar, que cuando salgo del portal de mi casa los vecinos quieren sacarme a hombros. Las farolas se encienden cuando paso y los semáforos se ponen en verde. La gente sale a los balcones para aclamarme, me piden autógrafos en todos los rincones del planeta, los padres de familia quieren que insemine a sus esposas y a sus hijas para tener un hijo con mis genes y presumir que es suyo. Hago milagros, curo a enfermos y resucito a la gente sólo con mi palabra. No camino por otro lugar que no sean alfombras rojas y pasarelas, y mis únicos humildes medios de transporte son las limusinas y los aviones privados.

Creedme, merece la pena conocerme y hablar conmigo y presumir de tener un amigo como yo. Soy un personaje que jamás se repetirá, de esos que nunca debería morirse, son un genio sin igual.

Pese a todo eso, no me quiero mucho, hoy tengo la autoestima baja y creo que soy la peor persona del mundo si me comparo con el resto. Así que imagina lo que pienso de ti, que considero que eres infinitamente mejor que yo.

Básculas

Básculas
La gente aburrida suele utilizar la báscula para pesarse. Algunos viven preocupados por su peso, se deprimen cuando aumentan unos gramos o se alegran cuando adelgazan. Quieren estar en línea para pasear sus cuerpos esculturales por las playas, quieren gustar a los humanos del sexo opuesto (o del mismo) y para ello se matan en los gimnasios, llenan sus estómagos con miles de pastillas para adelgazar y compran todos los productos que anuncian por la madrugada en la televisión.

Sin embargo yo nunca he utilizado la báscula para controlar mi peso. Lo único que hago es pesarme antes y después de cagar para saber cuánto pesan mis mierdas. De este modo puedo contrastar la abundancia de mis excrementos y puedo hacer un cómodo balance sobre mi digestión, hábitos alimenticios y salud en general. ¡No sabéis la alegría que da cuando cago una mierda de casi 500 gramos! Aún así espero poder batir mi marca y llegar algún día a cagar un zurullo de un kilo. ¡Algún día lo conseguiré! ¡Deseadme suerte!

Aprovecho la ocasión para saludar a todos los metrosexuales e idiotas que viven ofuscados con las básculas. 

Detrás de la botella de cerveza

Detrás de la botella de cerveza
¿Quién hay detrás de esa botella de cerveza? ¿Quién se esconde detrás de las copas, de los porros y de las conversaciones banales? La gente habla y se observa. Unos amigos están comentando algo, pero no sé qué dicen. Uno es muy expresivo, sabe utilizar el lenguaje corporal, sus manos se agitan constantemente entre el humo que desprende el cigarrillo del cenicero. El otro está quieto y lo mira fijamente. ¿Qué estarán diciendo? ¿Realmente se estarán escuchando?

Oigo entre la música el bullicio de la gente y el griterío de los que están jugando al futbolín. Todos parecen felices, pero en sus ojos veo preocupaciones que tratan de esconder. Cada dos minutos miran hacia la puerta para ver si entra alguien, pero lo curioso es no esperan a nadie. ¿Por qué mirarán hacia la puerta? ¿Qué falta en sus vidas para que estén mirando siempre hacia la puerta?

Otros miran la pantalla de sus teléfonos móviles. Quieren contactar con el mundo exterior. Estos también esperan a alguien, quieren que esa persona especial de su agenda de teléfono se acuerde de ellos. Para conseguirlo optan por hacerle una llamada perdida que significa: "Hola, como ya sabes, esta noche estoy de fiesta con los amigos, me lo estoy pasando muy bien, pero aun así tengo un hueco para acordarme de ti. Espero que tú también te acuerdes de mí". Pero en realidad están fingiendo, no lo están pasando bien, se están aburriendo y no quieren reconocerlo. Mañana contarán a sus amigos del messenger que hoy se lo pasaron de puta madre y en verdad han estado amargados toda la noche.

Todos esperan que hoy sea una noche excepcional. A algunos les gustaría que por la puerta entrara el amor de su vida y al mirarse se reconocieran. A otras les gustaría conocer a un chico encantador y divertido para irse con él y dejar de lado a esas muermas que dicen ser sus amigas. Pero nada de eso ocurre, tienen que seguir recurriendo a los teléfonos móviles para escapar de aquí. Necesitan hacer llamadas perdidas y mandar mensajes para gritar socorro, para pedir que alguien les saque de este antro.

Nadie debería decir nada. Es mejor callarse antes de estar diciendo tonterías. En realidad hablar no sirve para nada. Las cosas más importantes no necesitan decirse. No son necesarias las palabras para expresar nuestros sentimientos más puros. El mejor "te quiero" no es aquel que se dice, sino el que se demuestra; el primero no tiene ningún valor y el segundo es el que se siente, el verdadero.

Me sorprendo al ver la cantidad de luces que hay en el bar, las hay de todos los colores y de todas las intensidades. Las hay sobre la barra, sobre el futbolín, en los letreros de propaganda, en la máquina de tabaco... estamos rodeados de luces. Echo otro vistazo rápido a la gente y todos siguen sumergidos en sus conversaciones. ¿Por qué la gente no brillará como las luces? ¿Por qué no dicen de una vez que lo están pasando mal? ¿Por qué no gritan que quieren salir de aquí de una puta vez? ¿Por qué no dicen que se sienten solos aunque estén con gente? ¿Por qué no hablan de aquello que les atormenta y hace que no se concentren en el lugar en que están? ¿Es que no se quieren un poco? ¿Es que no se acuerdan de sí mismos?

Me da mucha rabia ver esto. Se creen unidos y entre ellos hay distancias kilométricas. Pasa como en los trenes, cuando alguien entra trata de alejarse lo máximo posible del resto de personas. La gente busca los lugares más vacíos porque se temen entre ellos. Todos deberíamos hablar entre nosotros, conocernos, hablar con todos los transeúntes como si fueramos amigos y no como delincuentes.

Se acercan unos amigos. Me están hablado. Me preguntan si luego vamos a ir a otro sitio. Le respondo que sí, que haremos lo que quieran, pero les digo que esperen a que me termine la cerveza. Doy un trago y me pregunto por qué querrán ir a otro lugar, no van a encontrar nada que no encuentren aquí. Tan sólo cambiará la música y el decorado. El resto será lo mismo: Desconocidos buscando algo que no encuentran, que tienen las miradas perdidas y que se refugian detrás del alcohol y la droga para evadirse.

Mis amigos miran el reloj. Están apurados. Viven pendientes de la hora. No quiero vivir con horarios, no puedo dejarme llevar si nos imponemos un horario.

Me he acabado la cerveza. Tengo la barriga llena. La botella está vacía. Ya no me puedo ocultar detrás de ella. No sé por qué tanta reflexión si yo también soy uno de los que esconde sus miedos detrás de las botella de cerveza. Y lo que es peor: mi mirada está más perdida que la de toda esa gente.
 
 
Vótame en el concurso 20 blogs.

Cumpleaños feliz

24 Años ya. Ya tengo un pie en el ataud como aquel que dice. Pero ahora comienzo a vivir la vida. Os lo aseguro.

Un saludo a todos. Os quiero.