Hace treinta mil años, en un poblado que ahora conocemos con el nombre de Neandertal, se produjo un hecho que cambiaría el rumbo de la historia y que a continuación les paso a relatar.
Era una mañana soleada de verano, los gorriones piaban en sus nidos y las ranas croaban en la charca. En el planeta Tierra se respiraba aire puro, los continentes estaban repletos de frondosos bosques vírgenes y la naturaleza seguía su curso natural. Estamos hablando de la época en la que los especuladores urbanísticos tan sólo podían comercializar con cuevas.
Y precisamente, desde una cueva salían unos acalorados gritos de una mujer. Nos acercamos a la cueva haciendo un travelling con la cámara. (¿Qué pinta un comentario técnico como este en un relato de ficción?)
- ¡Vamos empuja! ¡¡Empuja!! - le animaba una comadrona a la parturienta.
- ¡¡¡AAAAHHHHHHHHH!!!
Fue un parto rápido y sin complicación alguna. No fue necesaria la cesárea.
- ¡Es un bebé precioso! – dijo la comadrona.
- ¿Es niña o niño? - preguntó la madre desde su lecho.
- ¡Es un niño!
La comadrona le dio la criatura a su madre, que lo acogió en su regazo colmada de felicidad. La madre y el padre miraban emocionados a su primer hijo. Después, la madre, con un gesto de amor, le pasó el bebé su marido, el cual lucía un esplendoroso atuendo de piel de ciervo, los cuales estuvieron muy de moda en aquella temporada primavera-verano.
El padre estaba entusiasmado ante la idea de tener un hijo varón, así podría enseñarle a cazar, a pescar, a construír herramientas y, sobre todo, a convertirse en un gran futbolista de élite.
Pero de pronto el padre cambió la feliz expresión de su rostro.
- Dios mío -dijo el padre- ¿No te has dado cuenta de cómo es el niño? – preguntó bastante preocupado.
- ¿Qué le pasa? -preguntó la madre extrañada.
- ¿No te das cuenta? Este niño es diferente.
- ¿En qué?
- Fíjate, tiene la cabeza más ancha, tiene la nariz más grande, tiene menos pelo en el cuerpo de lo habitual...
- No digas tonterías cariño, eso es porque acaba de nacer.
- No, mi vida, sé lo que me digo, este niño es diferente. Cariño, no es por nada, pero creo que has parido a un mutante.
- ¿Un mutante? ¿Qué estás diciendo?
- Pues que este bebé ha sufrido una mutación genética, es un eslabón más en la evolución del hombre.
- No entiendo nada, me estás asustando.
- Lo que te quiero decir, cariño, es que acabas de parir a un homo sapiens sapiens.
- ¡Dios mío! ¿Y eso es bueno o malo?
- Pues no sé qué decirte, la única diferencia es que él será mucho más inteligente porque tiene una masa encefálica muy superior a la nuestra.
- ¡Oh dios mío!
- Pero lo peor... no sé si debería decírtelo... – y vaciló.
- ¿Qué? ¡Dímelo por favor! ¡Necesito saberlo! -dijo ella desesperada.
- Este niño tiene alma -lo dijo como el que anuncia una terrible noticia, se podía escuchar ese silencio característico que puebla todo después de un gran mazazo.
- ¿Me puedes decir en qué consiste eso del alma?
- Sí, claro. Resulta que dios nos utilizó a nosotros como escala evolutiva para llegar al hombre que él quería, a su imagen y semejanza. Y ese hombre es como nuestro hijo, un homo sapiens sapiens que posee un alma inmortal, indivisible e inmaterial.
- ¡Oh no! ¡Eso es terrible! – dijo la madre horrorizada.
- Eso no es todo querida, cuando el niño muera seguirá viviendo porque su alma viajará hasta el purgatorio. Allí deberá permanecer durante muchos años hasta que venga a la Tierra el hijo de dios y se sacrifique en una cruz por los homo sapiens sapiens. Hasta que esto no ocurra no se abrirán las puertas del cielo, que es un lugar maravilloso donde las almas de los justos permanecerán el resto de la eternidad.
- ¿Y qué sucederá con las almas de los que no son justos?
- Los que no son justos, querida, irán a un lugar llamado infierno, que está lleno de fuego y torturan a las almas impuras hasta el fin de los tiempos.
- ¡Oh dios mío! ¿Por qué nos ha tenido que pasar esto a nosotros? -clamó al cielo la madre.
- No te preocupes, querida, esto antes o después tenía que suceder.
- ¡No! Yo quiero que me hijo sea un niño normal. Quiero que cuando muera todo se acabe, no quiero que tenga que estar viviendo eternamente. ¿Qué hemos hecho mal cariño? ¿Por qué nos suceden estas cosas?
- No hemos hecho nada mal. La evolución tiene estas cosas, de vez en cuando hay mutaciones genéticas y los bebés nacen con atributos diferentes, unas veces para mal y otras veces para bien, como nos ha pasado a nosotros.
En ese instante entraron dos vecinas de la cueva de al lado, querían conocer al nuevo bebé.
- ¡Hola! ¿Cómo ha ido todo? -preguntó una que tenía rulos de hueso en la cabeza.
- Mal –respondió la madre.
- ¿Qué ha pasado?
- El niño tiene alma.
- ¡Oh no! – dijo una de las vecinas.
- ¡Santo Dios! ¡Qué desgracia! –dijo la otra.
- ¿Por qué? ¿Por qué me pasan estas cosas? – lamentó la madre entre sollozos.
- Tengo una idea –dijo una de las vecinas– puede que aún estéis a tiempo de salvarle, ¿Por qué no lanzáis al niño por un despeñadero antes de que su alma se despierte? Tengo entendido que jurídicamente las personas no son personas hasta que no pasan 24 horas desde su nacimiento. Igual consigues que tu hijo muera en paz y no tenga que sufrir para el resto de la eternidad. Pero, sobre todo, evitariais que futuras generaciones tuviesen alma.
- Efectivamente –dijo el padre–, si este niño tiene descendencia transmitirá genéticamente su desdicha. En su ADN figura la existencia del alma y eso se transmitirá a todas las generaciones futuras.
- ¡Cariño! ¿Cómo puedes decir eso? ¡Nuestro bebé tiene derecho a vivir! ¿Por qué lo tendríamos que lanzar por el despeñadero? ¿Por ser diferente? Además, si lo que dices es cierto y el niño es más inteligente no hay por qué preocuparse, no tendrá descendencia pues nadie querrá hablar con él de filosofía ni de nada. Las hembras, por lo general, nos vamos con los que tienen el troncomovil tuneado.
- ¿Y si el niño aplica su inteligencia en maquear su troncomovil? ¡Se las llevará a todas de calle! -apuntilló el padre.
- ¡Oh no! –se lamentó de nuevo desconsolada.
- Me temo que el niño ya tiene su alma dentro de sí -siguió diciendo el padre- por mucho que lo sacrifiquemos vivirá en el purgatorio hasta que en el año cero muera el hijo de dios –dijo el padre.
- ¡Pobrecillo mi hijito! ¿Y en qué año estamos?
- Estamos en el año treinta mil antes de Cristo.
- ¿Tanto tiempo tiene que estar mi hijito en el purgatorio? ¡Oh no! –La madre seguía llorando desconsoladamente.
En la puerta de la cueva apareció el Profesor Andreu, el inventor de la época.
- ¿Es cierto que ha nacido un mutante? –dijo al entrar.
- ¡No llames así a mi hijo! También es persona, además, será más inteligente que tú.
- No creo que sea mucho más inteligente que yo. Últimamente estoy inventando cosas que serán muy útiles a la humanidad. ¿Sabéis cual es mi último invento?
- Dinos.
- He inventado una cosa llamada poesía.
- ¿Y eso qué es? -preguntó una vecina.
- Pues es una forma de recitar palabras de forma ordenada en la que tienes que hacer versos con rima asonante o consonante, o si lo prefieres sin rima. Que también hay otra modalidad de versos libres.
- Eso no sirve para nada, ¡sólo inventas cosas inútiles! Este invento es lo peor que has hecho desde que te dio por pintar animales en la pared de tu casa.
- ¿Cómo que no sirve para nada? Con este invento podremos expresar los dolores y desventuras del alma.
- ¿Has dicho alma? –respondió el padre– ¡Pero si tú no tienes alma!
- Ya lo sé, pero eso hará que las futuras generaciones con alma puedan expresar lo que sienten.
- ¿Quieres decir que mi hijo será poeta? – preguntó la madre preocupada.
- Puede serlo, perfectamente.
- ¡Oh no! ¿Por qué? ¿Por qué me tienen que pasar a mí todas las desgracias del mundo? ¡Voy a tener un hijo poeta!
- Tranquila amor mío, piensa que podría haber sido peor si hubiese sido torero –dijo el padre.
- ¡Torero! ¡Siempre he querido tener un hijo torero! Un torero al menos mata a animales con arte y nos trae comida. ¿Por qué dices que hubiese sido peor?
- Porque los toreros torturan a los animales indefensos y se divierten con eso.
- ¿Y cuando tú sales a cazar los animales no sufren?
- Es distinto, yo cazo para comer y no para dar un espectáculo.
- Pero los animales sufren igual, además, siempre estas contando batallitas de tus cazas de mamuts como si fuese un espectáculo.
- Lo que yo hago es distinto amor mío. Los toreros son seres sin escrúpulos que matan para aumentar su ego y su fama y, así, conseguir que todas las aficionadas taurinas quieran acostarse con ellos.
- Pues no es mala idea que ligue más siendo torero, así me dará mas nietecitos.
- Sí, nietos con alma...
Continuaron hablando de los pros y los contras de tener a un hijo torero, pero la madre seguía muy preocupada con el hijo. Ella lo miró amargamente y dijo:
- Amor, ¿Qué bebiste cuando engendramos? ¿Por qué ha salido así el niño?
- ¿Ahora se llama engendrar? Cariño, el alcohol todavía no existe. No es culpa mía, es la voluntad de Dios. Él ha querido elegirnos a nosotros como herramienta para evolucionar la especie. Piensa en la relevancia de este nacimiento, en un futuro nos recordarán como los padres del humano moderno, nos recordarán una vez al año, harán fiestas en nuestro honor, montarán belenes con cuevas en las que apareceremos nosotros y el niño recién nacido, y cantarán villancicos que relatarán esta historia.
- ¿Por nosotros? – preguntó extrañada la madre – Nosotros no merecemos que nos rindan un homenaje así, eso lo deberían hacer, en todo caso, con la madre de dios, pero no con nosotros.
- ¿Cómo que no? ¿No es igual de importante haber dado a luz al hijo de dios que haber dado a luz al primer homo sapiens sapiens con alma? ¡Nos tienen que recordar!
- Mira amor mío, a mí me parece que sólo dices tonterías. ¿Por qué motivo las futuras generaciones iban a celebrar esta desgracia?
- Es lógico, la gente lo hará. Se deben celebrar estos acontecimientos.
- Yo creo que sí que lo harán –dijo Andreu el inventor.
- ¿Lo ves cariño? Andreu me da la razón.
- Sí, estoy convencido de que deben celebrar este acontecimiento -dijo Andreu el inventor- y para ello deberían cantar villancicos como este:
En una cueva lejana,
Hay estrellas, Sol y Luna,
El hombre de Neandenthal
Y un mutante en una cuna
Y al unísono cantaron todos:
Ande, Ande, Ande, la marimorena, ande, ande, ande que la noche es buena.
Todos estallaron en una carcajada. El ambiente ya no estaba tan cargado. Parecía que a todos se les había olvidado que acababa de nacer el hombre moderno. Al fin y al cabo es comprensible, si hoy en día todavía ignoramos los principales problemas del mundo ¿Qué se puede esperar de un Neandenthal con una mente mucho menos evolucionada?
- Bueno gente -dijo Andreu- tengo que despedirme de vosotros y ponerme a trabajar. Estoy escribiendo un libro que en un futuro lejano se convertirá en un best seller y estoy seguro de que lo verán por todo el mundo a través de unos aparatos, que no me cabe duda que inventarán, con los que emitirán imágenes y sonidos a largas distancias.
- ¿Y como se llamará tu best-seller?
- Pasión de Gavilanes.
- ¡Por dios! Es un nombre feísimo. Te ruego que te marches y dejes de contarnos tus ridículas ocurrencias.
- De acuerdo. Adiós familia, y enhorabuena -y se marchó.
Acto seguido se marchó la comadrona y las vecinas. Solo se quedaron los tres, la madre a la derecha del niño arrodillada, el padre a la izquierda con un enorme bastón en la mano y el niño, en el centro, descansado en algo muy parecido a un pesebre.
- Oye -dijo la madre- creo que no es tan malo haber parido a un hombre con alma.
- Ya se verá cariño, yo espero que este nacimiento haga bien a la humanidad.
- Sin duda alguna lo será -contestó la madre más calmada-. Pero hay algo que no logro entender.
- ¿El qué?
- ¿Cómo sabes tantas cosas?