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En Tierra Firme

Cosas de la vida

La duda metódica como forma de vida.

Sonó el teléfono y lo cogí.

- ¿Sí?

- ¿Está Juan?

- Me temo que se ha equivocado de número, aquí no vive ningún Juan.

- ¿No?

- No.

- ¿Estás seguro?

- ¿Cómo que si estoy seguro? ¿no voy a estar seguro de quién vive en mi propia casa o qué?

- Ah vale. Adiós – y colgó.

- Imbéciles –dijé mientras colgaba el teléfono de forma despreciable.

Estudiar mucho no me estaba sentando demasiado bien.

Estudiando inglés.

Sigo trabado con el inglés, es mi eterna asignatura pendiente desde los tiempos paleozoicos de EGB, ya entonces siempre me quedaba la asignatura pendiente para septiembre. Es extraño, todas esas horas que he empleado estudiando inglés a lo largo de mi vida han sido completamente inútiles. Nunca he memorizado nada ni he aprendido nada. Lo único que he hecho ha sido arrojar apuntes dentro de un agujero negro que jamás devuelve lo que traga. Todos mis conocimientos se los ha tragado mi materia gris. Me pregunto en qué borrachera perdí todas esas neuronas que albergaban los conocimientos que una vez me ayudaron a aprobar

Durante el tiempo que estudié administrativo también tuve la asignatura de inglés, pero era mucho más fácil, entonces, nuestro profesor, viendo las pocas perspectivas de futuro que teníamos, sumadas a las pocas ganas de trabajar, nos aprobaba sin hacernos examen. En esas clases lo único que hacíamos era hablar de Gran Hermano, Crónicas Marcianas, Operación Triunfo... el resto daba igual.

Ya lo sé, no es ninguna excusa, debería estudiar y sacármelo todo con buena nota, pero eso de aprender cosas ilógicas que no tienen ni pies ni cabeza lo llevo fatal. Me desespero fácilmente cuando me autocorrijo ejercicios con las soluciones del libro y descubro que lo hago mal sin entender por qué. Es cuando comienza mi recital de preguntas retóricas: – ¿Por qué? ¿Por qué esto no es así? ¿Por qué Dios mío? – y miro por la ventana mientras blasfemo contra dios, la virgen y todos los santos esperando que se abran las nubes y aparezca la voz de dios para explicarme cómo se escribe bien en inglés. Pero no, no aparece nadie, entonces intento tranquilizarme y le digo a Dios: –Venga, Dios mío, no era mi intención ofenderte, prometo hacerme católico si me pones una lengua de fuego de esas sobre mi cabeza que hace hablar todos los idiomas... aunque sólo sean los días que tengo examen. ¡Por favor! ¡Te lo suplico!–. Pero no viene la lengua de fuego por ninguna parte y comienzo a cagarme en San Pentecostés y la única lengua de fuego es la mía. Al cabo del rato, pienso que durante el tiempo que he estado hablando solo y lamentándome, hubiese podido leer los apuntes e intentar entenderlo. Pero estoy así de loco. ¿Qué se le va a hacer?

Las cuchillas de afeitar también sirven para cotarse las venas.

Hay cosas que uno hace sin saber por qué, sin un motivo aparente, simplemente se hacen y ya está. Últimamente no me afeitaba, he estado dejándome la barba durante meses. Tenía la pinta de un bohemio que deja su estética en manos de la naturaleza, de alguien que descuida su aspecto porque le importa un comino la imagen que da. Pero el Lunes fue uno de esos días que te levantas, te miras al espejo y sin más decides afeitarte. Y así lo hice.

Luego me fui al instituto. Entré un poco tarde a la clase de latín, no pasaba nada, en latín no hacemos nada. Me adentré en la clase y al acercarme a la gente una compañera me vio y dijo: “¡Caray! ¡Te has quitado veinte años de encima sin la barba!”. Pues vale, pensé. Me senté en la última fila y el que estaba sentado delante de mí se giró y me dijo: “pareces más joven”. Hice cara de simpático y me callé.

Pasó la primera hora de clase y tuve que ir a otra aula donde hacemos la mayoría de clases y en la que coincido con otra gente. Mientras esperábamos al profesor, se me acercó una chica, la más joven de toda la clase, y me dijo:

- Anda Fredy ¡Te has afeitado¡ ¿Cómo es eso?

No contesté, me quedé mirándola, ¿cómo es eso? Pensaba, ¿tenía que dar una respuesta explicativa, razonada y argumentada al porqué de mi decisión de afeitarme? La tía se quedó mirándome y esperando una respuesta. Yo no sabía qué decir y permanecí callado. Ella se pensó que no la había escuchado bien y volvió a repetir: “¿Cómo es que te has afeitado?” Dejando la boca entreabierta y los ojos entornados como una estúpida. Me dieron ganas de decirle: “¿Yo te pregunto por qué te afeitas el coño? ¿No? ¡Pues déjame en paz!”. No sabía cómo argumentar por qué me había afeitado. Me encogí de hombros y le dije: “No lo sé”. Ella levantó la cabeza y dijo: “ah” y se fue no sé si muy satisfecha. Al rato vino el profesor y empezó la clase. Me senté en la mesa donde me pongo habitualmente. El que se sienta a mi lado, mientras el profesor explicaba, me dijo por lo bajo: “¿Te has afeitado eh? Pareces otro”, lo miré, le sonreí y me giré para mirar la pared blanca, más blanca que nunca. Me pregunté qué sentiría un terrorista cuando se inmola sabiendo que se lleva a toda la gente que le rodea por delante. Yo estaba a punto de explotar y no llevaba ningún cinturón de explosivos.

La clase finalizó y tomé otro respiro, decidí quedarme en el aula sentado y esperando a que llegase el próximo profesor. El compañero de al lado y el que se sentaba delante se pusieron a hablar:

- Esta mañana he corrido 3 kilómetros en media hora.

- Eso no es nada – dijo el otro -. Yo esta mañana he estado levantado ochenta kilos en pesas, he hecho cuatro series y en la última ya no podía más. Mira – levantó el brazo -. Tengo esto durísimo, toca, toca, me duele mucho, seguro que voy a tener agujetas.

Así estuvieron durante unos minutos que se me hicieron eternos. Mientras tanto yo me preguntaba si sería cierto que la muerte por inhalación de dióxido de carbono era tan placentera como dormirse y pensé que el suicidio no parecía una idea tan disparatada.

De pronto, el que estaba hablando de sus músculos, viendo que no participaba en la conversación se interesó en saber mi opinión, quizás fuese por el morbo de saber qué opinaba el raro de la clase al respecto, y me preguntó:

- ¿Y tú? ¿Haces algún deporte? ¿Te gusta ir a correr?

Lo miré, como quien mira a un maniquí y contesté:

- Desprecio el culto al cuerpo y todo en general, no me gusta el mundo material.

El de las pesas echó una mirada cómplice al corredor, les parecía una tontería lo que les había dicho. Entonces me preguntó:

- ¿Tú eres como Platón no?

- No, yo no creo en el alma, pero soy bastante idealista.

- ¿Y es cierto que te gustaría estudiar filosofía? – dijo el otro.

- Me gusta la filosofía, pero yo quiero hacer periodismo, si no tuviese la nota suficiente para hacer periodismo no descartaría estudiar filosofía.

Una chica que estaba allí de pie escuchando lo que decíamos me dijo:

- ¿Es verdad que te gusta la filosofía?

- Sí – consté girándome y mirándola desde abajo. Pensé que estaba interesada en mis inquietudes.

- ¿Y cómo te puede gustar eso? – dijo con cara extrañada y desencajada.

- No lo sé. Simplemente me gusta.

- ¿De verdad? ¡Qué fuerte! – Se acercó a mí para que no lo escuchase nadie más, y me dijo en voz baja: - No digas eso a nadie que se reirán de ti.

¿El suicidio era una idea disparatada? El suicidio, pensándolo bien, era una idea razonablemente válida.

Transcurrió la clase de historia del arte, muy interesante como siempre. Luego siguió la clase de literatura. La profesora nos ha mandado leer “Luces de bohemia” y estaba comentando la biografía de Valle-Inclán.

- Valle-Inclán era un personaje al que le gustaba mucho mentir con su biografía para mitificarse, contaba que su brazo lo había perdido en una guerra en la que nunca había participado, le gustaba mucho fantasear con su biografía.

Cuando de pronto, el que se sentaba a mi lado, que era uno de los de la conversación de los musculitos, dijo:

- Como Fredy

- ¿Cómo? – preguntó la profesora -. ¿Por qué dices eso? – Yo estaba expectante por saber por qué había dicho eso.

- Antes ha dicho que no le gustaba su cuerpo.

- ¡Yo no te he dicho eso! – salté -. ¡He dicho que despreciaba el mundo material!

- Bueno, pues eso – dijo como si fuese lo mismo -. Es un personaje misterioso. – Dijo de broma mientras reía.

- Pero eso no está nada mal – contestó la profesora.

- Y dice que es como Platón.

- ¡No he dicho eso! – contesté.

- ¡Ah! ¡Y también dice que le gustaría estudiar filosofía!

La ventana estaba a mi lado, pero era un primer piso. Miré a la profesora, ella me entendía, sabía qué estaba pensando yo en ese mismo momento, había leído algunas cosas de las que había escrito y eso me reconfortaba. Me quedé quieto y callado. No quise decir nada.

Al terminar la clase, cuando caminaba por el pasillo dispuesto a irme a casa, se me acercó uno y me dijo:

- ¡Te estaba mirando y no te reconocía! ¿Te has afeitado eh?

Adiós 2005

Fue el año que empecé trabajando, dejando los estudios de lado. Desalentado y desilusionado ante un curso que no me aportaba nada. No me gustaba estudiar programación, ni configurar ordenadores en red. Mientras hacía todo eso, yo me preguntaba cuál era el sentido de la vida. Tampoco me gustaba la gente con la que iba, así que con la excusa del trabajo me lo dejé con la esperanza de retomarlo al año siguiente.

Fue en el año en el que me propuse ir a Inglaterra , quería irme a vivir allí durante una temporada, me informé de los billetes, de los trabajos y de las ciudades. Pero no hice eso, me limité a ir durante una semana en la que visité a mi hermana que estaba de Aur-pair con una familia de locos guarros y con dos niñas de lo más estrambóticas que he visto en mi vida. Visité Londres , el museo británico, paseé por las calles de esa peculiar ciudad repleta de relojes. Degusté su más típica gastronomía. (Un plato de patatas con un pescado). Visité Manchester, Leeds y me quedé con la deuda pendiente de visitar Liverpool.

El año en el que fui a los conciertos de Def Con Dos y Andrés Calamaro . Al musical de Queen, que me encantó. En el que me di de alta en la SGAE para registrar la canción en la que participo en la letra que saldrá en el disco de Daniel Zamora, excomponente de Los Rodríguez, y que posiblemente grabará con Ariel Rot.

Fue el año que trabajé durante más de cuatro meses, que hice grandes migas con gente y me sentí muy bien con los compañeros, aunque el trabajo era para volverse un poco loco . Tenía una vida de lo más normal. Si hubiese sido por los compañeros sin duda alguna me hubiese quedado allí. Pero pensé que soy joven, y que puedo hacer algo que me llene de verdad. Me ofrecieron un contrato indefinido , y tras aceptarlo me arrepentí. No quise continuar con esa forma de vida porque no era feliz. Y ahora sigo en busca de esa felicidad, en busca de mi realización. Tras unas semanas frenéticas, terminé haciendo lo que nunca pensé que haría. Me matriculé en segundo de bachillerato para poder acceder a la universidad, en alguna carrera que me gustase. Y así sigo, con ilusión y con la esperanza de acabar este curso con buena nota, suficiente para hacer periodismo. Y no en Valencia, porque es imposible, pero sí en Madrid. Es el objetivo que se me ha metido entre ceja. Sé que si viajo hasta allí, comenzaré una etapa fructífera. Aunque siempre hay miedo. Y es que es difícil afrontar las cosas cuando no escuchas a nadie que te da aliento, cuando sólo escuchas una voz dentro de ti que te dice que puedes y temes que sea una paranoia o un delirio de grandeza.

Lo siento por todos mis amigos a los que no he prestado toda la atención que se merecen, a los que creen que me distancio de ellos. Pero no tengo nada personal con nadie, es el simple desencanto por todo en general. Y siempre me pregunto antes de salir o hacer algo ¿Para qué? ¿Me lo pasaré bien? ¿Veré algo nuevo? Y como sé que no, pues no estoy muy sociable.

Y emocionalmente.... ay... empecé muy perdido, buscando lo que anhelaba como un loco. Recomponiéndome de algo que pudo resultar trágico, pero que mi experiencia hizo que no se convirtiese en un mal crónico y depresivo. Me perdí en la inmensidad, conocí a muchas chicas, algunas maravillosas, otras me demostraron que el afecto, la bondad y los principios existen. Que había honestidad y nobleza. Pero gracias a eso me di cuenta de algo. Me di cuenta que todavía no puedo cargar con una relación porque antes tengo que repararme. Este cántaro loco, todavía derrama agua y no está acabado.

Adiós 2005. El año que creé este blog , donde doy rienda suelta a esas preocupaciones que no puedo compartir con nadie, y que aquí, en un lugar perdido del ciberespacio, están colgadas como estrellas que no calientan ni iluminan a nadie, pero brillan en su centímetro cuadrado que tienen.

Bienvenido 2006

Experiencias vividas en clase

Experiencias vividas en clase Un día, el profesor de historia del arte estaba comentando las distintas épocas del arte griego y qué siglos correspondían a cada época. Cuando de pronto, un alumno de los allí presentes levantó la mano. El profesor le dio la palabra y preguntó:

- ¿Quién creo el mundo?

Todos nos quedamos mirándole pasmados, entre risas y bromas. Parecía que le había surgido una súbita duda existencial que no podía contener. El profesor le preguntó a qué venía esa pregunta, entonces el joven contestó:

- Pues si Dios creo el mundo... ¿Por qué habían cosas antes de Cristo?

El profesor, muy pacientemente, le explicó que Cristo no creó el mundo y le recordó quienes componían la santísima trinidad. El alumno se dio por satisfecho y se jactó de su perspicacia para no dar como válida la religión católica. Todo un filósofo en potencia de pelo en barba que ya superaba la veintena de años.

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En otra ocasión, en clase geografía, el profesor nos explicaba qué tipo de contaminaciones hay. Cuando dio los puntos que explicaban la contaminación del agua, habló de la salinización y explicó que, a veces, el agua del mar se mezcla con el agua de algunos pozos y hace esa agua inservible. En eso que saltó la pija de clase:

- Sí, a nosotros nos pasó eso, un verano que estuve veraneando en Denia no se podía beber ni cocinar del agua del grifo, teníamos que ir a un gran depósito de agua que habilitaron en la plaza.

Todos escuchábamos atentos a sus explicaciones, entonces, cuando el profesor iba a retomar la explicación añadió:

- Era horrible ¡Todo ese verano con el pelo hecho un asco!

Lo dijo como si se tratara de la mayor desgracia que le había sucedido en su vida. Y toda la clase estalló en una carcajada incontenible, y ella veía a todos descojonándose por los suelos y preguntando: “Ey, ¿Pero qué pasa?” Sin entender el motivo de nuestra mofa.

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Habíamos leído en clase de literatura un texto de un autor, al acabar, la profesora, con muy buenas maneras e intenciones, y como es costumbre en ella, preguntó si alguien no había entendido alguna palabra del texto, y entonces alguien preguntó:

- ¿Qué significa sodomizar?

- Sí, sodomizar, a mí me suena mucho. – Dijo otra.

- ¿Eso no es algo de la Iglesia? –Comentó otro.

- ¿Cómo que de la Iglesia? – preguntó la profesora.

- Sí, algo que decían los curas referente al pecado... pero no recuerdo qué.

- A ver, ¿Alguien sabe lo que significa sodomizar? – Preguntó la profesora dirigiéndose a todos.

Todos permanecieron en silencio. A mí me vio riéndome y me dice.

- Venga, dilo tú, que tú sí que lo sabes.

- No, yo no lo digo.

- Bueno, sodomizar es practicar el sexo anal.

- En otras palabras, dar por el culo. – Maticé.

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¿Cuál es la finalidad del educador? – preguntó el profesor de filosofía, que buenamente explicaba las teorías de Platón. Obtuvo el silencio como respuesta, por lo que formuló la pregunta de nuevo a un lado y otro de la clase. Y yo, que en ese momento gozaba de un estado le lucidez fuera de lo común, respondí:

- Educar.

Todos me felicitaron y me congratularon por mi gran descubrimiento. Se burlaron buena cosa y toda la santa tarde estuvieron llamándome el educador.

¿Quién es ese hombre?

Estaba yo lleno de ilusión esperando pacientemente en una cola de una administración de lotería. Había mucha gente. Finalmente llegó mi turno y vi al mismísimo Benedicto XVI despachándome un par de boletos de lotería que terminaban en 13 y en 03. No me quedé muy sorprendido, era como si fuese más o menos normal. Entonces Benedicto XVI salió que la jaula de cristal por un lateral, y pasó justamente por mi lado, sin escoltas ni nada. Yo sentía que tenía que decirle algo importante, pero no sabía el qué.

- Benedicto, tengo que decirle algo.

Él me miró, me sonrío y se fue ignorándome. Entonces me desperté. Extraño sueño, estuve pensando en el número, quizás era un sueño premonitorio. Hoy, instantes antes de que se inicie el sorteo de Navidad, no me arrepiento de no haber comprado ningún número terminado en 13, pero si sale, posiblemente maldeciré a todos los santos.

Son las 8:44 de la mañana. Es curioso, cuando tenía mucho trabajo que hacer era incapaz de despertarme pronto, me costaba una barbaridad. Ahora que ya he terminado los exámenes me desvelo enseguida. ¿Por qué el cuerpo se comporta de este modo?

Ya hace tres meses que comencé mi aventura quijotesca de retornar a los estudios, dejando de lado trabajo, dinero y estabilidad económica. No sé si estoy más feliz, pero creo que he hecho lo correcto. Lo que sí es cierto es que no estoy nada contento con los resultados, sé que no me he esforzado al máximo, sé que no he dado todo de mí y algo debo cambiar en mi comportamiento.

Comencé con una fuerza e ímpetu no vistas en mi antes, ilusión, ganas, trabajo. Prometí no caer en la vagancia y ociosidad, pero al mes y medio ya me levantaba tarde y me arrastraba por ahí. Durante estas últimas semanas he estado haciendo exámenes y me he enfrentado al sino eterno del estudiante de no ver recompensado mis esfuerzos cuando lo merecía y en otras asignaturas que no merecía nada tener buena nota. ¿Qué pensarías si os digo que una de las mejores notas que he sacado ha sido la de latín, la asignatura que más daba por hecho que iba a suspender? Quizás muchos se alegren y me feliciten por el encomiable trabajo realizado. Pero no más lejos de eso lo que sucedió fue que en el examen se sentó delante de mí el que más sabía de latín, y me copié miserablemente todo su examen. Desde luego la copia no fue exacta, el flamante erudito de latín sacó un loable 10 en su expediente. Yo me limité al 7 y medio. No estaba nada mal para no saberse absolutamente nada, sólo unas declinaciones y tiempos verbales. Ciertamente es algo vergonzante y ruin.

Días más tarde llegó el examen de filosofía, nos examinábamos sobre el inigualable Platón. El hombre era un ser pensante, aunque desatinaba mucho para mi gusto. Intentó darle una explicación a todo incluso a lo que no tenía capacidad para hacerlo. Dejó de lado a los filósofos de la naturaleza, a los físicos, para dedicarse a lo que él tanto criticaba: las creencias. Ni que decir tiene que fue el impulsor de la fe, la creencia en el alma que, aunque ya la promovieran los pitagóricos, la Iglesia adoptó sus enseñanzas adaptándolas a su catecismo. Un auténtico desbarajuste. Pues bien, aprendí de memoria todo el libro y las explicaciones del bueno de Platón. Estudié como nunca antes lo había hecho. Estaba seguro de sacar una buena nota, sobre todo si me preguntaba lo que más me sabía. Y cómo no, en el examen aparecieron las preguntas más esperadas. La redacción trataba sobre “El gobierno de la Polis según Platón”. Cierto es que el examen duraba 45 minutos. En los que hay que destacar las ideas principales y hacer una redacción clara. Tarea dificultosa ya que a mí me gusta repasar, retocar y enrollarme. Empecé muy bien y cuando faltaban 5 minutos me di cuenta que debía concluir pronto. Pese a eso sé que hice un buen examen y merecía una buena nota. Por eso me sorprendió mucho sacar un 7. No creo que mis merecimientos estuviesen reflejados. Voy a salir con la típica excusa de que los profesores tienen cierto prejuicio hacia mí, pero es indudablemente cierta. Si uno hace mala letra, viste mal, es un bohemio y no hace la pelota, les leen los exámenes con cierta actitud crítica, con el pensamiento adjunto de creer que ese chico no va a ir a ninguna parte. Sin embargo, si leen una letra clara, bonita y día tras días a uno le lamen el culo siempre habrá una mejor nota. Es algo más que comprobado. Pese a sacar la mejor nota de clase (el hombre puntuaba muy bajo) no me parece fiel reflejo a lo que hice por que nunca hago la pelota.

Con estos dos exámenes previos luego vino la semana de exámenes. Como bien es sabido, muchas veces el tiempo empleado en estudiar no es sinónimo de trabajo. Estudié lo inimaginable durante el puente, centré mis esfuerzos en aprender la historia del siglo XVIII y XIX. Para asegurarme un buen resultado lo que hice fue averiguar qué tipo de preguntas ponían en los exámenes de la primera evaluación. Vi que principalmente las preguntas se centraban en la constitución de 1812 y la primera guerra carlista. Por eso me esmeré mucho por estudiar esos dos acontecimientos, no sin prevenir que pudiese preguntarme por otra cosa mirando el resto del temario aunque no con mucho ahínco. Llegué al examen con el convencimiento y la seguridad de saber qué iba a preguntar. Repartió los exámenes boca abajo y dijo que no le diéramos la vuelta hasta que él no dijera. Cuando repartió la última hoja nos dio permiso para comenzar, di la vuelta a la hoja y me apareció la primera república. Suspenso.

Al día siguiente, tenía el examen de historia del arte con el mismo profesor. Puesto que ya había experimentado en mis carnes que él iría a poner lo más difícil de todo y lo que menos había explicado, decidí estudiar con un desmesurado aplomo, todo lo relacionado con la arquitectura islámica en España. Grecia y Roma serían muy fáciles como para ponerlas. Al llegar al examen, experimenté de nuevo mi ineficacia para ponerme en mentes ajenas y predecir sus actos. Preguntó Grecia y Roma y ratifiqué que uno nunca puede profetizar con exámenes. Es completamente inútil. Pese a eso, conocía bastante bien Grecia y Roma, saqué un 7, pero aún así me supo a poco. Cuando vi la nota recordé la frase que dijo el profesor al principio de curso: “Sé que este año no voy a poner más de un 7 a nadie”. Quizás sólo por orgullo se limite a poner 7. En la segunda evaluación pienso estudiar más y hacerle tragar la maldita frase que profirió a principios del curso.

Ese mismo día era el examen de Valenciano, estamos, para que os situéis en el tiempo, en el día 15 de diciembre del año 2005. Se trataba de comentar un texto. El texto era sencillo. No hubo complicación. Pero más tarde me enteré que los de la otra clase de segundo habían trabajado ese texto en clase. Eso hace que te ahorres mucho trabajo y que se cometiese una gran injusticia con nuestro grupo. No he visto la corrección del examen, pero comprobamos todos juntos que el tío ha puesto un 5 a todo el mundo. ¿No es raro?

Al día siguiente era el examen de castellano. Esta asignatura es aparentemente sencilla, es fácil aprobarla y difícil sacar buena nota. Es decir, consiste en hacer un comentario de un artículo periodístico, pero luego hay preguntas técnicas que a mí me disgustan bastante, análisis morfológicos y sintácticos. A mí me da mucha pereza estudiar esas cosas. Sé que hago muy mal y si quiero sacar buena nota debería estudiarlo. Pero no lo estudié. También había otra pregunta de vocabulario. Te preguntaban por tres palabras que aparecían en el examen que debía decir cual era su significado. Pese a todo eso, saqué un mísero 6 que no deja satisfecho a nadie.

Durante esa semana también expiraba el plazo para entregar los trabajos de literatura, en esta asignatura ha sido la única que he sacado buena nota, un 9. Pero si en el resto de asignaturas no me esfuerzo más... no haré nada. Este último fin de semana yo ya estaba asqueado, deprimido, con ganas de terminar. Tan sólo me quedaban los exámenes de geografía e inglés. Sabía que suspendería inglés, y después no tenía ganas de estudiar nada de geografía. Era como si me encomendase al destino. Empecé con ganas, pero no podía hacer ningún esfuerzo más por estudiar lo que no había estudiado cuando debía y hacerlo la víspera de un examen no servía de nada. Evidentemente suspendí las 2.

Salí de mi último examen de inglés descansado, más ligero, como si me hubiese quitado un peso de encima. Sabía que iba a suspender pero no me importaba. Sólo quería terminar esas semanas frenéticas y empezar el descanso navideño para dedicarme a hacer cosas que me gustan como publicar mis miserias aquí. Y aunque ahora me arrepiento de no haber estudiado, me he estado haciendo propósitos para el nuevo año sin que todavía haya terminado este, quiero estudiar más, quiero sacar buenas notas, quiero hacer algo en la vida. A veces me pregunto por qué hago esto, y recuerdo que era para estudiar periodismo como primera opción, comunicación audiovisual en segunda y durante el último mes me ha vuelto la idea a cabeza de estudiar filosofía. Al menos los filósofos me encantan. Me veo identificado con sus reflexiones. ¿Quién sabe si no me pondré a estudiar a los filósofos en vez de dedicarme a saber cómo se redactan noticias? ¿Cumpliré los nuevos propósitos o serán esas promesas que se olvidan en el mismo momento que las haces?

Tras los exámenes tan sólo me faltaba volver al instituto para recoger las notas, pero nadie me dijo a qué hora las daban. Decidí llamar a una de mi clase que me dio su número, pensé que sería útil algún día y efectivamente ayer me sirvió para preguntar cuando y a qué hora daban las notas. Marqué el número y entonces apareció la musiquita que algunos se ponen en el teléfono para recibir la llamada, la letra decía algo así: “¿Quién es ese hombre que me mira y me desnuda? Una fiera inquieta que me da mil vueltas y me hace temblar y me hace sentir mujer”. Cesó la música y escuché la voz que me decía: ¿Diga?

El moribundo ambulante

El moribundo ambulante

Ayer también tuve otra noche de insomnio, la segunda seguida. Ya era demasiado. Esta vez tenía un malestar general, una constante angustia y, para colmo, me han salido unas llagas en la boca que me están amargando. No puedo comer, ni puedo hablar sin parecer medio gilipollas. Por la noche llegué a la desesperación. Me levantaba, creía que iba a vomitar. No lo hacía. Me volvía a acostar. Era como si mi estómago fuese una lavadora centrifugando. Además tenía que levantarme por la mañana obligado; tenía que ir a la oficina de empleo para tramitar el paro y también tenía que inscribirme en la SGAE.

Se hicieron las 8 de la mañana y me levanté. No quedaba más remedio. Antes de ir al la oficina de empleo, tenía que pasar por Valencia y recoger en las oficinas de la empresa donde trabajaba los últimos papeles que me faltaban. Me fui en tren. Me daba la impresión de ser un zombi. Un demacrado que se tambaleaba en busca de su objetivo. Me metí en el tren y me senté. Me puse el mp3 en marcha. Era mejor no escuchar al resto de la gente. De este modo escuchaba mi música favorita mientras veía a los demás mover la boca y gesticular con sus manos. Enfrente de mí veía como un tío le estaba echando los tejos a la chica que tenía enfrente. Intentaba hacerla reír y todas esas cosas patéticas. Cuando ella apartaba la vista, el chico recorría con su mirada todo su cuerpo. Realmente estaba desesperado. Pero yo estaba con mi música, ajeno a todo eso y dudando si aguantaría todo el trayecto sin morirme.

Bajé del tren y me dirigí a las oficinas de la empresa. No sabía que comentarles cuando les viese, así que pensé en ser sincero y cuando me preguntasen como me iba tal les diría: “bien pero que estoy bastante enfermo y tal...”.

Cuando llegué, me abrieron la puerta, me dieron los papeles y no me preguntaron ni qué tal. ¿Para eso estuve un rato del camino pensando de qué hablaría con ellos? Eso son recursos humanos sí. Tan sólo les faltó no llamarme por mi nombre sino por el número de trabajador. A la mierda. Todavía no entiendo por qué existen las ETT.

Salí de allí y me dirigí a la SGAE. Tenía que hacerme socio porque tengo un asunto pendiente entre manos que ya comentaré cuando esté todo hecho. Ya fui allí una vez a pedir la documentación y ahora ya lo llevaba todo firmado. El gran problema para hacerme socio era que tenía que registrar al menos una obra y la canción debía presentarla en partitura. Yo sé leer minimamente las partituras, pero no se escribirlas bien, así que me la tuvo que hacer un amigo. Otro problema es que también pedían una prueba de que ya has estrenado alguna obra. Yo me preguntaba ¿Cómo vas a estrenar una obra si no la has registrado antes? Entonces pensé en los conciertos que hice cuando tenía el grupo y que quizás en el instituto me firmarían un papel acreditando que yo he estrenado canciones propias. Y así fue, los muy buenos me hicieron el favor.

Llegué y la chica encargada de los registros estaba almorzando. La que estaba de guardia de seguridad me dijo que me esperase y me dijo que había una cafetería al lado. Esperé y cuando empezó a sacarme tema de conversación decidí irme al bar. Cuando volví la chica todavía no había llegado, la guardia volvió a hablarme de tonterías. Parecía que aburría bastante y además era una desesperada de la vida. Parecía llevar buscando durante años al hombre definitivo que la aguatase. Yo no iba a ser su candidato, así que le dije que iba a esperar arriba. Allí había unos sofás muy cómodos. Llegó la chica, le di la obra, la documentación y pagué. Cuando ya estaba todo hecho. Le dije:

- ¿Y mi número de socio?

- Te lo enviarán por correo en un mes

- ¿¿En un mes?? ¡Si yo lo único que quería era el número!, ¡He hecho todo esto por el número!

Volví a la estación de tren justo cuando iba a salir el mio. Entonces salí disparado para cogerlo. Emprendí una carrera. Parecía estar en los 100 metros lisos. Ya estaba a punto de entrar, entonces sonó el pitidito. Pi pi pi pi pi. La puerta se cerró en mis narices. Presioné el botón verde para ver si la abría pero el tren partió y yo me cagué en su puta madre. La gente que estaría dentro del tren seguro que se estaba riendo de mí como yo me reía cuando estaba dentro y veía algo igual. Debía esperar media más hora en la estación a que saliese el próximo tren.

Subí al otro tren. Aún le quedaba rato para salir. Me puse de nuevo el Mp3 para escuchar a Joaquín Sabina. Todo iba bien aunque empecé a sentir de nuevo los retortijones de barriga. De pronto, entró un señor mayor, me preguntó algo y yo al tener los cascos puestos no entendí nada. Aun así le respondí que sí. El hombre se sentó y el tren partió. Al rato me preocupé por si el hombre me había preguntado si el tren iba a Castellón, a Xativa o a cualquier sitio menos al que iba. No importaba... en ese caso ya se daría cuenta cuando llegase.

aMe fijé en la gente, siempre lo hago. Nunca he entendido nada sobre lenguaje corporal. Pero me daba la sensación de que todas las pueblerinas soían llevar bolso. Cuando se sientan se lo ponen encima de los muslos, con las manos cruzadas encima y con la mirada al frente como si estuviesen concentradas rezando el rosario. En esos momentos es cuando me surgen los pensamientos más profundos. Juntarse con la humanidad y observarla me dice mucho. Muchas veces me pregunto si el resto de los que están en el tren piensan tantas cosas como yo o simplemente van y vienen con las cabezas huecas. Da la sensación de que nadie tiene sentimientos puros, basta con ver las miradas que se echan entre ellos porque comparten el mismo tren y el mismo camino. A veces me dan ganas de saltar y gritar. Decir que ya basta. Que ya está bien de tanta tensión. De tantas miradas de asco. De poner sus mochilas o sus carpetas al lado de sus asientos para no tener a nadie al lado. La humanidad se odia entre sí. Y ya no es xenofobia. La xenofobia es rechazo hacia lo que viene de fuera. Esto es rechazo a lo que viene de dentro, a lo tuyo propio. ¿Habrá alguna palabra que lo defina?

Todo esto lo dice alguien que puso su carpeta en el asiento de al lado... ¿Qué más da lo que hiciese el resto del día?

23 Vueltas

23 Vueltas La Tierra ha dado 23 vueltas al Sol desde que nací. Esa situación planetaria es digna de celebración.

¿Reflexiones? Ninguna, no siento nada especial. No me siento ni más viejo, ni tengo una depresión, ni me he marcado ningún objetivo nuevo. No pido deseos de ningún tipo, si es que soplo alguna tarta; No creo que se cumplan, en todo caso ahora lucho por conseguirlos. No voy a celebrarlo, ni voy a montar la gran fiesta. El año pasado, por ejemplo, lo que hice fue soplar dos mecheros. Muy triste. Pero a la vez me daba igual.

De todas formas, acepto regalos de todo tipo, siempre y cuando sean caros. Tampoco acepto regalos útiles, nada de pijamas, calcetines ni prendas que pueda a usar a diario, a no ser, que encontréis mi tan ansiada camiseta de “Clockwork orange” con la silueta de los drugos. Los regalos cuanto más inútiles sean mejor. Pueden ser elementos decorativos, como una bola de cristal con rayos eléctricos que cuando pones la mano te salen más rayos. Aunque... pensándolo bien, puedo exceptuar algún regalo útil como puede ser un coche o un apartamento. También, en caso de no disponer en vuestras arcas un activo suficiente para realizarme el regalo, podéis brindarme vuestros favores sexuales, siempre y cuando sea una señorita “respetable”.

Y ahora, como primicia, ¡Voy a mostrarme en foto! Os voy a dejar con una imagen del eclipse proyectado sobre mi mano, característica por su sensualidad sin igual.



Seguramente el hecho de coincidir el fenómeno con la semana de mi cumpleaños es un buen presagio. Hasta pronto amigos. ¡Y comprended mi ironía! ¡Gracias a todos los que se acuerden y a los que no!

Educación

Idiomas en los que se imparten las clases en mi el prestigioso instituto.

- Latín en valenciano.
- Valenciano en valenciano. (Esto lo veo evidente)
- Historia del arte en valenciano.
- Historia contemporánea en valenciano.
- Geografía en valenciano.
- Filosofía en valenciano.

Sólo me queda por ver que las asignaturas de castellano, literatura e inglés las den en valenciano también ... entonces cojo la soga y ... los ahorco a todos.

En clase de geografía el profesor nos repartió un mapa de España con en nombre de las provincias, increíblemente el mapa estaba en castellano, entonces apareció una lerda paleta diciendo que quería poner las provincias que estaban en castellano en valenciano, hay algunas que no se llaman igual y ella preguntó al profesor como se traducían.

En Alemania, por ejemplo, no traducen nunca el nombre de los países, los escriben igual que en su idioma autóctono. Tampoco traducen el título de las películas y si tienen que decir “Spiderman” pronuncian “Espaidermen” y no se andan con tonterías. Respetan los nombres originales. Además la mayoría de películas las ven en versión original para aprender inglés y sobre todo ABRIR FRONTERAS.

Respeto a la gente que quiera estudiar en valenciano, así como respeto a los coprófagos, a los que coleccionan moscas disecadas o a los ermitaños. Cada cual puede hacer con su vida y su cuerpo lo que le da la gana. Pero que me impongan un dialecto regional para estudiar a Miguel Ángel, para estudiar la guerra civil española o para estudiar a Platón me parece un abuso y una falta de respeto al buen gusto y a la cultura. Debería ser optativo el valenciano, no al revés. ¿O es que quieren que yo me dedique a ser periodista hablando en valenciano y escribiendo para los prestigiosos periódicos de Carcaixet, Algemesí, Sollana o en el New York Times de Cullera?

¿Quién sería yo hablando valenciano cuando me desplace a más de 500 kilómetros?

IDIOMA UNIVERSAL YA (Y QUE NO SEA EL VALENCIANO).

Por cierto, en la mayoría de clases permanecí completamente solo, sentado marginalmente ya que todos se conocen entre ellos y nadie se atreve a sentarse a mi lado. Yo soy el nuevo al que miran con expectación cuando hablo, pero no hablo mucho, ahora me limito a observar, a analizar a la gente y si puede ser a mirarlos con mala cara. Tengo mala primera impresión si se puede llamar así, muchísima gente me ha confesado una vez me ha conocido bien que la primera impresión que les di es la de un loco asesino psicópata y que temía que cualquier día los mataría a todos. Lo peor es que no se equivocaban todo y de hecho, lo de loco lo siguen reafirmando cuando ya me conocen.

Ha habido una persona se ha sentado al lado de mí, me ha caído bien, se ha interesado por saber de donde soy y que hago allí. Era un tipo que iba de rojo, supongo que habrá sido enviado por el resto de la corte para averiguar quién soy y luego abr dado parte al resto de gentes. Lo he visto un tío legal, me ha dado ánimos con el latín ya que cuando comenté que era el primer año muchos dijeron “buah, pues la llevas clara” y el me dijo, “tranquilo, si le pillas el truco es fácil, lo dicen para asustarte”

Así son las cosas y así se las hemos contado.

Nueva era

Por motivos que no me da la gana explicar me he matriculado en segundo de bachiller, desde que me plantee todas aquellas dudas no hace ni dos semanas mi vida ha dado un vuelco. Me replanteé todo lo que quería hacer. Me di cuenta de que no me gustaba lo que hacía. Me di cuenta de muchas cosas. En realidad, cuando escribí la historia de la decisión no estaba pidiendo consejo, era más bien una llamada de socorro. Venía un tren dispuesto a arrollarme y yo permanecía quieto pero me he salvado a última hora. Bueno ... ¿Había dicho que no me daba la gana explicar los motivos?

Siento como una sombra en blanco y negro con mi imagen se desdobló de mi cuerpo e hizo su vida por separado. Hoy se inauguraba el nuevo centro comercial, el mismo día que empiezan las clases. El otro yo, el de la sombra, está ahora en el centro comercial, amargado, trabajando, pensando que eso sólo es una época de su vida y que podrá actuar más adelante. Pero el día menos pensado hubiese acabado comprándose un coche, pidiendo un préstamo y endeudado hasta las cejas sin poder dejarse el trabajo y pensando que en un futuro podrá hacer algo y no hacer nada. Pensando toda su vida que vale para algo y sin hacer nada.

El otro yo, el de colores, está ilusionado, creyendo que va a hacer algo de provecho, algo útil y que tiene la posibilidad de dar lo mejor de si para beneficio propio y desgracia de los demás.

¿Y qué es lo que hago ahora?

Empezaré diciendo que este blog no quería que se convirtiese en un diario personal, pero ahora es necesario escribir sobre lo que me ocurre, me da igual que ahora esto se vuelva aburrido, me da igual que a partir de ahora nadie me lea, este blog va a cambiar porque necesito expresar todo lo que me atormenta en estos días, necesito contarlo, lo hago para no envenenarme, para no acumular basura. Los que me conocéis sabéis que para mí son difíciles las relaciones sociales, y ahora, enfrentarme ante un nuevo curso con gente que no conozco de nada y nuevas situaciones supone una gran acumulación de vivencias e impresiones que deben salir por algún sitio si no quiero estresarme y agobiarme con el mundo que me rodea. Siempre he dicho que de esta forma la locura adquiere cierta cordura.

Ayer fue la presentación del curso, estaba muy ilusionado, tenía ganas de ver qué asignaturas me tocaban. Me informaron que en ese instituto le daban a cada uno las optativas que a ellos les daba la gana y más en el curso de nocturno. Salí de casa tarde como siempre a las siete menos veinte, tenía que llegar justito, y tuve que correr con el coche para ser puntual y llegar exactamente a las 7. Iba bien de tiempo, pero en el último tramo del camino se me puso delante una marujona cotorra que iba lentísima y yo ya no podía adelantar por ahí. Veía a la marujona gesticular con la mano con la copiloto y avanzando con toda la tranquilidad del mundo. Yo estaba furioso ¿Esa marujona no entendía que yo ya iba a llegar tarde el primer día? Estuve así un rato hasta que finalmente aparqué el coche justo las 19 en punto. Y a las 19:03 ya estaba dentro.

Había muchísima gente congregada en la puerta, empecé a mirar caras para ver si me resultaba alguna conocida. Todos ellos eran los matriculados en bachillerato, en primero y en segundo. Vi a gente de mi pueblo, los conocía de vista, habían ido a mi colegio, en caso de verme apurado en máxima soledad les hubiese hablado. Pero tampoco me preocupaba estar solo esperando. No me interesa lo que digan los demás. Pero de pronto alguien me llamó. Me giré y era un viejo conocido, era del grupito de gente con el que me juntaba hace 4 años cuando iba mucho por Tavernes. No me acordaba de su nombre, de hecho creo que nunca lo he recordado, nunca he tenido ninguna necesidad de recordarlo y mucho menos de llamarlo. Él tampoco parecía acordarse de mi nombre pero se acordaba de mí, me preguntó como me iba con la guitarra, yo le pregunté a él lo mismo. Me acuerdo de haber tocado la guitarra con él alguna vez. Pero lo recuerdo sobre todo porque por aquella época yo salía con una chica de aquella ciudad. Cuando lo dejé con ella este personaje le pidió de salir a los dos días de haber roto. El típico carroñero. Después apareció en escena otro personaje de la ciudad de los que conocía de vista para hablar con el carroñero. También hablaron de guitarras ¿Es que todos en ese pueblo tocan la guitarra? Este tiene una pinta de freak que no se la acaba. Antes siempre llevaba camisetas de Metallica, de Motorhead y grupos “heavys” (en comillas por que no me atrevo a catalogar a Metallica) por el estilo y ahora llevaba una camiseta de Camarón y sólo habló de su evolución con la guitarra en flamenco. También comentó que desde hacía 6 meses no se marcaba ningún punteo de AC/DC. Los cambios de gusto de la gente nunca dejan de sorprenderme.

Tanta prisa que me había dado para llegar puntual y hasta las siete y media no nos avisaron para entrar. No voy a escatimar en detalles. Nos metieron en el salón de actos y allí empezaron a hablar los tutores, lo típico; no se puede fumar en el instituto, la asistencia es obligatoria, y los mismos cuentos de siempre. Allí estaba yo rodeado de desconocidos. Empecé a sentirme mal, pero no era por la gente, era más bien por el ambiente que respiraba, había algo que podía conmigo, que me subyugaba. Todo el mundo hablaba en valenciano. Todos los profesores, todos los alumnos, en ese pueblo todo el mundo habla valenciano, son cerrados de pura cepa. Hasta yo mismo me encontré hablando valenciano y cuando yo hablo valenciano no me siento yo mismo, no me expreso bien, me falta el vocabulario que tengo en castellano, siento que me trabo, que me faltan decir cosas y no puedo expresarme tal como soy. No soy un hombre de valenciano, jamás entenderé eso de los idiomas regionales, ¿Las clases también las iban a implantar en valenciano? Si era así ya me podía preparar. Aunque pediré contestar en los exámenes en castellano. A mí no me puede obligar a hablar una lengua con la que no me identifico. Yo pienso, hablo, sueño, río y hasta cago en castellano. Cuando hablo en valenciano traduzco y no soy yo. Es imposible que la gente me conozca realmente si hablo en valenciano. No pueden alcanzar lo más profundo de mí porque yo no fluyo en ese idioma. Así que ya sabéis. Espero que la cosa cambie en clase, pero me temo lo peor, ahí son campesinos puros. Como dice un amigo, a estos cerrados de mente y de fronteras les falta dar las clases de literatura castellana en valenciano. No sé por qué se empeñan en cerrarse al mundo de esta forma. Es cavarse su propia tumba, es condenarse a la permanencia, el valenciano no es apto para una mente nómada como la mía. Lo odio. Dando las clases en valenciano los condenan a la eterna ignorancia exterior y al fracaso. Cualquier día, estos nacionalistas estúpidos pondrán una asignatura de recolectar arroz, una optativa para recolectar naranjas y otra asignatura de hacer paellas. ¿Es eso lo que quieren no?

Más tarde, una vez explicada toda la pesca me dieron el horario, pero aún no saben las optativas que nos darán a cada uno. Así que de momento acabaré de escribir. Me quedo corto pero no quiero extenderme y además tengo que irme a comer. Esta tarde tendré las clases normales, por lo tanto me envenenaré más y escribiré más.

Por una vez en mi vida

Me levanté de la cama tambaleándome, me llevé la mano a la cabeza y resoplé. Había bebido demasiado la noche anterior y aún tenía el sabor del alcohol en mi boca. Salí de la habitación oscura y me dio de pleno la luz del mediodía que me molestaba más que a un vampiro. Crucé el pasillo encorvado y entré al cuarto de baño. Abrí el grifo del lavabo y me apoyé allí con los brazos extendidos mientras dejaba el agua correr. Miré el agua y me quedé pensativo. No me gustaba estar así, debía acabar con todos esos excesos nocturnos.

Me llevé el agua a la cara, estaba fresca, me reanimó y salí del coma profundo. Al alzar la vista me encontré en el espejo. ¿Ese era yo? Tenía un aspecto rescacoso, pero vi a otro yo. Vi a un Fredy diferente, un Fredy que sabía lo qué quería. Me vi diferente. Estaba orgulloso de mí. Me agradaba lo que veía, no me avergonzaba lo que era, de haber sido mujer hubiese dicho que me gustaba ser mujer. Me gustaba tal como era. Fredy en toda su plenitud.

- Bien, Fredy, Bien – me dije.- No te has convertido en una víctima del tiempo.

Era lo que yo quería ser y por una vez en mi vida me gusté.

Por una vez.

Estoy bien conmigo mismo.

No venían las señales a por mí y salí a buscarlas.

¿Qué hacer? Esa era la pregunta. Necesitaba a alguien, que no fuese yo, que creyese en mí. Necesitaba escuchar al público decirme que siguiese adelante.

Estaba en el tendido de un coliseo romano vestido de gladiador y preguntándole al César si ejecutaba al rival. La gente gritaba enloquecida “¡Mátalo! ¡Mátalo!”, veía sus rostros llenos de ira, con ganas de ver la sangre derramarse. El Cesar asintió y yo, sin dudarlo, alcé mi espada para clavársela a mi rival en el corazón.


Lunes por la mañana. El tiempo para tomar la decisión expiró. Llamé por teléfono a la empresa.

- Oye, ya lo he pensado.- dije.
- ¿Y qué? ¿Te interesa?
- Sí, pero quiero que me paguéis la gasolina. Son más de 30 kilómetros, en total casi 70 kilómetros al día, se me irá mucho dinero.
- En el convenio no entran dietas de transporte.
- ¿No? Tengo entendido que a partir de 30 kilómetros están obligados.
- No, en este convenio no.- Se hizo un gran silencio muy tenso, sabía que me engañaban y que eran unos ratas-. Bueno, ¿Te sigue interesando?
- Sí. – La decisión estaba tomada antes de saber lo de la gasolina, eso era solo por probar.
- Vale, pues te mantendré informado y te diré que día firmarás el contrato. Hasta pronto.

Había que complacer al César y al respetable.

Una Gibson Less Paul sería para mí. Un piso compartido, independencia. Todo eso a cambio de caminar por un pozo hacia la perdición. No estaba mal. Conocía a gente que había vendido su alma al diablo por mucho menos.

Si clavaba la espada a aquel pobre imbécil la gente vitorearía mi nombre, alcanzaría la fama, ganaría prestigio, me podría convertir en un gran gladiador y algún día salir de ese mundo por la puerta grande para codearme con la clase alta, podría incluso hacerme entrenador de gladiadores y ser un hombre respetable en Roma. Todo estaba a favor. Pero eso sí, todo tenía que salirme bien. Perder una sola batalla era la muerte. Ganar siempre o morir.


Todo estaba a favor. Aceptaría el trabajo. Esa misma tarde, después de aceptar, me dirigí a buscar piso con un amigo. El piso era amplio, tres habitaciones, 400 euros al mes, cerca de la playa, piscina, pista de tenis, tranquilidad asegurada. Lo alquilaríamos entre 3 personas, perfecto.

Después de salir de allí, pensé; ya que he aceptado el trabajo, ¿Qué tal si voy al nuevo centro comercial al que me van a destinar? Me interesaba mucho ver mi nuevo puesto de trabajo. Se inauguraría el día 20 de este mes. El centro comercial estaba a unos 33 kilómetros de donde yo estaba. Jamás había ido a esa ciudad, pero sabía por donde se iba. Cuando me di cuenta ya estaba rumbo a aquel lugar. ¿Cómo sería?

Tardé unos cuarenta minutos en llegar. La carretera era una mierda. Me daba miedo recorrer todos los días esa carretera. Seguro que algún día tendría algún accidente, viendo el estado de esa carretera no se podía pensar otra cosa. Un punto en contra más. El centro comercial aún estaba rodeado de vallas de obras, todavía habían máquinas, camiones, albañiles ¿Eso lo tenían que inaugurar en 12 días?

Habían guardias de seguridad vigilando las entradas. Lo único que quería ver era el stand, quería ver como era de grande, si habían sillas, si estaba la conexión a internet. ¿Cómo entraría?
- Hay guardias de seguridad.- le dije a Alvariño.
- Ya, de todas formas... ¿ahora no habrá nada todavía no?
- No sé, yo creo que sí, con ver el espacio y como es me es suficiente. ¿Intentamos entrar?
- Si quieres...
- Si me lo propongo entro.

Nos dirigimos a una de las puertas. Allí había un guardia de seguridad vigilando. Yo aún iba con el uniforme del trabajo. Es decir, que imponía. Pensé que el secreto para entrar era aparentar seriedad, que no nos tomasen por unos curiosos, para ello, en vez de preguntar había que ordenar. Le dije al guardia de seguridad:

- ¿Me puedes decir donde están los stands de telefonía.- El guardia de seguridad tenía aspecto de paleto pueblerino del interior de la comarca, de estos que no saben ni hablar castellano. Me miró de arriba abajo.
- Tienes que entrar por aquí y allí en el fondo hacia la derecha está lo de telefonía. – Me dijo al ver que yo iba decidido.- Pero antes. ¿Me dices tu nombre?
- Fredy tal y cual.
- ¿Y el DNI?

Me inventé uno.

Entramos por allí, pero esa era la parte exterior del hipermercado, era la zona donde estaban colocadas las tiendas, no era dentro del centro, que es donde tenía que estar yo. La puerta para acceder al hipermercado estaba cerrada y vigilada por una gorda. Le dije.

- ¿Por dónde tengo que entrar aquí?
- Por aquí no se entra, tienes que dar la vuelta al recinto y entrar por la zona de carga y descarga.

Eso parecía un juego de rol. Como colarse en un supermercado cerrado y no morir en el intento. Dimos toda la vuelta al centro. Y había otro vigilante de seguridad en la puerta de carga y descarga.

- Perdone, tengo que entrar dentro para ver el stand de telefonía de Vodafone. ¿Dónde está?
Este guardia también me miró de arriba abajo, pero vió mi uniforme y parecía de fiar. Alvariño no llevaba uniforme, pero iba conmigo y era mi ayudante.
- Pues está por allí dentro, pero antes tengo que avisar al jefe de la sección de Electro. Espera un segundo.

Llamó por teléfono al jefe de sección y apareció a los pocos minutos.

- Hola. ¿Qué tal?
- Bien, he venido a ver el stand de telefonía, para supervisar como va todo, me han enviado desde la empresa.
- Ah, muy bien. Ven conmigo.

Nos adentramos hacia el hipermercado, por la sección de electro, todo estaba preparado y a punto para el estreno. No tenía nada que ver con todo lo que se veía por fuera. Las teles ya estaban colocadas, todo estaba en las estanterías. Estaba todo a punto.

- Como ves – dijo- todo ya está a punto. Ya hemos colocado todo. El stand de telefonía también está colocado. Ya tenemos hasta los teléfonos en el stock.

Yo lo miraba pensando ¿Cómo puede ser tan idiota? Se creía que yo soy un pez gordo de la empresa y sólo era un cotilla que estaba allí para husmear. Y me explicaba entusiasmado lo que estaban haciendo con las nuevas instalaciones. Se notaba que era un jefe recién ascendido e ilusionado.

Me llevó hasta el estand. Era el estand más pequeño que había visto en mi vida, encima era un solo espacio para compartirlo también con movistar. Una auténtica ratonera para humanos. Sin espacio para moverse. Ahí dentro no podría desarrollar mis dotes como bailaor de reaggeton ni nada. No había ni silla. Tendría que estar todo el puto día de pie. Y lo más importante....

- ¿Está la línea ADSL instalada?
- Sí, ese tuvo que hay ahí es para eso.
- Bueno, parece que todo está correcto. Tenía que ver más que nada como estaba todo para aportar alguna idea.
- Cualquier idea que usted pueda aportar será bien recibida. Estamos abiertos a propuestas.

¿Cómo se podía ser tan incompetente? Ese estand era una puta mierda y aquel hombre un idiota.

Acabaría con el sufrimiento de aquel idiota, y con el mío propio. Matarlo era lo que procedía. Pero ¿A quién iba a matar? De pronto el gladiador que estaba en el suelo se quitó la máscara. Al ver su cara no podía creérmelo ¿Cómo podía ser posible? ¿Por qué ese hombre tenía mi cara?

La vuelta en coche fue muy pesada. Había algo que no me gustaba. Sentía que aquel lugar me sentenciaría a muerte. Lo sabía e iba a aceptar el trabajo.

¿A quién iba a matar? ¡Era yo! Yo no podía hacer eso. No quería sacrificarme. No quería suicidarme.

No pude dormir en toda la noche.

El público me pedía algo que yo no podía hacer. No puedo matar a nadie.

Miércoles por la mañana.

- Hola, llamo respecto al contrato que me ofrecisteis.
- ¿Qué pasa?
- No me interesa. Tengo prioridad por otras cosas.
- De acuerdo, lo comentaré.


Saludé a la grada con un corte de manga muy cortés y abandoné el tendido. Igual me comen los leones, igual me jode la vida, pero yo no me voy a vender por nada.

Al menos algún día podré decir que “Una vez tuve una vida, no era fácil, pero era mía”.

De ser mala persona

Me llaman por teléfono.

- ¿Quedamos?
- No, no me apetece.
- ¿No? ¿Cómo es eso?
- Pues como que no. No me apetece y ya está, no hay más explicación.
- Joer.. Bueno... pues vale.
- Adiós.

Es de esas tardes que no te apetece ver a nadie, lo único que quieres es estar solo, disfrutar plenamente de tu soledad, estar leyendo, tirado en la cama, o ver una película o estar en el ordenador. Cualquier cosa, pero tranquilo, en casa y sólo. ¿No es difícil de entender no?

A las dos horas me llama el mismo personaje al telefonillo de mi casa.

- ¿Quién es?
- YEEE ¿Bajas o qué?
- No.
- ¿Por qué no?
- Porque no.
- Bueno... pues subimos un rato, que voy con fulano.
- NO no... que estoy ocupado.
- ¿¿Ocupado?? ¿Qué pasa que te la estás cascando?
- Sí. Ale. Adiós.

Y cuelgo el telefonillo.

Al instante sube mi madre y me dice:

- Oye, he visto a tus amigos ahí bajo. ¿Cómo que no sales con ellos?
- Pues porque no me apetece ¿Es tan raro o qué?
- ¿Y por qué no les dejas subir?
- Porque me apetece estar solo.
- Yo no te he educado así. Eres una mala persona. ¿Cómo no dejas subir a alguien que ha venido a por ti?
- Joder, porque no me apetece, estoy a gusto solo, no tengo ganas de ver a nadie, yo no les he dicho que vinieran, es más, me han llamado antes y les he dicho que no quería salir. ¿Qué pasa algo? ¡Me vais a hacer sentir culpable y todo por hacer lo que me da la gana!
- Pero eso está muy feo.
- ¿Feo el qué? ¿No salir si no tienes ganas de salir? ¿Decir que no suban si no tienes ganas de que te visite nadie? ¿Eso es feo? A mí no me caen mal, además, no querían nada, si hubiesen querido algo ya es otra cosa.
- Pero eso no es forma de comportarse, eres un egoísta.
- ¿Pero por qué? ¿Te imaginas que bajo? Ahora estaría sin ganas dando vueltas por ahí y hablando sin tener ganas de hablar mientras pienso en otras cosas. O imagina que suben, eso que dicen que suben para 5 minutos y acaban más de 3 horas ahí y tu sin poderte ir a ninguna parte.
- Pero dejar subir a una persona no te cuesta nada. Me avergüenzo de ti. ¿Cómo puedes ser así? Yo no sé a quién te pareces, yo nunca te he enseñado eso.
- ¿Sabes que te pasa? ¡Que en el fondo me tienes envidia! ¡Tu más de un millón de veces has tenido que hacer las cosas por compromiso y sin ninguna gana!
- Eso no es así.
- Sabes que tengo razón.
- Estás loco
- Claro. ¡Todo se soluciona así! ¡Estoy loco! ¡Soy mala persona! ¿Qué fácil no?

Mi primer beso

28 de diciembre de 1998

Noche de los inocentes, 16 años, desesperado por vivir la experiencia y la emoción del primer beso, por saber lo que era el tacto de unos labios en los míos....

Salí con mi primo, mi prima y su novio de entonces, ese día probé también las delicias de un malibú con piña, me invitaron a una copa detrás de otra. Estábamos bastante cargaditos.

Vi a mi amiga G. en el local de moda de entonces que se llamaba Piropo. Saludos, abrazos, cuánto tiempo.
- Mira F., te presento a unas amigas.
Me presentó a ciento y la madre, toda una manada de chicas provinentes de Favara. Risas falsas, saludos, qué tal, encantado, etc etc. Demasiada gente junta me habían presentado. Invité a G. A tomar algo, demasiado tiempo sin vernos.

Ya en la barra le pasé su correspondiente chupito, entonces ya había perdido a mi primo y no sabía donde estaba. Nos bebimos los chupitos y permanecimos allí, con una música patética de fondo. Detrás de nosotros estaba todo el ejercito favarero mirándonos. Me sentí incómodo y observado, para distender la situación me alejé de mi amiga, me puse por casualidad al lado de una chica de las que me acababan de presentar, había un buen ambiente, buen rollo, gente bailando, la chica que estaba a mi lado habló conmigo, yo la cogí por la cintura con intenciones amistosas y nos movimos un poco con la música entre risas y el pedo que llevaba yo. Oteé el local en busca de mi primo, seguía cogido de ella, yo giraba la cabeza de un lugar a otro y no veía nada. En el momento que miraba por detrás de su cabeza a ver si estaba detrás de ella... ella se pensaría que la miraba a ella con deseo o algo y se abalanzó sobre mí, sobre mis labios, y empezó a devorarme y yo estaba completamente aturdido, sin reaccionar, sin moverme nada, por dentro me estaba preguntando... ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Me estoy liando con ella? Entonces ya fui consciente de lo que estaba pasando, aquello que tenía ganas de que pasara y seguí el juego muy amablemente.

Así un minuto, dos, tres, cinco, un cuarto de hora. Arrinconados en ese pilar en esa pared de ese local de niñatos y pijos.

En ese tiempo le dio a mi primo a volver y verme, hubo un momento que levanté la vista para ver quién había y me lo vi a él mirándome llevándose la mano a la cabeza con la boca abierta señalándome, riéndose sorprendido.

Dios santo, pensaba hacia mis adentros. Qué fuerte.
Interrumpieron la situación sus amigas, propusieron irse con no sé quién a su piso. Ella no me preguntó si me iba con ella, directamente me dijo vente conmigo.

Cuando íbamos por la calle no sé hacia donde seguíamos enganchados, en los portales, en las farolas, en todos los sitios parábamos a besarnos como en la canción de Sabina. Hubo un momento en el que ella le dijo a su amiga, "cronometra". Y me cogió y empezó a besarme, para no parar en un
buen rato, la amiga no cronometró, evidentemente.

De pronto quise decirle algo, iba a preguntarle a dónde íbamos y enseguida me asaltó una gran duda. ¿Cómo se llamaba? Entonces me callé, la seguí besando e intentando recordar al mismo tiempo.

Mientras tanto yo pensaba, coño, si me la han presentado hace un rato, ¿Cómo me había dicho que se llamaba? Y yo seguía dándome el lote con ella, intentando hacer memoria, seguro que hasta mi ceja derecha se arqueó mientras la besaba y cuando abría los ojos miraba hacia el cielo en ese gesto que se hace mientras estas intentando recordar algo.

Entonces se hizo la luz.
- Oye Carol, ¡Date prisa! - le dijo una amiga.
¡Bien!, Ya sabía el nombre de la primera chica con la que me había besado.

Aparecimos en un piso, subiendo al piso seguíamos besándonos. Una vez arriba yo me senté en un sillón, ella desapareció, se fue a una habitación, por lo visto también andaba un poco mal. Estuve hablando con la gente del piso, conocía a unos cuantos, se dieron cuenta de mi estado. Ellos de broma me decían que me fuese a la habitación con ella, que no había ningún problema. Yo les reía las gracias, pero no me hacían ninguna. Me giraba para mirar al pasillo a ver si volvía, la vi aparecer, pero de pronto volvió a la habitación.
Pensé en mi primo, ¿Dónde estaría? Pero sobre todo pensaba. ¿Qué estaba haciendo yo allí rodeado de esa gente que apenas conocía?

Me fui de aquel piso sin despedirme de Carolina, esa chica que marcó un poco mi historia, pero que no significó nada.
Desde luego siempre pensé en cómo sería mi primer beso y jamás me imaginé que iba a ser algo tan poco romántico, tan vulgar, tan poco emotivo y tan insignificante.

Llega cierto momento que uno no sabe ni para qué cojones ha nacido.

Llega cierto momento que uno no sabe ni para qué cojones ha nacido.
¿He nacido para vender teléfonos? ¿Mi vida va a centrarse sólo en vender teléfonos?

En septiembre me tengo que reincorporar de nuevo al curso de informática, sólo el hecho de pensar que tengo que volver a aprender cosas que no me interesan me estremezco del asco, ya no me interesan los ordenadores, y aun así, en caso de sacar este último curso... ¿Mi vida va a centrarse sólo en arreglar ordenadores? O si trabajo de administrativo ¿Mi vida va a dedicarse a hacer cuentas?
Os digo bien en serio, que antes ofrezco mi vida en sacrificio

Odio la mierda de vida. No me gusta nada. Ni tengo ilusión por nada.
Ahora no trabajo por dinero, trabajo para creer que hago algo útil, para engañarme a mí mismo.

Escribiendo me libero, pero sólo escribo mierdas y bodrios, nunca me ganaré la vida con eso.
Nunca aprenderé a tocar la guitarra como dios manda, nunca cantaré como Freddie Mercury, “nunca seremos estrellas del rock” (así se titula un libro de Jordi Sierra i Fabra), ni siquiera llegaremos a ser rockeros. Ni siquiera lo intento.

No sé qué hacer con mi vida. Hace unos meses creía tenerlo claro. Pero ahora confundo todo. Mañana publicaré una cosa que escribí con 18 años, os sorprenderéis.
Tengo algo dentro de mí y no sé qué es. No encuentro mi historia personal y lo peor es creer que valgo para algo pero no sé para qué.
Llega cierto momento que uno no sabe ni para qué cojones ha nacido.

Si al menos pudiese hacer lo que me diese la gana...

¿Qué haría si fuese millonario?
Montaría un grupo, tocaríamos juntos, compondríamos canciones sobre lo duro que es ser famoso, millonario y que las mujeres sólo te quieran por el dinero y no por la sensibilidad que hay en tu corazón.
Pintaría cuadros, dibujaría mucho.
Tendría una biblioteca inmensa con los grandes clásicos de la literatura universal.
Tendría mil cosas, pero sobre todo haría.
Viajaría por todo el mundo.

Sé que con esto no aporto nada al mundo, sé que todos los escritores del último siglo han estado lamentando su existencia y hablando de su ombligo. Encima esto parece que se haya convertido en un diario personal, no quería que este blog se convirtiese como en muchos otros. Ni siquiera soy un gilipollas original.

¿Para qué cojones he nacido? ¿Para vender teléfonos?
Antes me ahorco.
El mundo no se quedará incomunicado con mi ausencia.

La persistencia de la memoria

La persistencia de la memoria En un día puedo vender hasta 25 o 30 teléfonos, todo números distintos y todos a personas distintas aunque, eso sí, todas digan lo mismo, preguntan lo mismo e incluso todos parecen tener la misma voz estúpida.

Hoy ha venido un engendro humano que compró un teléfono ayer preguntándome gilipolleces sobre los mensajes multimedia. Al encender su teléfono me ha venido a la cabeza su número pin que le puse el día anterior, le pregunto si su número pin es el 9998 y el tío me dice

- Joder macho, qué cabeza tienes.

Al escuchar eso me he regocijado en mi vanidad pensando en lo inteligente que soy.

Más tarde he ido al cajero automático porque necesitaba dinero para tomar café, mientras caminaba seguía pensando en la extraordinaria memoria que tenía y en lo increíblemente sorprendido que se habrá quedado el engendro del teléfono, no encontraba ninguna explicación a como Dios podía haber creado a un ser tan excepcional y con tanta memoria como la mía. Yo mismo estaba sorprendido de mi propia capacidad intelectual.

Siempre he tenido mala memoria, pero tras un suceso como el de hoy he empezado a pensar que estaba eliminando ese defecto. Desde siempre los tests de inteligencia me han salido altos, pero cuando salía un gráfico con todas las capacidades, todas salían altas salvo la memoria, que se colocaba aproximadamente en el 25% de la mediana.

Al llegar al cajero he puesto la Visa, he puesto el número, he intentado sacar dinero y me ha salido en pantalla: PIN ERRÓNEO.

No me acordaba del número pin de mi tarjeta que llevo utilizando con frecuencia desde hace más de 5 años, he llamado a casa para que buscaran en un cajón donde tengo apuntadas todas esas cosas para que me dijeran el número.

Tras conseguir sacar los 20 euros del cajero me he ido a la cafetería a seguir pensando en lo extraordinario que soy, me había acordado de un pin del día anterior y rebosaba de felicidad por ello. Todavía no había asociado el hecho de haberme acordado de un pin del día anterior con el de no acordarme del pin que llevo utilizando 5 años ya que mi estupidez es ilimitada. Estaba sumergido en mis delirios de grandeza imaginandome ganador en competiciones de concursos de memoria.

Pasado un rato en las nubes tomándome un café me he ido de la cafetería.

Dos horas después, tras una exploración rutinaria de mis bolsillos, he descubierto que todavía figuraban en mi poder los 20 Euros que había sacado, con los cuales tenía que pagar el café entre otras cosas. También me había olvidado de pagar en la cafetería.

Volví a la cafetería a pagar porque me conocen y es cuando me he asumido que mi memoria no ha mejorado en absoluto. Lo del pin ha sido sólo un espejismo y la memoria sigue brillando en mí por su ausencia.

Librerías

En mi ciudad no hay una sola librería en condiciones. Existen kioscos, dónde se venden millones de revistas del corazón y periódicos sobre todo deportivos. También existen kioscos en los que puedes encargar un libro y, con mucha suerte, a la siguiente semana te llega, o al cabo de un mes. O también está el centro comercial de turno donde puedes encontrar “Los tacones de Leticia” de Jaime Peñafiel y poco más.

Vivimos en un pueblo de las altas montañas de Teruel en lo que libros se refiere, es como si llegase el correo cada semana, o hay que desplazarse 30 kilómetros a la ciudad más próxima para comprar cosas que no sean víveres, salvo con la pequeña diferencia que esta es una ciudad costera de 25.000 habitantes y en verano se meten aquí 350.000 personas. 350.000 personas que son suministradas con agua, electricidad, alimentos, pero sin librerías, tienen que leerse la mierda de revistas del corazón, o los libros baratos de bolsillo que regalan de suplemento en algún periódico.

Cansados de esta situación, un amigo y yo decidimos salir a la calle con la esperanza de encontrar una librería y decidimos preguntarle a toda la gente con pinta de turista si conocía dónde había una librería en la ciudad. Todo ello para dejar en evidencia al turista y a la propia ciudad en la que vivi con la intención de difundir una realidad que jamás nadie se ha planteado, entre otras cosas, porque no tienen el más mínimo interés por los libros.

Así que vimos a nuestra primera víctima

- Perdone señora ¿Es usted de aquí?
- Sí – Mentía, son de esos que llevan veinte años veraneando aquí y se piensan que ya son de aquí.
- ¿Me puede indicar dónde hay una librería?
- Pues.... la verdad, no conozco ninguna.
- Bueno... pues seguiremos buscando. Gracias.

Nuestra segunda víctima

- ¿Me puede decir dónde hay una librería?
- ¿Librería? – Se queda pensando como si no supiera de qué hablábamos, se gira y nos señala con el dedo – Ves por ahí y encontrarás un sitio dónde venden libritos chiquititos, de estos en miniatura, que son así – Haciendo el gesto con la mano, como si fuesen una caja de cerillas.
- Señora, yo es que estoy buscando libros de Ernest Hemingway.
- Bueno, pues no sé, pregunta por ahí, adiós.

Así preguntamos a bastante gente, es lo que hace el aburrimiento de un Domingo por la tarde sin fútbol. Mi amigo, cansado de la situación que estábamos provocando sin ningún fin útil, me dijo: “Ahora verás”, se acercó a un grupo de hombres sentados en un banco justo delante de la playa en el que disfrutaban de la brisa del mar y les dice:

- Perdonen ¿Son de aquí?
- Sí
- ¿Me podría decir donde hay algún puticlub por aquí?
- ¿Qué?
- ¿Me podría decir dónde hay un puticlub por aquí? ¿Un burdel? ¿Un club de alterne?
El hombre se quedó sorprendido por la repentina pregunta, yo también. Tuve que aguantarme la risa.
- No lo sé, la verdad.
- ¿No?
- Antes sí que habían, pero ahora no lo sé.

A todo esto el hombre iba acompañado por otro hombre y dos mujeres, posiblemente sus esposas. La risa la tuve que contener, para poderla descargar mucho después. La gran pregunta era. ¿Y como sabe que antes habían y ahora no?

Conclusión final: Aquí ni se lee ni se folla.

Próximo objetivo: Averiguar un servidor de internet donde pueda alojar archivos de voz, luego llamar a información turística de mi ciudad y preguntar por librerías, cuando empiece a decirme los nombres de los kioscos playeros, le diré que yo quiero buscar mejores libros y le montaré un pollo. Y todo eso colgarlo aquí. ¿Alguien me ayuda?