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En Tierra Firme

Divagaciones

Humanos, cerdos, libélulas y mariposas.

Humanos, cerdos, libélulas y mariposas.
Por las noches suelo despertarme de sopetón y con la respiración acelerada. No sé si estoy vivo o muerto, no recuerdo los sueños, pero deben ser horribles. Me despierto y no siento mi cuerpo, estoy convencido de que estoy muerto. Creo que ahora soy un espíritu que flota. Para comprobarlo me levanto de la cama y la miro con la esperanza de ver mi cuerpo postrado sin vida y lamentar mi desdicha. Oh, Fredy, que murió mientras soñaba, lo mató un cliente que quería que le devolviesen su dinero, qué pena más grande, tan joven que era, con toda la vida por delante y todos los proyectos e ilusiones que tenía...

La gente comenzaría a decir lo buena persona que era, tan amigo de sus amigos (esta cualidad siempre me ha parecido la peor que se le puede decir a una persona, es lo típico que se dice de la gente de la que no hay nada que destacar) y el profundo vacío que el mundo siente sin mí. Sin embargo, apuesto a que si me muriese en casa, nadie se daría cuenta de que me he muerto hasta que mi cuerpo no comenzase a apestar a todo el vecindario. Los bomberos tirarían la puerta abajo y me encontrarían allí, en una cama, con un libro de Bukowski abierto en el pecho, y ellos se taparían la nariz.

- Cómo apesta este tío –diría uno.
- Y encima se muere leyendo.

Los vecinos, tan listos como siempre, saldrán de sus casas para hablar con los reporteros de turno y dirán que ellos ya lo sospechaban, sabían que el pobre acabaría así, vivía solo aunque tenía familia con la que no mantenía una buena relación, era muy raro, nunca lo veían acompañado y no sabían a lo que se dedicaba. Mi casa sería un nido de cucarachas y de termitas, de las que yo no me diferencio mucho salvo por mi tamaño. Tampoco nadie se extrañaría de que no contestase al teléfono mientras yo estaba muerto.

- Este Fredy... Otra vez no contesta al teléfono. Seguro que atraviesa una de esas fases que él denomina “retiro voluntario” –dice uno tras llamarme.


Pero luego recobro el sentido, pasan los minutos y no sé ni cómo me he podido plantear la posibilidad de estar muerto y mucho menos pensar que de mi cuerpo saldría un alma. Si realmente tuviésemos un alma yo sería inmortal, pues la mía está tan sucia de pecados mortales y benignos que no podría salir por ningún orificio de mi cuerpo, algo así como lo que pasa en las propagandas con la cal de las lavadoras. Debería ir a confesarme un día de estos, creo que me fatigo mucho y es por culpa del peso de los pecados que arrastro encima. Si le digo al cura que he utilizado la palabra de dios en vano más de cien mil veces no querrá perdonarme. Si le hago un listado de pecados que he cometido, ya no me quedaría suficiente tiempo para rezar hasta que se limpie mi alma. Me abrasaré en el infierno o me pudriré en el purgatorio. No quiero morir, no quiero morir así. Yo no elegí ser un humano, a mí me gustaría ser un animal, me gustaría no tener que ir a trabajar, me gustaría alimentarme de los frutos que me da la naturaleza o cazar con mis propias garras y no tener que ir al supermercado a comprar trozos de animales con un dinero que he ganado vendiendo teléfonos. Quiero ser una mariposa o una libélula, quiero volar por el mundo, por los prados, reposar en las florecillas, conocer a otras mariposas, mantener charlas agradables sobre lo bonito que es el Sol que nos calienta. No quiero tener cerebro. Quiero sonreír y ser feliz. Me gustaría ser un cerdo ignorante que vive en su piara sin saber que lo van a matar y que lo van cortar en lonchas finas de jamón york empaquetado y que sus despojos serán anunciados como una oferta exclusiva en un catálogo de Carrefour. Pero no, aquí estoy yo, con semblante antropomórfico, trabajando ocho horas al día para poder comprar un trozo de cerdo feliz empaquetado, y con lo que me sobra poder pagar la hipoteca de cuarenta años. ¿Por qué tienen que existir los horarios para ir a trabajar? Lo ideal sería que uno fuese a trabajar cuando le viniese en gana. ¿Necesitas 20 euros? Pues te vas y trabajas dos horas cuando te apetece y que te paguen cuando acabes. ¿Qué quieres ganar mucho dinero? Pues trabajas todos los días si te da la gana. ¿Qué sólo quieres pagarte el alquiler y la comida? Pues trabajas una semana al mes y ya está. Sé que es imposible, pero el mundo sería superbonito y la gente no sufriría estrés laboral. Humanos, cerdos, mariposas y libélulas revolotearíamos por los montes y seríamos tan felices que, para celebrarlo, haríamos una gran paella con leña y nos emborracharíamos tanto, que acabaríamos con un coma etílico que no nos permitiría apagar las brasas de la parrilla. Entonces provocaríamos un incendio forestal y nuestros cuerpos acabarían calcinados. Al fin y al cabo, no es tan grave como morir en un sueño o de un ataque al corazón mientras lees un libro.

 

 

Algún engranaje no funciona

Debería haber algún modo de localizar las averías de la vida. Tendría que haber un mecánico al que pudiésemos llamar para decirles qué nos pasa. Seguramente vendría y encontraría inmediatamente dónde está el error y lo repararía. Siempre hay algo que no funciona bien y que impide que las cosas no salgan como las hemos planeado. Intentamos fabricar una máquina de hacer croissants y lo que nos da son panes.

- ¡Yo no te pedí esto! – le dices cabreado a la máquina.
Pero las máquinas nunca responden.
Dios tampoco.

Uno no debería estar por las noches escribiendo estas parrafadas como única vía de escape de sus locuras y paranoias internas en las que imagina que hay una conspiración a escala mundial para hacerle desdichado. Yo debería estar ahí fuera, bebiendo, conociendo a gente interesante y enamorándome de doscientas mujeres al día. Y no, estoy aquí, en mi propia realidad, en un ataúd del tamaño de una habitación.

Lo peor es que cuando por fin me decidido a salir tengo una terrible sensación. Siento que se acaba la fiesta cuando yo llego a un sitio. Es como si ese mundo de ahí fuera no correspondiese al que yo imaginaba.

- No es como yo pensaba – me digo.

No existen esas fiestas donde se conoce a gente interesante, no quedan mujeres de las que enamorarse sin que te invada una sensación de que estás perdiendo el tiempo con una estúpida con tetas.

Vas a la discoteca con tus amigos. Es el lugar en el que te dicen que se lo pasan genial los fines de semana. Pero tú llegas y lo único que encuentras es a mucha gente de pie, mirándose los unos a otros y que esperan encontrar a alguna borracha que esté lo suficientemente inconsciente como para ser capaz de liarse con algún desgraciado como ellos.

- ¿Dónde está la fiesta que me dijeron que había aquí? – me pregunto.

Si no bebes o te drogas no te lo pasarás bien. Necesitas que alguna sustancia altere tus sentidos y conseguir que la sucia realidad se distorsione y se acabe convirtiendo en algo divertido. Sólo drogado puedes pensar que ver bailar a 200 mierdas con patas puede resultar interesante y divertido. De lo contrario, no entiendo que los Lunes vengan a contarme que el pasado fin de semana lo pasaron muy bien.

- ¡Qué bien me lo pasé el fin de semana! ¡Menuda fiesta! – me dicen.
- No amigo, sabes que te engañas a ti mismo cuando dices que lo pasaste bien, lo que pasa es que quieres demostrar que tú haces cosas interesantes y no es así, no te lo pasaste bien. En realidad lo que hiciste es una PUTA MIERDA, pero las drogas te hicieron creer que era maravilloso todo aquel colorido de luces, de sombras y de mujeres que se acercaban para meter su sucia lengua con restos de semen de otros tíos en tu boca. 

El cuerpo es una cárcel de la que hay que escapar, pero nadie quiere salir.

¿Cómo sería una vida sin cuerpo y sin necesidades? No nos preocuparíamos ni por comer, ni de cagar, ni de respirar, ni de follar, ni de trabajar ni de sobrevivir. ¿Es así el cielo? ¿Sólo habitan almas que pasean y que no follan entre ellas? ¿Qué harán? ¿Leer? ¿Hablar? No tendrán ni la necesidad de dormir, no discutirán por dinero, ni los padres discutirán con sus hijos por saber a qué hora llegarán a casa por la noche. No existirá el tiempo.

El cielo debe ser aburrido, no habrán casas donde vivir, no habrá propiedad privada, no habrán direcciones, no habrán teléfonos. ¿Todos se limitarán a sonreír y a estar junto a sus seres queridos? No podrás quedarte en casa rascándote los huevos mientras ves una película. Por no existir no existirá ni el arte.

Si algún día voy al cielo no tendré nada que hacer, y como no tendré nada que hacer me querré suicidar, y como ya estaré muerto no podré suicidarme. Por lo tanto viviré en una inmensa felicidad repetitiva y agonizante. Me cansaré de la eternidad y de los lugares donde no cabe ninguna ley física. Iría a ver a Dios para pedirle cuentas por lo mal que ha hecho las cosas.

Se supone que el cielo está lleno de amor, de comprensión, de cariño, pero llegará cierto momento que uno se hartará de eso. Nuestras almas, si existen, necesariamente deben estar corruptas. Uno debería ser consciente de su situación en el cielo, si no hay pena que quepa en el cielo todo sería una gran mentira. Estaríamos ciegos y seríamos unos hipócritas.

Prefiero ir al infierno, allí donde hay carne y se sufre, donde hay fuego, donde hay látigos, donde hay mujeres, donde la gente va a conciertos, se emborracha, se odian entre ellos y se matan. Quiero un lugar donde quepa la vanidad, la desgracia y la alegría de ver que alguien que te cae mal está sufriendo. Un lugar donde todos los sentimientos se mezclan en una cadena de gente que se da por culo la una a la otra.

Si me disculpan, me voy al infierno...
O lo que es lo mismo... me quedo en la Tierra.

Dios ha querido decirme algo

Amigos, como bien sabéis, ayer desafié a Dios a que se comunicarse conmigo. Pues bien, poco después de publicar el post, volví al editor para corregir unas faltas de ortografía y me encontré con esto:

¡Yo no toqué nada! Dios borró todo el contenido del post menos el último párrafo que lo dejó tachado ¿Qué habrá querido decir el santísimo padre? ¿Se estará burlando de mí? ¿Están poniendo a prueba mi fe? Después de ver eso, me quedé toda la noche sin poder dormir. Últimamente padezco de insomnio. De pronto, cuando estaba amaneciendo, mientras yo estaba postrado en la cama y la habitación estaba oscura, un rayo de sol pasó por debajo de la puerta de mi habitación haciendo un reflejo imposible que hizo que se originase un punto luminoso delante de mí con la forma de la Virgen. Yo no tengo muchas experiencias con apariciones marianas, no sé qué se tiene que hacer en esos casos, pero bueno, me quedé mirando el punto de luz misterioso que hacían de mi oscura habitación un lugar místico que se comunicaba con el santo creador. Después el punto de luz fue desapareciendo poco a poco... y yo no me había tomado ácido ni nada por el estilo.

 

Dios, ya que te gusta mi blog, quiero que me hables claro. Quiero que me digas qué significa todo esto. ¿Me vas a hacer santo? ¿Es una señal divina que me indicará el camino? ¿Qué es? Yo soy malo descifrando señales. Agradecería una explicación. Muchas Gracias.

 

Jesusito de mi vida

Nada mejor que ir a misa una tarde cualquiera y sentarse en un banco a mirar toda la ornamentación ostentosa que presiden los altares. No hay nadie. Tengo la Iglesia para mí solo. Puedo cometer una herejía. Pero no. Me consuelo pensando que en la Edad Media me hubiesen quemado en una hoguera en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Nadie me ve. Me arrodillo y pongo mis manos en actitud oradora. Miro a un Jesucristo resucitado que está a la derecha del altar. ¿Le hablo a él o a la virgen que hay a la derecha? ¿O hablo a esa paloma que está encima del sagrario? ¡Joder Dios! ¡Qué complicado eres! ¿No podrías ser uno sólo? Pero bueno, no quiero quejarme. Aún debo agradecer que sólo sois tres. En Grecia eran ciento y la madre. No quiero ni imaginar a los pobres niños de entonces estudiando en clase de religión. Es lógico que surgieran tantos filósofos interesantes: para memorizar todos esos dioses Griegos haría falta ser superdotado. Los que no memorizaban los nombres los enviaban a la guerra y se morían. Selección natural.

Bueno. He decidido que voy a hablar con la imagen Cristo que parece más humano y normal. Es que hablar con una paloma no me estimula mucho y me sentiría un poco loco. Aunque bueno, voy a hablar con una estatua, estoy loco de todas formas.

 

- Hola Jesús. ¿Te puedo llamar Jesús? ¿Sí? Gracias. Verás... que he venido aquí para decirte algo: Me gustaría creer en ti pero no puedo. He visto demasiadas evidencias a lo largo de mi corta existencia que demuestran que todo lo que me contaron en el colegio era mentira. ¿Sabes? He leído un libro de Stephen Hawking en el que habla del tiempo y de la creación del universo. ¡ Está demostrado científicamente que El Big-bang se produjo. Ya sé que la Iglesia dice que quien produjo el Big-bang fue Dios, pero seamos realistas, querido Jesús, somos materia asquerosa formada por átomos y si Dios fuese perfecto no se parecería en nada a nosotros.

<<Por otro lado, Jesús, he aprendido que la Tierra sólo es un minúsculo planeta situado en los suburbios de la Vía Láctea. Para colmo, nuestro tan querido Sol sólo es una insignificante enana blanca; una de las estrellas menos resplandecientes que existen. También sé que en toda la Vía Láctea hay 200 mil millones de estrellas. ¡200 mil millones de estrellas! ¿Te das cuenta de lo que es eso Jesusito? ¿Tú sabes la cantidad de planetas que habrán con las mismas características que en la Tierra en los que se ha podido originar vida? ¿Sabes que cualquier tipo de vida evoluciona hacia la mejora porque la Teoría de Darwin es universal? Estadísticamente es muy probable que existan otras civilizaciones inteligentes en el espacio. Pero eso no es todo, Jesusito de mi vida, aparte de todo el inmenso número de estrellas de nuestra galaxia, dicen que existen más de 100 mil millones de galaxias como la Vía Láctea. ¿Sabes multiplicar de cabeza? Intenta multiplicar 100 mil millones por 200 mil millones de estrellas y te dará el posible número de estrellas que hay en el universo. Ahora coge este número y multiplícalo por una media 9 planetas por estrella. (Habrá estrellas sin planetas y otras estrellas que tendrán muchísimos más planetas que aquí, así que estamos calculando por lo bajo. ¿Sabes el número de planteas que hay? Supongamos que de todos esos planetas sólo 1 de cada 9 tiene las mismas características de la Tierra. ¿Cuántas posibilidades hay de que se forme la vida niño Jesús?

<<Por eso te pido que pienses bien. No somos tan grandes en el universo. Es de un egocentrismo increíble creer que Dios, en caso de que existiese, te enviase a este minúsculo planeta. Me parece una falta de sensatez y de humildad increíble. Reconócelo, Jesús: no eres nadie. Sí, dijiste cosas interesantes. ¿Pero cómo te atreviste a afirmar que eras el hijo de Dios? ¿No tienes vergüenza o qué? ¿Por qué no asumiste que tu madre era una puta que se tiró a un vecino y luego el gilipollas de José se creyó la historia del ángel Gabriel y del hijo de Dios? ¡Asume que eres un bastardo joder! No quiero traumatizarte pero es así coño.

<<Pero bueno, tú no tienes la culpa. En tu época no teníais la información que ahora manejamos aquí. Aún así, aquí se siguen diciendo cosas de boca en boca como si fuesen verdad. Así que no me extraña que en aquel tiempo un rumor como una resurrección se la creyese todo el mundo y corriese de boca en boca. No hace mucho, aquí en España, se difundió un bulo de un programa de televisión que decía que en un programa de sorpresas salió una chica que se untó el coño de mermelada para que el perro la degustase. ¡¡Y todo el mundo se la creyó!! ¡Y eso que vivimos en la era de la información, de Internet y de la comunicación instantánea! ¿Si esto ha pasado ahora qué no iba a pasar en tú época Jesusito de mi vida?

<<Me gustaría que hicieses algo, Jesusito, si es cierto que cuando resucitaste ascendiste a los cielos quiero que bajes. Aún estarás por el espacio rodando por la Tierra como un satélite. ¿Debe ser aburrido no? Bueno, lo que te decía: que bajes y les digas a los curas y a los que se están creyendo lo que dicen que todo es mentira. Diles que todo ha sido un malentendido histórico. Que tú no pretendías provocar esto que está pasando. Quiero que rectifiques el gran error. Hay mucha gente aferrada a lo que dicen esos impresentables de los curas creyéndose que haciendo lo que hacen ahora serán recompensados en el cielo. ¿A que eso es mentira Jesusito? Hubo un tal Carl Marx que dijo que la religión es el opio del pueblo. Quiero que bajes y lo digas. Diles que se preocupen de lo que verdaderamente importa, que no crean que sacrificándose un poco obtendrán el cielo y que dando un poco de limosna en el cepillo de las Iglesias basta. Diles de una vez que en el cielo no hay nada. Ven con el látigo que cogiste cuando entraste en el templo que estaba lleno de mercaderes y tira al Benedicto del puto Vaticano. ¿Qué significa tanto oro y tanta ostentación poderosa por una religión que predica el amor y la pobreza? ¿Somos estúpidos o qué? ¡Debes parar eso! ¡No han entendido una sola palabra de lo que dijiste! ¿Sabes qué hacen ahora? Resulta que todos los Domingos es preceptivo ir a misa para escuchar la palabra de Dios. Allí intentan imitarte como en la última cena y reparten pan y vino a todos los que van. ¡Serán estúpidos! ¡No entendieron que con ese gesto tú pretendías enseñar que quien tuviese un trozo de pan lo tenía que compartir con todo el mayor número de personas posibles independientemente de su raza, religión o estatus social, e independientemente de que hubiese algún traidor entre ellos! ¡Y allí están ellos haciendo el gilipollas con las hostias consagradas creyéndose que están haciendo una ceremonia mística!

           

            <<Quiero que digas que toda esa historia de la resurrección es mentira. Diles a los humanos que no somos especiales. Que no tenemos alma. Si no me crees, cuando vengas pásate por mi casa y te recomendaré una serie de lecturas que te confirmarán lo que digo. Verás que todo eso que creemos que es conciencia o alma es en realidad el proceso mecánico del cerebro. Podemos elegir, pero esa conciencia y sensación del “yo” sólo está provocada por una cosa: por nuestra increíble inteligencia y memoria sensitiva y por nuestra capacidad de imaginar. No sé si sabrás que el cerebro funciona como si fuese una gran biblioteca, constantemente está buscando ideas, va de un lado a otro, de un recuerdo a otro, de una interpretación a otra. Es una gran máquina, pero nuestra deficiente percepción nos hacen creer que somos algo fuera de lo normal, algo infinitamente superior a los animales. Pero no, sólo es un cerebro hiperactivo. Nada de almas. Mierda. Pura mierda. No me hacen falta dioses. Se pueden tener principios morales y éticos sin necesidad de un Dios. Se puede ser humano sin llevar crucifijos encima.

 

            <<Tampoco quiero agobiarte Jesús. Pero esto te lo pido porque yo intento decirlo y no me creen y pienso que si tú vinieses a aclararlo cerrarías la boca a esos putos bocazas de la Iglesia y ganaríamos en algo ¿no crees? Pienso que igual te reencarnaste y no lo sabemos. Estoy seguro que si lo hicieses te volverían a crucificar a la moderna. Hoy si vinieses afirmando que eres el hijo de Dios seguramente te encerrarían en un manicomio y no te harían ni caso. Así que ándate con ojito, que esto no es lo que era antes. No aceptan nuevas reencarnaciones de Cristo ni nada que haga cambiar sus formas de pensar. Se han quedado con lo que escribieron esos cuatro evangelistas más fantasiosos que Tolkien. Por eso me resulta extraño: se creen que vino un hijo de dios hace 2000 años pero si ahora viene uno diciéndolo le tachan de loco. ¿Quién está mas loco? ¿El que dice que es el hijo de Dios o el que lo cree?

 

            <<No entiendo nada, Jesusito. Esos que hablan en tu nombre cada vez dicen una cosa. Últimamente han dicho que el Limbo no existe. ¿En qué quedamos? ¿Es que pueden reunirse unos en una mesa a decidir asuntos puramente divinos? ¡Me van a volver loco Jesusito! Encima antes dijeron que Dios creó el mundo, cuando vieron que la Tierra tenía más años que en el Génesis dijeron que Dios estaba en los cielos, después de volar dijeron que Dios era el causante del Big-bang, cuando se demuestra que el big-bang estalló por la condensación dicen otra cosa. Ahora, sin ir más lejos, ese tal Benedicto XVI dice que Dios es amor. Yo no lo entiendo muy bien, ¿No saben dónde colocarlo o qué? Además me hace mucha gracia eso de “Dios es amor” porque muchos dicen que el amor no existe. Por lo tanto Dios no existe. Otros dicen que el amor es una mierda. Otros que el amor mata y no quiero pensar que Dios es un asesino en potencia. O si pensamos que el amor también se da entre homosexuales podemos pensar que Dios es homosexual, por lo que podríamos entrar en pleno conflicto con la Iglesia y se podría destruir ante esta serie de silogismos sin sentido. Mejor no pensar en eso ¿No crees Jesusito?

 

            <<Sé qué estarás pensando. Igual tu propio ego te impide enfrentarte a la humanidad. Prefieres que todo siga como está. Bien, sigue ahí, flotando en la órbita terrestre. ¿Por qué nadie te ha visto? Bueno... es un tema aparte. Sé que si no vienes el tiempo pondrá las cosas en su sitio. Lástima que yo no viviré para verlo. Aunque será una lucha difícil: los católicos con eso de no follar con condón se reproducen más rápido que los que prefieren utilizar preservativo, no casarse y abortar si es necesario. En fin, esperemos que la ciencia siga avanzando, y que gracias todas estas evidencias históricas y científicas dejemos de ser unos ignorantes que hablan con estatuas.. Como yo ahora.

 

            <<Bueno Jesusito de mi vida que eres niño como yo, me voy, no te molesto más. Si te gusta mi plan me llamas al teléfono. ¿Tienes saldo no? Pues eso. No hace falta que te lo diga porque se supone que tú lo sabes todo. Aunque bueno, yo creo que sé más que tú. Soy más listo que Dios. JAJAJAJA. Oye, se me acaba de ocurrir una idea. ¿Y si digo que yo soy tú? ¿Que yo soy el nuevo Jesucristo del 2000 y me voy a predicar por ahí? Podría hacer una página web contando las nuevas verdades de Jesús. ¿A que es una genial ideal? ¡¡Sí!! Voy a crear una web donde colgaré las nuevas revelaciones divinas. ¡¡Genial genial!!

<< ¡Hasta pronto Jesusito! ¡Voy a casa a publicar! Cuando veas el post me dejas algún comentario con una señal tuya que me demuestre que me has leído y que existes.

 

ADIOSSSS

La alquimia urbanística


Si hoy en día se propagase un incendio que arrasase con de 21 millones de metros cuadrados de vegetación, seguramente en los medios de comunicación se hablaría de una catástrofe natural sin precedentes y los gobiernos iniciarían proyectos de repoblación forestal y campañas publicitarias para concienciarnos del peligro que entraña encender hogueras en el campo. Ahora bien, si los que arrasan esa misma superficie rural en la Comunidad Valenciana son especuladores urbanísticos, no pasa absolutamente nada. Es más, dirán que son actividades prósperas para el desarrollo económico.

Sabemos que la construcción genera cantidades astronómicas de dinero que representan el 16% del PIB español y proporcionan trabajo a muchísimas personas. También sabemos que arrastra a otras actividades económicas desde la siderúrgica, la química, el transporte y activa sectores terciarios como el mercado inmobiliario, las financieras, las aseguradoras, etc. Pero cabe preguntarse hasta qué punto es beneficioso el desarrollo urbanístico a costa de la literal destrucción de toda superficie rural de las costas del Mediterráneo y hasta qué punto es peligroso basar la economía de un país en un sector como la construcción.

Los alcaldes de turno quieren convencernos de la necesidad de cometer estos atentados contra la naturaleza, nos hablan de miles de puestos de trabajo, de un incremento de la población, de turistas ricos que vendrán a vivir a Valencia para dejarse todo su dinero mientras juegan al golf. Hablan de nuestras futuras ciudades como si se tratara de un nuevo Edén donde todos seremos ricos y felices. Es como si Luís García Berlanga viniese a contarnos una segunda parte de la película Bienvenido Mr. Marshall.

Todo esto sonaría bonito y embelesador si no fuese porque obvian algunos detalles tan insignificantes como la temporalidad de los trabajos que genera el turismo de sol y playa (les invito a que paseen en invierno por alguna zona comercial de una zona turística para que saquen una conclusión al respecto) o el hecho trivial de que se necesiten puestos de trabajo estables si es que quieren que la gente se traslade a vivir a la costa. También cabe pensar si los turistas ricos a los que les gusta jugar al golf se han vuelto idiotas y se van a mudar desde sus fincas de Inglaterra para vivir en apartamentos de playa de 70 metros cuadrados.

Viendo el panorama no cabe duda de que los planes urbanísticos que nos acechan son exagerados y tan sólo responden a intereses especulativos. Construyen de forma vertical para intentar hacer cuantos más pisos sea posible y sacar mayor beneficio. Todo esto conduce a la destrucción del litoral y a una gestión insostenible de los recursos naturales. O lo que es lo mismo: el ejemplo urbanístico del que huyen los turistas de calidad. Por otro lado, nadie trata de aumentar la calidad de los servicios que ya se ofrecen, ni intentan recuperar los paisajes naturales de gran atractivo, ni tampoco pretenden hacer ciudades que crezcan proporcionalmente al número de población. Un ejemplo que muestra la incompetencia de los ediles es el que ocurre en Cullera: pretenden hacer 850.000 metros cuadrados de campo de golf, pero todavía no han sido capaces de financiar el césped del campo de fútbol de la ciudad.

A todo esto, como ya se ha visto en Marbella, sabemos que sobre la costa planea la sombra de la corrupción y que algunos sucumben ante las suculentas ofertas de las constructoras. Deberíamos empezar a preguntarnos qué proceso se sigue para que un suelo rústico se convierta en urbanizable.

Los especuladores podrán convertir en oro cualquier cosa que toquen y seguramente seguirán produciendo nuevas “Marinas d´or”. Creerán tener en sus manos el poder de la alquimia. Pero cuando se den cuenta que convertir en oro su propia comida les matará de hambre, puede ser que ya sea tarde para rectificar como hizo el Rey Midas en el famoso mito.

Teoría científico-literaria sin rigor alguno que explica por qué siempre llego tarde a los sitios

Os explico: Desde siempre yo he salido pronto de casa para llegar puntual a clase. Pero inexplicablemente cuando llegaba siempre era tarde, siempre había pasado un cuarto de hora desde que había sonado la sirena. Yo por más intentos que he hecho por llegar pronto nunca lo he conseguirlo. Es más, parece que cuanta más prisa me dé más tarde llego.

Pero hoy se me iluminó la mente. Mientras leía de nuevo la teoría de la relatividad de Einstein en un intento inútil por comprenderla he llegado a la conclusión que mi coche viaja a la velocidad de la luz y por eso llego tarde a los sitios.
 
Ya sé que todavía no existe tecnología capaz de hacernos viajar a la velocidad de la luz. Pero en mi caso es distinto: Unos seres de otro planeta han cambiado el motor de mi coche y han instalado uno más moderno con el propósito de burlarse de mí y experimentar conmigo. Eso hace que durante el trayecto hacia el instituto mi Ford Fiesta alcance la velocidad de la luz durante unos segundos sin que yo sea consciente de ello. En esos segundos, se produce una dilatación del tiempo en mi percepción de la realidad y se desajusta mi reloj respecto al resto de la Tierra.
 
Einstein puso el ejemplo de los gemelos: si uno de dos gemelos viajase durante 20 años a la velocidad de la luz en su percepción temporal, cuando volviese del viaje, en la Tierra habrían pasado 60 años. Todo eso debido a la dilatación espacio-temporal que se produce a velocidades cercanas a la luz. Pues eso mismo me pasa a mí: Tal es mi prisa por llegar al instituto para instruirme y ver a mis queridos compañeros, que sin querer viajo a la velocidad de la luz durante algunos segundos y cuando llego ya ha pasado un cuarto de hora.

Carta a los habitantes del año 4000.

 

Estimados amigos:

 

Gracias a los científicos, sabemos que hace 13.700 millones de años, estalló el big-bang. Durante los primeros millones de años comenzaron a formarse en el universo nubes de polvo que, poco a poco, se fueron condensando hasta formar un plasma que llamamos estrellas. En el interior de esas estrellas se produjeron unas reacciones nucleares que alteraron la composición de los átomos y se crearon nuevos elementos, entre los que se encontraban el hierro, el níquel y el oxígeno. Millones de años más tarde, las primeras estrellas comenzaron a convertirse en supernovas y estallaron. Al estallar, todos esos nuevos átomos, se esparcieron por el universo y se formaron inmensas nubes de polvo. Esas nubes de polvo de estrellas, se fueron unificando y generaron un campo gravitatorio que atrajo a otras masas y se hicieron cada vez más grandes y compactas hasta que formaron planetas. Uno de esos billones de planetas que se formaron es azul, y lo conocemos como la Tierra.

Durante un tiempo, la Tierra fue un lugar volcánico en el que no había el menor atisbo de vida. Pero pronto se conjuntaron distintos gases que permitieron que se crearan proteínas; principio básico de la vida. Al poco tiempo, el milagro se produjo y se generaron seres unicelulares capaces hacer copias de sí mismos. Había aparecido la vida.

 

En ocasiones, las células se copiaban mal a sí mismas y gracias a esto se produjeron mutaciones que permitieron que se desarrollasen distintas formas de vida. Poco a poco la vida se expandió por el planeta. Las primeras plantas llenaron de oxígeno la atmósfera. Los seres mejor adaptados consiguieron sobrevivir y dejar descendencia. Los animales se fueron haciendo cada vez más complejos hasta que, hace 7 millones de años, se formaron unas criaturas bípedas con aparentes rasgos de inteligencia. Estos homínidos evolucionaron desde el Homo habilis, pasando por el hombre de Neandertal y Crog-manion, hasta llegar a lo que hoy conocemos como homo sapiens-sapiens.

Todos esos antecesores, en cierta forma, son nuestros abuelos. Y ahora estamos aquí, en el presente, encarnandos en cuerpos y cerebros de homo sapiens-sapiens. Dicen que el conocimiento humano y la conciencia han llegado a su límite porque el hombre es capaz de plantearse su propia existencia, de filosofar, de crear cultura y de pensar, gracias a una inteligencia intensamente desarrollada.

 

Sin embargo, estimados amigos, el ser humano todavía no ha desarrollado plenamente sus facultades. Algunos todavía responden a las actitudes tribales de los primates más arcaicos y se asocian en tribus con nombres de partidos políticos, de equipos de fútbol, de ciudades, de religiones o de países. Compiten entre ellos y dan más importancia a sus propias tribus que a las demás. Es como si no creyesen todavía que tenemos el mismo origen. Creen que sus raíces se asentan en conceptos históricos abstractos que llaman países. Parece que sólo son capaces de ver unos miles de años de sus propias historias. Sus perspectivas son bastante cortas.

Para que os hagáis una idea os pondré un ejemplo: En los informativos que emiten aquí, cuando comunican que se ha estrellado un avión, al final de la noticia suelen decir: “En el avión no viajaba ningún español”, y parece que después de decir eso estén más tranquilos como si la noticia no tuviese que ver con ellos. Sin embargo, puede ser que en ese avión haya muerto un ciudadano francés que vivía justo a 100 metros de la frontera española y sólo por esa diferencia de 100 metros ya no se le hacen una mención especial. ¿No es absurdo?

Así es el mundo en el que nos ha tocado vivir, amigos. Un lugar en el que el homo sapiens sapiens debe suerte al sitio en el que le ha tocado nacer por culpa de esos conceptos abstractos llamados países. Colocan barreras en las fronteras para dividir territorios en los que a un lado se vive con todo tipo de lujos y en el otro se padece hambre. Sin embargo, cuando miramos alguna foto tomada desde un satélite nos damos cuenta que en nuestro planeta no existen las fronteras: son líneas imaginarias que los homínidos defienden e incluso luchan por ellas en batallas absurdas entre sí mismos. Es como si creyesen que la geografía de sus países siempre hubiese tenido la misma forma. Como si los continentes no estuviesen en constante movimiento. De hecho, dentro de unos millones de años, el continente africano se habrá juntado con Europa, y el Mar Mediterráneo habrá desaparecido por completo. ¿Seguirán entonces levantando barreras para separarnos?

Y os escribo, estimados amigos, a propósito de eso. Nosotros, los homos sapiens sapiens, somos todavía un prototipo fallido del hombre del futuro. Algunos son tan estúpidos, que no se dan cuenta que todos somos homo sapiens-sapiens. Que no somos hijos de los países de procedencia. Otros critican la inmigración como si fuese algo antinatural, como si el hecho de trasladarse a otro lugar para buscarse un futuro decente no fuese un acto de sentido común o instinto nómada de supervivencia. Otros, más ignorantes todavía, creen que la llegada de personas de otros sitios aumenta la delincuencia porque creen que la gente de determinados países son más propensos a delinquir. ¿No es estúpido creer eso amigos?

Sé que os avergonzaréis de nosotros cuando volváis la vista atrás. Seguramente nos miréis como nosotros miramos a la civilización de la Edad Media. No entenderéis cómo era posible que en un mundo civilizado y con unos sistemas de comunicación bastante desarrollados podía haber tantas diferencias en el planeta. Os preguntaréis cómo era posible que hubiese gente que se muriese de hambre en determinadas zonas del planeta, cuando era posible alimentar a todo el planeta. Posiblemente recordaréis este periodo histórico como la época del egoísmo nacional: una era en la que los intereses de los países estaban por encima de los intereses generales.

Por eso os escribo, estimados amigos. Tengo una gran esperanza en vosotros. Creo que estaréis situados un eslabón por encima en la evolución de los homínidos. En vuestro presente ya habréis superado vuestras diferencias y no os comportaréis como unos caníbales tribales (Como dijo el científico Edward O. Nilson) ni tendréis esa actitud endogámica que ahora está tan presente. Simplemente no habrá diferencias entre humanos y vuestro único país será la Tierra. Sin embargo, muchos no nos resignaremos a ser un eslabón más hacia un hombre mejor. Intentaremos seguir luchando para que la civilización avance a través de la ciencia y la cultura. No nos estancaremos en esta Edad media que nos ha tocado vivir. Queremos que todo el mundo se entere, de una vez por todas, que todos somos –como dijo Carl Sagan- polvo de las estrellas capaces de brillar con luz propia.

 

¿Quién pretende salvarse?

¿Quién pretende salvarse?

Con el propósito de recordar a gente influyente en mí, os dejo con esta entrevista a E.M. Ciorán extraida de una edición de su libro "Ese Maldito Yo" realizada por Amparo Osorio y Gonzalo Márquez Cristo.


Recuerdo que no todo está perdido: aún existen los bárbaros.

Fue lo que escuchamos el 23 de octubre de 1991 cuando después de caminar bajo la lluvia de un París otoñal decidimos enfrentar al filósofo-poeta rumano caído del tiempo, quien postulaba el mito como origen de toda civilización y la duda como evidencia de su declinar.
Segundos antes, repasando su sentencia de que nadie podía conservar la soledad si no se ejercitaba en hacerse odioso, desembocamos en la puerta de su buhardilla y pudimos reconocer atemorizados esa firma que habíamos visto siempre con asombro, clausurando su correspondencia. Recordamos sus cartas en las que irónicamente desalentaba nuestra aventura secreta con sustanciales palabras, poniéndose como ejemplo de la derrota de la civilización.
Al oprimir el timbre con la falsa certeza de que abriría en un tiempo lícito que permitiera una profunda respiración preparatoria, se nos presentó de inmediato la imagen traslúcida, el rostro de luz de quien ante nuestro estupor nos animaba a entrar en todos los idiomas... Su intención de ir a comprar pan quedaba amenazada severamente.
El escritor nos condujo por un estrecho pasadizo hasta una pequeña sala donde se desprendió de la boina lanzándola sobre un sofá; sin embargo -aún atribulados-, no pudimos verificar el rumbo de su sombrilla que más tarde, antes de gatear bajo los muebles, causaría un problema lingüístico.

-La literatura no tiene importancia. Va a desaparecer, sería deseable que lo hiciera. ¿Para qué seguir invadiendo al mundo con nuestras angustias? Soy un escéptico: un apátrida, y París (antípoda del paraíso) es la ciudad propicia para quienes disfrutamos esta condición. No es normal serlo en un siglo de nacionalismos y esa característica inusual me basta. Aquí, en contacto con la cultura desdichada y gentil, he escrito que nuestra época quedará signada por el romanticismo de los exiliados, frase seguramente demasiado sentenciosa de un libro ya editado en español, bella lengua donde injustamente he logrado embaucar a algunos lectores; y por la cual me he aproximado a ciertas voces inquietantes, la de Octavio Paz entre otras...
-¿Y filósofos como Savater y María Zambrano?
-A él lo leo no porque sea filósofo sino porque es mi amigo. A María Zambrano acudí siempre en la inquietud y la búsqueda, ella iluminaba mis carencias. Cuando la visitaba con dos o tres interrogaciones retornaba con mil, ¿cómo no estar agradecido?
-Aquella huida del origen que se ha propuesto, ese querer hallar la salvación fuera del tiempo, ¿le ha asignado un inexorable desarraigo, de idioma y de patria?
-El tiempo es inhabitable. Hace 54 años abandoné Rumania y no he regresado. Practico una ruptura con el origen -comentó riendo-. Varias veces en estos años de ausencia me han hecho invitaciones oficiales, y por esa misma connotación las he rechazado. He querido ser inutilizable como los verdaderos santos, intento arduamente impedir ser vindicado por alguna causa justa o injusta. Al escéptico ni siquiera le es posible rebajarse a la insurrección, al clamor de la revuelta. Soy un profesional de la duda, y no existo sino cuando niego en un sentido esencial.
-¿Y esa fuga respecto del idioma cómo puede entenderse? El poeta Vicente Huidobro creyó que no se debía escribir en la lengua materna...
-Cuando se es adoptado por otra lengua existe un acercamiento a las palabras inimaginable en el dialecto que se utiliza desde la cuna, velado por su proximidad. Ahora escribo solamente en francés porque no puedo hacerlo en castellano. España y su cultura es algo de lo que extrañamente no he renegado. Pude recorrerla en bicicleta, pude habitar su pasión. Debí abandonarla porque comenzaba la guerra y porque se leía mucho a Unamuno. Advertí el deslumbramiento por su fracaso, el enamoramiento de su derrota, patentando así una decadencia continental. Supe también que el español es el idioma de la poesía. Es suficiente leer sus poetas místicos, su Siglo de Oro. El francés me parece demasiado preciso, su estructura se me hace bastante rigurosa. El español es sin duda la lengua de la desesperanza (condición para mí envidiable), por eso mismo la de la poesía. Basta ver los bellos y desolados títulos de los libros que me han traído. Además, es el único idioma donde era posible el tango.
-¿Si para Nietzsche la música era el vehículo sobre el cual avanzaba la tragedia, si usted sentencia que debemos escoger entre Brahms y el sol, y cuando ni siquiera la música puede salvarnos sólo nos resta la fascinación del crimen, entonces la propuesta central del tango resulta fructífera?
-El tango es de las pocas músicas que todavía me resulta tolerable. La defino como la más extraordinaria mixtura entre metafísica y burdel. Los despojados del amor se convierten inmediatamente en filósofos, el tango resuelve y engloba esta perturbación mágica de los amantes desdichados. Es impertinente tratar de definirlo. Lo fundamental es escucharlo. Sentir que en esta Edad de Oro del artista inconcluso, del personaje fracasado, somos varios quienes necesitamos rechazar la vana manía interpretativa de nuestro tiempo, entregándonos al placer de una música o de un texto... Reitero que todo intento por interpretar una obra la desvirtúa y que la academia es culpable de nuestro distanciamiento del éxtasis. Personalmente he tenido mala suerte con los críticos, muchos se han ensañado con mi obra, en el peor de los casos para elogiarla.
-Volviendo a Nietzsche, más que transmutar los valores de Occidente, ¿usted se ha propuesto invertirlos?
-Me vinculan demasiado con filósofos, y sólo soy un ser humano... Creo que debemos liberar nuestros ojos, lograr que miren como los del camaleón en diferente sentido, y minar el campo del pensamiento. Basta tener hambre para saber que la corrupción es más humana que la virtud, acercarse a la poesía para entender que la angustia es benéfica. Y siguiendo esta lógica, afirmo que en el hastío duerme una rebelión que tarde o temprano sacudirá a Europa.
-Usted dijo alguna vez que sólo se suicidan los optimistas...
-Lo dije ante mi imposibilidad de superar la dialéctica que es la forma más elemental del pensamiento, la infancia de la reflexión. De esta manera, si nada valoramos de la vida, ¿qué podríamos valorar de la muerte?
-¿Nuestra opción de salvarnos precisa de un terrorismo contra el tiempo?
-¿Salvación? ¿Quién pretende salvarse? Yo me he escondido del tiempo. Tengo el privilegio de la desesperación, admiro a los insatisfechos, a los fracasados, a quienes dejan huir sus respuestas. La historia ha entronizado a los atroces. Y en lo relativo al tiempo no deseo usufructuarlo, ni en el ahora como los poderosos, ni en el porvenir como los acorralados en sus sueños.
-Hizo la promesa de no volver a escribir, de no volver a calumniar al universo, y de no seguir manteniendo correspondencia con toda clase de trastornados. Nosotros somos la negación de lo segundo; en cuanto a lo primero..., ¿continúa escribiendo?
-No... Sí... Están editando mi último libro, escrito hace 42 años. Íntimamente no creo en su valor si ha permanecido oculto durante tanto tiempo. Tiene un título prescindible (como los otros) y existe en él un inútil lugar para la esperanza.
-¿Prescindible como La tentación de existir, Ese maldito yo, Del inconveniente de haber nacido, Contra la historia, Desgarradura, Aciago demiurgo...? -enumeramos en español con ironía.
-La traducción los mejora: no se cumple el adagio italiano -dijo riendo-. Me consagro a la duda, el escepticismo es nuestro único botín en tiempos de decadencia, y un sistema para desplazar el imperio del yo, para delatar su impostura. La llamada otredad de los artistas explica para ellos su sumisión, su demonio. En ese caso son máscaras al abyecto servicio de una obsesión. Dirigir temas o historias, elegir las circunstancias de un episodio o un poema es sólo posible para los mediocres. ¡Que la duda me acompañe!

Cedimos ante la idea de que extender la visita impediría quizá la gestación de un aforismo tan significativo para nosotros como el filo de una espada, como el contorno de una espina. Nos preocupó coincidir con los tres minutos que para él -según había escrito- era posible pensar en un día, para no enloquecer; e intentando partir temiendo que nuestra presencia interfiriera ese breve tiempo de lucidez en el que indagaba en lo profundo, injuriaba a las estrellas, raptaba vértigos o aullaba contra la causa del hombre, nos retuvo con uno de sus famosos aforismos: Si Noé hubiera poseído el don de adivinar el futuro, sin duda habría naufragado.
-Ahora me gustaría que me acompañen por un pan de larga conservación que me disponía a comprar cuando llegaron -dijo solícito- y que favorece el aislamiento. Este quehacer, por fortuna, nada tiene de filosófico. Debo llevar un... se me olvidó cómo se dice..., ¡qué estúpido! -exclamó en español-, sabía esa bella palabra en su idioma.

Al comprender su inquietud nos arrojamos al piso buscando la sombrilla, y mientras realizábamos esa pesquisa infructuosa pensamos que con algo de suerte nuestros amigos perdonarían esta conversación con el último de los oraculares, pero jamás el hecho de haberlo acompañado hasta la boulangerie.
Poco antes de abandonar la buhardilla hizo énfasis en su reducido espacio vital. Vimos su pequeño estudio con una elemental máquina de escribir: en la antigüedad lo importante era pensar mientras escribir se convertía en acto accesorio, hoy lo importante parece ser escribir aunque no se piense, afirmó.
-Me hace feliz el haberlos hostigado con mis textos y colaborar con esa irredimible aventura que lideran. Les deseo el mejor de los fracasos -dijo al despedirse mientras regresábamos de comprar el pan; ondeó su mano en el viento y en un grito que todavía atraviesa nuestra memoria nos dejó sus últimas palabras-: Chers amis, ¡adiós... y mucha ironía!
Lo vimos alejarse bajo la lluvia de París en el atardecer. Nos sentamos en un andén para recobrar el aliento y permanecimos en silencio sintiendo venir el llanto.

En la distancia había desaparecido ese hombre que se quiso sombra.



Recordando a Hank

Ha llegado la primavera y nada mejor que extraer este texto de uno de esos blogs míticos que nunca deberieron ser abandonados: Mi amigo hank

Me ponéis enfermo

El problema es que no sé si padezco pederastia, porque casi nunca les pregunto la edad. Sólo sé que con la llegada de la bendita primavera el uso de pantalones que dejan a la vista los primeros pelillos se dispara. Se me hace imposible salir a la calle solo con un par de calzoncillos. En el autobús, en el metro, en la facultad (ni os cuento)... en cualquier sitio mis hormonas parecen estar en una orgía permanente. La receta de la Viagra debe estar en mi sangre.

Y me hierve la sangre porque me las follaría a todas. No les haría el amor, no. ME LAS FOLLARIA en mayúsculas. Seguramente en este caso la ficción supere la realidad y las chicas de la calle no estén tan buenas como las actrices porno (o eróticas, como Aria Giovanni) pero no me importa, me lo montaría con todas y cada una. Si fuéramos animales y no tuviéramos leyes civilizadas la violación y la sodomía estarían a la orden del día en mi escala de valores.


Tomando notas en la cafetería

Tomando notas en la cafetería

Decidí darme un paseo por Valencia. Por fin se habían acabado las fallas. Ahora las calles estaban más tranquilas y las ratas habían vuelto a las alcantarillas. Me senté en una cafetería del centro. La calle estaba muy concurrida. Me fijé en la gente que transitaba. La mayoría estaban más sosegados después de las fiestas, pero aún así, casi todos caminaban con prisa. Trotaban hacia sus trabajos a ritmo de obligación. Me pregunté si eran felices. Me fijé en todas las personas que pasaban. Supongo que si las parase y les preguntase si son felices me dirían que sí. Pero viendo sus caras uno sabe si son felices o no y sabría que muchos de ellos me mentirían. Durante un tiempo estuve observando, pero nadie me pareció realmente feliz. De pronto, vi a uno que caminaba a un paso lento y tranquilo. Iba más bien sucio y con ropajes andrajosos, pero eso le importaba un comino. Se veía claramente que era feliz. Estaba disfrutando del paseo y, sobre todo, se sentía bien con lo que hacía. Cuando se perdió entre la multitud comencé a reflexionar sobre aquel tipo. Llegué a la conclusión que para ser feliz hay que disfrutar con lo que uno hace. No te debe importar lo que digan ni hagan los demás. Nada.

Pagué el café y me largué de allí. Ya estaba harto de mis estudios antropológicos intuitivos. Al pasar al lado de un portal oscuro, me vi reflejado en el cristal y no me reconocí.

Lápidas

<center>Lápidas</center>

A mí me gusta hablar de la muerte. Hablo de la muerte como quien habla de comprarse unos zapatos. Hay algunos que llevados por las más profundas supersticiones no quieren ni oír de hablar del tema. Les resulta desagradable y evitan tratar la cuestión. Como si el hecho de hablar de la muerte la atrajera. Tratan a la muerte como si fuese una circunstancia ajena a nosotros. Yo me pregunto: ¿Por qué no hablar un episodio que todos tenemos que atravesar algún día? Sé que muchos me dirán que soy un escatológico, pero muchas veces he intentado imaginarme cómo será desaparecer del mundo y qué se experimentará al morir. ¿Será doloroso? ¿Se verá esa luz que dicen que se ve? Por suerte, mi escasa imaginación será subsanada con la experiencia en sí. No creo que me absorba una divinidad, más bien creo que todo el tema de la luz es una reacción del cerebro. Al igual que el organismo premia al cuerpo con el orgasmo por el placer de reproducirse, supongo que la naturaleza proporcionará al hombre con esa satisfacción que describen los que han tenido alguna experiencia cercana a la muerte.

Es importante hablar de la muerte. No quiero que en mi lápida figure ningún icono religioso, y menos católico. Algún día diseñaré la lápida que quiero que me pongan. Seguramente contendrá algún poema o epigrama mordaz. No me gustan las lápidas en las que aparece un recuerdo de los familiares e hijos. Me parece triste. Teniendo en cuenta que pasaré mucho más tiempo en un ataúd que en la vida misma, el diseño de la lápida será algo importante, sin duda será un trabajo que tendré que perfilar con sumo detenimiento. Todo ello si no decido que me quemen y que esparzan mis cenizas por cualquier lodazal.

Volviendo al tema anterior, desde oriente siempre se ha criticado la falta de sensibilidad de los occidentales ante el tema. Dicen que los peores episodios que atravesamos en nuestra civilización son las despedidas: los divorcios y las muertes. Les recomiendo que lean un libro bastante interesante, El libro tibetano de la vida y la muerte , en el que se critica desde la perspectiva oriental nuestra falta de previsión ante la venida de la dama de la guadaña. Os sorprendería saber con qué parsimonia y filosofía se toman los budistas la muerte. Según ellos la vida sólo es un viaje y por eso es inútil construir un edificio sobre un puente, refiriéndose a la obsesión occidental por querer hacerse ricos y acumular cosas, dicen que lo único que vale de la vida, es aquello que puedas llevarte en tu supuesta alma al otro mundo. Consideran que este viaje es sólo una transformación y la muerte una anécdota que afrontan con total normalidad.

Pero debo confesar, que como no tengo ninguna fe en nada, estoy convencido de que la muerte es el fin. Aunque en realidad no existe, el estado de “muerto” nunca se llega a sentir en uno mismo. En el universo no cabe la posibilidad de no existir. Como dijo Jostein Gaarder en su libro Maya , tan sólo se ven los billetes premiados. Todos aquellos que no han nacido nunca jamás existirán. Creo que al final volveremos al principio y seremos lo mismo que éramos antes de haber nacido. No recordaremos nada. El universo, la Tierra, y la existencia dejará de tener sentido en mi ser, para mí ya no significará nada. Todo será como si nunca hubiese estado aquí. Mi conciencia se extinguirá como si se apagase un televisor.

Sé que esto es discutible. Kant demostró que en cuestiones metafísicas todo es discutible, la verdad no existe. Pero incluso él mismo llegó a decir que es normal que la humanidad se ampare tras las religiones, más que nada por tener una esperanza. ¿A veces no habéis sentido el angustioso murmullo de la muerte? ¿Tenemos miedo? ¿Qué sentido tiene atravesar todo esto para llegar al mismo final?

Supongo que todo carecerá de un sentido... o todavía no lo he encontrado. Por si acaso, yo voy a imprimir esto .


LO ÚNICO INDUDABLE ES QUE NOS REIREMOS MUCHO ESTANDO MUERTOS

¿Y tú?

¿Alguna vez has pensado en decorarte la lápida a tu gusto?

EL GRAN POETA - Charles Bukowski

Como sigo bastante ocupado con ciertos menesteres, de nuevo os dejo con un relato del extraordinario Bukowski.

Fui a verle. Era el gran poeta. El mejor poeta narrativo desde Jeffers; aún no había cumplido los setenta y ya era famoso en todo el mundo. Sus dos libros más conocidos quizá fuesen Mi pena es mejor que la tuya, ¡ja! y El chicle que murió de tristeza. Había enseñado en varias universidades, había ganado todos los premios, incluido el Nobel. Bernard Stachman.

Subí las escaleras de la YMCA. El señor Stachman vivía en la habitación 223. Llamé. «¡PASE, COÑO, PASE!», gritó alguien desde dentro. Abrí la puerta y entré. Bernard Stachman estaba en la cama. Flotaba en el aire un olor a vómito, vino, orines, mierda y alimentos podridos. Sentí náuseas. Corrí al cuarto de baño, vomité; luego salí.

—Señor Stachman —dije—. ¿Por qué no abre una ventana?

—Buena idea. Y nada de «señor Stachman», mierda, me llamo Barney.

Estaba impedido. Tras un gran esfuerzo, logró incorporarse en la cama y aposentarse en la silla que había al lado.

—Ahora, listo para una buena charla —dijo—. Era lo que estaba esperando.

Junto a su codo, en la mesa, había una jarra de un galón de tinto italiano llena de cenizas de cigarrillos y polillas muertas. Aparté la vista, luego miré otra vez. Tenía la jarra en la boca, pero la mayor parte del vino se le derramaba por la camisa y los pantalones. Bernard Stachman posó la jarra.

—Exactamente lo que necesitaba.

—Debía utilizar un vaso —dije—. Es más cómodo.

—Sí, creo que tiene razón.

Miró a su alrededor. Había unos cuantos vasos sucios y me pregunté cuál escogería. Escogió el que le quedaba más cerca. El fondo del vaso estaba cubierto por una sustancia amarillenta, endurecida. Parecían restos de pollo con fideos. Escanció el vino. Luego, alzó el vaso y lo vació.

—Sí, esto es mucho mejor. Veo que ha traído una cámara. Supongo que querrá hacerme fotos.

—Sí —dije.

Me acerqué a la ventana, la abrí y respiré aire fresco. Llevaba días lloviendo y el aire estaba límpido y fresco.

—Oiga —dijo—, hace horas que tengo ganas de mear. Tráigame una botella vacía.

Había varias botellas vacías. Le acerqué una. El pantalón no tenía cremallera, sino botones, y sólo tenía abrochado el de más abajo, porque no le cabía en el cuerpo. Hurgó en la bragueta, se sacó el pajarito y puso el capullo en la boca de la botella. En cuanto empezó a orinar, el pajarito se tensó y empezó a cabecear, esparciendo la orina por todas partes... por la camisa, los pantalones y la cara; increíblemente, el último chorro fue a darle en la oreja izquierda.

—Es una mierda esto de no poder valerse —dijo.

—¿Cómo fue? —pregunté.

—¿Cómo fue el qué?

—El quedarse así, impedido.

—Mi mujer. Me pasó por encima, con el coche.

—¿Cómo? ¿Por qué?

—Dijo que no podía soportarme más.

No dije nada. Tomé un par de fotos.

—Tengo fotos de mi mujer. ¿Quiere ver fotos de mi mujer?

—Sí, claro.

—El álbum de fotos está allá, encima de la nevera.

Me acerqué, lo cogí, me senté. Sólo había fotografías de zapatos de tacón alto y esbeltos tobillos de mujer, piernas cubiertas de medias de nylon, ligueros, pantys y toda clase de piernas. En algunas páginas había pegados anuncios del mercado de carne: Redondo de ternera, 69 centavos la libra. Cerré el álbum.

—Cuando nos divorciamos —dijo—, me los dio.

Bernard buscó bajo la almohada de la cama y sacó un par de zapatos de tacón alto, unos zapatos de largos tacones de aguja. Los había hecho cubrir con una capa de bronce. Los colocó en la mesita de noche. Se sirvió otro trago.

—Duermo con esos zapatos —dijo—. Hago el amor con ellos y luego los lavo.

Tomé algunas fotos más.

—Oiga, ¿quiere una foto? Esta es una buena foto.

Se desabrochó el único botón de la bragueta. No llevaba calzoncillos. Cogió el tacón del zapato y se lo metió por el trasero.

—Así. Saque una así.

Hice la foto.

Le resultaba difícil mantenerse en pie, pero lo logró apoyándose en la mesita.

—¿Sigue escribiendo, Barney?

—Yo escribo siempre, coño.

—¿Y sus admiradoras no le interrumpen en su trabajo?

—Bueno, sí, a veces, las mujeres me encuentran. Pero no se quedan mucho.

—¿Se venden sus libros?

—Hombre, recibo cheques por mis derechos  de autor.

—¿Qué aconseja usted a los escritores jóvenes?

—Que beban mucho, que jodan mucho y que fumen muchos cigarrillos.

—¿Y qué aconseja a los escritores de más edad?

—Si siguen aún con vida, no necesitan consejos.

—¿Cuál es el impulso que le mueve a crear un poema?

—¿Y usted, por qué caga?

—¿Qué piensa usted de Reagan y del paro?

—No pienso en Reagan ni en el paro. Todo eso me aburre. Como los viajes espaciales. Y la liga de béisbol.

—¿Cuáles son sus preocupaciones, entonces?

—Las mujeres modernas.

—¿Las mujeres modernas?

—No saben vestir. Llevan unos zapatos espantosos.

—¿Qué piensa usted del movimiento de liberación de la mujer?

—Si ellas están dispuestas a trabajar lavando coches, empujando el arado, cazando a dos tipos que acaben de asaltar una licorería, o limpiando alcantarillas, si están dispuestas a dejar que les rebanen las tetas de un tiro en el ejército, yo estoy dispuesto a quedarme en casa fregando los platos y a aburrirme quitando pelusilla de la alfombra.

—¿Pero no cree usted que tienen cierta razón en sus reivindicaciones?

—Por supuesto.

Stachman se sirvió otro trago. Incluso bebiendo del vaso, parte del vino se le derramaba por la barbilla y le bajaba hasta la camisa. Olía como un hombre que llevara meses sin bañarse.

—Mi esposa —dijo—, aún estoy enamorado de ella. Déme el teléfono, por favor.

Le di el teléfono. Marcó un número.

—¿Claire? ¿Oye, Claire...? —Colgó.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Lo de siempre. Colgó. Oiga, vámonos de aquí, vámonos a un bar. Llevo demasiado tiempo en esta maldita habitación. Necesito salir.

—Pero es que está lloviendo. Hace una semana que está lloviendo. Las calles están inundadas.

—Eso a mí no me importa. Quiero salir. Lo más probable es que en este momento, ella esté jodiendo con un tipo. Probablemente tenga puestos los zapatos de tacón. Yo no le dejaba nunca quitárselos.

Ayudé a Bernard Stachman a enfundarse un viejo abrigo marrón. Le faltaban todos los botones. Estaba tieso de mugre. No era un abrigo de Los Angeles. Era grueso y pesado, debía proceder de Chicago o de Denver, y debía datar de los años treinta.

Luego, cogimos las muletas y bajamos laboriosamente la escalera. Bernard llevaba una botella de moscatel en un bolsillo. Llegamos a la entrada y me aseguró que podía cruzar solo la acera y subir al coche. Mi coche estaba aparcado a cierta distancia del bordillo.

Cuando corría dando la vuelta al coche para entrar por el otro lado, oí un grito y a continuación un chapoteo. Estaba lloviendo, llovía mucho. Di otra vez corriendo la vuelta; Bernard se las había arreglado para caerse y quedar encajado en el suelo entre el coche y el bordillo. El agua le corría por encima. Estaba sentado y el agua le desbordaba, le cubría los pantalones, le daba en los costados; las muletas flotaban torpemente en su regazo.

—No se preocupe —dijo—. Váyase y déjeme.

—Pero, por Dios, Barney.

—En serio. Váyase. Déjeme. Mi mujer no me quiere.

—No es su mujer, Barney. Están divorciados.

—A otro perro con ese hueso.

—Vamos, Barney, le ayudaré a levantarse.

—No, no. No se moleste. Se lo digo en serio. Usted váyase. Emborráchese sin mí.

Le levanté, abrí la portezuela y le coloqué en el asiento delantero. Estaba empapado. El agua le caía a chorros. Luego rodeé el coche y me coloqué al volante, a su lado. Barney destapó la botella de moscatel, bebió un trago y me la pasó. Bebí un trago. Luego, puse el coche en marcha y salí, mirando por el parabrisas, entre la lluvia, buscando un bar en el que pudiéramos entrar y no vomitar en cuanto le echáramos una ojeada al hediondo urinario.


El clima y el tiempo

Esta semana ha pasado muy rápida y coincide con que ha hecho mucho frío. Posiblemente la sensación de que el tiempo ha pasado tan rápido sea porque las temperaturas llegan a ser tan bajas, que durante unos segundos todos nos quedamos congelados a la vez sin ser conscientes de ello, el tiempo pasa, y cuando de nuevo suben las temperaturas, nos descongelamos, reanudamos la marcha y nos da la sensación de que el tiempo ha pasado rápido sin saber por qué.

Y cambiando de tema, propongo una pregunta a los visitantes: ¿Por qué las tardes de los domingos son tan tediosas?

Que alguien me lo explique.

El gato muerto

    Todos los días, cuando conduzco hacia el instituto, veo en el arcén de la carretera un gato muerto. Suelo pasar a unos cien kilómetros por hora y la imagen del gato tan sólo puedo retenerla en mi retina durante unos escasos segundos, suficientes para apreciar que cada día está más descompuesto. Esta visión me recuerda cómo es la vida; si la cruzas en otra dirección, los grandes vehículos te atropellan, los operarios te apartan y el resto del mundo observa cómo te pudres mientras continúan hacia su destino, muy parecido al del gato, pero en otro lugar, otro tiempo y otras circunstancias.

     Después no puedo borrar la imagen de mi cabeza. Él ya no sentirá nada, cierto es, pero los que quedamos sí que sentimos. Ahora es de noche y llueve. El gato seguirá en el arcén sin que nadie lo eche de menos.

Una pregunta

Una pregunta


¿En qué momento de la evolución humana el hombre comenzó a tener alma e ir al infierno cuando moría? ¿Cuándo dio lugar la mutación genética que otorgó alma a los hombres? ¿En los tiempos del australopitecos, Crogmanon, Neardenthal...? ¿Cuándo el hombre dejó de ser animal para convertirse en hombre?

 

En caso de que todas esas generaciones tuviesen alma, significaría que el mismísimo mono tendría alma, por lo tanto, todos los animales tendrían alma y podríamos remontarnos hasta el principio de vida más simple y concluir que hasta los seres unicelulares tendrían alma. Entonces, dentro de cada célula de nuestro cuerpo habita un alma, por lo cual estamos compuestos por millones de almas. Pero no, parece que muchos todavía no entienden que somos animales con cerebro, que el cerebro posee la propiedad de la inteligencia, y la inteligencia intenta dar respuestas a todo aquello que desconocemos, y lo más sencillo, es poner a Dios detrás las explicaciones que debería dar la ciencia. Y hay quién todavía niega la evolución del ser humano, poniendo en su lugar la teoría del “diseño inteligente”, porque consideran que la complejidad de los órganos de los seres vivos han sido creados por una inteligencia superior. No hace falta que recurran a divinidades inteligentes para apoyar su teoría, parecen desconocer que en la evolución sólo sobreviven los mejor adaptados al medio debido a la selección natural y que la naturaleza, por sí sola, es inteligente.

 

Antiguamente se colocó a Dios en las alturas, cuando el hombre voló no lo vio por ninguna parte, la Iglesia lo colocó más arriba, en los confines del universo, allí donde el hombre nunca llegará y si algún día el hombre da una explicación científica a la creación del universo, ya no se sabe dónde lo colocarán. Todo ello por justificar la historia inverosímil de un hijo de Dios que vino a la tierra y la existencia del alma. Llegados a ese punto, concluyo que Dios es sólo la respuesta para las preguntas que todavía no tienen respuesta. Se podrá debatir su existencia, pero no se pueden negar los hechos.

 

¿Para cuando el nuevo calendario científico? ¿Cuándo sustituirán a los santos del Calendario por científicos y filósofos? ¿Cuándo se dejarán de conmemorar fiestas de vírgenes y se celebrarán fiestas conmemorando descubrimientos científicos? (Más que nada para seguir manteniendo las fiestas que establece la ley, y no dar la razón a aquellos que quieren negar a los no creyentes el descanso oportuno por no creer en dios, como si fuese dios el que otorga a los trabajadores el descanso) ¿Cuándo dejarán de contar los años a partir del anecdótico acontecimiento histórico de la muerte de un revolucionario de la moral?

 

Es incuestionable que existe la evolución del ser humano, pero es muy lenta la evolución del pensamiento.

Preguntas y dudas sobre la ley antitabaco que todavía no me han solventado.

Preguntas y dudas sobre la ley antitabaco que todavía no me han solventado.

Suponiendo que hubiesen indios y vaqueros en España, en caso de que estos sellasen una paz con los métodos tradicionales indios ¿Se les podría denunciar por fumar la pipa de la paz?

Si en unos estudios de cine, que es un lugar de trabajo, el actor debe fumarse un cigarro por exigencias del guión ¿Se considera que está fumando en su lugar de trabajo y por lo tanto está cometiendo una infracción? En caso afirmativo ¿Quién comete el delito, El actor, el director, el guionista, el productor o el propietario del estudio?

Si uno trabaja de catador de cigarros en una tabacalera española, ¿Debe salir a la calle para realizar su trabajo? ¿O es un trabajo que se va a perder?

Si una prostituta espera a su cliente en una esquina apoyada en la pared, con su bolso, su liguero, y apoyando la suela del zapato en la pared, y fumando un cigarro y echando el humo suntuosamente ¿Se puede considerar que está fumando en su puesto de trabajo, y por tanto es denunciable?

Si unos investigadores científicos quieren realizar pruebas a un cigarro para comprobar sus propiedades nocivas y precisan encenderlo ¿Deben salir del laboratorio para realizar dicho experimento en la calle?

En el caso de que en España se impusiera de nuevo la pena de muerte y un reo que está a punto de ser ejecutado pide como última voluntad fumarse un cigarro, ¿Deben suministrárselo allí mismo, deben sacarlo a la calle para que se lo fume o deben ejecutarlo al instante sin hacerle caso?

En caso de que la Santa Inquisición se restaure, si queman a una bruja y esta tiene unos cigarros en un bolsillo, ¿Se considera que ha encendido estos cigarros y por lo tanto ha cometido una infracción? En caso afirmativo ¿Se la penalizará por un cigarro completo o por el número de cigarrillos que tenía en el bolsillo?

¿Se puede fumar en la cabina de un sex-shop o a esta gente se le puede prender fuego directamente?

¿Se puede considerar el sexo oral practicado entre dos trabajadores en el puesto de trabajo una forma de fumar, y por tanto, de incurrir en el delito?

Si un soldado del honorable ejército español gana una guerra en España y se enciende un puro para celebrarlo ¿Puede considerarse que está quebrantando la ley en su puesto de trabajo? ¿Y si lo hace en territorio extranjero?

¿Puede un español fumar en una embajada española de otro país? ¿Puede ese nativo del país fumar en la embajada española?

¿Puede considerarse un agravavante el hecho de que un trabajador mate a su jefe con un cigarro en la boca en el puesto de trabajo?

En el caso de que pueda haber humo sobre el agua como la canción de Deep purple, ¿Se puede fumar en las piscinas o debajo del agua?

Si unos amigos deciden hacer un submarino ¿Puede considerarse el habitáculo donde se realice un transporte público y por lo tanto una falta grave?

Si uno se mete un cigarro por el culo o en cualquier otro esfínter de su cuerpo y lo enciende ¿Se le considera fumador aparte de un simple gilipollas?

Si una persona se pone un cigarro en la boca pero no lo enciende ¿Esta delinquiendo?

¿Se puede fumar dentro de Gran Hermano?

Si ya estaba prohibido fumar en un avión y a esto se le multiplica la nueva ley, ¿significa que podemos fumar debido al principio matemático que dice que si dos negativos se multiplican son igual a un positivo?

Si uno que es un vividor y su único trabajo es no pegar palo al agua, (pongamos de ejemplo a Dinio) ¿Se puede considerar que cualquier cigarro que se fume lo realiza en su puesto de trabajo?

Si una mujer se casa con un hombre por su dinero, y en la noche de bodas tras echar un polvo ella decide encenderse un cigarro, ¿Se considera que está infringiendo la ley porque está haciendo algo a cambio de una remuneración, como si estuviese en el trabajo?

Si un yonki te pregunta por la calle si tienes un cigarrito, ¿Te está preguntando si eres un delincuente?

Si uno se está fumando un porro en su puesto de trabajo y lo pillan, ¿le pueden reducir la multa alegando que estaba bajo los efectos de las drogas?

Y si está borracho, ¿Pueden perdonarte por estar bajo los efectos del alcohol como sucede habitualmente en la justicia española?

¿Puede Popeye el Marino salir a faenar con su característica pipa en la boca?

¿Y tú? ¿Tienes tus dudas?

La ley antitabaco ahoga pero no aprieta.

La ley antitabaco ahoga pero no aprieta.
Me alegra saber que el gobierno lucha contra el tabaco para preservar la salud de sus ciudadanos. Me alegra que prohíban fumar en ciertos sitios públicos ya que, anteriormente, el que no soportaba el humo del tabaco tenía que tragarlo o se tenía que ir, cuando debía ser al revés y los fumadores, que son los que cometen la aberración, son los que deben salirse fuera, es cuestión de respeto. Cuando una persona que está a tu lado se tira un pedo, normalmente se le dice que es un cerdo, que está podrido o es una mofeta asquerosa, y si hay confianza, se le lincha. Con los fumadores no ocurría así. Y aunque ahora esa conducta esté penada por la ley, jamás llegaré al extremo de denunciar a alguien que fume a mí lado ni discriminarlo por fumar.

Pero todo eso hace plantearme ciertos interrogantes; dejando de lado la cuestión de la salud y del respeto al que no quiere inhalar humo, me pregunto hasta qué punto somos libres. El gobierno ha prohibido fumar en determinados sitios, pero el tabaco, pese a ser algo nocivo, no se ha prohibido en su totalidad. Entonces, si el hombre es libre de fumar y se sigue comercializando con el tabaco, ¿Por qué no se legaliza cualquier otra modalidad de fumar? ¿Por qué no se legaliza el consumo de marihuana? ¿No es igual de nocivo? Sí, se supone que quema neuronas, que también provoca cáncer, que causa adicción y el consumidor es más propenso a la depresión. No veo demasiada diferencia entre un cancer provocado por el  tabaco que por la marihuana, aunque los defensores de la legalización, aseguran que el único producto nocivo que tiene la marihuana es el tabaco con la que se mezcla.

Podemos intuir, que el gobierno no restringe del todo este hábito para no perder unos importantes ingresos en impuestos, porque sabe, que aunque se prohibiese del todo, se traficaría con el tabaco ilegalmente como sucede con las drogas, y todas esas compras clandestinas no benefician en nada al estado. Además, sin prohibirlo del todo, se aseguran que mucha gente muera por alguna de las múltiples enfermedades derivadas del tabaco, de este modo, se ahorran un importante desembolso en todos aquellos que mueran antes de su jubilación, ingresos mucho más importantes de los que se pueda gastar la seguridad social en las enfermedades provocadas por el tabaco.

Seamos coherentes, si el fin de la democracia o de un estado liberal, es conseguir que el hombre sea libre dentro de los márgenes de la ley, se podría aplicar la ley de igual manera a todos los productos. Ya que está permitido fumar y morir de ello, que dejen fumar a cada cual la sustancia que quiera. Uno es libre de elegir su muerte y por la misma regla de tres, también deberían aprobar la eutanasia. Estoy a favor del avance de las libertades del ser humano, porque si nos ponemos represivos, podemos pedir que cierren los insaludables restaurantes de comida rápida, pedir que prohíban la sal, cualquier alimento con colesterol o cualquiera que sea perjudicial para la salud. Y no, no voy a decir como dicen muchos que prohíban también conducir coches. Yo abogo por el cumplimiento estricto de las leyes de tráfico y la reducción del potencial de los turismos, aunque en un mundo que sólo se mueve por intereses económicos, y en el que la industria petrolífera y automovilística tienen tanta influencia en la economía de un país, lo sencillo es no afrontar los problemas y dejarlos “correr”.

Y que sigan así los políticos, alejando a los ciudadanos de la muerte, que sigan prolongando su continuidad cronológica en el tiempo, que los hagan inmortales si quieren, mientras tanto, tendremos más tiempo para preguntarnos si somos libres y hasta dónde deberían limitarse las libertades. La ley antitabaco ahoga pero no aprieta porque, aunque el tabaco mate, otras cosas también matan, empezando por el simple hecho de vivir.

Navidad es amor que viene de Dios.

No me gustan las navidades, es más, odio las navidades. No me gustan las lucecitas parpadeantes, no me gusta ver en las bolsas de plástico de los comercios un “Feliz Navidad”. No me gusta la artificialidad de la que está hecha la sociedad, que se ve reflejada en los mismos árboles de plástico. No me gusta ver en la tele los logotipos de las cadenas cubiertos de nieve, cuando por aquí no cae ni un sólo copo de nieve. No me gustan los vulgares anuncios de perfumes que hablan francés, como si les diese un toque de distinción decir “Agua del water”, y en los que siempre sale una hembra desesperada al oler al chico que lleva esa colonia. No me gustan los dibujos de los trineos de Papa Noel, ni los reyes, ni los villancicos, ni esas estúpidas bombillas de colores que forman una campana e inundan las principales calles de mi ciudad. No me gustan los belenes que representan una historia mitológica de un niño que nació acompañado de unos animales y que dormía en un pesebre, historia que luego utilizó la Iglesia para sacar partido e imponer en los temerosos cristianos sus absurdas doctrinas conservadoras, en las que dicen, por ejemplo, que se amen unos a otros y más adelante puntualizan que no lo hagan entre seres del mismo sexo. No me gusta que me feliciten por inercia la Navidad, ya sea gente conocida o desconocida que durante todo el año no te han deseado ningún bien, ni se han interesado en saber cómo estás o si realmente eres feliz o no, sólo te lo desean, como quien tira la basura a un contenedor y espera que los empleados de sanidad pública los vacíen por la noche. Mucho menos me gusta que feliciten el nuevo año, ni ver que todos se vuelven locos por hacer planes durante esa noche como si se acercase el fin del mundo. No me gusta ver a la gente hacer esfuerzos por emborracharse o por drogarse más de la cuenta y que luego te digan que hay empezar con buen pie el nuevo año, sí señor. No me gustan los regalos de Navidad y por eso no hago ni recibo. No me gusta ver a los dependientes de las tiendas estresados ante la avalancha de consumidores frenéticos que no saben ni qué quieren. No soporto acompañar a nadie a comprar regalos o ropa y estar esperando más de dos horas ante su indecisión y donde compruebas que sus compras no les nacen del corazón y son más bien regalos por compromiso. Por supuesto que tampoco me gustan las grandes cenas familiares en las que se nota que se reúnen más por obligación que por devoción, en las cuales nadie quiere verse en realidad, de hecho no pueden ni verse. En ellas debes saludar a familiares a los que no has visto desde hacía exactamente un año y luego a ellos se les despierta un insolente interés en tu porvenir y tu situación conyugal, no por curiosidad, sino para criticar a tus espaldas lo que haces y que dejas de hacer. No me gusta soportar la ostentación y alarde que se ve en esas cenas, donde informan a su supuesta familia de sus nuevas adquisiciones en forma de coches, inmuebles o donde los solteros presentan a su nueva parejita de turno y la exponen como un animal exótico para esperar la aprobación del resto de la manada y se sientan importantes cuando lleguen a sus oídos los comentarios que han hecho los demás, sobre la primera buena impresión que les ha dado su nueva pareja. Toda la navidad es una gran hipocresía, en la que se acentúa la insensatez del ser humano. Parece, que el frío navideño congele la parte más interna de nuestro cerebro, donde se aloja la avaricia, la territorialidad y los instintos primarios más miserables. En definitiva, no me gusta la navidad, pero tampoco me gusta nada en general.

Lejos de felicitar las fiestas os deseo mucha mierda por largo tiempo, y si queréis ser feliz navidad... no me leáis.

Hoy me remito

Hoy me remito a un texto de Patxi Irurzun que leí gracias a Sergio, y Sergio lo encontró gracias a mí y lo publicó en su blog. Yo también lo voy a publicar porque me he acordado de ese cuento hace poco. Me parece un relato extraordinario y yo también me he sentido identificado con ese bloqueo. Os dejo con el cuento:

BLOQUEO

Llevaba cuatro días tumbado panza arriba en mi cama y el techo, después de ese tiempo, ya no era amarillo salpicado con cagarrutas de mosca y chorretones de pintura, sino a veces una nube de color indefinido, gris o blanca, o gris blanquecina, y otras veces como una balsa de aceite apedreada, con sus ondas doradas y espesas que se extendían hasta desaparecer... En realidad me importaba un huevo de qué color fuera el techo. Sobre la cama, alrededor de mi cuerpo, había folios arrugados y otros llenos de tachones y un par de libros de cuentos de Bukowski, el mejor escritor del mundo (Bukowski también se había quedado bloqueado una vez, diez años nada menos; yo, sin embargo, no podía esperar tanto, pues lo único que tenía importancia para mí en este jodido mundo era escribir). Sobre la mesilla un cenicero lleno de colillas, unos cuantos huesos de melocotón tan resecos como mi cerebro y el mando a distancia del compact-disc. Cada vez que el disco de AC/DC se acababa apretaba un botón y la música volvía a sonar a todo volumen. Hasta hace cuatro días AC/DC era uno de mis grupos preferidos; ahora (es decir, entonces) los odiaba, pero no me apetecía levantarme a cambiar el disco y aquella mierda de mando a distancia no podía hacerlo por mí.
Hacía calor. El sol de julio se colaba a través de la ventana de mi habitación y escarbaba en mi piel en busca de pozos de sudor, pozos que no se secaban nunca: me sudaba la frente, me sudaban las axilas, me sudaba la espalda y me la sudaba sudar. Las sábanas estaban empapadas, sucias y olían, toda la habitación olía: a sobaco, a pies, a lefa seca, a pedos de estómago triste, a humo... Daba igual; me importaba un huevo aquel olor a cebolla quemada; me importaba un huevo julio, los punteos de Angus Young y hasta el borracho de Bukowski. Lo único que me importaba era escribir algo y no se me ocurría nada. Cualquier escritor sabe que, cuando eso pasa, lo único que se puede hacer es esperar. Yo llevaba esperando cuatro días y no encontraba otra manera de hacerlo que mirando el techo. Quizás Bukowski se habría emborrachado de güisqui en un bar de mala muerte, o les habría enchufado sus veinticinco centímetros a unos cuantos culos enormes y rosados. Yo me ponía pedo de aceite y follaba con la inspiración sin que ninguno de los dos llegáramos a corrernos.
- Tienes que salir - me repetía. - Después de todo sólo tienes veinte años y no sabes demasiado de la vida -. Pero seguía tumbado panza arriba. Lo poco que sabía de la vida era suficiente para entender que tarde o temprano soltaba una patada en los cojones, o dos, o tres, o mil, y que entonces, una de dos: o te levantabas enrabietado y le hacías frente, o te quedabas retorciéndote en el suelo hasta que el dolor desaparecía; y lo primero sólo sucedía en las películas y en las solapas de las novelas, donde las biografías de los escritores hablaban de trabajos miserables y fracasos estrepitosos que precedían a la fama (yo no tenía ni idea de cómo iba a ser escritor, si nunca había trabajado ni me había pasado ninguna de esas cosas extraordinarias que les pasaban a los escritores - "licenciado en filología, su novia le dejó por otro": así no iba a vender ni un puñetero libro -. Lo poco que sabía de la vida era suficiente para entender que, aunque ahora estaba tan resabiado con ella como para que me resultara indiferente, tarde o temprano la muy puta me volvería a hacer llorar. De momento, sin embargo, mis lágrimas se habían secado y la vida, para mí, era como me apetecía dictársela a mi pluma. La otra, la de verdad, simplemente pasaba sin hacerme sentir nada. Ahora yo era Dios y, la verdad, me comportaba tan bastardamente como Él, porque las historias de mis criaturas transpiraban tristeza, dolor, odio, repugnancia, crueldad... (Después de todo yo no tenía la culpa de tener dos ojos en la cara ni de leer todos los días el periódico). Quizás eso fuera la vida, Dios escribiendo cuentos acerca de lo que veía a su alrededor, ahí arriba en el cielo, o en el infierno, o donde quiera que estuviese. Si efectivamente consistía en eso, Él no tenía la culpa, pero nosotros íbamos jodidos. Si sus cuentos eran únicamente una distracción, Dios se merecía una buena paliza.
- Tienes que salir - me repetía. Y pensaba en las piscinas con las chicas dejando que el sol de julio las sodomizase o lamiese sus pezones con su lengua de fuego, pero seguía tumbado porque todo aquello era sólo carne, carne sin ojos, carne sin cerebro, carne sin nombre con la que me iba a ser imposible escribir un cuento. Carne con la que, de todos modos, descargué mi juventud caliente sobre el estómago. Fue algo exclusivamente orgánico, como ir a mear, algo triste, porque me resultó imposible pensar en nadie. Fue como palpar mi vacío entre las manos y sentirlas llenas.
Seguí tumbado panza arriba. Me importaba un huevo todo. En las piscinas las chicas desnudaban sus cuerpos en lugar de sus entrañas, en las calles había manifestaciones de todo tipo (el etarra fue asesinado por la guardia civil pero ojalá hubiese sido al revés, el etarra tenía un tiro en la sien pero es que se suicidó, el etarra es un muerto como los demás y "estamos por la paz" pero en el fondo no nos da pena, y en fin, uno menos) pero nadie se manifestaba contra Dios por haber escrito un cuento tan miserable y tan sangriento, tan lleno de odio. Incluso Induráin había ganado el Tour de Francia y le esperaba un recibimiento multitudinario. Yo seguía tumbado mirando el techo. Me importaba un huevo hasta el mismísimo Induráin. Lo único que quería era escribir un cuento hermoso y que lo leyera todo el mundo, mis vecinos, el cartero, el chófer del autobús, mis amigos, mis enemigos, todos los que me habían despreciado alguna vez o se habían pensado que yo era subnormal, que lo leyeran las tías buenas que me cruzaba por las calles y que al verme se dieran codazos, me señalaran a hurtadillas, susurraran "mira ése, el que ha escrito ese cuento tan bonito" y se quedaran boquiabiertas, pues encontraban mi alma tan atractiva como el cuerpo de Miguel Bosé, que lo leyera la chica del telediario, y Angus Young, incluso Induráin, que lo leyera hasta Bukowski, el mejor escritor del mundo y que dijera: "no es tan bueno como yo, pero el hijoputa escribe bien". Eso era lo único que quería y no podía hacer otra cosa que esperar tumbado. Además salir no me iba a aportar nada, pues en realidad la vida de un escritor es un bloc de notas, una prostituta pagada con tinta. Si salía y conseguía ligarme a una chica pensaría mientras la besaba: "su lengua era un helado de fresa dentro de un vaso de cerveza con posos de ceniza", si me peleaba con alguien intentaría grabar en mi memoria lo que me gritaban sus ojos "inyectados en sangre"... Recordaba una vez que se me desgarró el frenillo haciendo el amor con una chica. Veía borbotonear la sangre allá abajo y lo único que se me ocurría era "tío, aquí hay un cuento alucinante". La vida de un escritor es llorar o alegrarse por una puta de trescientos duros, pero esta vez yo quería algo mejor, la Virgen María duchándose en la balsa de aceite del techo de mi habitación, mi corazón reventándose granos de pus, los pensamientos bellos de un dictador o Bambi chutándose heroína, así que no pensaba levantarme de la cama hasta que se me ocurriera algo.
Se abrió la puerta de mi habitación. Era mi madre.
- Te llaman por teléfono - dijo. Y sonrió. Ella creía que yo no salía porque estaba colgado y se alegraba por mí. Me entraron ganas de pegarle un grito y, a la vez, de comérmela a besos.
- ¿Quién es? - dije mientras me incorporaba.
- Mikel, tu amigo.
Salí de la habitación y me arrastré desganado hacia el teléfono.
- ¿Qué tripa se te ha roto? - pregunté.
- ¿Te apetece salir a dar una vuelta?
- No.
- Vale, entonces a las ocho donde siempre.
- Bien. - Colgué. Y me quedé con el teléfono en la mano preguntándome a ver de qué coño iba yo, pero como tampoco me importaba demasiado, en apenas unos segundos estaba pensando en lo mucho que me fastidiaba tener que afeitarme la barba de cuatro días. De todos modos lo hice, y también me duché, e incluso me vestí como yo creía que estaba mejor. Era como rellenar una quiniela, porque yo sabía que cuando salía con Mikel el asunto eran tías, tías y tías, y a mí ya lo único que me importaba era la chica de mis sueños, una chica inteligente, llena de vitalidad, algo imprevisible, que una noche dijera "qué te parece si hoy nos emborrachamos en París" y al día siguiente "podíamos pasar el verano en Sudamérica, o en un campamento con niños disminuidos", una chica guapa por fuera y por dentro, sin maquillaje en sus armarios, una chica con sentido del humor, o por lo menos que entendiera mi sentido del humor, y que llorara si me veía llorar; ella escribiría cuentos en una esquina de la habitación y yo en la otra, y, aunque yo estaba seguro de que escribía mejor que ella y ella de que escribía mejor que yo, a los dos nos gustaban los cuentos del otro, y además nos los publicaban a ambos, y cuando fuimos a recoger el premio Nobel íbamos vestidos con nuestras chupas vaqueras... O sea, una quiniela de catorce (aunque podía ser también de trece, ella podía tener el culo un poquito más gordo de lo normal, y hasta de doce, ella no era escritora sino actriz, o reportera de guerra, o animadora sociocultural en una residencia de ancianos...) Lo que estaba claro era que si no rellenaba la quiniela nunca me podría tocar, así que me puse la ropa con la que creía que estaba mejor. De todos modos hubiese preferido seguir tumbado mirando el techo, porque las tías, en realidad, también me importaban un huevo. Nunca me había tocado una de catorce y no tenía esperanza alguna de que me tocara en el futuro. No sabía por qué había quedado con Mikel. Yo era gilipollas. No sabía ni lo que quería pero me daba igual.
Fuimos a un bar de niñas pijas. "Las niñas pijas son estúpidas pero están más buenas" dijo Mikel, y aunque, por desgracia, tenía razón, para mí aquello era como buscar una perla entre los vómitos de un borracho.
El bar tenía altavoces por todos los lados, y éstos escupían una música que era como si alguien le diese patadas a una persiana metálica mientras un robot afónico eructaba, así que de este modo resultaba imposible mantener una conversación. Aquello se asemejaba a un centro para sordomudos o para epilépticos en celo, porque eso parecían todos esos pijos cuando bailaban. Mikel y yo pedimos unas cuantas cervezas y mientras las tomábamos nos pusimos a mirar a las chicas. Ellas nos ignoraban. No éramos guapos ni llevábamos zapatos marca la madre que los parió. ¡Pero qué se creían todas esas estúpidas! Otro gallo habría cantado si uno pudiese llevar marcado en la frente que tenía un librito de cuentos publicado y que un día de éstos iba a escribir el relato más hermoso de la literatura universal, aunque tampoco merecía la pena, porque seguro que todas aquellas cabezas de chorlito, cuando llegaban a su casa, jugaban una partida al comecocos en su ordenador en lugar de ponerse a leer un buen libro, y uno sólo les podía interesar porque suponían que era famoso y rico. En fin: por mí como si Snoopy se las follaba a todas. Me giré hacia la barra y empecé a pedir una cerveza detrás de otra. "Por lo menos me emborracharé", pensé, pero uno no puede emborracharse si derrama sus cervezas en una alcantarilla. Yo era el hombre vacío, el hombre lleno de mierda si os apetece más, pero no sentía lástima por mí.
Al final Mikel se dio también por vencido y nos fuimos a casa. Cuando llegué me encontré con la habitación ordenada y limpia. Mi madre era una santa. Me tumbé panza arriba en la cama y me puse a mirar el techo. No pensaba moverme hasta que se me ocurriera algo para mi cuento. Esta vez no. Estuve un par de horas así. El techo era otra vez una balsa de aceite apedreada. Decidí salpicarme otra vez el estómago con las brasas de mi juventud, pero no había nada capaz de levantarme el ánimo. Me hubiese gustado llorar pero no podía. Estaba tumbado sobre un lecho de chinchetas pero no sentía el dolor. Intenté dormirme. Quizás al día siguiente pudiera escribir lo vacío que me sentía y entonces la vida sería hermosa.